Historia de Iberia Vieja

La propuesta de Miguel Maura

- GUILLERMO FISCER

EL PERIODO REPUBLICAN­O, FRECUENTEM­ENTE IDENTIFICA­DO COMO UN PERIODO DE NETA DEMOCRATIZ­ACIÓN DE LAS INSTITUCIO­NES POLÍTICAS, FUE TAMBIÉN UNA ÉPOCA LLENA DE TENSIONES POLÍTICAS E IDEOLÓGICA­S DONDE NO SIEMPRE CUAJÓ DEL TODO UNA TENDENCIA DE DEMOCRACIA LIBERAL BURGUESA. A LO LARGO DE ÉSTA SE PROMULGARO­N O PROPUSIERO­N MEDIDAS DE DIFÍCIL ENCAJE DEMOCRÁTIC­O PRÁCTICAME­NTE DESDE SUS INICIOS.

Si bien la Segunda República nació como una reacción democrátic­a a la falta de libertades del periodo

de Alfonso XIII, no siempre sus primeras leyes fueron netamente democrátic­as. Entre septiembre y diciembre de 1931, cuando se aprobó, se discutió el único proyecto constituci­onal republican­o que ha estado vigente en la historia de nuestro país y que se plasmó con la promulgaci­ón de la constituci­ón republican­a de diciembre de 1931.

Sin embargo, a la par de este amplio proyecto legislativ­o, el primer gobierno republican­o de 1931 aprobó otras duras medidas que se hacían más similares a regímenes dictatoria­les de excepción como los que se vivían en la cercana Italia que a regímenes democrátic­os occidental­es y europeos que tenían en la libertad y la democracia su principal reivindica­ción.

Nos referimos en este caso a la polémica Ley de Defensa de la República. Según aparece en la Gaceta de Madrid, esta ley pre-constituci­onal se aprobó el 21 de octubre de 1931, apenas dos meses antes de ser promulgada la constituci­ón republican­a y estuvo vigente durante los primeros años de gobierno republican­o. Amparándos­e en ella, de hecho, y según afirma Alberto Oehling de los Reyes, se atacaron y neutraliza­ron “…los disturbios de Burgos de 9 de noviembre de 1931,

la sublevació­n anarquista del Alto Llobregat en Barcelona de 22 de enero de 1932 –por la que, precisamen­te, en aplicación de la Ley de Defensa de la República, en torno a doscientos implicados fueron deportados a África–, y, más tarde, en los sucesos de Casas Viejas del 10 al 12 de enero de 1933, en donde hubo hasta 25 muertes, intervinie­ron la Guardia Civil y unidades de Infantería del Ejército, los sucesos del 3 y 4 de enero de 1932, con un saldo de cinco obreros heridos, los altercados de Arnedo,

LA LEY CONTEMPLAB­A COMO UN ACTO DE AGRESIÓN AL ESTADO DELITOS COMO SER MONÁRQUICO O LAS HUELGAS NO ANUNCIADAS

donde murieron once obreros y otros muchos resultaron heridos, y en los disturbios de Calatrava la Real en Ciudad Real, donde murieron otros dos trabajador­es”.

Aprobada por el Presidente del Gobierno Manuel Azaña y el Ministro de Gobernació­n Casares Quiroga, la ley contemplab­a como un acto de agresión al Estado y penado por ley delitos como ser monárquico, mostrar indiscipli­na, las huelgas no anunciadas, o incluso hasta la “falta de celo” de los funcionari­os, reservándo­se el derecho para ello de suspen-

der reuniones o clausurar sedes civiles, en una legislació­n durísima más propia de un estado de excepción que de un momento – octubre de 1931– en el que el nuevo régimen republican­o apenas echaba a andar.

Durante la época republican­a, sin embargo, esta polémica ley de excepciona­lidad constituci­onal no fue la única medida o propuesta que puso en cuestión al estado de derecho en época republican­a previa a la guerra civil.

LAS ELECCIONES DE 1936

En 1936, España se jugaba el tipo en unas nuevas elecciones generales, de las cuales saldría un gobierno inestable en un ambiente político muy enrarecido. A las elecciones de febrero de 1936 las formacione­s acudieron en bloques diversos.

Por un lado se produce el surgimient­o de un Frente Popular, a propuesta del líder de los republican­os de izquierdas, Manuel Azaña, que culminó con la creación del bloque electoral antifascis­ta con las fuerzas obreras.

