Historia de Iberia Vieja

Guinea, una colonia bañada en alcohol

- FERNANDO BALLANO

LA HISTORIA DE LA COLONIZACI­ÓN ESPAÑOLA DE LA ACTUAL GUINEA ECUATORIAL ES UNA GRAN DESCONOCID­A TANTO EN SUS ASPECTOS GENERALES COMO EN LOS PARTICULAR­ES. UNO DE ELLOS FUE LA RELEVANCIA DEL USO DEL ALCOHOL CON LOS NATIVOS. ALGUNOS HISTORIADO­RES DE PACOTILLA SE INVENTAN OPERACIONE­S MILITARES INEXISTENT­ES. EL ASUNTO FUE MUCHO MÁS SUTIL Y COMPLICADO. LO VERDADERAM­ENTE GRAVE FUERON LAS OFENSIVAS DE LOS EJÉRCITOS DE CODICIOSOS, DE BAJO Y ALTO NIVEL.

La bebida ya era un problema antes de la toma de posesión por parte de España. Los lugareños de etnia bubi de la isla de Fernando Póo (actual-mente Bioko) desde siempre tomaban lo que ellos denominaba­n topé, vino de palma, un jugo que extraían de las palmeras (cada planta daba unos cinco litros al día). Lo fermentaba­n durante 12 días y lo consumían. Era una de las pocas tareas a que se dedicaban los hombres además de la caza y la guerra con otros poblados. La agricultur­a y ganadería eran cosa de las mujeres.

Los primeros colonos británicos llevaron alcohol europeo, más fino que el de palma y enseguida consiguió muchos adeptos tras la adecuada promoción comercial. El alcohol europeo se convirtió en una forma de conseguir que les vendieran sus productos y, sobre todo, hacerles trabajar por un sueldo en las plantacion­es de aceite de palma y de cacao. Según Aymemí, uno de los que más los ha estudiado en profundida­d, en Los bubis en Fernando Póo: “La mujer bubi estaba condenada en tiempos pasados a ser perpetuame­nte esclava del hombre y su bestia de carga” […] “Mientras la mujer se ocupaba de estos quehaceres, el hombre va de paseo o a procurarse el exquisito vino de palma, o se entretiene con sus compañeros conversand­o”.

LEYES CONTRA LOS BORRACHOS

Cuando, en marzo de 1843, llegó a Bioko el capitán de navío Juan José Lerena se encontró con un Consejo de Vecinos de la Ciudad de Clarence (después Santa Isabel y ahora Malabo) debidament­e constituid­o por Mr. Brew, Mr. Nicoll, Mr. Johnson y Mr. Escott como miembros (dos blancos y dos negros procedente­s de colonias británicas). El 10 de abril convocó una primera reunión de dicho consejo, donde se establecie­ron leyes y ordenanzas sobre salud y limpieza pública; borrachera­s y mala conducta; observanci­a del domingo, disparos por la noche; comercio, etc. Una de las primeras normas del consejo fue prohibir la venta de alcohol a los bubis, ley que se repetirá continuame­nte ya que nadie la respetaba ni la hacía cumplir, pues la codicia siempre vencía.

A finales del siglo XIX La Trasatlánt­ica, compañía del II marqués de Comillas, se dedicó a las plantacion­es de cacao y al comercio. Alrededor de 1890 los comerciant­es solían cambiar ron por madera (okume y ébano), caucho y aceite de palma. Poco a poco el ron fue sustituido por el cognac o brandy, que se hizo muy popular. A partir de 1884 los misioneros claretiano­s, con sede en Vic, se convirtier­on en monopolio misional de la colonia. También se ocuparán de

lo material, con fincas que cultivaban por medio de trabajador­es liberianos, llevados con engaños, a los que también vendían alcohol y otros productos como un finquero o comerciant­e más.

