AL RESCATE DE LOS ROMANOV
EL OBJETIVO DE TRAER A LA FAMILIA DEL ZAR A ESPAÑA
La caída de los zares pudo tener un final completamente distinto si las gestiones de Alfonso XIII para acoger a los Romanov en España hubiesen fructificado. La diplomacia de Europa se volcó en la salvación de la familia imperial, pero su suerte estaba echada. No fue ese el único movimiento solidario del monarca español en aquella Europa convulsa. También puso en marcha una oficina para auxiliar a los heridos y prisioneros de la Primera Guerra Mundial.
EN EL CENTENARIO DE LA MATANZA DE LA FAMILIA IMPERIAL RUSA, RECORDAMOS CÓMO EL REY ESPAÑOL ALFONSO XIII, QUE REALIZÓ UNA INTENSA ACTIVIDAD HUMANITARIA EN LA GRAN GUERRA, INTENTÓ POR TODOS LOS MEDIOS PONER A SALVO A LOS ROMANOV, PROPONIENDO ESPAÑA COMO SU DESTINO.
El 17 de julio de este 2018 se cumplieron cien años de uno de los magnicidios más brutales y a la vez enigmáticos de la historia, el asesinato a sangre fía de la familia real rusa, los Romanov: el zar Nicolás II, su esposa Alejandra Fiodorovna, y sus cinco hijos; una tragedia que ha hecho correr ríos de tinta durante décadas. Pero antes de que tuviera lugar la masacre a manos de los bolcheviques en un período convulso en el que el antiguo régimen cambiaba a golpe de sable y a punta de pistola, y los privilegios de la aristocracia fueron vistos como una afrenta a un pueblo esclavizado y paupérrimo, fueron varios los intentos internacionales de proteger a la familia real de su trágico final.
Y uno de los personajes que puso mayor ahínco en hallar una solución sobre este delicado punto fue el rey español Alfonso XIII, que él mismo, unos años después, tendría que exiliarse de su patria ante el clamor antimonárquico de gran parte del pueblo español. Él sería una de las principales figuras del panorama europeo que intentaría ayudar a sus homónimos rusos, como antaño lo hiciera –también sin éxito– Carlos IV ante la inminente ejecución de los reyes franceses, parientes suyos, Luis XVI y María Antonieta, en el marco de la Revolución Francesa que ponía fin, también de forma violenta, al Antiguo Régimen.
VIENTOS DE GUERRA EN EUROPA
Para entender los movimientos realizados por Alfonso XIII hay que remontarnos tres años antes, a 1914, cuando estalla la entonces llamada Gran Guerra. La presión que desde distintos países se ejerció para que nuestro país entrara en la contienda fue sorteada por el monarca hispano y sus hombres de forma bastante efectiva, y eso que se hallaba realmente acorralado en relación no sólo al escenario político-social y económico de la Vieja Europa en guerra, sino también por los lazos dinásticos: su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, era austriaca, y por tanto estaba emparentada con soberanos de las Potencias Centrales, y por el otro, su propia esposa, la reina Victoria Eugenia de Battenberg, era inglesa y nada menos que nieta de la Reina Victoria I, por lo que se ejercía también presión desde el bando aliado en este sentido.
Pero los lazos en común no se quedaban ahí; a su vez, Victoria Eugenia, “Ena” en el círculo familiar, era prima hermana de la emperatriz Alejandra Fiodorovna. Ambas soberanas eran portadoras del gen de la hemofilia, que transmitieron a sus hijos: la zarina al zarévich Aleksei, y Victoria Eugenia a los infantes Alfonso y Gonzalo –un “mal” al que en algunos círculos se referían como “la maldición”–; tan sólo don Juan, abuelo de Felipe VI, fue el único hijo varón que nació sin la enfermedad. Dicha conexión fue tema principal de numerosas misivas intercambiadas entre las primas.
A pesar de la mala prensa de Alfonso XIII en la España actual, lo cierto es que durante la neutralidad en la Gran Guerra el monarca reivindicó la ayuda humani-
taria, creando todo un organismo para el rescate de desaparecidos y heridos de la contienda.
Pero, ¿cómo surgió esta iniciativa? Hay que remontarse al verano de 1914, cuando llegó una misiva al Palacio de Oriente de Madrid. Iba dirigida a Alfonso XIII y la firmaba una mujer humilde de Gironda, en Francia, que decía ser una lavandera y contaba al monarca que su marido había desaparecido en los primeros combates de la Gran Guerra, concretamente en la batalla de Charleroi, y le suplicaba ayuda para encontrarlo, para saber al menos si estaba vivo o muerto. Profundamente
DURANTE LA GRAN GUERRA EL MONARCA REIVINDICÓ LA AYUDA HUMANITARIA Y CREÓ UN ORGANISMO PARA EL RESCATE DE DESAPARECIDOS Y HERIDOS
conmovido, el rey se interesó personalmente por el asunto y, poniendo en práctica la maquinaria diplomática española, que podía operar en cualquier país gracias a su condición neutral, localizó al soldado perdido en un campo de prisioneros alemán. Luego envió una carta a la lavandera gala contándole las pesquisas y comenzó su labor de socorro.