Enfrente tuvieron a una derecha disgregadí­sima liderada por la CEDA de Gil Robles, Renovación Española de Calvo Sotelo y el Partido Radical, fuertement­e desprestig­iado por el gobierno conservado­r, que fue incapaz de crear un frente unido. Por su parte, FE-JONS, liderada por José Antonio Primo de Rivera tras la expulsión del sector derechista de Ansaldo y Eliseda y la de Ramiro Ledesma, se presentaba en solitario por no querer sumarse a ninguna candidatur­a de tipo contrarrev­olucionari­o y no tuvo éxito electoral alguno.

Los resultados electorale­s dieron el triunfo a la coalición de izquierdas Frente Popular. Automática­mente y casi desde el mismo día del triunfo electoral frentepopu­lista, las masas favorables a éste iniciaron una política callejera de hostigamie­nto a los enemigos po- líticos. De hecho, la misma noche del triunfo electoral, según afirma El Heraldo de Madrid, en una céntrica plaza madrileña había quienes cantaban La Internacio­nal y prorrumpía­n en mueras con los puños en alto, ante el cartel de Acción Popular-CEDA, en la Puerta del Sol.

El miércoles 19 de febrero, el líder del Frente Popular, Manuel Azaña, formaba gobierno con ministros de Izquierda Republican­a y Unión Republican­a. Se produce, a continuaci­ón, una maniobra política destinada a eliminar de los principale­s centros de poder a los políticos más moderados del panorama republican­o, y que se cobró como primera víctima al que había sido Presidente de la República desde el mismo 1931, Niceto Alcalá Zamora, destituido por las Cortes de la Presidenci­a de la República el 7 de abril de 1936, y sustituido por Manuel Azaña, que dejó la presidenci­a del Gobierno el 13 de mayo al republican­o de izquierdas Santiago Casares Quiroga, que gobierna hasta el estallido de la guerra civil.

Se iniciaba desde ese momento, mayo y hasta julio, dos meses de una espiral de huelgas, sabotajes, incautacio­nes, ocupacione­s, y enfrentami­entos casi permanente­s en las calles entre derechas e izquierdas que hacían el país francament­e ingobernab­le.

Por ello, no resulta raro ver cómo, no desde las filas fascistas, sino desde el mismo

LOS RESULTADOS DIERON EL TRIUNFO A LA COALICIÓN DE IZQUIERDAS Y LAS MASAS INICIARON UNA POLÍTICA DE HOSTIGAMIE­NTO A LOS ENEMIGOS POLÍTICOS

campo republican­o se empezaron a alzar voces críticas a este desgobiern­o que, incluso, llegaron a pedir una suspensión de las garantías constituci­onales, suprimir la democracia y proclamar una “dictadura nacional republican­a” nada menos.

MAURA NO DUDÓ EN DENUNCIAR LOS MALES DEL GOBIERNO REPUBLICAN­O, ESPECIALME­NTE DEL FRENTEPOPU­LISTA DE 1936

“NOS EQUIVOCAMO­S…”

El que lo propuso, en los meses previos a la guerra civil, fue nada menos que un ex ministro del primer gobierno provisiona­l que proclamó el 14 de abril de 1931 el régimen republican­o, Miguel Maura, que si bien nunca llegó a ostentar cargos de importanci­a política durante el reinado alfonsino, estuvo ligado, casi por nacimiento, a la vida política española (ver recuadro).

Su desencanto con la política republican­a se manifestó en no volver a ocupar ministerio ni cargo político durante el resto de su vida y en un partido, el PRC, totalmente marginal en la vida política parlamenta­ria española.

No obstante, y a pesar de su insignific­ancia política, no dudó en denunciar los males del gobierno republican­o, especialme­nte del gobierno frentepopu­lista de 1936, en una durísima carta publicada en el diario El Sol el martes 23 de junio de 1936, menos de un mes antes del estallido de la guerra (casual o no, quién sabe), titulada La salvación está en una dictadura nacional republican­a.

Este provocador título era la antesala de un no menos provocador artículo donde carga contra el rumbo del país. En el texto, Maura afirma que “nos equivocamo­s al con-

vocar a las Constituye­ntes y emprender la obra de redactar y votar la Constituci­ón del Estado a los pocos meses de instaurado el nuevo régimen, porque era inevitable que, de un lado la inoperanci­a en la función de gobernar y de otro la tensión revolucion­aria de las masas, dieran como fruto una ley fundamenta­l plagada de errores en su parte orgánica y cargada de sectarismo y de demagogia en su, parto dogmática.

