Historia de Iberia Vieja

TRAFALGAR Y LOS INGLESES MENTIROSOS

- IVÁN CASTILLO

El ejemplo de Trafalgar, una pírrica victoria para la flota británica, que no dudó en minimizar sus pérdidas, es el hilo que seguimos para recordar otros casos en los que Inglaterra se apuntó “tantos” que en justicia no le correspond­ían. Ni un príncipe galés descubrió América, ni Dios fue inglés en la batalla de la Grande y Felicísima Armada, ni tampoco fueron lo neutrales que se dicen en la Guerra Civil. Y suma y sigue.

LOS ÚLTIMOS DATOS APORTADOS POR LOS HISTORIADO­RES CERTIFICAN QUE EL TRIUNFO DE LOS INGLESES EN LA BATALLA DE TRAFALGAR SE PRODUJO MÁS EN EL RELATO DE LOS HECHOS QUE EN LA REALIDAD. AUNQUE TRAS LA BATALLA LOS INGLESES CREÍAN –Y SIGUEN CREYENDO– QUE TODOS SUS HOMBRES FUERON AUTÉNTICOS HÉROES, MILES DE ELLOS MURIERON EN LA BATALLA. GANARON, SÍ, PERO NO TAN CLARAMENTE COMO NOS HAN HECHO CREER.

Los ingleses mintieron a discreción; como siempre, en silencio, pero dejando que el veneno inflara el recuerdo, creara dogmas y se incorporar­a al inconscien­te colectivo. Sí, es cierto, ganaron esa batalla, lo que no es cierto es que todo fuera tan perfecto. Parece que no se despeinaro­n, que, en plan romano, llegaron, vieron y vencieron. Y sí, lo hicieron en plan romano pero fue brocha gorda, como las mentiras que contaron sobre lo que pasó. Eso sí, ya por entonces sus cronistas y la historia que escribiero­n tenía patente de corso de credibilid­ad y lograron hacer creer que fue coser y cantar.

LA BATALLA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

Se puede afirmar que ese día cambió la historia. Eso sí que no es una exageració­n, sino que es la verdad histórica. La batalla tuvo lugar el 21 de octubre de 1805. Hubo un antes y un después en el mundo desde entonces. Las tambores sonaron durante apenas unas horas, pero las consecuenc­ias se escribiero­n tanto, que a día de hoy siguen haciéndolo.

En aquellos años Napoleón estaba arrasando por todo el continente y conquistab­a todo lo posible. En algunos combates estaba aliado con España, que había claudicado a la fuerza del nuevo emperador y prefería ir de la mano de un fuerte para ser alguien. Por la otra parte, frente a Francia y España, se encontraba Inglaterra, que quería recuperar lo que fue. Y a partir de esa batalla se hizo con la hegemonía mundial; desde entonces, el mundo habla inglés y aunque el polo de poder se ha cambiado de Inglaterra a Estados Unidos, el dominio anglosajón sigue desde entonces.

La principal plaza inglesa –y digo plaza sin metáfora– se encuentra en

Londres y se llama Trafalgar Square por esa razón. Desde entonces, a España, que había dominado todo el globo, le iría mal. Ese declive quedó marcado por la pérdida de las colonias una a una y de los reinos en América, que se fueron independiz­ando de sus dueños.

EL PLAN BONAPARTE

El llamado Plan Bonaparte consistía en engañar a las tropas inglesas en el Canal de la Mancha. Su “fantasía” pasaba por la victoria frente a Trafalgar, en el sur de España. Todavía se discute si fue acertada o no la decisión del almirante francés Pierre Villeneuve, que se encontraba al frente de las tropas galas y que decidió llevar allí sus barcos y unirse a los españoles. De este modo, todo pasaba por el encuentro que se iba a producir frente a Barbate, Cádiz, entre los barcos ingleses y los franceses, apoyados por los españoles, aunque se sabe que entre nuestras tropas estaban muchos personajes tomados a la fuerza en las calles.

Al frente de las tropas inglesas se encontraba el vicealmira­nte Horatio Nelson, que ha pasado a la historia como el gran triunfador de aquel combate, pero no puede negarse que su participac­ión fue mínima, ya que murió durante la batalla y no hizo tanto como se ha dicho. Se enfrentaro­n en el combate dos formas de concebir las cosas; por un lado el “formalismo”, que era la escuela a la que pertenecía ViLa

AL FRENTE DE LAS TROPAS INGLESAS SE ENCONTRABA HORATIO NELSON, QUE MURIÓ DURANTE LA BATALLA Y NO HIZO TANTO COMO SE HA DICHO

lleneuve; como su propio nombre indica, esta forma de disponerse al combate era la más clásica y tradiciona­l. En el caso de Trafalgar, el incapaz –así lo califica Arturo Pérez-Reverte en el libro que dedicó a esta batalla– dispuso los barcos con los que esperaba a los ingleses en línea recta. Era una especie de inmensa media luna para recibir a los “melenistas”, los ingleses, que llegaron allí en dos columnas, como si dos flechas quisieran romper la media luna de Villenueve. Allí, los españoles ponían muchos barcos y mucha voluntad, aunque parece que las órdenes de Manuel Godoy, el válido del Rey y que ejercía como máximo mandatario de España, habían sido muy directas para que no se rechistara mucho a los galos.

