El servicio secreto de los “nacionales”
La Guerra Civil supuso la necesidad de los dos bandos de improvisar para hacer frente a las necesidades imprescindibles para ganar la contienda. Tras la sublevación, franquistas y republicanos se dieron cuenta de que necesitaban urgentemente conseguir información sobre las actividades del otro bando. Con ese fin, los sublevados montaron un servicio secreto privado –modelo que no volvería a repetirse nunca más– que cosechó importantes éxitos y cuya creación, desarrollo y personas que lo integraron siguen suponiendo hoy en día una sorpresa para los que estudiamos esta materia.
El Servicio de Información del Nordeste de España (SIFNE) no fue oficialmente un organismo creado dependiente de los militares sublevados. En agosto de 1936, el general Mola ve con claridad que necesitan meter ojos y oídos en el ejército republicano y en sus instituciones, pero no decide que sean los militares los que monten el servicio secreto, sino que habla con el conde de los Andes para que lo organice con un carácter totalmente civil y, además, que los primeros fichajes sean personal catalán. El colmo de su originalidad es que para evitar problemas con otros países cuando sean descubiertas sus actividades, le conmina a que sea un servicio privado que no cuente con la ayuda oficial de los militares que siguen a Franco.
El conde acepta el reto, consigue el apoyo del diplomático Quiñones de León, un monárquico que representa a la Junta de Burgos en París. Ambos buscan el respaldo de la Lliga Regionalista Catalana, un grupo catalanista conservador de derechas, que ha optado por enfrentarse a los republicanos con la esperanza de que al final de la guerra Franco reconozca su apoyo con una política a favor de su región.
La financiación del SIFNE procede en un primer momento del dinero personal que ponen Francisco Cambó y Juan March, aunque posteriormente obtienen otras fuentes de financiación entre las que se incluyen a los sublevados y a las potencias alemana e italiana. También contaron con el desembolso de muchos burgueses españoles exiliados que querían colaborar para hacer frente a lo que consideraban una amenaza comunista.
El grado de improvisación y bisoñez fue tal que al frente del SIFNE colocaron a José Bertrán y Musitu, un abogado catalanista que era jefe del Somatén de Barcelona, un grupo de gente armada dedicada a apoyar las acciones militares aunque sin nada que ver directamente con el ejército. En un primer momento, cuando solo eran un pequeño grupo, se instalaron en una habitación del Grand Hotel de Biarritz, pero pronto se trasladaron en busca de una mayor espacio a la villa de la misma localidad Le Grand Fregate.
LA TAPADERA, UNA AGENCIA DE NOTICIAS
Como tapadera para actuar simularon ser una agencia de noticias, lo que explicaba el gran despliegue de medios que fueron almacenando. Contaban con emisoras de radio para recibir información de diversas ciudades españolas donde sus “corresponsales” obtenían todo tipo de datos de las actividades y movimientos de los republicanos. También disponían de medios para cifrar y descifrar mensajes, que terminaron siendo de los más modernos que existían en el mercado gracias al apoyo que terminaron recibiendo de las potencias alemana e italiana, que incluso les facilitaron personal altamente cualificado.
Nazis y fascistas no solo les envían técnicos en criptografía y especialistas en técnicas como tintas simpáticas, sino que les facilitaron ayuda relacionada con explosivos y planificadores de todo tipo de operaciones. Entre ellas destacan algunas que a Bertrán le apasionan, que son las de propaganda para vender al bando franquista en Francia y en el resto de Europa.
Una de las primeras misiones que encargaron al SIFNE, que ahora puede parecer ridícula, pero en 1936 era vital para la guerra, fue conseguir los planos topográficos de toda España. Madrid pertenecía al bando republicano y allí era donde estaba guardada esa información tan importante. Los primeros agentes reclutados tuvieron como misión hacerse con esos mapas, que fueron robados en el Instituto Geográfico y Estadístico de Madrid, en Francia e incluso en Inglaterra. Se descubrió incluso que en una librería de la capital se vendían planos litografiados muy interesantes para el ejército y se pidió a una librería de centro Europa que los pidiera para no levantar sospechas.
