La “incógnita” Begoña
LA ALARGADA SOMBRA DE LOS SUCESOS DE LA BASÍLICA DE BEGOÑA EN BILBAO TODAVÍA ES UN ENIGMA. LOS HECHOS SUCEDIERON EL 16 DE AGOSTO DE 1942 Y MARCARON EL FUTURO DEL FRANQUISMO. PARECE CLARO QUE AQUEL INTENTO DE ATENTADO CONTRA EL MINISTRO DEL EJÉRCITO, EL CARLISTA JOSÉ ENRIQUE VALERA, SIRVIÓ A FRANCO PARA QUITAR DEL MEDIO A ELEMENTOS FALANGISTAS DE SU GOBIERNO. LA RESPONSABILIDAD DEL LANZAMIENTO DE LA GRANADA QUE PROVOCÓ 70 HERIDOS RECAYÓ SOBRE JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ, QUE FUE CONDENADO A MUERTE. ¿FUE UN CABEZA DE TURCO?
Si ha habido unos hechos históri- cos y políticos que marcaron el inicio de los primeros años del régimen franquista y causaron el primer gran cisma de envergadura interna en éste, esos fueron sin duda los trágicos sucesos de Begoña de agosto y septiembre de 1942 en los que perdió la vida el falangista sevillano Juan José Domínguez y en los que cayeron destituidos algunos de los más altos cargos políticos de la España del momento.
Tal y como narra su propia hija, a la que tengo el placer de conocer y entrevistar, María Celia Domínguez, su padre Juan José era oriundo y natural de Sevilla. Nace en 1916, y desde muy jovencito mostró una inquietud y sensibilidad social muy marcada y una fuerte atracción por lo que iba leyendo de la figura de José Antonio Primo de Rivera. Nada más crearse la Falange, Juan José se integra rápidamente en el núcleo fundacional de la Falange sevillana, dirigida por el primo del fundador, Sancho Dávila, y Narciso Perales, un joven activista entonces recién llegado a las filas falangistas del nacionalismo monárquico español de Albiñana.
Durante los tres años que precedieron a la guerra, Juan José participó abiertamente en numerosos actos políticos, tanto en el movimiento de calle como en el SEU (Sindicato Español Universitario), como en los llamados Sucesos de Aznalcóllar –un en- frentamiento masivo en las calles de esta localidad sevillana el 30 de abril de 1935 entre falangistas y comunistas–, acaso los más relevantes de su activismo político en pre-guerra, y que le costaron casi seis meses encarcelado en Sevilla y ser recompensado con el Aspa Blanca por el propio José Antonio Primo de Rivera. Tras su salida de prisión, Juan José se ve obligado a tomar precauciones por estar señalado por los comunistas locales sevillanos, y terminará con su exilio temporal a un pueblo de Córdoba. Estando allí, le coge el estallido de la guerra, teniendo que pasar la misma, según cuenta su hija María Celia Domínguez, en las filas republicanas hasta pasarse a las nacionales en el frente de Córdoba.
¿ESPÍA?
Entre 1940, tras el final de la guerra, y el año de su ejecución, 1942, la vida de Domínguez se asemeja a toda una película bélica de acción. María Celia cuenta que su padre formó parte de un complejo sistema de espionaje en Gibraltar (ambicionado por británicos y nazis para controlar el Mediterráneo y conectar con las posiciones en África), en la inteligencia naval alemana en España al mando del controvertido almirante Wilhelm Canaris, jefe entre 1935 y 1944 del todopoderoso servicio de inteligencia alemán.
