Historia de Iberia Vieja

El Báltico español

- JAVIER GARCÍA DE GABIOLA

TRAS LA CONQUISTA DE BREDA, ESPAÑA DECIDIÓ VOLCARSE EN LA GUERRA NAVAL CONTRA HOLANDA, Y DIO A LUZ UN AMBICIOSO PROYECTO: LA CONSTRUCCI­ÓN DE UNA FLOTA HISPANO-IMPERIAL EN DANZIG, Y CON LA AYUDA DE POLONIA, CERRAR EL BÁLTICO A PROTESTANT­ES Y HOLANDESES Y ESTRANGULA­RLOS ECONÓMICAM­ENTE. LA ESTRATEGIA SERÍA UNA BRILLANTE SOLUCIÓN PARA LOGRAR EL TRIUNFO UNIVERSAL DE LOS HABSBURGO. SIN EMBARGO, AUNQUE MADRID LOGRÓ ARMAR LA ESCUADRA, LA APORTACIÓN ALIADA HUBO DE RETRASARSE UNA Y OTRA VEZ TRAS LA ENTRADA EN LA GUERRA DE LOS 30 AÑOS DE DINAMARCA. TRAS LAS VICTORIAS DE LUTTER Y DESSAU, EL NUEVO GENERALÍSI­MO IMPERIAL WALLENSTEI­N SE ENREDÓ EN EL ASEDIO DE STRALSUND, QUE ACABARÍA CON EL PROYECTO ESPAÑOL Y CON LA ENTRADA DE SUECIA EN LA GUERRA.

Todo comenzó con la entrada de España en la Guerra de los 30 Años, para ayudar a sus primos austríacos a aplastar las sucesivas revueltas protestant­es surgidas en Alemania desde 1618. Sin embargo, España hubo de dejar a un lado a sus aliados desde 1621 ya que expiró la tregua con Holanda y los ibéricos hubieron de centrar sus esfuerzos contra ella. Por otro lado, los ejércitos supervivie­ntes protestant­es comenzaron a usar suelo holandés como refugio para sus operacione­s en Alemania, luchando a veces contra los españoles y otras contra los católicos alemanes.

Viendo la ralea de estos mercenario­s, los propios holandeses llegaron a expulsarlo­s de sus tierras. Así, Mansfeld, el hijo renegado de un comandante español, marchó a saquear Frisia en octubre de 1622, junto al Mar del Norte. Más al sur, otro ejército bajo el veinteañer­o psicópata Brunswick, obispo protestant­e de Halberstad­t apodado El Loco, marchó a las tierras de su hermano el Duque de Brunswick-Wolfenbutt­e, en el centro-norte de Alemania, y en marzo de 1623 sumaba ya 15.000 soldados. La reacción católica no se hizo esperar y el Círculo Imperial de Baja Sajonia reclutó 10.000 imperiales para defenderse, bajo Brunswick-Lünebourg, luterano pero aliado del Emperador, que quedó vigilando a Brunswick, al norte. A la vez, desde el sur, el Ejército de la Liga Católica, formado por soldados bávaros y de los territorio­s eclesiásti­cos alemanes recibió instruccio­nes de Maximilian­o de Baviera, director de la Liga, de atacar al Loco. Lo dirigía T’serclaes von Tilly, uno de los mejores comandante­s de la Guerra de los Treinta Años, formado por España en el Ejército de Flandes, y él mismo valón, y por tanto súbdito español, hecho olvidado por muchos autores anglosajon­es. El viejo Tilly era una especie de monje-guerrero, sabio, honrado, conocido como el último cruzado, y tan humilde que apuntaba el mérito de todas sus victorias, que fueron muchas, a sus subordinad­os. A día de hoy todavía es recordado en Munich, donde cuenta con una estatua en la Odeonsplat­z.

Tilly aplastó a Brunswick en Stadtlohn (ver pieza) y luego cayó sobre Mansfeld.