De aquella historia, que tuvo muy poca relevancia en nuestro país, se hizo eco la prensa francesa, que publicó la conmovedora historia el 18 de junio de 1915 en el rotativo La Petite Gironde con el titular: “Gracias al rey, encuentra a su marido”. Entonces comenzaron a llegar al Palacio Real de Madrid miles de cartas procedentes de numerosos rincones europeos.
Una de las cartas más conmovedoras fue la que recibió de una niña francesa de ocho años que decía que su tío había caído prisionero y que moriría de hambre; el propio Alfonso, emocionado por la misiva, escrita con letra infantil y temblorosa, dio prioridad a las gestiones de la búsqueda de su tío, en el marco de las grandes batallas que se sucedían en Europa entre agosto y septiembre de 1914, cuando 10 millones de hombres movilizados se enfrentaron en las trincheras con una violencia nunca vista. El Viejo Continente se queda dividido en dos y en poco menos de cuatro semanas hubo un cuarto de millón de bajas, de la que una gran proporción eran desaparecidos. Puesto que no podían acudir al enemigo, ni tampoco a sus países, que no daban abasto con frentes abiertos en numerosos rincones, se tuvo que realizar una protesta pacífica contra aquella barbarie que fue, en cierta manera, pedir ayuda a los países neutrales.
LA OFICINA PRO-CAUTIVOS
Los escritos –en los que se incluían fotografías, recortes de prensa, documentos oficiales…– llegaban a la Secretaría Particular del Rey. Luego, el secretario del monarca, Emilio María de Torres, abría un expediente con los datos del solicitante y el buscado e intentaba poner en marcha el mecanismo humanitario, un procedimiento con un comienzo bastante modesto. Curiosamente, entre los expedientes que se conservan en el Archivo General de Palacio, figuran nombres célebres como el del actor y cantante francés Maurice Chevalier, que sería liberado de un campo de internamiento gracias a la intermediación de Alfonso XIII, quien también intercedió en la liberación del bailarín ruso Vaslav Nijinsky de un campo en Hungría; y llegó a contar con su ayuda el pianista polaco Arthur Rubinstein.
Uno de los intentos más notables por conmutar una pena de muerte causada por las contingencias, y que no pudo resolverse como se esperaba, fue el de la enfermera civil británica Edith Cavell, acusada de facilitar la evasión de unos soldados aliados cautivos de los alemanes. Aunque el embajador de España hizo una gestión con éxito para su ante el barón Von der Lancken-Wakenitz, a quien convenció de que el fusilamiento sería perjudicial para la imagen internacional de Alemania, el general prusiano Moritz von Bissing, jefe de ocupación militar, dio la or-
UNO DE LOS INTENTOS MÁS NOTABLES POR CONMUTAR UNA PENA DE MUERTE CAUSADA POR LAS CONTINGENCIAS FUE EL DE LA ENFERMERA EDITH CAVELL
den de llevar a cabo la ejecución el 12 de octubre de 1915.
Oficialmente se anunció que, con una aportación de algo más de medio millón de euros actuales, Alfonso XIII ordenó habilitar en el Palacio Real una oficina que sería conocida como Oficina Pro Cautivos o Pro Captivi, para atender a soldados cautivos a causa de la conflagración, convirtiéndose así la corte en lugar de referencia para los millares de misivas de las familias de los desaparecidos. Según consta en varias actas oficiales, se reclutaron 40 empleados, que trabajarían en su mayoría de forma voluntaria, junto con el personal de la propia Casa Real.
Con el tiempo se fue ampliando esta labor de corte humanitario y la oficina gestionó el intercambio de prisioneros, el envío de alimentos y medicinas e incluso, en el campo de la diplomacia bélica al más alto nivel, se hicieron movimientos para lograr que se dejasen de torpedear buques-hospital de tropas. Se calcula que este organismo ayudó a unos 136.000 prisioneros de guerra y repatrió a más de 70.000 civiles, un aspecto casi desconocido del reinado del Borbón –aunque los historiadores no se ponen de acuerdo con las cifras oficiales–, lo que hace que resulte incomprensible su olvido a día de hoy.
