MALOS ROLLOS
Lo que Joaquín peor llevaba eran las visitas periódicas de Rinaldi, al que llamaba “el jeta”. Sentía repulsión por él y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para simular ser amigo suyo. Joaquín pensaba que Rinaldi no era una buena persona porque se había vendido a los rusos, pero también por las locuras que llevaba a cabo cuando estaban juntos. Un día iban juntos en el coche cuando Giorgio sacó de un bolsillo una granada de mano. Madolell empezó a gritarle y a decirle si estaba mal de la cabeza. La discusión acabó con los dos hombres en un descampado explosionándola. En otra ocasión, el mal rollo del italiano molestó todavía más al suboficial del Ejército del Aire. Estaban en un hotel, cuando Rinaldi le pidió que acudiera a su cuarto. Al llegar se encontró con que el italiano había contratado a dos prostitutas que ya estaban desnudas. Joaquín reaccionó con rapidez, se dio la vuelta y antes de dar un portazo le espetó: “Que te aproveche”. Si hubiera podido le habría mandado a la mierda. No podía: la operación de los servicios secretos estaba adquiriendo un tamaño considerable y los mimbres estaban siendo unidos con mucha paciencia.