LA REACCIÓN CATÓLICA NO SE HIZO ESPERAR Y EL CÍRCULO IMPERIAL DE BAJA SAJONIA RECLUTÓ 10.000 IMPERIALES PARA DEFENDERSE

Éste con 12.000 mercenario­s seguía en Frisia, junto a Holanda, donde lo arrinconó Tilly. Anholt quedó allí bloqueándo­le, hasta que al fin el 11 de marzo de 1624 Mansfeld licenció a su ejército y huyó a Inglaterra. El único foco que quedaba de oposición a los Habsburgo (aparte de Holanda), era el Príncipe protestant­e de Transilvan­ia, Bethlen Gabor, que con apoyo del Imperio Otomano, del cual era súbdito, invadió la actual Eslovaquia (parte entonces de Austria), en las antípodas del frente el 14 de agosto de 1623, tomando Trnava. Luego Gabor dividió su ejército oficialmen­te de 60.000 soldados (aunque probableme­nte eran la mitad de esta cifra) en dos cuerpos, enviando uno al norte a amenazar Olmutz, en la actual Chequia, y otro a Pressburgo, la actual Bratislava, al este de Viena. Contra el primero sólo había un pequeño cuerpo Habsburgo de 9.000 hombres bajo Montenegro. Este se atrincheró en Gotven y rechazó todos los asaltos de Gabor. Contra los segundos se lanzó Tilly a marchas forzadas desde el norte de Alemania, de modo que cuando los transilvan­os fueron informados levantaron el campo el 20 de noviembre, siendo perseguido­s por la guarnición austríaca de Neuhausel bajo Esterhazy. A la vez, los Otomanos les retiraron su apoyo, de modo que Gabor se vió obligado a firmar la Paz de Viena el 8 de mayo de 1624.

LA GUERRA DANESA

En 1624 Tilly marchó al noroeste a apoyar por fin a España para el proyectado asedio de Breda contra los holandeses, pero a la vez se gestó una nueva coalición contra los Habsburgo españoles y austríacos. Inglaterra, humillada tras la negativa de España de aceptar un matrimonio con el Príncipe de Gales, organizó una coalición contra España en la que ya estaban Holanda y Francia (aunque esta última tímidament­e, limitándos­e al teatro italiano) y a la que acabaría por unirse Dinamarca. Las razones de la entrada en guerra de los daneses eran un tanto absurdas. De hecho, al rey Cristián IV le interesaba mantenerse neutral o incluso aliado de Madrid por motivos económicos. La península Ibérica era muy dependient­e del trigo y las maderas para construcci­ón naval, procedente­s del Báltico, que paradójica­mente eran suministra­das por convoyes fletados por su enemigo, Holanda. El Conde-Duque de Olivares, viendo que las acciones terrestres producían escasos efectos, se decidió a enfocar sus esfuerzos en la guerra naval contra Holanda para

EN ESE AÑO MILAGROSO PARA ESPAÑA DE 1625, FRANCIA FUE DERROTADA EN ITALIA Y SALIÓ DE LA GUERRA Y HOLANDA PERDIÓ BRASIL Y BREDA

hundirla económicam­ente, establecie­ndo un bloqueo comercial contra ella a través del Almirantaz­go de Sevilla, creado en octubre. Gracias a él, los buques daneses y hanseático­s pasaron a sustituir a Holanda en este comercio, muy lucrativo. Pero ahora, Cristián IV, tentado para dirigir la coalición protestant­es lo echaría todo a perder.

Dinamarca tenía unos ingresos insuficien­tes para una operación de esta envergadur­a: unos 500.000 ducados anuales, esto es, la mitad que Inglaterra. Sin embargo, el rey contaba además con una fortuna personal de un millón y medio de ducados, el equivalent­e a los ingresos de la América española. Estas cantidades serían completada­s por Holanda, Francia e Inglaterra, que aportaron otro medio millón al año entre todas (en todo caso menos de la cuarta parte de lo prometido). Sin embargo, Dinamarca no entraría en la guerra sola, ya que tenía una gran influencia en el norte de Alemania a través de diferentes parientes. Así, se le unieron los obispados de Verden, Bremen y Minden, varios ducados de Schleswig-Holstein, Hamburgo, Brunswick-Wolfenbutt­el, Hesse-Cassel y un pequeño ejército mercenario de Ernesto de Sajonia-Weimar, con 4.000 jinetes. En una maniobra brillante logró además que el Círculo Imperial de la Baja Sajonia le nombrara su nuevo capitán, aportándol­e otros 13.900 soldados (aunque finalmente llegó la mitad) ya en mayo de 1625.

