La propuesta de Miguel Maura
EL PERIODO REPUBLICANO, FRECUENTEMENTE IDENTIFICADO COMO UN PERIODO DE NETA DEMOCRATIZACIÓN DE LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS, FUE TAMBIÉN UNA ÉPOCA LLENA DE TENSIONES POLÍTICAS E IDEOLÓGICAS DONDE NO SIEMPRE CUAJÓ DEL TODO UNA TENDENCIA DE DEMOCRACIA LIBERAL BURGUESA. A LO LARGO DE ÉSTA SE PROMULGARON O PROPUSIERON MEDIDAS DE DIFÍCIL ENCAJE DEMOCRÁTICO PRÁCTICAMENTE DESDE SUS INICIOS.
Si bien la Segunda República nació como una reacción democrática a la falta de libertades del periodo
de Alfonso XIII, no siempre sus primeras leyes fueron netamente democráticas. Entre septiembre y diciembre de 1931, cuando se aprobó, se discutió el único proyecto constitucional republicano que ha estado vigente en la historia de nuestro país y que se plasmó con la promulgación de la constitución republicana de diciembre de 1931.
Sin embargo, a la par de este amplio proyecto legislativo, el primer gobierno republicano de 1931 aprobó otras duras medidas que se hacían más similares a regímenes dictatoriales de excepción como los que se vivían en la cercana Italia que a regímenes democráticos occidentales y europeos que tenían en la libertad y la democracia su principal reivindicación.
Nos referimos en este caso a la polémica Ley de Defensa de la República. Según aparece en la Gaceta de Madrid, esta ley pre-constitucional se aprobó el 21 de octubre de 1931, apenas dos meses antes de ser promulgada la constitución republicana y estuvo vigente durante los primeros años de gobierno republicano. Amparándose en ella, de hecho, y según afirma Alberto Oehling de los Reyes, se atacaron y neutralizaron “…los disturbios de Burgos de 9 de noviembre de 1931,
la sublevación anarquista del Alto Llobregat en Barcelona de 22 de enero de 1932 –por la que, precisamente, en aplicación de la Ley de Defensa de la República, en torno a doscientos implicados fueron deportados a África–, y, más tarde, en los sucesos de Casas Viejas del 10 al 12 de enero de 1933, en donde hubo hasta 25 muertes, intervinieron la Guardia Civil y unidades de Infantería del Ejército, los sucesos del 3 y 4 de enero de 1932, con un saldo de cinco obreros heridos, los altercados de Arnedo,
LA LEY CONTEMPLABA COMO UN ACTO DE AGRESIÓN AL ESTADO DELITOS COMO SER MONÁRQUICO O LAS HUELGAS NO ANUNCIADAS
donde murieron once obreros y otros muchos resultaron heridos, y en los disturbios de Calatrava la Real en Ciudad Real, donde murieron otros dos trabajadores”.
Aprobada por el Presidente del Gobierno Manuel Azaña y el Ministro de Gobernación Casares Quiroga, la ley contemplaba como un acto de agresión al Estado y penado por ley delitos como ser monárquico, mostrar indisciplina, las huelgas no anunciadas, o incluso hasta la “falta de celo” de los funcionarios, reservándose el derecho para ello de suspen-
der reuniones o clausurar sedes civiles, en una legislación durísima más propia de un estado de excepción que de un momento – octubre de 1931– en el que el nuevo régimen republicano apenas echaba a andar.
Durante la época republicana, sin embargo, esta polémica ley de excepcionalidad constitucional no fue la única medida o propuesta que puso en cuestión al estado de derecho en época republicana previa a la guerra civil.
LAS ELECCIONES DE 1936
En 1936, España se jugaba el tipo en unas nuevas elecciones generales, de las cuales saldría un gobierno inestable en un ambiente político muy enrarecido. A las elecciones de febrero de 1936 las formaciones acudieron en bloques diversos.
Por un lado se produce el surgimiento de un Frente Popular, a propuesta del líder de los republicanos de izquierdas, Manuel Azaña, que culminó con la creación del bloque electoral antifascista con las fuerzas obreras.
Enfrente tuvieron a una derecha disgregadísima liderada por la CEDA de Gil Robles, Renovación Española de Calvo Sotelo y el Partido Radical, fuertemente desprestigiado por el gobierno conservador, que fue incapaz de crear un frente unido. Por su parte, FE-JONS, liderada por José Antonio Primo de Rivera tras la expulsión del sector derechista de Ansaldo y Eliseda y la de Ramiro Ledesma, se presentaba en solitario por no querer sumarse a ninguna candidatura de tipo contrarrevolucionario y no tuvo éxito electoral alguno.
Los resultados electorales dieron el triunfo a la coalición de izquierdas Frente Popular. Automáticamente y casi desde el mismo día del triunfo electoral frentepopulista, las masas favorables a éste iniciaron una política callejera de hostigamiento a los enemigos po- líticos. De hecho, la misma noche del triunfo electoral, según afirma El Heraldo de Madrid, en una céntrica plaza madrileña había quienes cantaban La Internacional y prorrumpían en mueras con los puños en alto, ante el cartel de Acción Popular-CEDA, en la Puerta del Sol.
