La comarca del Salnés
DURANTE SIGLOS, FENICIOS, ROMANOS, SARRACENOS Y VIKINGOS ACUDIERON HASTA ESTA HERMOSA COMARCA DE LAS RÍAS BAIXAS COMO ATRAÍDOS POR UN HECHIZO IRRESISTIBLE. HOY TODAVÍA ES POSIBLE RASTREAR LAS HUELLAS DE SU PASO POR LA REGIÓN, A COBIJO DE LA RÍA DE AROUSA, DONDE SE MEZCLAN CASTROS DE TIEMPOS REMOTOS, FORTALEZAS MEDIEVALES, PAZOS SEÑORIALES Y MONASTERIOS QUE PARECEN PEQUEÑAS PARCELAS DEL PARAÍSO.
Hasta fechas recientes, las tierras de la comarca del Salnés, con sus villas marineras y sus veranos casi mediterráneos, eran conocidas sobre todo como un envidiable destino turístico en las bellas y acogedoras Rías Baixas. En el último año, sin embargo, localidades como Vilagarcía de Arousa, Cambados, Vilanova o Sanxenxo han estado en boca de todos por razones bien distintas: Fariña, el exitoso ensayo de Nacho Carretero, y la serie de televisión que se inspira en sus páginas, han traído de vuelta recuerdos de otros tiempos –no muy lejanos–, en los que el Salnés era sinónimo de contrabandistas y narcotraficantes. Un lado oscuro que, aunque innegable, palidece frente al rico pasado histórico y cultural de esta hermosa región gallega, en la que pazos señoriales y viñedos se entremezclan con costas plagadas de leyendas, apasionantes historias de ataques vikingos y sarracenos, rutas sagradas y playas paradisiacas.
EL TERROR NÓRDICO
Los fenicios atravesaron el Mediterráneo con sus naves hasta llegar a Galicia, atraídos por las riquezas minerales de sus costas (buscaban sobre todo cobre, estaño y sal), y establecieron en el Salnés asentamientos para explotar dichos tesoros. En Cambados, por ejemplo, construyeron el mirador del monte
LOS PAZOS Y VIÑEDOS SE ENTREMEZCLAN CON COSTAS PLAGADAS DE LEYENDAS, HISTORIAS DE ATAQUES DE VIKINGOS, RUTAS SAGRADAS Y PLAYAS PARADISIACAS
Lobeira, donde ubicaron un faro que facilita- ba la navegación por las a menudo traicioneras aguas gallegas. Tiempo después llegaron también los romanos de Décimo Junio Bruto, cuyas tropas protagonizaron la primera campaña militar romana en la Gallaecia. Siglos más tarde, otros pueblos dejaron también su impronta en la fisionomía de la región. En los siglos VIII y IX, por ejemplo, las tropas sarracenas llegaron también hasta aquí y atemorizaron con sus razzias a la población.
Sin embargo, fueron otros temibles guerreros, los vikingos, quienes desataron un auténtico terror en buena parte de Galicia. Tanto es así, que durante los siglos VIII y IX, las tierras del Salnés asistieron a la construcción de varias fortificaciones que tenían como finalidad vigilar y proteger la región frente a los guerreros nórdicos. Estas torres actuaban a modo de “faros”, pues cuando desde alguna de ellas se detectaba algún peligro, se encendía una hoguera en lo alto, de forma que las llamas y el humo pudieran ser vistos por la población y por el resto de torres, que a su vez prendían sus propios fuegos para avisar a las fortificaciones más alejadas.
En algunos casos, los restos de estas torres todavía pueden contemplarse. Una de ellas fue la elevada en la playa de A Lanzada, en O Grove, junto al arenal tan apreciado hoy por bañistas y amantes del surf. Allí, muy cerca de la célebre ermita de Nuestra Señora, y junto a los restos de un antiquísimo castro, todavía se pueden contemplar fragmentos de la torre y el castillo del siglo X, erigidos donde en tiempos remotos hubo un faro fenicio o romano. Fue Sisnando, obispo de Iria Flavia (actual Padrón) en el siglo X, quien ordenó la construcción de la torre de A Lanzada y otras desperdigadas por la costa. Esta fortaleza se encontraba en un punto estratégico que permitía vigilar la entrada a la Ría de Arousa, por lo que constituía el primer punto de observación ante la llegada del enemigo.