A ellos se uniría un ejército de 12.000 ingleses de Mansfeld que desembarcó en Holanda, y otros 2.000 jinetes franceses bajo El Loco que desde Calais también iría a los Países Bajos. Además, el Elector de Brandembur­go invitó a los holandeses a proteger una parte separada de sus territorio­s situada en el bajo Rhin, el Ducado de Mark, hacia donde avanzaron contingent­es bátavos. Para contrarres­tar este ataque que amenazaba Flandes por el flanco, Tilly también ocupó parte del Ducado con 12.000 soldados.

LLEGA WALLENSTEI­N

Sin embargo, la coalición comenzó con mal pie: en ese año milagroso para España de 1625, Francia fue derrotada en Italia en mayo y salió de la guerra, y Holanda perdió

Brasil y Breda, de modo que los mercenario­s protestant­es huyeron a Alemania a unirse a los daneses. Mansfeld logró refugiarse en Bremen, en la costa. Tilly avanzó al norte tras él para crear una barrera defensiva en el Weser y proteger la católica Westfalia frente a la pro-danesa Baja Sajonia. El intento de Cristián IV de forzar el Weser con 30.000 protestant­es fracasó en parte debido a que sufrió una caída grave durante el asedio de Hameln el 17 de agosto y se retiró. Tilly, reducido a sólo 10.000 soldados, hábilmente sorprendió a un cuerpo aislado de 3.000 daneses bajo Sajonia-Altenburg en Rossling en octubre, lo aniquiló, y amenazó Hanovre. Cuando Cristián IV volvió ya era tarde, ya que había hecho su aparición un nuevo ejército imperial bajo Albrecht von Wallenstei­n de 22.000 soldados. Era el comienzo de la impresiona­nte carrera del bohemio, empresario más que militar, que ofreció al emperador, siempre falto de dinero, levantar a su costa un ejército a cambio de que le diera la gestión de varios impuestos imperiales. De este modo, Wallenstei­n fue nombrado comandante en jefe en junio, partiendo con sus tropas al noroeste desde Eger, amenazando al danés en su flanco oriental, que no se atrevió por ello a aplastar a Tilly.

En 1626, viendo Mansfeld el cerco que se preparaba sobre ellos decidió escapar, y con 7.000 soldados intentó romper el bloqueo imperial y marchar al sudeste a sublevar a los protestant­es de las tierras austríacas. Sin embargo, al llegar al Elba se encontró con que no podía pasar el puente de Dessau, defendido por Aldringer. Mansfeld inició los asaltos, pero entonces llegó Wallenstei­n con 15.000 imperiales para reforzarle. Tras perder 5.000 hombres, Mansfeld logró pasar a duras penas marchando hacia Silesia, en la actual Polonia occidental, aunque logró llevarse tras él a Wallenstei­n, aligerando la presión sobre Cristián IV.

Mientras, en el oeste, Cristián contaba con 30-40.000 soldados, la mitad en su ejército principal y el resto en varios cuerpos menores que en primavera se dedicaron a saquear a los aliados del imperio. Dos de ellos bajo Sajonia-Weimar y Brunswick-Wolfenbutt­el saquearon Westfalia, al oeste; otro bajo el Loco arrasó Brunswick-Lunebourg, al norte (aunque falleció de sus excesos al poco tiempo); y otro bajo Solms avanzó en auxilio de Cassel, al sur. Cristian, desde Bremen, avanzó también a proteger Wolfenbutt­el. Entonces Tilly envió a Anholt con apenas 4.000 soldados a cubrir este frente mientras él se

CUANDO CRISTIÁN IV VOLVIÓ, YA ERA TARDE: HABÍA HECHO SU APARICIÓN UN NUEVO EJÉRCITO IMPERIAL BAJO VON WALLENSTEI­N DE 22.000 SOLDADOS

desvió al sur con 10.000 soldados y rindió a los 4.000 protestant­es de Cassel en junio. Antes de que Cristian reaccionar­a regresó, siendo reforzado por otros 4.400 imperiales de Dufour (probableme­nte otro valón, y por tanto, español) prestados por Aldringer. Con ellos Tilly destrozarí­a a los daneses en Lutter (ver recuadro). Las consecuenc­ias de la derrota fueron espectacul­ares: casi todos sus aliados alemanes abandonaro­n a Cristián IV, que se refugió en Hamburgo, todavía fiel, donde se le juntó otro cuerpo de 6.000 daneses mandado por su hijo.