El miércoles 19 de febrero, el líder del Frente Popular, Manuel Azaña, formaba gobierno con ministros de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Se produce, a continuación, una maniobra política destinada a eliminar de los principales centros de poder a los políticos más moderados del panorama republicano, y que se cobró como primera víctima al que había sido Presidente de la República desde el mismo 1931, Niceto Alcalá Zamora, destituido por las Cortes de la Presidencia de la República el 7 de abril de 1936, y sustituido por Manuel Azaña, que dejó la presidencia del Gobierno el 13 de mayo al republicano de izquierdas Santiago Casares Quiroga, que gobierna hasta el estallido de la guerra civil.
Se iniciaba desde ese momento, mayo y hasta julio, dos meses de una espiral de huelgas, sabotajes, incautaciones, ocupaciones, y enfrentamientos casi permanentes en las calles entre derechas e izquierdas que hacían el país francamente ingobernable.
Por ello, no resulta raro ver cómo, no desde las filas fascistas, sino desde el mismo
LOS RESULTADOS DIERON EL TRIUNFO A LA COALICIÓN DE IZQUIERDAS Y LAS MASAS INICIARON UNA POLÍTICA DE HOSTIGAMIENTO A LOS ENEMIGOS POLÍTICOS
campo republicano se empezaron a alzar voces críticas a este desgobierno que, incluso, llegaron a pedir una suspensión de las garantías constitucionales, suprimir la democracia y proclamar una “dictadura nacional republicana” nada menos.
MAURA NO DUDÓ EN DENUNCIAR LOS MALES DEL GOBIERNO REPUBLICANO, ESPECIALMENTE DEL FRENTEPOPULISTA DE 1936
“NOS EQUIVOCAMOS…”
El que lo propuso, en los meses previos a la guerra civil, fue nada menos que un ex ministro del primer gobierno provisional que proclamó el 14 de abril de 1931 el régimen republicano, Miguel Maura, que si bien nunca llegó a ostentar cargos de importancia política durante el reinado alfonsino, estuvo ligado, casi por nacimiento, a la vida política española (ver recuadro).
Su desencanto con la política republicana se manifestó en no volver a ocupar ministerio ni cargo político durante el resto de su vida y en un partido, el PRC, totalmente marginal en la vida política parlamentaria española.
No obstante, y a pesar de su insignificancia política, no dudó en denunciar los males del gobierno republicano, especialmente del gobierno frentepopulista de 1936, en una durísima carta publicada en el diario El Sol el martes 23 de junio de 1936, menos de un mes antes del estallido de la guerra (casual o no, quién sabe), titulada La salvación está en una dictadura nacional republicana.
Este provocador título era la antesala de un no menos provocador artículo donde carga contra el rumbo del país. En el texto, Maura afirma que “nos equivocamos al con-
vocar a las Constituyentes y emprender la obra de redactar y votar la Constitución del Estado a los pocos meses de instaurado el nuevo régimen, porque era inevitable que, de un lado la inoperancia en la función de gobernar y de otro la tensión revolucionaria de las masas, dieran como fruto una ley fundamental plagada de errores en su parte orgánica y cargada de sectarismo y de demagogia en su, parto dogmática.
Nos equivocamos al poner en práctica el sistema y negar el diálogo y la convivencia a los adversarios políticos, incluso a los servidores del régimen, porque falseamos la función de las Cortes, desnaturalizamos su misión, abrimos el cauce para la protesta justificada de la opinión.
Nos equivocamos al emprender, apenas trascurridos los primeros meses, una política de tipo partidista y de clase, no sólo divorciada, sino hostil a cuanto no fuera la fracción gobernante, en vez de practicar una política nacional.
Nos equivocamos al buscar el remedio a males transitorios y de origen conocido en la promulgación y aplicación de leyes excepcionales, siempre injustas y vejatorias, pero francamente insufribles para todos los españoles.
Vemos hoy que la realidad nacional nos muestra el Frente Popular roto y deshecho en toda España; las huelgas provocadas y mantenidas por los partidos obreros adscritos a la mayoría parlamentaria, arruinando al país y provocando conflictos inacabables a los Gobiernos; los desórdenes, algaradas y atropellos de las masas obreras que forman las filas del Frente Popular, entronizando la anarquía rural”.
LA SOLUCIÓN DE MAURA
Frente a este demoledor diagnóstico de la vida política republicana entre 1931-1936, Maura propone una solución polémica que entroncaba con lo que muchos decían ya:
“Pues bien; si no se quiere abrir un período caótico en la vida de España, llegado ese momento no habrá sino una solución: la de reconocer todos los errores, los vicios, los defectos, que el sistema político creado en la Constitución del 31 ha puesto de relieve en la experiencia de cinco años, y rectificar de una vez y sin paliativos el rumbo de la República, dejando en suspenso los preceptos de la Constitución, clausurando el Parlamento; es decir, despojando a la República del traje arcaico con que la vestimos y emprendiendo una nueva ruta con ella desnuda, tal cual advino el 14 de abril, y tras un periodo cuya duración han de fijar las circunstancias.