Esos dos años últimos de vida de Domín- guez, acaso los más controvertidos y misteriosos, investigados documentadamente por su nieto, Carlos Domínguez y por el historiador Miguel Ángel Gimeno, los pasa como organizador de actos de sabotaje militar en Gibraltar contra los intereses y buques británicos. Según contaba Domínguez, apoyado documentalmente por los estudios e investigaciones de Gimeno, en un encuentro monográfico sobre su padre celebrado en Madrid en 2016, “Juan José fue una víctima de una lucha de poder. Era necesario quitar a un elemento que era bastante perjudicial para el régimen de Franco. Juan José era agente de la inteligencia naval alemana, que estaba a las órdenes del almirante Canaris, y pretendió volar la Roca. Su nombre en
ENTRE 1940, TRAS EL FINAL DE LA GUERRA, Y EL AÑO DE SU EJECUCIÓN, 1942, LA VIDA DE DOMÍNGUEZ SE ASEMEJA A TODA UNA PELÍCULA BÉLICA DE ACCIÓN
clave era DO, y así consta en los archivos que le pasaba el contraespionaje británico a Winston Churchill. Estaba haciendo mucho daño. Eso, probablemente, influyó de manera decisiva para quitárselo de en medio, porque interesaba al régimen franquista”.
LOS SUCESOS DE 1942
Sea como fuere, bien de forma fortuita, bien víctima de una maniobra de engaño a gran escala, lo cierto es que el domingo 16 de agosto de 1942, Juan José Domínguez y otros acompañantes se encontraban frente a la explanada de la basílica de Begoña en pleno centro de Bilbao. Los sucesos, desde la óptica del régimen franquista que lo encausó y condenó a muerte, se relatan en el Consejo de Guerra celebrado en Bilbao el 24 de agosto de 1942 presidido por el general de Brigada Antonio Castejón Espinosa, quien firmó la sentencia de muerte. Afirma: “Se anunció la celebración para el día 16 del corriente mes de agosto una misa en la basílica de Nuestra Señora de Begoña. Los procesados Juan José Domínguez Muñoz, Jorge Hernández Bravo y Luis Lorenzo Salado, salieron de Madrid para Irún en el coche oficial, comisionados para ir a recibir a los voluntarios españoles de la División que regresaba de Rusia, y llegada aquella expedición se trasladaron en el mismo coche con el soldado repatriado Virgilio Hernández Rivadulla y otro soldado a San Sebastián primero, y después a Bilbao donde llegaron en la noche del día 15 del mes en curso. Algunos días antes habían llegado a Bilbao procedentes de Valladolid donde residían y desempeñaban los cargos de FET y de las JONS los procesados Hernando Calleja y Eduardo Berastegui, y ya en esta plaza tuvieron noticias de que iba a celebrarse el acto anterior. Ambos grupos de militantes de FET y de las JONS, se pusieron de acuerdo, bien en San Sebastián, para alterar el orden público por medios violentos en el acto cuya celebración en la basílica de Begoña había sido anunciado, al que suponían habrían de acudir un elevado número de personas de las afiliadas a la Comunión Tradicionalista”.
“El domingo 16 se celebró, a las 11 de la mañana, la misa anunciada en la Basílica de Begoña, a la que asistió numeroso público. Mientras se celebraba la misa, llegaron a la explanada que existe frente a la Basílica los dos coches oficiales de FET y de las JONS, por separado, pero con escasa diferencia de tiempo, y apartaron en la cuesta de la carretera que da acceso a la entrada, en posición de poder salir inmediatamente de la explanada. Del coche de Valladolid descendieron el teniente Calleja y Eduardo Berastegui, penetrando en el templo en el que permanecieron hasta poco antes de terminar la misa. Del otro coche de Madrid, se apearon Domínguez, Hernández Bravo y Lorenzo Salado, con uniforme de falangistas, y Hernández Rivadulla, con uniforme de soldado de la División de Voluntarios, quedando los cuatro en la explanada sin llegar a entrar al templo. Una vez terminado el acto religioso, la gran masa de público que salía de la basílica comenzó a dar gritos de exaltación patriótica, y otros acordes a los postulados del tradicionalismo, sin que fuera pronunciado ningún 'muera España' ni 'muerte al Caudillo', como llegaron a afirmar algunos de los procesados”.