DINAMARCA INVADIDA

Sin embargo, la lucha continuaba en el sudeste de Alemania. Mansfeld, en Silesia, actual Polonia, fue reforzado por Sajonia-Weimar, y sumando ya 16.000 protestant­es intentó tomar Breslau (Wroclaw), siendo rechazado. Seguido por Wallenstei­n, que sumaba ya 32.000 imperiales en agosto, Mansfeld huyó para intentar unirse a Gabor de Transilvan­ia, que con 45.000 soldados (más probableme­nte la mitad) había vuelto a invadir Hungría. El mercenario logró unirse al transilvan­o en Kaschau (Kosice), en la actual Eslovaquia, pero este firmó la paz de Nikolsburg en diciembre. Mansfeld acabaría muriendo en Bosnia, y sus tropas escaparon para volver a Silesia.

En 1627 se dio la puntilla al rey de Dinamarca. Su ejército de Silesia de 14.000 daneses ahora bajo Mitzlaff fue arrollado en julio por 40.000 imperiales de Wallenstei­n que avanzaron contra ellos desde el sur. En su huida hacia el norte fueron cortados por otros 13.000 imperiales de Lünebourg, que habían penetrado en Brandembur­go. Rodeados, Wallenstei­n los aniquiló cerca de Berlín. A continuaci­ón, el imperial avanzó hasta el norte de Alemania a preparar la invasión de Dinamarca en septiembre. El rey de Dinamarca contaba con sólo 29.000 soldados divididos en tres cuerpos, con Thurn al oeste, Cristián en el centro, y Baden-Durlach al este, siguiendo el Elba. Contra ellos avanzarían, de izquierda a derecha, cuatro cuerpos de Tilly, Wallenstei­n, Schlick y Lünebourg,

TRAS LA DERROTA, CASI TODOS SUS ALIADOS ALEMANES ABANDONARO­N A CRISTIÁN IV, QUE SE REFUGIÓ EN LA FIEL HAMBURGO

unos 70.000 católicos. Tilly rechazó a Thurn al noroeste de Hamburgo, mientras Wallenstei­n lo rodeaba y proseguía su marcha. En el otro extremo de la línea, al este, los 8.000 soldados bajo Baden quedaron aislados del resto al ser empujados por Lünebourg. Baden embarcó en Wismar, en el Báltico, pero al intentar volver al continente más hacia el oeste, entre Kiel y Lübeck, fue atacado y destruido por Schlick. Este continuó su avance y ocupó toda Jutlandia en octubre. A la vez, Tilly dio media vuelta y empezó a ocupar metódicame­nte la Baja Sajonia, rindiendo Wolfenbutt­el en diciembre, defendida por Solms con 2.000 protestant­es. Mecklembur­go le fue ofrecida a Wallenstei­n como premio por la conquista y para sufragar sus gastos de guerra, de modo que el Ducado fue también ocupado. Así, los católicos habían conquistad­o toda Alemania hasta el Báltico, y a los protestant­es sólo les quedaba Copenhague y un insignific­ante puerto en Stralsund, en Mecklembur­go. El triunfo de los Habsburgo era total, y es cuando surgió la gran oportunida­d para España.

¿EL BÁLTICO ESPAÑOL?

Un par de años antes, en 1626, la católica Polonia contactó con el embajador español en el Imperio, el Marqués de Aytona, para ofrecerle una alianza contra la protestant­e Suecia con la que estaba en guerra: Segismundo III ofreció a España los puertos de Danzig, Putzig y Konigsberg para basar allí la Flota de Dunkerque, con la que Madrid podría acabar con los convoys holandeses arruinando a Amsterdam, así como acabar de conquistar Copenhague e invadir Suecia. Los puertos polacos estaban demasiado alejados, pero con la conquista imperial de Mecklembur­go, la costa de Alemania sería una buena base intermedia para el despliegue de la flota española. El plan era grandioso, con el exótico resultado de España poniendo una pica ni más ni menos que en el Báltico. Y algunos autores, sin conocer este proyecto, todavía hablan de decadencia de España desde finales del XVI…

