El séptimo arte La sombra de la ley
La película abre con el asalto a un tren de mercancías que transporta, luego lo sabremos, cajas de armamento destinadas al ejército. Las sospechas recaen en los grupos anarquistas que en aquellos momentos se levantaban contra el Estado provocando atentados e incidentes, además de huelgas en las fábricas y continuas alteraciones del orden. El gobernador civil, el después tristemente célebre general Martínez Anido, urge a la policía la resolución del caso y la localización de las armas, que han desaparecido misteriosamente. A su vez, el comisario Verdaguer, jefe de la brigada criminal, azuza a sus hombres, y el inspector Rediú y su cuadrilla se ponen a la tarea. Al grupo se une entonces Aníbal Uriarte, un sombrío policía llegado de Madrid para reforzar la búsqueda.
Y las pesquisas se dirigen en primer lugar a El Edén, un fastuoso cabaret regido por “el Barón”, un equívoco personaje que se dice perteneciente a la nobleza europea y que conoce todos los rumores que circulan por la ciudad y se relaciona con cuantos personajes tienen alguna importancia en los círculos del
poder. Como es natural, “el Barón” no sabe nada de las armas, pero promete colaborar con los agentes en cuanto esté en su mano. Paralelamente, la policía tiene que entendérselas con los grupos anarquistas, los huelguistas cada vez más radicales, y hasta las trabajadoras feministas, que irrumpen en la acción exigiendo sus derechos. Todo ello junto anuncia un clima de caos ciudadano y político, que amenaza incluso a la estabilidad de las altas esferas de la gobernación.
EL MALSANO OLOR DE LA CORRUPCIÓN
En efecto, Barcelona y toda España sufren los meses previos al golpe de estado de Primo de Rivera; este no llegará a verse en la película, pero sus protagonistas viven, para bien o para peor, los momentos que lo preceden. Y hay que apuntar en el haber de director y guionista la creación de los caracteres: sólidos, rotundos, casi arquetípicos, como mandan los cánones del policíaco clásico. El oscuro Uriarte, la valerosa y tozuda Sara, el sibilino Barón –formidable Manolo Solo, el mejor del reparto–, los villanos Rediú y “el Tísico” –temible en su composición Ernesto Alterio–, León y Salvador, los cabecillas anarquistas, Lola, la primera vedette del cabaret… Un racimo de personajes que pueblan una ciudad inhóspita, nocturna, escenario de conductas sospechosas, traiciones, amores nacientes y odios ancestrales, emboscadas y tiroteos mortales. E impregnándolo todo, el malsano olor de la corrupción. Políticos y policías, ricos burgueses y empresarios, podridos por el dinero y el afán de poder, y tratando de medrar y mantenerse a costa de lo que sea y de quien caiga; nada importa.
La película exhibe un impresionante diseño de producción. El éxito de El desconocido le ha permitido a Dani de la Torre disponer de medios importantes, técnicos y artísticos, para rodar sin cortapisas, y, evidentemente, ha aprovechado la ocasión. La sombra de la ley pasa con notable el examen formal: la ambientación –escenarios, paisajes, atrezo– es impecable y, en algunos aspectos, como el vestuario, da muestra de un intencionado estilo que remite al género de gánsteres al que la obra se apunta. Y el ritmo de la narración, aun siendo desigual, transmite la potencia necesaria para que la atención del espectador no decaiga.
Muestra de un cine español de género, como digo, La sombra de la ley se sitúa dignamente entre las candidatas a llevar a las salas –eso que ya es tan difícil– a un buen número de aficionados. Al género, a los intérpretes o al apunte histórico; aunque los hechos que narra la película no sucedieran exactamente así… o tal vez sí.
LA PELÍCULA EXHIBE UN IMPRESIONANTE DISEÑO DE PRODUCCIÓN Y PRESENTA UNA NARRACIÓN POTENTE AUNQUE ALGO DESIGUAL