“El teniente Calleja dio distintos gritos que fueron secundados por los demás que vestían el mismo uniforme falangista, lo que ocasionó algunos tumultos y en el momento
LOS SUCESOS, DESDE LA ÓPTICA DEL RÉGIMEN FRANQUISTA QUE LO ENCAUSÓ Y CONDENÓ A MUERTE, SE RELATAN EN EL CONSEJO DE GUERRA CELEBRADO EN BILBAO EN 1942
preciso en que salía del templo el Ministro del Ejército con las demás autoridades, y al llegar a la escalinata exterior frente a la Basílica, el citado teniente Calleja enarboló una muleta que llevaba, y acto seguido, el falangista de Madrid, Juan José Domínguez, sacó del bolsillo del pantalón una bomba de mano de gran potencia, que arrojó contra el grupo que formaban las autoridades, la cual se desvió providencialmente, haciendo explosión al caer cerca de uno de los bancos laterales de la explanada, y ocasionó elevado número de víctimas.”
“Ante la brutal e inesperada agresión, el público reaccionó con violencia, teniendo que intervenir con rapidez y energía el Ministro del Ejército, que bajó la escalinata y logró calmar los ánimos. El procesado que arrojó la bomba, Juan José Domínguez, fue detenido por un testigo presencial, quien lo entregó a un Guardia de la Policía Armada, siendo también detenido en el acto el teniente Calleja y los falangistas Hernández Bravo y Lorenzo Salado.”
“El procesado Berastegui, al forcejear con el público, dejó caer una pistola y logró llegar al coche, cuyo conductor se prestó a facilitar la huida. En cuanto al procesado Hernández Rivadulla, por no ir vestido con uniforme de falange, pasó inadvertido en los primeros momentos, siendo también detenido. Los hechos que se declaran probados constituyen los delitos: delito contra la Seguridad del Estado, el delito consumado de depósito de armas y municiones de guerra, delito de Atentado de la Autoridad del Ministro del Ejército y demás Autoridades que le acompañaban, y delito de insulto a Superior en acto de servicio. No concurre en ninguno de los procesados circunstancias específicas de atenuación de la responsabilidad original en cuanto a las agravantes de uso de explosivos, premeditación, y ofensa o desprecio de respeto que merezca el ofendido”.
“Condenamos a los procesados Juan José Domínguez Muñoz y Hernando Calleja a la pena de muerte. Al procesado Jorge Hernández Bravo a la pena de treinta años de reclusión mayor. A los procesados Luis Lorenzo Salado y Eduardo Berastegui a la pena de veinticinco años de reclusión mayor. Al procesado Virgilio Hernández Rivadulla a la pena de veinte años de reclusión mayor. Al procesado Eugenio Moretón Soriano a la pena de diez años de prisión mayor. Y que debemos absolver y absolvemos al procesado Roberto Valero Fernández”.