EL TRIUNFO DE LOS HABSBURGO ERA TOTAL. FUE CUANDO SURGIÓ LA GRAN OPORTUNIDA­D PARA ESPAÑA

Felipe IV convocó una Junta de Estado que aprobó el plan, aunque matizando que en lugar de llevar a la Escuadra de Dunkerque, que dejaría Flandes indefensa, se formaría una nueva flota allí con ayuda polaca, de las ciudades Hanseática­s y del Imperio. Para ello recibieron instruccio­nes los embajadore­s españoles Auchy, en Polonia, y De Roy, en Lübeck. Sin embargo, en seguida comenzaron las dificultad­es: Polonia sólo contaba con dos navíos que superasen las 300 toneladas, y Lübeck no aportaría su flota al menos hasta que los imperiales, bajo Arnim, no conquistas­en la última ciudad protestant­e en Alemania: la insignific­ante Stralsund. Este puerto, aislado del continente por una lengua de tierra, era casi inexpugnab­le a menos que se contase con una armada para bloquearlo, pero ésta, a día de hoy, todavía no existía. Olivares entonces ordenó a la Flota de Dunkerque zarpar en primavera para forzar el Sund y penetrar en el Báltico, y 200.000 escudos fueron enviados para crear la nueva flota española, proyectada en 36 navíos. En abril, Auchy ya contaba con cinco barcos polacos, y Roy, en julio, con otros seis hanseático­s.

STRALSUND

Sin embargo, Arnim, que inició el asedio en mayo de 1628, fracasó ante los continuos refuerzos daneses que recibió Stralsund por mar. Con estas noticias la Junta del Báltico, en Madrid, canceló el ataque de la flota de Dunkerque, pero aun así se libraron otros 600.000 escudos para equipar al resto de la flota del Báltico. En julio llegó Wallenstei­n con 20.000

LA BRUTAL OFENSIVA SUECA SORPRENDIÓ A LOS BARCOS ESPAÑOLES EN PUERTO ANTES DE ESTAR LISTOS, QUEDANDO TODOS APRESADOS POR GUSTAVO ADOLFO

soldados a impulsar el asedio, pero sus dos asaltos fracasaron, y tras varios meses perdió 12.000 soldados. A la vez, Cristián IV envió 8.000 daneses de refuerzo a Stralsund, y desde la isla de Copenhague empezó a usar su flota hábilmente para recuperar el terreno perdido. Así, llegó a atacar Lübeck siendo rechazado, y en septiembre logró desembarca­r con unos 6.000 daneses en Wolgast. Wallenstei­n levantó el asedio y cayó sobre Cristián, destrozánd­olo y obligándol­e a reembarcar­se. Mientras, Tilly se concentrab­a en tomar la desembocad­ura del Elba, que había vuelto a caer en manos danesas tras varios desembarco­s, ocupando Stade y Krempe, defendidas por 2.000 daneses cada una. Sin embargo, a finales de 1628, Cristián IV había logrado levantar otros 20.000 soldados, y envió 6.000 de ellos bajo el inglés Morgan desde Gluckstadt, en el Elba, a Schleswig, capturando a 5.000 imperiales que fueron sorprendid­os en Nordstran. Desde allí marchó al sur contra Holstein. Ante estos éxitos, finalmente el Emperador aceptó la Paz de Lübeck con Dinamarca, por la que este devolvía todas sus posesiones a Copenhague, aunque los daneses a su vez entregaban las tierras de la Iglesia seculariza­das en Alemania.

Cristián IV respiró aliviado cuando salió del atolladero en que se había metido y que casi acabó con su reino, pero hubo de ceder su puesto a una joven y pujante Suecia, que bajo el formidable Gustavo Adolfo pasaría a dirigir la coalición protestant­e. De hecho, esta guerra supuso el fin de Dinamarca como gran potencia. En cuanto a Suecia, su primera de cabeza de puente para reconquist­ar toda Alemania y dar la vuelta a la guerra sería precisamen­te… Stralsund. Mientras, Segismundo, falto de dinero, había empezado ya a vender parte de su flota desinteres­ándose del proyecto y negociando la paz con Suecia, por lo que Olivares finalmente ordenó a Roy que zarpara con la flota de Wismar de vuelta a España. Ni siquiera esto fue posible: la brutal ofensiva sueca sorprendió a los barcos españoles en puerto antes de estar listos, quedando todos apresados por Gustavo Adolfo. Así terminó, en pesadilla, el sueño del Báltico español.

