Los 10 mandamientos Pedro Antonio de Alarcón
En 1859, Pedro Antonio de Alarcón fundó, con otros amigos, el periódico satírico-literario La Malva, “suave aunque impolítico”, que sacó seis números al mes hasta su cierre en 1860. Fue una más de las publicaciones periódicas, satíricas o no, que animaron la vida cultural del siglo XIX, en la que Pedro Antonio de Alarcón, uno de los periodistas más aplaudidos de entonces, dejó una huella imborrable.
También en 1859 nuestro autor empezó a publicar en la revista ilustrada El Museo Universal las crónicas de su participación como voluntario en la Guerra de África, que luego salieron como libro con el título Diario de un testigo de la guerra de África. Su propósito, que trasciende la mera inclinación informativa para penetrar en el reino de la literatura de viajes, al que volvería en otras oportunidades, era “hacer viajar conmigo al que me lea; identificarle con mi alma”. Los lectores pagaban un suplemento extra por sus artículos, que atrajeron, por cierto, a un bisoño Galdós, quien convertiría a su creador en uno de los personajes de Aita Tettauen (1905).
Pero la obra de Pedro Antonio de Alarcón fue mucho más vasta y, en algunos casos, se adelantó a su tiempo. Para algunos especialistas, fue él quien publicó la primera novela policíaca española, El clavo (1853), unos años después de que Edgar Allan Poe revolucionara el género con Los asesinatos de la calle Morgue. No obstante, la influencia de Poe en la obra de Alarcón fue posterior, por lo que el autor granadino pudo inspirarse para El clavo en un relato del francés Hippolyte Lucas, así como en los de su compatriota Alejandro Dumas, autor de Crímenes célebres.
Una anécdota: Pedro Antonio de Alarcón pudo ser nuestro Pushkin particular, pero la sangre no llegó al río. Al igual que el autor ruso, se enfrentó en un duelo, pero su rival, el poeta venezolano José Heriberto García de Quevedo, le perdonó la vida y disparó al aire tras el fallo de Alarcón. Ambos se habían desafiado en las páginas de los periódicos a propósito de la reina Isabel II: el español la censuraba; el venezolano, que había servido como guardia real, la defendía. De aquel trance nació un nuevo Pedro Antonio, menos irascible y más conservador.
Su obra más conocida, El sombrero de tres picos (1874), novela el tradicional romance de una molinera casada a la que trata de seducir un corregidor. Es una historia divertida, un cuento perfecto de principio a fin, que no tardó en triunfar más allá de los Pirineos. Años después, en 1919, Manuel de Falla la transformó en un ballet./ALBERTO DE FRUTOS