Historia de Iberia Vieja

EL CENTRO /al centro

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El bar es un emblema

del centro de la Península. La capital es un ejemplo de ello. Madrid no sería la ciudad que es sin esos bares en los que se ha conspirado, se han ejecutado las más grandes obras de nuestro arte, se han definido cambios de Gobierno o simplement­e se ha hecho el cafre, se ha perdido el sentido, se ha peleado o se ha hecho una y otra vez caso omiso a esos carteles que prohibían cantar. Con unos orígenes que se pierden en la historia, el Siglo de Oro puede servirnos como embrión de las tertulias de intelectua­les, políticos o simples interesado­s que se empezaron a dar en tabernas o bares. Pese a todo, si hemos de establecer un lugar que sirviera como germen de las tertulias como las conocemos hoy, quizá habríamos de irnos a la Fonda de San Sebastián, al neoclasici­smo y al siglo XVIII, comandada por Nicolás Fernández de Moratín y su deseo de acabar con el barroquism­o en la poesía. Ya el Romanticis­mo y la Taberna del Parnasillo en el céntrico Café del Príncipe ofrecieron una nueva dimensión a una tertulia donde se juntaban desde Larra a Espronceda o Zorrilla. A partir de ahí, el entorno de la Puerta del Sol al principio y nuevos barrios con el paso de las décadas dieron origen a tertulias de café como la del Pombo, el Gijón o el Comercial.

MADRID

“Rompeolas de todas las Españas”, Madrid ha sabido conjugar el casticismo con la modernidad. Traemos a esta página, en el sentido de las agujas del reloj, algunas de sus referencia­s más insignes: el café Gijón,

en el paseo de Recoletos desde 1888 y médula de la vida literaria del país; el café Comercial, en la glorieta de Bilbao, que, tras un período de incertidum­bre, nos vuelve a deslumbrar con sus más de 130 años de historia; la casa Labra, junto al Corte Inglés de Sol, que huele a bacalao, croquetas y crónica política –Pablo Iglesias fundó aquí el PSOE en 1879–; las Cuevas de Luis Candelas, bajo el Arco de Cuchillero­s en la Plaza Mayor, remozadas como restaurant­e en 1949 por el torero Félix Colomo Díaz tras muchas décadas de divisa bandolera; la taberna de Antonio Sánchez, fecundada en la calle Mesón de Paredes en 1787 y, por tanto, la más antigua de Madrid; el cafetín Croché, de inexcusabl­e visita para quienes se acerquen a El Escorial y gusten de la poesía a la vieja usanza; y el restaurant­e Sobrino de Botín, que fue posada ya en 1725 y en el que el mismísimo Goya ejerció de friegaplat­os. BOTERO (TOLEDO)

Próxima a la catedral, en pleno casco histórico, esta casa toledana con cuatro siglos de historia en sus paredes brinda una cocina creativa y una coctelería de primera que no cesa de sorprender­nos. CUEVAS DEL DUQUE (SEGOVIA)

Desde finales del siglo XIX, el restaurant­e Duque convoca en Segovia a los amantes de los asados de cordero y cochinillo. La Taberna del Duque es su cara B para degustar tapas, raciones y aperitivos.

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