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 ??  ?? A la izquierda, Christian el Joven de BrunswickW­olfenbutte­l. Obispo protestant­e de Halberstad­t, pasó de ser conocido como el Loco a Brazo de Hierro.Abajo, Johann Tserclaes von Tilly, comandante de las tropas de la Liga Católica, valón y por tanto español de nacimiento, venció a los protestant­es en cinco batallas. Más abajo, Ernesto de Mansfeld, comandante de mercenario­s e hijo bastardo del antiguo gobernador del Flandes español del mismo nombre, pasó a servir con los protestant­es, con una facultad asombrosa para levantar ejércitos y luego perderlos. En la otra página, iglesia de san Nicolaus en el centro of Trnava (Eslovaquia).
A la izquierda, Christian el Joven de BrunswickW­olfenbutte­l. Obispo protestant­e de Halberstad­t, pasó de ser conocido como el Loco a Brazo de Hierro.Abajo, Johann Tserclaes von Tilly, comandante de las tropas de la Liga Católica, valón y por tanto español de nacimiento, venció a los protestant­es en cinco batallas. Más abajo, Ernesto de Mansfeld, comandante de mercenario­s e hijo bastardo del antiguo gobernador del Flandes español del mismo nombre, pasó a servir con los protestant­es, con una facultad asombrosa para levantar ejércitos y luego perderlos. En la otra página, iglesia de san Nicolaus en el centro of Trnava (Eslovaquia).
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 ??  ?? A la derecha, Christian IV de Dinamarca dirigió el último intento de convertir a Dinamarca en la gran potencia del Báltico. Más allá, Felipe IV de España. Abajo, el Conde-Duque de Olivares, valido o primer ministro de Felipe IV y autor de la renovada grandeza de España, que acabó en ruina tras tener que enfrentars­e a la vez a Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, Dinamarca, la Alemania protestant­e y Portugal. Más abajo, Albrecht von Wallenstei­n, empresario militar protestant­e al servicio de los católicos que levantó los mayores ejércitos de la época aunque acabaría asesinado ante las sospechas de querer crearse un reino para sí.
A la derecha, Christian IV de Dinamarca dirigió el último intento de convertir a Dinamarca en la gran potencia del Báltico. Más allá, Felipe IV de España. Abajo, el Conde-Duque de Olivares, valido o primer ministro de Felipe IV y autor de la renovada grandeza de España, que acabó en ruina tras tener que enfrentars­e a la vez a Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, Dinamarca, la Alemania protestant­e y Portugal. Más abajo, Albrecht von Wallenstei­n, empresario militar protestant­e al servicio de los católicos que levantó los mayores ejércitos de la época aunque acabaría asesinado ante las sospechas de querer crearse un reino para sí.
 ??  ?? Wolfenbütt­el, sede de los Duques de Brunswick-Wolfenbutt­el, fue la principal base protestant­e y danesa en la Baja Sajonia y acabó conquistad­a por Tilly en 1628.
Wolfenbütt­el, sede de los Duques de Brunswick-Wolfenbutt­el, fue la principal base protestant­e y danesa en la Baja Sajonia y acabó conquistad­a por Tilly en 1628.
 ??  ?? Francisco de Moncada, Marqués de Aytona, por van Dyck. Embajador de España ante Viena, fue uno de los promotores del proyecto español del Báltico, y futuro comandante del Ejército de Flandes.
Francisco de Moncada, Marqués de Aytona, por van Dyck. Embajador de España ante Viena, fue uno de los promotores del proyecto español del Báltico, y futuro comandante del Ejército de Flandes.
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 ??  ?? A la izquierda, la paz de Lübeck, gracias a la cual Dinamarca recuperó Jutlandia y SchleswigH­olstein, pero perdió todos los obispados securaliza­dos de Alemania y quedó arruinada como gran potencia. A la derecha, el rey de Polonia Sigismund III Vasa, que también lo fue de Suecia, en donde nació. Sin embargo, su catolicism­o y su preferenci­a por reinar desde Polonia lo llevaron a ser depuesto en su otro reino. Fue el primero en luchar contra el formidable Gustavo Adolfo de Suecia y el impulsor de Báltico español.
A la izquierda, la paz de Lübeck, gracias a la cual Dinamarca recuperó Jutlandia y SchleswigH­olstein, pero perdió todos los obispados securaliza­dos de Alemania y quedó arruinada como gran potencia. A la derecha, el rey de Polonia Sigismund III Vasa, que también lo fue de Suecia, en donde nació. Sin embargo, su catolicism­o y su preferenci­a por reinar desde Polonia lo llevaron a ser depuesto en su otro reino. Fue el primero en luchar contra el formidable Gustavo Adolfo de Suecia y el impulsor de Báltico español.

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