El reclutamiento fue una tarea más sencilla de la que pudieron imaginar en un primer momento. Hicieron un esfuerzo por infiltrarse en ministerios y oficinas del gobierno republicano para disponer de información
TRAS LA SUBLEVACIÓN, FRANQUISTAS Y REPUBLICANOS SE DIERON CUENTA DE QUE NECESITABAN URGENTEMENTE CONSEGUIR INFORMACIÓN SOBRE LAS ACTIVIDADES DEL OTRO BANDO
de primera mano y para contrarrestar sus acciones intoxicándoles. Al mismo tiempo, disponían de agentes operativos que se movían entre líneas en el interior de España buscando acciones concretas de sabotaje.
Sus acciones a veces eran muy rentables y carecían del mínimo riesgo. Utilizando la tapadera de agencia de noticias, recibían toda la prensa que se editaba en el bando republicano. El cuidado para evitar el espionaje enemigo era muy escaso, no había una conciencia clara de que los franquistas podían utilizar datos aislados para su estrategia. De hecho, uno de los casos más llamativos y curiosos lo protagonizó el diario barcelonés Solidaridad Obrera, que publicaba una sección cada día llamada “Buzón del miliciano”. Los soldados escribían al diario para comunicarse con sus familias indicándoles dónde estaban destinados exactamente, ofreciéndoles los datos para que les escribieran cartas. Cualquiera que siguiera la sección, incluidos los funcionarios del SIFNE, podía obtener información relevante del despliegue del ejército republicano.
ESCRITORES EN LA RED DE ESPÍAS
Junto a los éxitos alcanzados por los que analizaban documentos o interferían comunicaciones en la villa camuflada
ESTOS SERVICIOS SECRETOS USABAN COMO TAPADERA PARA ACTUAR UNA AGENCIA DE NOTICIAS, LO QUE EXPLICABA EL GRAN DESPLIEGUE DE MEDIOS QUE FUERON ALMACENANDO
de Biarritz, los agentes sobre el terreno dieron muchas alegrías al SIFNE. Fueron miles los que se movieron por España y el extranjero, algunos de los cuales han pasado a la historia más por su faceta de periodistas y escritores que por la de espías, como Eugenio D’Ors, Carlos Sentís o Josep Pla.
Pla es un caso representativo de agente del SIFNE. Pertenecía a la Lliga Regional Catalana, era un catalanista de pro, pero reaccionó a la deriva que había tomado la república, que no le gustaba nada, lo que le llevó a acercar sus posturas a los monárquicos y los falangistas y terminó tomando partido por Franco durante la guerra.
Pla se exilió en Francia, más concretamente en Marsella, y entró a formar parte del SIFNE. Una gran parte del día lo dedicaba a reunir datos que interesaban al espionaje nacional con sede en Burgos. Paseaba por el puerto, esperaba despistado la llegada de los trenes, tomaba largos cafés en los bares… Siempre con el mismo fin: entablar conversación con cualquier español que se encontraba que había abandonado su país por la contienda y obtener el máximo de información de ellos.
Como buen periodista, conocía las técnicas necesarias para gindanarse la confianza de la gente. Y una vez conseguido el acercamiento, buscaba datos sobre los movimientos de armas que la república intentaba enviar a España desde Francia, el estado de opinión de los que combatían o lo habían estado haciendo en el bando republicano y los sectores franceses que apoyaban a la república. Todo ello sin perder de vista su misión de intentar captar simpatizantes.
CONTABAN CON EMISORAS DE RADIO PARA RECIBIR INFORMACIÓN DE DIVERSAS CIUDADES DONDE SUS “CORRESPONSALES” OBTENÍAN TODO TIPO DE DATOS DE LAS ACTIVIDADES Y MOVIMIENTOS DE LOS REPUBLICANOS
Una de sus acciones más importantes fue descubrir las maniobras que los grupos republicanos en Francia estaban tejiendo para conseguir que el Ministerio de Asuntos Exteriores francés diera la espalda a los sublevados españoles. El abogado Amadeu Hurtado fue la cabeza pensante de la estrategia que buscaba conseguir que Francia y Gran Bretorsaña establecieran una alianza que si bien no implicara un apoyo claro y directo a los republicanos, al menos consiguiera ejecutar acciones que perjudicaran a los franquistas, teniendo en cuenta que eran la avanzadilla de los movimientos fascistas de Hitler y Mussolini. Pla alertó de las acciones de influyentes burgueses republicanos en Francia, lo que provocó una reacción de los franquistas boicoteando ese acuerdo. Una acción de influencia típica de los servicios secretos.