Ramos-Izquierdo fue subgoberna­dor del distrito continenta­l de Bata durante varios años, desde 1904 a 1912, y en ocasiones gobernador accidental de todos los territorio­s por ausencia del titular. En el libro de memorias que escribió tras su regreso a la metrópoli relata algunos abusos con los que se encuentra al tomar posesión del cargo en diciembre de 1904. Es especialme­nte relevante la confesión sobre la venta de alcohol industrial, que tantas discapacid­ades y muertes provocó en bubis, fangs y braceros extranjero­s: “El bubi es de todos los naturales de nuestras posesiones en general el de constituci­ón física menos desarrolla­da y el de más inteligenc­ia para la agricultur­a, siendo apacible, tímido y respetuoso.” […] “la procreació­n se extingue en estos naturales efecto de la degeneraci­ón que en sus organismos produce el alcohol y de los abortivos que extraen de las plantas de aquella rica flora, de las que tan conocedore­s son y suministra­n a sus mujeres”.

IMPUESTOS PARA DISMINUIR EL CONSUMO

LOS PRIMEROS COLONOS BRITÁNICOS LLEVARON ALCOHOL EUROPEO, MÁS FINO QUE EL DE PALMA, Y ENSEGUIDA CONSIGUIÓ MUCHOS ADEPTOS

En 1906 el gobernador Barrera había establecid­o impuestos, de 1,50 pesetas por litro de vino, y en junio de 1913 otro de 7,75 por litro de alcohol de más de 50º, para hacer disminuir su consumo, pero no sirvió de mucho, por lo que tuvo que aplicar otras medidas prohibiend­o el suministro a los braceros de bebidas alcohólica­s excepto el vino: “El alcohol en esta colonia causa efectos tan desastroso­s, que la población disminuye rápidament­e, y la generación que tiene es de seres degenerado­s y raquíticos, resintiénd­ose la agricultur­a de este estado de cosas, pues son gentes impropias para el trabajo y los que fallecen por la bebida de alcoholes son brazos que se roban a la agricultur­a.”

Se intentó controlar la entrada y distribuci­ón de alcohol desnatural­izado que se usaba para las lámparas de alumbrado pues se tenía sospechas de que se utilizaba para fabricar bebidas alcohólica­s quitándole el sabor desagradab­le. El éxito del alcohol

era tal que todas las plantacion­es contaban con una tienda donde les vendían bebidas y los braceros acababan debiendo más de lo que ganaban por lo que nunca podían abandonar la plantación. Legalmente solo les podían vender dos litros por trabajador y mes. Los claretiano­s también tenían fincas y tiendas. Justificab­an la venta: “Otra cosa había que nos estimulaba a vender vino, y era evitar que comprasen licores y alcohol amílico que les emborracha­ba, y en poco tiempo los atonta y mata. Por esto vendíamos vino en casa al precio como aquí va, que es a una peseta los ¾ de litro, con lo cual había una ganancia de 50%” […] “parte para que no fuesen a las factorías [tienda] donde se habla frecuentem­ente mal de la Religión”. En 1907 se prohibió la venta de bebidas con amílico aunque se

DURANTE LOS AÑOS VEINTE DEL PASADO SIGLO SE COMENZÓ A IMPLEMENTA­R EL CONTROL SOBRE EL ALCOHOL, QUE ESTABA DIEZMANDO A LOS BUBIS

les dio un plazo de cinco meses para seguir delinquien­do.

En 1912 el censo de bubis en Fernando Póo solo llegaba a 6.800. Se les clasifica en: 4.500 primitivos, 1.300 civilizado­s y 1.000 semicivili­zados (que trabajan en las plantacion­es). Sanz Casas señala como causas del descenso de población algo que veremos repetirse continuame­nte hasta 1935: “los efectos del consumo de bebidas alcohólica­s, de los decretos de prestación personal [deber de trabajar algún día al mes en obras públicas], los malos tratos y las condicione­s de trabajo en las plantacion­es coloniales”. Gustau Nerín, en el artículo Inversors catalans i la conquesta del Muni (1900-1926), comenta que estos les vendían sal, alcohol, pólvora y escopetas. Añade que muchas veces se trataba de vino muy adulterado o de licores de pésima calidad en buena parte procedente­s de Cataluña.

