UN HOMBRE DE ESTADO
Casi de manera generalizada, se suele
■ considerar a Felipe IV, el rey de la decadencia española, como un mal gobernante, hombre frívolo y mujeriego, más interesado en la diversión que en la política.
Sin embargo, entrando de lleno en su reinado, vemos que la corte española gozaba de un gran prestigio político y social en Europa. Además, durante su gobierno estalla el Siglo de Oro, con una vida cultural irrepetible, de gran calidad en todos los órdenes artísticos. Y este mundo no era ajeno al rey, que mostró gran interés por el arte. Por ejemplo, por la pintura, de manera especial por la de Rubens y Velázquez.
Combatir esa mala imagen del reinado de Felipe IV es el objetivo de su autor, Alfredo Alvar Ezquerra, doctor en Historia, académico y especializado en el Siglo de Oro español. Su libro parte de una concienzuda investigación histórica y sus conclusiones son que Felipe IV, a pesar de su mala imagen, fue “un verdadero hombre de Estado que, además, tenía una enorme sensibilidad hacia el arte y la belleza”. Con mucha amenidad y con un tono divulgativo, Alvar ha escrito una biografía que aúna los ingredientes humanos y políticos. La imagen que ofrece del Rey y de aquella España está muy pegada a la realidad.
Aparece muy bien descrita su vida familiar y doméstica. Se abre con su nacimiento en Valladolid. Pronto se quedó huérfano de madre y de padre. Comienza a reinar muy joven, con 16 años. Los años de madurez coinciden con la presencia en la corte del Conde Duque de Olivares. Le atraía la vida de la corte, que fue compatible con su dedicación a los asuntos de estado. Alvar descubre que fue un profundo hombre de letras, incluso como escritor. El retrato que hace resulta compensado. Y hay que destacar su exhaustivo y verosímil conocimiento de la España del Siglo de Oro, con sus luces y sombras, como pasa con la vida del rey.