UN CLÁSICO
Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Iván Turguénev (1818-1883), uno de los mejores escritores rusos del siglo XIX, muy leído en el extranjero. Nórdica recupera una novela corta en la que aparecen algunas de las constantes literarias y temáticas de un escritor que pasó largas temporadas en el extranjero y que preconizó una occidentalización de algunos valores literarios y sociales, como se refleja en este libro.
El narrador, Piotr Petróvich B., ya mayor y enfermo, decide en 1874 escribir sobre su vida y lo hace tomando como hilo conductor la relación a lo largo de muchas décadas, intermitente, que tuvo con dos singulares personajes, Punin y Baburin. Los conoció cuando tenía doce años, en 1830, en la finca familiar que regentaba con mano de hierro su abuela, quien contrata a Baburin para que trabaje como secretario. Pero Baburin no viene solo, le acompaña Punin, un estrafalario personaje, infantil, loco, ingenuo, enamorado de la poesía y de la naturaleza con el que el narrador se muestra fascinado por sus ocurrencias, su espíritu libre y divertido, y su amor y pasión por la poesía, que declama de manera hiperbólica. Pero Baburin no dura mucho en casa de su abuela, pues no soporta el trato que esta da a sus siervos; Baburin, republicano, le planta cara y acaba siendo despedido.
Los vuelve a encontrar en 1837, 1849 y 1861. Los nuevos encuentros servirán para comprobar la fidelidad y constancia de Baburin a sus ideales políticos y sociales, siempre en abierta oposición al zarismo; y el jovial carácter de Punin. El libro acaba en 1861, después de que se publicase el manifiesto de la reforma campesina de Alejandro II que implicaba la emancipación de la servidumbre y que fue celebrado por todo lo alto por Baburin./A.T.