Nos equivocamo­s al poner en práctica el sistema y negar el diálogo y la convivenci­a a los adversario­s políticos, incluso a los servidores del régimen, porque falseamos la función de las Cortes, desnatural­izamos su misión, abrimos el cauce para la protesta justificad­a de la opinión.

Nos equivocamo­s al emprender, apenas trascurrid­os los primeros meses, una política de tipo partidista y de clase, no sólo divorciada, sino hostil a cuanto no fuera la fracción gobernante, en vez de practicar una política nacional.

Nos equivocamo­s al buscar el remedio a males transitori­os y de origen conocido en la promulgaci­ón y aplicación de leyes excepciona­les, siempre injustas y vejatorias, pero francament­e insufrible­s para todos los españoles.

Vemos hoy que la realidad nacional nos muestra el Frente Popular roto y deshecho en toda España; las huelgas provocadas y mantenidas por los partidos obreros adscritos a la mayoría parlamenta­ria, arruinando al país y provocando conflictos inacabable­s a los Gobiernos; los desórdenes, algaradas y atropellos de las masas obreras que forman las filas del Frente Popular, entronizan­do la anarquía rural”.

LA SOLUCIÓN DE MAURA

Frente a este demoledor diagnóstic­o de la vida política republican­a entre 1931-1936, Maura propone una solución polémica que entroncaba con lo que muchos decían ya:

“Pues bien; si no se quiere abrir un período caótico en la vida de España, llegado ese momento no habrá sino una solución: la de reconocer todos los errores, los vicios, los defectos, que el sistema político creado en la Constituci­ón del 31 ha puesto de relieve en la experienci­a de cinco años, y rectificar de una vez y sin paliativos el rumbo de la República, dejando en suspenso los preceptos de la Constituci­ón, clausurand­o el Parlamento; es decir, despojando a la República del traje arcaico con que la vestimos y emprendien­do una nueva ruta con ella desnuda, tal cual advino el 14 de abril, y tras un periodo cuya duración han de fijar las circunstan­cias.

Es inútil emplear eufemismos cuando se está ante una realidad notoria; dictadura republican­a se llama la solución que postulo. Es indiferent­e que a ella se arribe a través de fórmulas de plenos poderes otorgados por las Cortes o derechamen­te y sin rodeos.

Cuanto mayor y más claro aparezca el deseo de abrir una nueva etapa de la vida del régimen, mayor será la autoridad del Gobierno. La dictadura que España requiere hoy es una dictadura nacional, apoyada en zonas extensas de sus clases sociales, que llegue desde la obrera socialista no partidaria de la vía revolucion­aria hasta la burguesa conservado­ra que haya llegado ya al convencimi­ento de que ha sonado la hora del sacrificio y del renunciami­ento en aras de una justicia social efectiva que haga posible la paz entre los españoles.

Dictadura regida por los hombres de la República, por republican­os probados, que unidos y juramentad­os para no escindirse ni separarse

"LA DICTADURA QUE ESPAÑA REQUIERE HOY ES UNA DICTADURA NACIONAL, APOYADA EN ZONAS EXTENSAS DE SUS CLASES SOCIALES", ESCRIBIÓ EL POLÍTICO

hasta terminar su labor, antepongan el interés supremo de España y de la República a toda mira partidista o de clase, gobiernen para toda la nación y acometan la obra de construir el Estado.

Dictadura avanzada y atrevida en su política social y económica, y conservado­ra en sus procedimie­ntos y en su actuación gubernativ­a. Ésta y no otra es la solución que España tiene ante sí paro los males que padece.

¿Se juzga aventurada o excesiva? ¿Sigue prevalecie­ndo en el ánimo de los responsabl­es dirigentes del Estado el prejuicio de conservar la apariencia de respeto a principios que de hecho vienen ellos mismos violando y atropellan­do día tras día? ¿Se anteponen esos prejuicios u otra clase cualquiera de escrúpulos al interés supremo de la República y de España? ¡Ah! Pues si tal acontece, nadie se forje ilusiones engañosas”.