ACCIONES DE SABOTAJE
Durante toda la Guerra Civil y especialmente en sus inicios, uno de los temas que preocupaba a los dos bandos era la obtención de armamento, pero también conseguir que el enemigo no lo recibiera. El 6 de febrero de 1937, el vapor Navarra esperaba tranquilamente en el puerto de Marsella su salida dos días después, mientras iba cargando las cajas de comida que tenía encargado transportar hacia Barcelona. De repente, por sorpresa, estalló un fuego difícil de controlar y los marineros reaccionaron sacando al puerto algunas de las cajas que guardaban en el interior del barco. Estaban intentando salvar las ametralladoras que llevaban escondidas entre cajas de conservas. Ellos no dudaron ni un momento de que habían sido víctimas de un ataque procedente del SIFNE.
El servicio de espionaje franquista puso todo su empeño en controlar los movimientos por mar de sus enemigos. Para ello distribuyeron a sus hombres por los principales puertos españoles, entre ellos Barcelona, Valencia, Alicante y Cartagena. Cuando no era directamente un agente el que controlaba los movimientos de barcos, eran funcionarios portuarios que recibían un sobresueldo por cumplir la misión de informar sobre todo aquello sospechoso que ocurría. Fuera de España, vigilaban los puertos donde con más asiduidad atracaban barcos relacionados con los republicanos: Burdeos, el Havre, Amberes, Rotterdam, Estambul y varios en Inglaterra. Cuando tenían la certeza de haber descubierto un transporte ilegal de armas,
DURANTE TODA LA GUERRA CIVIL Y ESPECIALMENTE EN SUS INICIOS, UNO DE LOS TEMAS QUE PREOCUPABA A LOS DOS BANDOS ERA LA OBTENCIÓN DE ARMAMENTO, PERO TAMBIÉN CONSEGUIR QUE EL ENEMIGO NO LO RECIBIERA
Domingo Pastor Petit, el gran investigador de los temas de espionaje sobre la Guerra Civil, cuenta una anécdota sobre Josep Pla que no gustaba nada al propio protagonista.
Sucedió en medio de todo el trabajo que el periodista estaba realizando en Marsella al servicio del SIFNE.
Aunque pueda parecer extraño, uno de los mayores problemas de Pla era la constante lluvia que asolaba la ciudad y lo perdido que se ponía cada vez que iba de un sitio a otro. Así que un día se decidió a pedir dinero extra para comprarse un impermeable. Utilizó el telegrama, el sistema habitual de comunicaciones, para incluirlo en un mensaje enviado a sus jefes en Burgos: “Está lloviendo a cántaros y necesito un impermeable”. Cuando el mensaje llegó a su contacto, no lo dudó y lo rebotó a la sección de criptografía. No le cabía duda de que Pla quería decirles algo en clave, pero él no entendía el significado. Alertaba de algún peligro, eso era evidente, pero ¿qué pasaba?
En la sección especializada en descifrar mensajes lo vieron, lo leyeron, lo investigaron, aplicaron todos los códigos posibles y finalmente se consideraron incapaces de interpretarlo. Eso sí, algo grave pasaba cuando decía necesitar un impermeable, es decir, necesitaba algo que le protegiera de un peligro exterior.
El servicio de información de Franco decidió enviar lo más rápidamente posible a un enlace que desentrañara el misterio. Su sorpresa, cuando llegó a Marsella, fue que Josep Pla estaba hasta las narices del agua. Y quería un impermeable. intentaban que no llegara a su destino por movimientos diplomáticos. Si no les daba resultados, les quedaba alertar a las fuerzas de Franco para que intentaran darle caza o, en último caso, actuar como en el caso del vapor Navarra, haciendo una labor silenciosa de boicot.