“VIVA EL REY”
La sentencia se llevó a cabo posteriormente, pero frente a este pliego de acusaciones dirigido por el general Castejón contra los siete acusados se levantaron rápidamente voces discordantes, la mayoría en secreto mostrando solidaridad con los acusados y algunas públicamente, tanto en el momento de los sucesos como tiempo después. Sin embargo, la versión más extensa y documentada que desmonta la oficial del régimen franquista y del Consejo de Guerra la ofrece el 15 de septiembre de 1942 –apenas dos semanas después del fusilamiento de Juan José Domínguez– un extenso informe de 10 páginas (inédito y facilitado por el archivo privado de María Celia Domínguez) firmado por el encausado Jorge Hernández Bravo, con autorización y rúbrica de los procesados Hernando Calleja, Luis Lorenzo Salado, Eduardo Berastegui, Virgilio Hernández Rivadulla, y Eugenio Moretón Soriano –es decir, todos menos el único fusilado del juicio llevado a cabo, Juan José, ya que la condena a muerte de Hernando Calleja fue conmutada por la de prisión–, y dirigido al Secretario General del Movimiento José Luis Arrese, en el que afirma: “El 11 de agosto, Guitarte, Jefe Nacional del SEU, me encomendó me trasladase a Irún a recibir en su nombre a los camaradas de la División Azul, entre los que debían encontrarse Mariano Sánchez Covisa y Virgilio Hernández Rivadulla, y que una vez agasajados en San Sebastián y en Bilbao,
FRENTE A ESTE PLIEGO DE ACUSACIONES DIRIGIDO POR EL GENERAL CASTEJÓN CONTRA LOS SIETE ACUSADOS, SE LEVANTARON RÁPIDAMENTE VOCES DISCORDANTES
"CUMPLIMOS CON NUESTRA OBLIGACIÓN DEFENDIENDO A NUESTROS CAMARADAS, A LA FALANGE Y A ESPAÑA, SIENDO CONTESTADOS NUESTROS ARRIBA ESPAÑA CON MUERA"
regresaren a Madrid. Una vez recogidos los citados camaradas en la frontera, llegamos a Bilbao el día 14 por la noche: El día 16 a las 12 de la mañana, nos dirigimos al monte Archanda para disfrutar de una panorámica de toda la ciudad. Al llegar a la explanada de la iglesia de Nuestra Señora de Begoña (paso obligado para subir a Archanda), observamos un gran gentío. Detuvimos el coche y descendimos de él para ver aquella manifestación, pudiendo leer todos y cada uno los letreros de cuatro grandes pancartas, cuyo contenido era el siguiente: ‘Viva el Rey, muerte a los traidores'. Mis camaradas regresaban ya hacia el coche, cuando a continuación de una serie de gritos subversivos oí un fuerte Arriba España, al que siguió un momento de silencio expectativo, procediendo a continuación la multitud a golpear a una o varias personas en la escalinata de salida del templo. Avisé a mis camaradas, y juntos procedimos a defender con nuestros puños a quienes estaban siendo agredidos. Cumplimos con nuestra obligación defendiendo a nuestros camaradas, a la Falange y a España, siendo contestados nuestros Arriba España con Muera y con Muera nuestro Viva Franco. Acompañados por un Comisario de la Policía que voluntariamente se prestó a ello, fuimos a la Casa de Socorro y a la Comisaría para presentar la oportuna denuncia de lo que acababa de ocurrir. Una vez allí y por orden del Gobernador Militar, pasamos incomunicados a los calabozos, y más tarde a la Prisión Provincial de Bilbao”.
A continuación, Hernández Bravo desmiente, punto por punto, el informe oficial:
–Que la ceremonia religiosa estaba anun- ciada previamente, pero no el acto político tradicionalista que se llevó a cabo posteriormente, definida por el procesado como “monárquico, antifalangista y antifranquista” y lleno de jóvenes armados y mercenarios.
–Que el primer coche no llega a Bilbao la noche anterior, sino dos noches antes y se enteran del acto la misma mañana de los sucesos, mientras el grupo del otro coche se entera del acto estando allí y una hora después del inicio de éste y de forma fortuita porque alguien se lo comenta por la calle.
–Desmiente que el acto se planificase por tanto previamente en San Sebastián por los dos grupos, ya que ambos ni se conocían ni se cruzaron previamente en otras ciudades ni siquiera en la propia Bilbao más que después de los sucesos.
–Los dos coches no llegaron mientras se producía la misma, sino que uno de ellos llegó antes de empezarse, para asistir a ella, y el otro más de una hora después del inicio de ésta.
–Nadie iba vestido de falangista, sino de paisano.
–Pone en duda que el Ministro del Ejército saliera antes de la explosión y por tanto que el atentado fuera contra él, y afirma más bien que el Ministro escucha la explosión dentro del templo.
–Desmiente y pone en duda que Juan José Domínguez fuera el autor de la bomba. Además desmiente que fuera detenido en el acto y afirma que el testigo que le identifica como autor por haberlo visto en el lugar de los hechos le confunde de aspecto y hasta de color de pelo.
