LA SANGRE DERRAMADA POR ANDALUCÍA
Para lograr su autonomía
Mucho estamos hablando en los últimos años del esfuerzo de algunas regiones en la Transición para recuperar sus derechos históricos. Se habla de Cataluña, del País Vasco, pero nada de Andalucía. Hagamos un ejercicio de memoria ahora que el 4 de diciembre se cumplen 41 años del día que una manifestación en Málaga demostró que 200.000 personas estaban dispuestas a todo por recuperar lo que el franquismo les había quitado.
Poco se ha hablado de los acontecimientos de ese día y de los siguientes. Lo peor de todo ha sido el olvido de los políticos regionales y nacionales, precisamente los que tendrían que hablar del triste suceso que allí pasó. Porque el pueblo salió a la calle para defender la bandera de Andalucía prohibida y un joven se encaramó a la fachada del edificio de la Diputación de la ciudad y consiguió colgarla.
Los políticos franquistas y sus fuerzas represivas consideraron aquel acto una provocación y la tomaron a golpes y pelotazos de goma contra los manifestantes. Las escenas fueron dramáticas en la ciudad, pero lo peor ocurrió en una calle perdida: Manuel José García Caparrós, 18 años, fue asesinado de un tiro procedente de la pistola de un policía, de los que entonces llamábamos “grises”. El pésimo policía nunca fue identificado… oficialmente. Nada le pasó, los investigadores consiguieron que no pagara el crimen haciendo desaparecer las pruebas y sin resolver algo que no era tan difícil: identificar la bala del cuerpo de Manuel José con la pistola que la había disparado.
Muchos años después se ha sabido que el autor pudo ser M.P.R., un cabo que negó lo que podía haber sido demostrado sin muchos problemas. Ha muerto hace cinco años sin pagar por lo que hizo. En muchos sentido es igual de malo que Manuel José no haya sido reconocido como una víctima del terrorismo de Estado y no se le haya dado el lugar que merece en la historia. Que tomen nota los políticos.
EN EL CURSO DE LA MANIFESTACIÓN, MANUEL JOSÉ GARCÍA CAPARRÓS, DE 18 AÑOS, FUE ASESINADO DE UN TIRO PROCEDENTE DE LA PISTOLA DE UN POLICÍA, DE LOS QUE ENTONCES LLAMÁBAMOS “GRISES”