Historia de Iberia Vieja

Los 10 mandamient­os Claudio Rodríguez

Claudio RODRÍGUEZ

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AJosé Hierro le volvía “loco” que compararan el ritmo de su poesía con el ritmo del caminar, y ese elogio podría vestir también los poemas del zamorano Claudio Rodríguez (1934-1999). Militante comunista durante “veinte minutos”, escribió apenas cinco libros. Por el primero, Don de la ebriedad (1953), recibió el premio Adonais, y con Alianza y condena (1965) mereció el de la Crítica. En su vida conoció la viscosidad de las sombras –huérfano de padre a temprana edad, su hermana fue asesinada a los 28 años y pasó por grandes apuros económicos–, pero su poesía fue luminosa como el cielo de Castilla, que él recorrió por debajo. Andariego y precoz, publicó su primer poema a los 14 años en las páginas de un periódico y, aunque el término no le agradara, con el paso del tiempo se convirtió en el místico de nuestras letras del siglo XX. El poema inaugural de Don de la ebriedad es, posiblemen­te, el Everest de la generación del 50: “Siempre la claridad viene del cielo;/ es un don: no se halla entre las cosas/ sino muy por encima, y las ocupa/ haciendo de ello vida y labor propias”.

La antología de Francisco Ribes Poesía última (1963) recopiló algunos de sus poemas, y también los de otros autores de su generación: Ángel González, Eladio Cabañero, José Ángel Valente y Carlos Sahagún./A.F.D.

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