Historia de Iberia Vieja

Huellas españolas en GANTE

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Puede que a Carlos V no le temblase la mano a la hora de castigar a sus conciudada­nos, pero parece que los ganteses no se lo tuvieron demasiado en cuenta. Al menos, eso podría pensarse si echamos un vistazo a las numerosas huellas que todavía pueden encontrars­e en la ciudad, y que enlazan con el que fuera rey de España y sus sucesores. Del antiguo Prinsenhof, el palacio en el que nació el emperador y que acabó siendo bautizado en honor a él, apenas quedan hoy restos en el barrio que lleva su nombre. Sin embargo, todavía puede contemplar­se allí –no muy lejos del espectacul­ar Castillo de los Condes–, la llamada Dankere Poort (“Puerta Oscura”), un pequeño fragmento del palacio. En el patio interior se puede ver también una escultura en honor a los stroppendr­agers, y que representa precisamen­te a uno de estos “ensogados”. En el mismo barrio de Prinsenhof hay también una estatua que recuerda a Carlos V, y curiosamen­te la escultura–copia de una obra de Leone Leoni que se encuentra en el Museo del Prado– fue un regalo realizado por la ciudad de Toledo en 1966.

Al igual que sucede con el Prinsenhof, tampoco quedan apenas restos del S pan ja arden kas te el( el Castillo de los españoles ), aunque en la antigua iglesia del recinto todavía se pueden ver algunas lápidas en español con el nombre de algunos soldados de la guarnición que fueron enterrados allí. Además, una calle cercana también recuerda en su nombre –Spaanjards­traat, o “calle de los españoles”– nuestra presencia en la ciudad. Si regresamos al centro histórico, en la fachada gótica del Ayuntamien­to veremos también estatuas de Carlos V, su esposa Isabel de Portugal –nieta de los Reyes Católicos–, y Margarita de Austria, tía del emperador. Algo similar encontramo­s en la llamada Casa de las Cabezas Coronadas, en la que se conservan bustos de los distintos condes de Flandes, por lo que entre ellos se encuentran re presentaci­ones de CarlosVysu­hi jo, Felipe I I.

Este último visitó en varias ocasiones la ciudad –una de ellas con su padre–, y también se alojó en el Prinsenhof, pero además fue jurado como conde de Flandes en la plaza Vrijdagmar­kt –hoy una de las más concurrida­s–, en julio de 1549. Las calles más antiguas del casco histórico están adoquinada­s, y según se dice, los responsabl­es de colocar dicho empedrado fueron los españoles, hacia 1612.

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