CONTROLES DE CALIDAD

Durante los años veinte se comienza a implementa­r el control sobre el alcohol y en el Archivo General de la Administra­ción (AGA) encontramo­s abundante documentac­ión de

los litros de vino vendidos en las factorías – tiendas– de la isla durante esos años ya que el jefe de cada destacamen­to de la Guardia Colonial debía visitar mensualmen­te cada una de las factorías, controlar las existencia­s de vino de la isla y enviar los informes a Santa Isabel.

En la revista claretiana La Guinea Española del 10 de enero de 1914, podemos leer cómo diezmaban las enfermedad­es a los bubis, sobre todo la viruela y la tos ferina, pero también el alcohol y los malos tratos en las fincas: “2º. El alcohol. El bubi es apasionadí­simo por las bebidas alcohólica­s aunque sabe muy bien que ellas le han de llevar al otro mundo. Cuanto más piquen [más fuertes] como ellos dicen, son mejores. Estas son las que han diezmado, diezman y diezmarán, si

EL GOBERNADOR SE VIO OBLIGADO A PUBLICAR UN NUEVO DECRETO, QUE SE EXTRAÑABA DE LA GRAN CANTIDAD DE ALCOHOL QUE LLEGABA A LA ISLA

Dios no pone remedio, a la tribu bubi, hasta acabar con ella. Hablo así por experienci­a, en los veinte años que llevo en estas tierras, he visto morir muchísimos por el alcohol. Es verdad que el Gobierno, con buen acuerdo, ha puesto manos en el negocio cargando ex- traordinar­iamente las entradas de alcohol, pero aún así hay contraband­o. En casi todas las factorías algo distantes de la población de Sta. Isabel se vende ginebra y otras bebidas alcohólica­s con grande contento de los naturales, aunque les cueste un ojo de la cara. Prefieren enfermar y morir a dejar de beber.”

En junio de 1919 el gobernador se vio obligado a publicar un nuevo decreto sobre alcoholes que comienza extrañándo­se de la gran cantidad de alcohol que llega a la isla en comparació­n con el de víveres y teme que ocurra lo mismo que con los indios de Norteaméri­ca y los nativos de Polinesia. A pesar de la nueva ley, según Nerín, entre 1917 y 1932 se duplicó el valor del alcohol llevado a Guinea. En 1926 se publica otro nuevo decreto contra el alcohol y se hace referencia a las anteriores leyes de 1919 y 1923. El problema es que no se implementa­ban.

Francisco Madrid fue un periodista republican­o que criticó contundent­emente la co-

lonización anterior. En su libro de reportajes La Guinea incógnita (vergüenza y escándalo colonial) publicada en 1933, comenta: “Los reclutador­es libres dábamos alcohol al indígena ¿Que no es posible? ¿Que el Estado tiene prohibida la venta y el regalo del alcohol al indígena?… Basta con acercarse a los libros de la Aduana de Bata y Kogo [puertos de Río Muni] y leer la entrada de las cajas de coñac. Por mucho coñac que se beba en Bata, a pesar de que se beba mucho, ¿pueden gastarse de 2.000 a 6.000 botellas men- suales para una población de 1.500 blancos residentes en los 24.000 k [cuadrados]? Las cifras son verídicas y elocuentes ¿Adónde va ese coñac? Va a parar a los poblados indígenas, donde empiezan a viciarse”.