Más al interior, ya en aguas de la ría, Sisnando mandó reconstruir la torre de San Sadurniño, junto a Cambados. Esta fortificación, de la que apenas quedan dos muros, se erigió en un islote llamado A Figueira, que hoy se encuentra unido al barrio marinero de Santo Tomé por un estrecho puente. La torre cumplió un papel fundamental en la defensa de la ría y el camino hacia Compostela –meta de los vikingos– durante la razzia normanda de 968, y décadas después, ya en pleno siglo XI, fue reforzada y ampliada por el arzobispo Diego Gelmírez. En el siglo XII quedó en manos del trovador y militar Paio Gómez Chariño de Soutomaior, célebre por dirigir la flota de Castilla durante la conquista de Sevilla.
Más destacadas aún fueron las llamadas Torres del Oeste, en Catoira, construcciones que protegieron el paso fluvial que, desde la ría, conducía aguas arriba del Ulla hasta Iria Flavia, y por tanto hasta Compostela. El
LAS TORRES DEL OESTE, EN CATOIRA, PROTEGIERON EL PASO FLUVIAL QUE, DESDE LA RÍA, CONDUCÍA AGUAS ARRIBA DEL ULLA A IRIA FLAVIA Y COMPOSTELA
origen de esta fortificación, conocida originalmente como Castellum honesti, se remonta a la segunda mitad del siglo IX y comienzos del X, cuando Alfonso III ordenó su construcción. Ya en aquellas remotas fechas el castellum se consideraba uno de los bastiones más importantes de toda Europa, fama que siguió aumentando en tiempos de Alfonso V de León. Cuando en el siglo XII las torres pasaron a manos de la diócesis de Santiago, obispos como Cresconio o Diego Peláez siguieron ampliando la fortaleza, siempre con el fin de protegerse frente a los vikingos. En el año 858 había tenido lugar uno de los primeros asaltos de los piratas del norte, con una temible flota de unos cien drakkars, que consiguieron
capturar Iria Flavia y pusieron a Compostela bajo asedio, causando graves perjuicios. En el siglo siguiente, hacia el año 968, se produjo una nueva incursión vikinga en Jakobsland (“Tierra de Santiago”, como denominaban los nórdicos a la actual Galicia), pero para entonces las Torres del Oeste mitigaron la arremetida de los diablos del norte. Ya en tiempos del obispo Cresconio, en 1028, las torres permitieron frenar el avance de la expedición del caudillo sueco Ulf el Gallego.
Del antiguo castellum apenas quedan hoy parte de dos torres del siglo XII (Monumento Nacional), pero en sus mejores tiempos llegó a sumar hasta siete atalayas, y de hecho siguió cumpliendo su papel hasta comienzos del s. XVIII, cuando protegió Padrón de un ataque inglés. Puede que hoy las torres sean apenas una sombra de lo que fueron, pero el recuerdo de aquellos hechos históricos sigue muy vivo en la región: desde 1961 se celebra todos los años una “Romería vikinga” (primer domingo de agosto), en la que los vecinos de Catoira escenifican el desembarco de los “demonios” nórdicos, con la participación de varias réplicas de drakkars vikingos.
ARMENTEIRA: EL PARAÍSO
Tierra adentro, no muy lejos de la costa asolada por los vikingos, y en las faldas del monte Castrove, se conserva un hermoso cenobio cisterciense, el monasterio de Armenteira. Cuenta la leyenda –recogida en las Cantigas a Santa María, de Alfonso X– que, a mediados del siglo XII, un noble gallego llamado
EL NOBLE ERO CAYÓ EN UN PROFUNDO TRANCE. CUANDO VOLVIÓ EN SÍ, DESCUBRIÓ QUE HABÍAN PASADO 300 AÑOS: HABÍA ATISBADO LA ETERNIDAD
Ero tuvo una visión sobrenatural en la que la Virgen le urgía a levantar un santuario y retirarse a la vida monacal. Algún tiempo después, cumplida ya la petición mariana, a San Ero le obsesionaba comprender la idea de la eternidad, y así lo repetía una y otra vez en sus plegarias. Cierto día, mientras escuchaba absorto el canto de un pajarillo, Ero cayó en un profundo trance, y cuando volvió en sí descubrió con asombro que no reconocía a ninguno de los monjes que vivían en su monasterio: habían pasado más de 300 años, y él había conseguido al fin atisbar la eternidad.
Leyendas al margen, en efecto el monasterio de Armenteira parece haber sido fundado por el noble Ero en torno a 1150, aunque poco después pasó a manos cistercienses. Hoy el cenobio conserva elementos de época románica (en especial en el interior de la iglesia), aunque también de otros estilos que se fueron sumando con motivo de sucesivas reformas. Hoy el monasterio da cobijo a una pequeña comunidad de monjas, y funciona como hospedería, permitiendo a los visitantes disfrutar de la paz y la tranquilidad del entorno de un modo similar a como lo conocieron los venerables monjes del Císter.