El SIFNE dispuso de una gran cantidad de dinero para su trabajo, lo que les permitió untar adecuadamente en Francia a las personas que identificaban por tener acceso a importantes informaciones. Fue el caso de dos trabajadores de la compañía de Telégrafos de Marsella. Por sus manos pasaban los telegramas que se enviaban desde Argel a las autoridades republicanas sobre los diferentes acontecimientos de la guerra. Comprar a unos intermediarios ajenos al conflicto para que les duplicaran esos informes fue una tarea muy rentable para el SIFNE.
Aunque al final, los dos empleados, Sentenac y Pigeyre, fueron descubierto y detenidos en agosto de 1937. El motivo fue que el servicio secreto francés había comenzado a detectar los movimientos del SIFNE y había comenzado a controlarles, incluso ordenando la expulsión de aquellos que eran pillados actuando en su territorio. Fueron decenas los descubiertos que detuvieron, molestos porque su ideología franquista era similar a la de Alemania e Italia, que ya comenzaban a levantar suspicacias en suelo francés.
Francia y el resto de Europa vieron claramente el apoyo que recibían los franquistas españoles por parte de la temible Alemania, pero no se atrevieron a hacerla frente a pesar de lo abiertamente que actuaban. Gracias a esta ayuda y a las timoratas reacciones francesas, lo que
LOS FRANCESES JUGABAN A LA AMBIGÜEDAD CON FRANCO PERO LLEGÓ UN MOMENTO EN QUE NO PARABAN DE EXPULSAR A AGENTES DEL SIFNE Y, EN AGOSTO DE 1937, DECIDIERON ACABAR CON SU PRESENCIA EN EL PAÍS Y LOS ECHARON
comenzó siendo una organización de espionaje insólita, dirigida por personas que desconocían absolutamente el tema, pero con grandes apoyos extranjeros, se convirtió en un servicio con una buena red de agentes dentro y fuera de España, que obtuvieron una información de muy alta calidad para Franco.
CONDENADOS A MUERTE
Su osadía quedó demostrada cuando el contraespionaje republicano descubrió en Barcelona que una empresa dedicada a fabricar componentes de máquinas de escribir; era en realidad la oficina del SIFNE dedicada a obtener información. En esta ocasión, los tres agentes detenidos fueron condenados a muerte.
Más suerte tuvieron los agentes que siguieron las actividades del coronel Ortiz, el responsable en Francia de las compras de aviones para la República. Simpatizante anarquista, se enfrentó a Indalecio Prieto que decidió bloquearle y tacharle con la uña rabiosa. Ortiz no reaccionó de malas formas buscando la venganza y se mantuvo leal a la República, aunque aceptando estar totalmente al margen. El SIFNE intentó seducirle aprovechando que se había convertido en un juguete roto, pero Ortiz no entró al trapo. Entonces le enviaron un equipo formado por tres agentes para que se infiltrara en su círculo próximo y consiguieran los importantes documentos que obraban en su poder sobre las compras de armas de la República. Una noche, mientras Ortiz dormía fotografiaron uno a uno todos sus documentos sin que nadie se enterara.
El desconocimiento del trabajo del SIFNE en la historia de la Guerra Civil es injusto con ellos. Partiendo de la nada consiguieron innumerables éxitos, muchos más que el los alcanzados por el servicio secreto similar montado por los republicanos y que dirigió Luis Quintanilla, un pintor que como José Bertrán era un neófito en los temas de espionaje.
Los franceses jugaban a la ambigüedad con Franco pero llegó un momento en que no paraban de expulsar agentes del SIFNE y en agosto de 1937 decidieron acabar con su presencia en el país y los echaron. Bertrán y su gente abandonaron su sede en Biarritz y se asentaron en Irún, donde siguieron trabajando tenazmente hasta febrero de 1938.
En ese momento, los franquistas decidieron que era mejor disponer de un único servicio secreto que centralizara todas las competencias e integraron el SIFNE en el Servicio de Información y Policía Militar. Muchos lo han olvidado, pero el papel de este servicio fue crucial para que Franco ganara la guerra.
SU OSADÍA QUEDÓ DEMOSTRADA CUANDO EL CONTRAESPIONAJE REPUBLICANO DESCUBRIÓ EN BARCELONA QUE UNA EMPRESA DEDICADA A FABRICAR COMPONENTES DE MÁQUINAS DE ESCRIBIR, ERA EN REALIDAD LA OFICINA DE LOS ESPÍAS