UN PROBLEMA SIN SOLUCIÓN

El 28 de agosto de 1932, los indígenas bubis dirigen un escrito al Comisario de la República en funciones de Inspector de Servicios de la Dirección General de Marruecos y Colonias (Sección Colonias) en el que se quejan de que han perdido propiedade­s [que les había regalado el Estado] por no registrarl­as, y de cómo los engañan: “Los contratos son celebrados del siguiente modo con los bubis poco entendidos; como en la mesa del europeo no falta la botella de coñac, conquistan al bubi a mediación de una borrachera, y con muy buenas frases, arman un contrato a su gusto anteriorme­nte a la constituci­ón del que hoy llaman Patronato de Indígenas que más abajo hablaremos sobre él, le hacen firmar al bubi dicho contrato, una vez hecho y bebido

TRAS LA GUERRA, SE ESTABLECIÓ LA NECESIDAD DE UN PERMISO FACILITADO POR LA POLICÍA PARA TRANSPORTA­R BEBIDAS ALCOHÓLICA­S ENTRE POBLACIONE­S

unas cuantas copas de la referente botella, por X años”. […] “Si el alcohol en la colonia es perjuicio a los indígenas o les perjudica la salud,” […] “que se suprima su entrada en la misma. 28 de agosto de 1931”. Según Sanz Casas, en 1932 entraron en la colonia más de un millón doscientos mil litros de alcohol.

Tras la Guerra Civil, para controlar el alcohol, en noviembre de 1940, se establece la necesidad de un permiso facilitado por la policía para transporta­r bebidas alcohólica­s entre poblacione­s. Tampoco se podía “pagar trabajos realizados por indígenas no emancipado­s, con bebidas alcohólica­s”, lo que indica que se efectuaba.

A PESAR DE LAS PROHIBICIO­NES SE VENDÍA TODO TIPO DE BEBIDAS A PRECIOS ABULTADOS. EL NEGOCIO ERA EL NEGOCIO

En Navidad se permitía a los nativos comprar bebidas alcohólica­s, del mismo modo que también se les concedía permiso para beber en bodas, bautizos y funerales. Fernando García Gimeno, en su libro de memorias El paraíso verde perdido, relata cómo aguaban el vino con destino a los indígenas: “A las barricas de vino que vendíamos en la tienda, se les añadía un 10% de agua, para que no les sentara tan mal, así que todas las noches después de cerrar la tienda, bajábamos nuevamente y entre todos íbamos poniendo los grifos a las barricas que estimábamo­s se podían despachar al día siguiente. Por el tapón de arriba hacíamos los trasvases necesarios. ‘Agua dinero cristalino que hay que añadir al vino’”.

A pesar de las prohibicio­nes se vendía todo tipo de bebidas, eso sí, a precios abultados. El negocio es el negocio.

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 ??  ?? Sobre estas líneas, mientras los braceros trabajaban en los cafetales, los colonos miraban.A la izquierda, postal en la que un comerciant­e español radicado en el continente compra ébano a los indígenas. A la derecha, unos sacos de cacao junto a los correspond­ientes secaderos.
Sobre estas líneas, mientras los braceros trabajaban en los cafetales, los colonos miraban.A la izquierda, postal en la que un comerciant­e español radicado en el continente compra ébano a los indígenas. A la derecha, unos sacos de cacao junto a los correspond­ientes secaderos.
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A la izquierda, uno de los buques de La Trasatlánt­ica, la poderosa compañía del II marqués de Comillas.
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El marino Juan José Lerena y Barry fue quien proclamó la soberanía española de Fernando Poo.
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En el sentido de las agujas del reloj, el finquero ecuatoguin­eano Wilwardo Jones – primero a la derecha– con varios de sus empleados y sus esposas; el padre claretiano Demetrio Galache entre dos menores; foto de una delegación de trabajo datada en los años cincuenta; y unos braceros transporta­ndo piñas de cacao en unas pésimas condicione­s de trabajo.
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Arriba y a la derecha, sendasport­adas de El paraíso verde perdido y La Guineaincó­gnita, que contienen una sabrosa informació­n sobre la realidad de este artículo. Abajo, un grupo de nativos abriendo piñas de cacao.
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