Es inútil emplear eufemismos cuando se está ante una realidad notoria; dictadura republicana se llama la solución que postulo. Es indiferente que a ella se arribe a través de fórmulas de plenos poderes otorgados por las Cortes o derechamente y sin rodeos.
Cuanto mayor y más claro aparezca el deseo de abrir una nueva etapa de la vida del régimen, mayor será la autoridad del Gobierno. La dictadura que España requiere hoy es una dictadura nacional, apoyada en zonas extensas de sus clases sociales, que llegue desde la obrera socialista no partidaria de la vía revolucionaria hasta la burguesa conservadora que haya llegado ya al convencimiento de que ha sonado la hora del sacrificio y del renunciamiento en aras de una justicia social efectiva que haga posible la paz entre los españoles.
Dictadura regida por los hombres de la República, por republicanos probados, que unidos y juramentados para no escindirse ni separarse
"LA DICTADURA QUE ESPAÑA REQUIERE HOY ES UNA DICTADURA NACIONAL, APOYADA EN ZONAS EXTENSAS DE SUS CLASES SOCIALES", ESCRIBIÓ EL POLÍTICO
hasta terminar su labor, antepongan el interés supremo de España y de la República a toda mira partidista o de clase, gobiernen para toda la nación y acometan la obra de construir el Estado.
Dictadura avanzada y atrevida en su política social y económica, y conservadora en sus procedimientos y en su actuación gubernativa. Ésta y no otra es la solución que España tiene ante sí paro los males que padece.
¿Se juzga aventurada o excesiva? ¿Sigue prevaleciendo en el ánimo de los responsables dirigentes del Estado el prejuicio de conservar la apariencia de respeto a principios que de hecho vienen ellos mismos violando y atropellando día tras día? ¿Se anteponen esos prejuicios u otra clase cualquiera de escrúpulos al interés supremo de la República y de España? ¡Ah! Pues si tal acontece, nadie se forje ilusiones engañosas”.
LA COMPRENSIÓN DE PRIMO DE RIVERA
Este artículo de Maura, que propone la liquidación del estado de derecho en favor de una república aristocrática de “republicanos probados” o puros, excluyendo a la misma oposición a la que antes lamentaba haber excluido el gobierno republicano hasta entonces, suscitó no pocas polémicas, proveniente de las bancadas frentepopulistas más izquierdistas que veían en esta propuesta del ex ministro una aberración cercana a la que pedía la extrema derecha.
Al final, paradójicamente, fueron los falangistas, los acusados de ser más anti republicanos, los únicos que acabarían dándole la razón a Maura y apoyando una propuesta que para ellos en realidad tenía otro nombre.
Así, los llamados “anti-republicanos” acabaron siendo los únicos que tendieron la mano a Maura para regenerar a una República moribunda por cinco años de crisis y por cuatro meses de caos revolucionario.
Esta propuesta de frente nacional no sería muy diferente a la que, apenas dos meses después, en agosto y ya en el contexto de la Guerra Civil, propondría desde la cárcel de Alicante donde se encontraba preso el Jefe Nacional de FE-JONS, José Antonio Primo de Rivera, para salvar a la nación y evitar una guerra fratricida. Así, esta coincidencia de opiniones la manifestó en carta privada el propio José Antonio a Maura apenas cinco días después de la publicación de la propuesta en El Sol en los siguientes términos:
“He leído tus artículos con el interés que su contenido merece, aparte del que les da su firma, y hasta he creído del caso formular a ellos
AL FINAL, FUERON LOS FALANGISTAS LOS ÚNICOS QUE ACABARÍAN DÁNDOLE LA RAZÓN A MAURA Y APOYANDO UNA PROPUESTA QUE PARA ELLOS TENÍA OTRO NOMBRE
algunas afectuosas objeciones. Lástima que aún no te atrevas a llamarla por su nombre. Cuando analices en frío esto de la ‘dictadura nacional republicana’ verás que lo de republicana, si quiere decir algo más que no monárquica (nota negativa en que todos ahora, menos los insensatos, tienen que estar conformes) ha de aludir a su contenido institucional incompatible con la idea de dictadura.
De ahí que para salvar la contradicción tendrás que concluir aspirando a un régimen autoritario nacional capaz de hacer (¿recuerdas?) la revolución desde arriba, que es la única manera decente de hacer revoluciones. ¿Y a qué otra cosa aspiramos nosotros? Pero ya verás; ya verás cómo la terrible incultura, o mejor aún la pereza mental de nuestro pueblo (en todas sus capas) acaba por darnos o un ensayo de bolchevismo cruel y sucio o una representación flatulenta de patriotería alicorta a cargo de algún figurón de la derecha. Que Dios nos libre de lo uno y de lo otro”. Al final, ni a Maura con su “dictadura nacional republicana”, ni a José Antonio con su “régimen autoritario nacional” les acabaron haciendo caso, a pesar de los gritos de alerta que ambos elevaron en los días previos al estallido de la guerra civil y, en efecto, se acabó cayendo en un enfrentamiento fratricida que condujo a España al abismo.