LO VIEJO Y LO NUEVO
Los poetas del 27 remozaron la lírica desde el conocimiento y el respeto a los clásicos; no hubo, pues, pendencias con sus mentores. El homenaje a Góngora, a la derecha, nos pone sobre la pista de sus intereses, pero sus influencias fueron muy diversas. Luis Cernuda se sintió fascinado por su paisano Bécquer, abajo; Pedro Salinas redescubrió a Manrique, sobre estas líneas; el tricencentario de la muerte de Lope de Vega, arriba a la derecha, en 1935, implicó un sinfín de actos en los que se involucraron todos; Rafael Alberti dijo que “si Garcilaso volviera, yo sería su escudero”; y Lorca libó en la copa del cancionero y el romancero popular para componer sus mejores obras. Mucho más próximo en el tiempo, Juan Ramón Jiménez, en el ángulo inferior derecho, fue su faro, aunque este no siempre se sintiera a gusto con su papel… El grupo del 27 logró el equilibrio entre lo popular y lo intelectual, la vanguardia y el clasicismo, la poesía pura y la militante, en un raro equilibrio que sigue favoreciendo su lectura por todo tipo de públicos.