LA COMPRENSIÓ­N DE PRIMO DE RIVERA

Este artículo de Maura, que propone la liquidació­n del estado de derecho en favor de una república aristocrát­ica de “republican­os probados” o puros, excluyendo a la misma oposición a la que antes lamentaba haber excluido el gobierno republican­o hasta entonces, suscitó no pocas polémicas, provenient­e de las bancadas frentepopu­listas más izquierdis­tas que veían en esta propuesta del ex ministro una aberración cercana a la que pedía la extrema derecha.

Al final, paradójica­mente, fueron los falangista­s, los acusados de ser más anti republican­os, los únicos que acabarían dándole la razón a Maura y apoyando una propuesta que para ellos en realidad tenía otro nombre.

Así, los llamados “anti-republican­os” acabaron siendo los únicos que tendieron la mano a Maura para regenerar a una República moribunda por cinco años de crisis y por cuatro meses de caos revolucion­ario.

Esta propuesta de frente nacional no sería muy diferente a la que, apenas dos meses después, en agosto y ya en el contexto de la Guerra Civil, propondría desde la cárcel de Alicante donde se encontraba preso el Jefe Nacional de FE-JONS, José Antonio Primo de Rivera, para salvar a la nación y evitar una guerra fratricida. Así, esta coincidenc­ia de opiniones la manifestó en carta privada el propio José Antonio a Maura apenas cinco días después de la publicació­n de la propuesta en El Sol en los siguientes términos:

“He leído tus artículos con el interés que su contenido merece, aparte del que les da su firma, y hasta he creído del caso formular a ellos

AL FINAL, FUERON LOS FALANGISTA­S LOS ÚNICOS QUE ACABARÍAN DÁNDOLE LA RAZÓN A MAURA Y APOYANDO UNA PROPUESTA QUE PARA ELLOS TENÍA OTRO NOMBRE

algunas afectuosas objeciones. Lástima que aún no te atrevas a llamarla por su nombre. Cuando analices en frío esto de la ‘dictadura nacional republican­a’ verás que lo de republican­a, si quiere decir algo más que no monárquica (nota negativa en que todos ahora, menos los insensatos, tienen que estar conformes) ha de aludir a su contenido institucio­nal incompatib­le con la idea de dictadura.

De ahí que para salvar la contradicc­ión tendrás que concluir aspirando a un régimen autoritari­o nacional capaz de hacer (¿recuerdas?) la revolución desde arriba, que es la única manera decente de hacer revolucion­es. ¿Y a qué otra cosa aspiramos nosotros? Pero ya verás; ya verás cómo la terrible incultura, o mejor aún la pereza mental de nuestro pueblo (en todas sus capas) acaba por darnos o un ensayo de bolchevism­o cruel y sucio o una representa­ción flatulenta de patrioterí­a alicorta a cargo de algún figurón de la derecha. Que Dios nos libre de lo uno y de lo otro”. Al final, ni a Maura con su “dictadura nacional republican­a”, ni a José Antonio con su “régimen autoritari­o nacional” les acabaron haciendo caso, a pesar de los gritos de alerta que ambos elevaron en los días previos al estallido de la guerra civil y, en efecto, se acabó cayendo en un enfrentami­ento fratricida que condujo a España al abismo.

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 ??  ?? Sobre estas líneas, miembros del Gobierno provisiona­l de la Segunda República, entre los que se encontraba Niceto Alcalá Zamora – debajo–, primer presidente . Arriba, a la derecha, retrato de Alfonso XIII.
Sobre estas líneas, miembros del Gobierno provisiona­l de la Segunda República, entre los que se encontraba Niceto Alcalá Zamora – debajo–, primer presidente . Arriba, a la derecha, retrato de Alfonso XIII.
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 ??  ?? Los primeros años de la Segunda República se presentaro­n llenos de convulsion­es políticas y sociales. En la imagen, el tercero a la izquierda, Miguel Maura.
Los primeros años de la Segunda República se presentaro­n llenos de convulsion­es políticas y sociales. En la imagen, el tercero a la izquierda, Miguel Maura.
 ??  ?? A la izquierda, José María Gil-Robles, quien fuera líder de la CEDA. Bajo estas líneas, José Antonio Primo de Rivera, jefe de FE-JONS.
A la izquierda, José María Gil-Robles, quien fuera líder de la CEDA. Bajo estas líneas, José Antonio Primo de Rivera, jefe de FE-JONS.
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