TUMULTO… Y NO SE SABE QUÉ PASÓ
Por supuesto, ninguna autoridad ni jerarquía del régimen hace gestión ni desde
EL INFORME DE HERNÁNDEZ BRAVO DESMENTÍA QUE DOMÍNGUEZ FUERA EL AUTOR DE LA BOMBA Y QUE LO HUBIERAN DETENIDO EN EL ACTO
luego maniobra para salvaguardar el interés de los falangistas detenidos, ni en su momento para salvarle la vida a Juan José Domínguez, fusilado a toda prisa dos semanas antes de la redacción del informe de Hernández Bravo. A pesar de ello, algunos falangistas intentaron por todos los medios que estuvieron a su alcance mover cielo y tierra y movilizar a todas las influencias posibles para paralizar aquella espiral de locura.
Entre ellos estuvo su amigo personal de la juventud Narciso Perales, que, siendo Gobernador Civil de León, intentó parar aquello por todos los medios y hablar con el mismísimo Franco. Se entrevistó con el Secretario General del Movimiento Arrese, con el Ministro de Exteriores Ramón Serrano Suñer, con destacados falangistas y jerarcas del Movimiento como Miguel Primo de Rivera, o Girón, e incluso con el Ministro de la Gobernación Galarza, para tratar de influir en el ánimo de Franco y frenar a los militares liderados por el Ministro del Ejército, quien estaba presionando para lograr un escarmiento a la Falange. Todo fue en vano.
Después de los mencionados sucesos, Juan José Domínguez, acusado de cometer el atentado con bomba en Begoña, es internado en la cárcel de Larrínaga de Bilbao, ubicada en pleno casco viejo de la capital vasca, no muy lejos del santuario de Begoña. Allí estuvo preso hasta la celebración del Consejo de Guerra que lo condenó a muerte. Finalmente, la sentencia se cumplió y el día 1 de septiembre de 1942, en la misma prisión donde se encontraba, fue fusilado y enterrado en el cementerio bilbaíno de Derio hasta los años 80, cuando su hija María Celia consiguió re- cuperar el cuerpo y trasladarlo a un panteón familiar en el madrileño municipio de Galapagar, donde aún hoy en día descansa.
LA ÚLTIMA PALABRA
El propio Domínguez escribió un último documento para la posteridad, Mensaje a la posteridad nacional-sindicalista, escrito en la cárcel de Larrínaga a las 22 horas del 1 de septiembre de 1942:
“Estoy condenado a muerte y espero orgulloso, satisfecho y confiado el momento ansiado de unirme en los luceros a nuestro José Antonio. No quiero recordar la monstruosidad de mi sacrificio. Fiel y disciplinado, como norma preeminente de la Falange, fui testigo de un atentado contra nuestro jefe nacional Francisco Franco Bahamonde, y respondí con cuanto pude a defender nuestros principios y los de nuestro jefe. Él, en estos momentos de vacilaciones impropias de la senda que señalara José Antonio, inconsciente tal vez, se ha unido a nuestros enemigos seculares extranjeros, pero él sabrá responder ante Dios y ante la Historia de una debilidad impropias de un General que ostenta la Gran Cruz Laureada de San Fernando, y que grabó con letras de oro una etapa de resurrección nacional. Juventudes españolas que os formasteis en nuestras doctrinas, que supisteis con arrojo y valor crear unos corazones capaces de los mayores sacrificios, vigilad a los niños de hoy encauzándoles hacia nuestro Yugo y Flechas signos de unión y de Imperio de una raza que supo morir y vencer ante los enemigos más fuertes del mundo. Os pido reivindiquéis mi nombre y sepáis ser como José Antonio, los forjadores de la España Grande y Libre que él soñara”.
LA SENTENCIA SE CUMPLIÓ Y EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 1942, EN LA MISMA PRISIÓN DONDE SE ENCONTRABA, FUE FUSILADO Y ENTERRADO LUEGO EN EL CEMENTERIO DE DERIO