El séptimo arte El capitán
¡LOS CINES ESTÁN DE ENHORABUENA! ESTAMOS ANTE UNA DE LAS GRANDES PELÍCULAS DE LA TEMPORADA. UNA OBRA QUE MEZCLA ARTE CON HISTORIA, UN FILM QUE HACE GRANDE EL SÉPTIMO ARTE Y QUE NOS AYUDA A COMPRENDER MEJOR UNO DE LOS MOMENTOS MÁS IMPORTANTES DEL SIGLO.
En los últimos coletazos de la contienda, el ejército nazi se bate en retirada, que en algunos momentos se convierte más bien en desbandada. Por todas partes, soldados desertores intentan escapar, esconderse y sobrevivir de cualquier manera. Pero las unidades regulares les dan caza y los encierran en campos de detención, cuando no los fusilan inmediatamente; por su parte, también los civiles pueden matar impunemente a cuantos fugados se encuentren en sus propiedades. Por eso, el soldado Willi Herold corre como un demonio campo a través, esquivando las balas y tratando de despistar a sus perseguidores, una escuadra motorizada de la compañía que, probablemente, acaba de abandonar.
BAJADA A LOS INFIERNOS
Cuando al fin lo consigue, pasa algunos días escondiéndose en las fincas que encuentra por el campo, robando la comida que puede y pasando verdaderas calamidades y peligros. Hasta que un día, con sus fuerzas al límite, se topa en mitad de una carretera comarcal casi intransitable con un coche aparentemente abandonado. Y dentro del coche, alguna comida y un regalo inesperado: un uniforme de capitán que le queda casi bien. Willi aprovecha la coyuntura, se embute el uniforme y comienza por “reclutar” a otro desertor que encuentra en el camino y al que conmina a hacerle de ayudante. Con la suerte de cara, consiguen poner en marcha el vehículo y poco a poco el supuesto capitán y su dubitativo segundo van aumentando su grupo con nuevas incorporaciones hasta formar un pequeño pelotón tan heterogéneo que resulta surrealista.
Y además, muy eficaz; porque el desertor es capaz de irse creando una personalidad acorde al traje, como si los galones lo dotaran de increíbles dotes de mando, acorde a la misión secreta que acaba de
inventarse y que proclama que ha sido dispuesta por el mismísimo Führer. Nadie se atreve a discutírsela, y Willi acaba por hacerse cargo, tras una serie de enredos y compromisos muy bien hilvanados, de uno de los recintos donde están encerrados un buen número de desertores. El “capitán” Herold comienza entonces una terrible operación de exterminio, que va adquiriendo mayor ferocidad y vesania según pasan los días. El relato, visto siempre en primera persona desde los ojos del protagonista, no ofrece ninguna objetividad ni preocupación moral: es el diario filmado de una degradación progresiva –también intelectual– y una bajada a los infiernos a velocidad creciente, hasta rozar los límites de la ópera bufa… si no fuera porque es un absoluto drama, personal y colectivo.
DESTRUCCIÓN Y BARBARIE
Porque la figura del falso capitán no es sino la sombra del propio ejército nazi, dislocado, desesperado, abriéndose paso a zarpazos en la jungla de destrucción y barbarie en la que han convertido a Europa. Y el mérito de Schwentke, director de la cinta, es desarrollar esta doble perspectiva, que incluso se va haciendo más patente según la narración avanza y se precipita hacia un desenlace anunciado –el personaje es real y los hechos que lo rodean, también– pero no por ello menos trágico.
Willi Herold aparece al final desprovisto de heroicidad ante la mirada ajena pero nunca ante la propia, como el reflejo en un espejo roto, de un ejército vencido y un país angustiado, pero llenos aun de orgullo y determinación. Una imagen demoledora que no da tregua al espectador, retratada en un acerado blanco y negro que mereció el premio a la mejor fotografía en el pasado Festival de San Sebastián. Schwentke se deja de fantasías distópicas y vuelve la mirada a la historia de su propio país, seguramente para que tampoco se pierda esa memoria.