EL PADRE DE TIRANT LO BLANC
Cuando un profesor hizo de menos los libros de caballerías ante Mario Vargas Llosa, este, entonces un joven estudiante de Letras, acudió a la biblioteca a confirmar por sí mismo si esas novelas eran en verdad confusas, obscenas y, en fin, prescindibles. Leyó Tirant lo Blanc y descubrió que su profesor era, cuando menos, un hombre lleno de prejuicios: “La lectura de ese libro es uno de los recuerdos más fulgurantes de mis años universitarios, una de las mejores cosas que me han pasado como lector y escribidor de novelas”.
Tirant lo Blanc, “el mejor libro del mundo” en palabras del cura de El Quijote –¿o de Miguel de Cervantes?–, se publicó en 1490 en la imprenta de Nicolás Spindeler, un alemán peregrino por tierras de España. Su autor, el valenciano Joanot Martorell (1413-1468), un viajero impenitente que conoció la Inglaterra de Enrique VI, Portugal o Italia, murió unas décadas antes de que su caballero probara la gloria, pero su influencia fue descomunal, al igual que la de su coetáneo Ausiàs March. Martorell y March, cuñados tras la boda del segundo con la hermana del primero, Isabel –que falleció dos años después del enlace–, representan la cumbre del Siglo de Oro de las letras valencianas.
Durante mucho tiempo, se creyó que el Tirant lo había rematado Martí Joan de Galba, un amigo de Joanot, pero esa hipótesis aún no ha sido demostrada. A diferencia de tantas novelas caballerescas, ésta, erótica y carnal, se impone por su verosimilitud. Ya lo notó Cervantes, maravillado porque en sus páginas los caballeros comieran, durmieran y murieran en sus camas. Este héroe esforzado e invencible, cuyas andanzas fueron traducidas al castellano en 1511, trasluce, en efecto, unas dimensiones humanas: es fuerte y valiente, pero carece de dones sobrenaturales. Su periplo por Inglaterra, Sicilia, Rodas, Constantinopla o el Magreb, movido por un ideal de cruzada, no resulta descabellado, hasta el punto de que no pocos lectores la catalogan como una novela social o de costumbres. Dámaso Alonso, por ejemplo, pensaba que era una novela plenamente actual, que podría haberse escrito en el siglo XIX, por la concisión de sus diálogos, sus descripciones y la libertad de su narración.
Considerada la primera novela moderna de Europa, muy pronto se tradujo al italiano y hay quien sostiene, incluso, que el mismísimo Shakespeare se inspiró en ella para la trama de Mucho ruido y pocas nueces.
Joanot Martorell, caballero proclive a los desafíos, falleció en Valencia, arruinado y sin descendencia, en 1468./A.F.D.
¿Qué consuelo puedo tener yo de vuestra alma sin vuestro cuerpo? ¡Oh, qué gloria más alta es para una madre tener un hijo joven dispuesto a adquirir fama en las batallas! El caballero que por oro o por plata deja de hacer su obligación, menosprecia la orden de caballería. A veces pasan cosas en una hora que no han pasado en mil años. A veces las paredes tienen oídos y, como dicen en Calabria, mucho hablar perjudica, y mucho rascar, escuece. Amar es natural en los humanos, ya que dice Aristóteles que cada cosa quiere su semejante. ¡Oh, muerte cruel que vienes a visitar a aquellos que no te desean y huyes de aquellos que te acogerían! Porque cuando se está seguro, de la duda nace una buena esperanza, porque el amor no produce vergüenza. Sois como el labrador que quiere segar el trigo y siega la espiga vacía. La ignorancia no es digna de perdón.