Durante mucho tiempo Armenteira se relacionó con el origen del Albariño (ver recuadro), pues se creía que habían sido monjes quienes habían traído esta rica uva desde el corazón de Europa, extendiendo su cultivo
por la zona. Esta hipótesis ha sido descartada, pero no resulta difícil entender por qué las gentes de la región vincularon este rincón paradisiaco con un vino cuya excelencia parece gozar de propiedades casi celestiales.
VIÑEDOS Y CAMELIAS
Si existe un tipo de arquitectura típica de las tierras gallegas esa es sin duda la representada por los pazos, casas señoriales que durante siglos han dado cobijo a linajes nobles, y que estuvieron vinculadas al sistema de organización feudal, constituyendo auténticos núcleos económicos en torno a los cuales se orquestaba la vida de los lugareños.
Los pazos –del latín pallatium, palacio– comenzaron a desarrollarse a partir del s. XV, coincidiendo con el fin de los enfrentamientos entre las distintas casas señoriales. Hasta esas fechas, los nobles solían vivir en torres fortificadas, construcciones más adecuadas para
EL PAZO DE BAIÓN PERTENECE DESDE 2008 A UNA BODEGA QUE DA TRABAJO A ANTIGUOS DROGODEPENDIENTES
una época de continuas escaramuzas. En el Salnés, al igual que en toda Galicia, abundan los ejemplos de pazos, todos ellos vinculados a destacados sucesos históricos, y hoy a menudo reconvertidos para otras funciones, especialmente bodegas de la D.O. Rías Baixas. Uno de los más conocidos es el de Baión (Vilanova de Arousa), una majestuosa construcción cuyo origen se remonta al siglo XV, cuando los señores de Sarmiento eran los propietarios de la Casa y Torre de Fontán, nombre que por aquel entonces tenía la propiedad.
Con el transcurso de los siglos el recinto pasó a otras familias nobles, como los Figueroa o los Soutomaior, y a comienzos del siglo XX fue adquirido por un emigrante que regresó tras hacer fortuna en las Américas. Entre sus propietarios más recientes se cuenta también el narcotraficante Laureano Oubiña, quien lo compró en 1987 tras desembolsar unos 275 millones de pesetas. La célebre Operación Nécora supuso el embargo del pazo por parte del Estado que, durante trece años, se convirtió en el gestor de la propiedad. Desde 2008 pertenece a la bodega Condes de Albarei, que da trabajo a antiguos drogodependientes y destina parte de sus ingresos a programas sociales.
Si la estampa del Pazo Baión resulta majestuosa para los visitantes, otro tanto sucede con el Pazo de Rubianes. Ubicado a escasos tres kilómetros de Vilagarcía de Arousa, remonta sus orígenes al siglo XII, época en la que existía en el lugar una torre fortaleza. Fue allí donde, tres centurias más tarde, levantó su pazo García de Caamaño, fundador de la localidad de Vilagarcía. El aspecto actual del recinto se debe a las reformas realizadas por otro de sus propietarios, don Jacobo Ozores, quien en el siglo XVIII contrató los servicios de un arquitecto francés, razón por la cual la construcción posee hoy evidentes similitudes con los típicos châteaux galos.
Además de contar con unos viñedos que ocupan cerca de 25 hectáreas, la finca de Ru-
EL PAZO DE FEFIÑÁNS FUE DISEÑADO EN EL SIGLO XVI POR ENCARGO DE DON JUAN SARMIENTO VALLADARES, CONSEJERO DE FELIPE II E INQUISIDOR GENERAL
bianes posee también una enorme extensión dedicada a hermosos jardines que atraen a visitantes de todo el mundo, y en especial a los amantes de las camelias, especie que en las tierras del Salnés se desarrolla con especial belleza. La zona ajardinada comenzó a diseñarse en el s. XVII, aunque fue en el XIX cuando se llevaron a cabo las intervenciones más importantes, contando hoy con muestras de magnolios, criptomerias, fresnos y otras muchas especies de los cinco continentes.
EL PAZO DE LA SIRENA
A apenas 15 kilómetros de Rubianes, en pleno centro de Cambados, se encuentra otro de los pazos más singulares del Salnés, el Pazo de Fefiñáns. Éste se levanta en la plaza del mismo nombre, ocupando buena parte de su superficie. Fue diseñado en el siglo XVI por encargo de Don Juan Sarmiento Valladares, un poderoso noble que fue consejero de Felipe II e inquisidor general. La construcción fue ideada como un conjunto único, del que también formaban parte la propia plaza y la iglesia de San Bieito. El edificio principal tiene un evidente estilo renacentista de aires italianos, pues los planos fueron diseñados por arquitectos de dicha nacionalidad que trabajaban en la corte. Entre los elementos más llamativos del recinto se encuentra la
Torre del Homenaje, que sobresale en una de las esquinas de la plaza, donde antiguamente se ubicaba el Camino Real.