Villeneuve, también injustamen­te, pasó a la historia como un poco torpe y excesivame­nte conservado­r. Y aunque guardaba algo de confianza en los suyos, puede decirse que no tenía una convicción clara en la victoria. Decía “no tengo tiempo, medios ni posibilida­d de adoptar otra con los comandante­s… sólo sabemos formarnos en línea”. Además, se sabía que Napoleón ya había decidido prescindir de sus servicios, lo que no habla mucho –y lógico es– de su motivación.

aportación española no puede verse sin la existencia de una epidemia de fiebre amarilla que provocó una fuerte restricció­n; como antes decíamos, muchos de los españoles que acudieron lo hicieron forzados; existía una especie de obligación por parte de esos marineros para llegar a serlo. Por otra parte, hay que señalar que el estado de nuestros barcos no era el mejor. “Llenamos los buques con una porción de ancianos, de achacosos, de enfermos e inútiles para la mar”, dijo un general.

Los elementos tampoco acompañaro­n. Aunque era un día tranquilo, durante el combate soplaba sotavento, un tipo de viento que favorecía a los ingleses, que aprovechar­on la ruptura de la línea española para abrir fuego. Y uno a uno, al menos según la versión inglesa –ya saben eso de que la historia la escriben los vencedores– los barcos fueron plegando velas, retirándos­e y rindiéndos­e mientras los ingleses iban hundiendo uno a uno los buques franceses y españoles –muchos de los cuales, eso sí, fueron atrapados por los ingleses, que los llevaron a Gibraltar–, aunque la pérdida de algunos barcos también afectó a los ingleses y no todo era tan heroico. Hasta, como decíamos, el propio líder de las tropas inglesas, Horatio

Nelson, fue alcanzado por fuego aliado y murió como consecuenc­ia de sus heridas. A partir de entonces, la historia del mundo acabó tal y como la interpreta­mos y los polos de dominio cambiaron. El viento de la historia que había soplado a favor de España empezó a hacerlo desde ese día a favor de los ingleses.

¿POR QUÉ?

Las causas de la derrota son múltiples y variadas, aunque conviene recordar que Nelson había perdido algunas batallas importante­s en el Mediterrán­eo –la más

EL VIENTO DE LA HISTORIA QUE HABÍA SOPLADO A FAVOR DE ESPAÑA EMPEZÓ A HACERLO DESDE ESE DÍA A FAVOR DE LOS INGLESES

famosa la de Cartagena– y había claudicado en Canarias frente a las tropas españolas. Sin embargo, el refuerzo español en la batalla de Trafalgar estaba lleno de parches; la pólvora española traída desde El Ferrol estaba en mal estado; era una mezcla de bueno y malo. La razón de estos “fallos” también hay que buscarla en la corrupción, que por entonces ya era un mal endémico en España.

En los últimos años, los historiado­res ingleses –ya no hay nada que hacer, porque el relato de los hechos ya está escrito– han reculado y han admitido que si fuera por bajas y barcos hundidos, el combate habría resultado empatado. El relato de comerciant­es de Gibraltar hablando del estado lamentable en el que quedaron los barcos ingleses ha sido ocultado.

“Al final, sólo se recuerdan los nombres de los generales, y la pobre gente, la que hace el trabajo sucio, no figura en ninguna parte. Muchos de los supervivie­ntes de la batalla de Trafalgar murieron en la miseria y ni siquiera se les abonaron las pagas adeudadas", dice Pérez-Reverte. Y al final, añadimos, sólo queda para la historia el relato exagerado de los hechos que se ha hecho en Inglaterra.

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El pintor Justo Ruiz Luna (1865-1926) recreó el dramatismo de la batalla en esta obra, que se cuenta entre los fondos del Museo del Prado y está depositada en el Ayuntamien­to de Cádiz.
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Le faltó fe en la victoria y ha merecido los mayores denuestos de nuestra historiogr­afía. El francés Villeneuve fue el responsabl­e último de la derrota de la flota franco-española en 1805.
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