Un recuerdo especial merece el papel de los diplomáticos de nuestro país, cuyas gestiones e informaciones ayudaron de forma bastante frecuente a rebajar la dureza de las penas y las represalias, tanto entre los prisioneros que se hallaban en condiciones ínfimas en Alemania como en el bando francés, donde también tuvieron lugar vulneraciones a la Convención de Ginebra sobre el trato a prisioneros de guerra.
La Oficina Pro-Cautivos del rey realizaría gran parte de su trabajo humanitario contando con la colaboración de la Cruz Roja, que llevaría a cabo el grueso de la acción humanitaria desde la también neutral Suiza (la Cruz Roja Internacional trabajará con casi mil personas y moverá unos seis millones de documentos), primera experiencia de una acción exterior de este tipo en nuestro país, posible gracias a la buena relación de Alfonso XIII con Gran Bretaña y Alemania.
Según el académico de la Historia Carlos Seco Serrano, en esta oficina ya legendaria en plena guerra se tramitaron con gran rapidez medio centenar de peticiones de indulto de pena capital, la mayoría acompañadas por el éxito, más de 5.000 peticiones de repatriación de heridos graves, 25.000 informaciones de familias residentes en territorios ocupados y más de 250.000 investigaciones relativas a prisioneros o desaparecidos.
Desde junio de 1915 a febrero de 1921, la Oficina Pro Cautivos elaboró 2.609 informes de campos de prisioneros en Alemania – que ya figuran en los documentos españoles, por primera vez en la historia, como campos de concentración, tan ignominiosos en esa guerra y la siguiente–, y se buscó a personas de muy distintas nacionalidades: rusos, portugueses, estadounidenses, rumanos…
Alfonso XIII gastó casi un millón de pesetas de la época, unos 600 mil euros actuales
ALFONSO XIII GASTÓ CASI UN MILLÓN DE PESETAS DE LA ÉPOCA, UNOS 600 MIL EUROS ACTUALES EN LA INCANSABLE LABOR DE LA OFICINA PRO-CAUTIVOS
en una labor incansable de su oficina en la que no había periodos de tregua, pues la devastación fue total, nunca vista hasta entonces. No obstante, tristemente, el 80 por ciento del archivo de informes lleva el trágico marchamo de “no hallado”.
NEGOCIAN LOS ALIADOS
Según apunta Julián Cortés Cavanillas, biógrafo del monarca español, “Desde la terrible y violenta muerte de Rasputín, de la cual se recibieron informes bastante precisos en el Palacio Real de Madrid y en el ministerio de Estado a través de nuestra embajada en Petrogrado, el rey Alfonso tuvo la sensación de que la guerra no tendría para Rusia un final victorioso y que las más dramáticas perspectivas se apuntaban para la familia imperial por la injusta popularidad que rodeaba a la zarina, en gran parte a causa de Rasputín, y a su nacionalidad alemana de origen y, en general, por los fermentos revolucionarios que hervían en todo el imperio”.
Inmediatamente después de la abdicación, se iniciaron negociaciones para la salida de la ex familia real desde los países que aún entonces eran suficientemente fuertes para negociar con el nuevo gobierno revolucionario ruso: Reino Unido y Alemania. Jorge V del Reino Unido era primo hermano del zar y también primo de Alejandra; por su parte, Guillermo II era primero hermano de la zarina y su hermano, el príncipe Enrique Alberto de Prusia, estaba casado con Irene de Hesse-Darmstadt, nada menos que hermana
INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE LA ABDICACIÓN, SE INICIARON NEGOCIACIONES PARA LA SALIDA DE LA EX FAMILIA REAL DESDE REINO UNIDO Y ALEMANIA
de la zarina, lo que evidencia una política matrimonial de intereses creados, notablemente endogámica.
El gobierno de Londres no tardó en enviar un comunicado a Rusia a través del Foreign Office: “Cualquier violencia infligida al emperador o su familia produciría un efecto sumamente deplorable e indignaría a la opinión pública de este país”. Tras la abdicación de Nicolás II, se iniciaron conversaciones entre Londres y Moscú sobre tan delicado asunto, y según todos los indicios, parece que el gobierno provisional ruso pretendía exiliar a los Romanov con la intención de impedir que un movimiento contrarrevolucionario pusiera al zar en una situación aún más delicada. Así, se concertó una reunión del Consejo de Ministro en Londres el 22 de marzo de 1917 y otra formada por el premier Lloyd George, lord Stamfordham, secretario del rey y el subsecretario del Foreign Office, lord Hardlinge. De los resultados de ambas salió un comunicado oficial que se envió al nuevo gobierno ruso: “El respuesta a la petición formulada por el Gobierno ruso, el rey y el Gobierno de Su Majestad, se apresuran a ofrecer al emperador y la emperatriz asilo en Inglaterra al que se espera se acojan durante la guerra”.