Entre los antiguos señores del pazo destaca el segundo vizconde de Fefiñáns, don Fernando Sarmiento de Valladares, figura destacada en las guerras de Flandes. En agradecimiento a sus servicios, el rey le concedió su propio tercio, y fue nombrado sargento general y gobernador de Ostende. Cuenta una hermosa leyenda que, durante uno de los viajes de Sarmiento a su tierra natal, el barco en el que viajaba naufragó en la entrada a la ría, salvando la vida gracias a la providencial aparición de una bella sirena. Según la tradición, el vizconde se casó con ella, y a partir de entonces la criatura de las profundidades pasó a llamarse María Mariño de Lobera. Esta es la razón, según la tradi-
ción, de que el Pazo de Fefiñáns muestre en su fachada varias esculturas de una sirena.
Hoy el Pazo de Fefiñáns pertenece a los marqueses de Figueroa y, al igual que en el caso de Baión y Rubianes, dedica parte de su propiedad a la producción de vino albariño, contando con dos bodegas: Palacio de Fefiñanes y Joaquín Gil de Armada.
LA COMARCA DE LAS LETRAS
Algo muy especial debe poseer la comarca del Salnés cuando las musas, siempre caprichosas, decidieron acercarse hasta aquí para inspirar a dos de sus hijos más ilustres. Ambos vinieron al mundo en la segunda mitad del siglo XIX, y lo hicieron en la misma localidad: Vilanova de Arousa. Basta pasear por el centro de este municipio costero para toparnos con un callejero repleto de referencias a uno de ellos, el más conocido por el público: plaza Marqués de Bradomín, rúa Luces de Bohemia, Aromas de leyenda… En efecto, en una de sus casas más destacadas –de nuevo un pazo, la Casa do Cuadrante– nació en 1866 Ramón José Simón Valle Peña, más conocido como Ramón María del Valle-Inclán.
Sus primeros años discurrieron ahí. Hoy, la Casa do Cuadrante es una casa-museo, cuyos jardines evocó Valle en varios escritos, como Rosarito o Jardín Umbrío. Vilanova de Arousa fue su lugar de nacimiento –honor que le disputa la localidad de Pobra do Caramiñal–, pero el autor también quedó marcado por otras localidades del Salnés, como Vilagarcía o Cambados. De la primera le enamoraban pazos como el de Vista Alegre, y la segunda fue el lugar que escogió para establecerse con su familia en 1912. De hecho, el singular cementerio del monasterio de Santa Mariña Dozo acoge todavía los restos mortales de su hijo Joaquín, fallecido en la playa cuando tenía apenas cuatro meses de vida, y los de su esposa, Josefina Blanco.
El otro genio de las letras nacido en Vilanova fue el periodista y escritor Julio Camba. De fama menor entre el público –aunque no por falta de méritos–, Camba desarrolló una
VALLE-INCLÁN Y CAMBA VINIERON AL MUNDO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX Y LO HICIERON EN LA MISMA LOCALIDAD: VILANOVA DE AROUSA
carrera periodística que se cuenta entre las más originales y fecundas de las letras españolas. Con una vida apasionante y plagada de viajes y anécdotas –se hizo polizón con sólo 13 años, fue un anarquista precoz, y ejerció como corresponsal en lugares tan distantes y distintos como Nueva York, París, Londres, Estambul o Berlín–, Camba dejó tras de sí más de cuatro mil artículos, además de una serie de ensayos entre los que destacan La casa del Lúculo o La rana viajera.
Teniendo en cuenta que nació en una tierra de gastronomía tan sobresaliente, no es de extrañar que Camba dedicara cientos de páginas a desgranar las excelencias culinarias de medio planeta, cosa que hizo con humor y genialidad en La casa del Lúculo. Al igual que Valle-Inclán, también él cuenta en Vilanova con una casa-museo que repasa la vida y obra del periodista y una “ruta literaria” que sigue sus pasos en la villa. Todo un genio que, al comenzar su trabajo en el diario ABC, se presentaba de esta forma a sus nuevos lectores: "Mi nombre es Camba, y en el fondo soy un buen chico (…) Necesito que ustedes no me tomen nunca en serio. Ni completamente en serio, ni completamente en broma".