Pelea como una chica
EL SIGLO XIX HALLÓ EN ESTA POETA Y NOVELISTA SANTIAGUESA, QUE CANTÓ COMO NADIE LAS BELLEZAS DE SU TIERRA, A UNA DE SUS MAYORES FIGURAS LITERARIAS. EN UN TIEMPO EN EL QUE NO ESTABA BIEN VISTO ESCRIBIR EN GALLEGO, ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885) CONTRIBUYÓ A DIGNIFICAR ESTA LENGUA. NO FUE SU ÚNICO DESAFÍO. ¡ERA, ADEMÁS, MUJER! SANDRA SABATÉS RECUERDA SU FIGURA EN EL LIBRO PELEA COMO UNA CHICA (PLANETA, 2018), QUE INCLUYE OTRAS TREINTA SEMBLANZAS DE ILUSTRES MUJERES ILUSTRES QUE LUCHARON PARA ABRIR CAMINOS. POR GENTILEZA DE LA EDITORIAL, REPRODUCIMOS EN ESTAS PÁGINAS EL CAPÍTULO DEDICADO A LA AUTORA DE CANTARES GALLEGOS Y FOLLAS NOVAS, UNA VOZ CRÍTICA, AUDAZ Y COMPROMETIDA QUE, CONTRA VIENTO Y MAREA, SE LABRÓ UN NOMBRE EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA UNIVERSAL.
Mujer, de padres des- conocidos y con pretensiones literarias. Una mezcla que, de entrada, tenía pocos elementos a favor. Creció bajo el estigma y la presión social de ser hija ilegítima en pleno siglo XIX, fruto de una relación prohibida y clandestina entre un sacerdote y una mujer que, incapaz de asumir su deshonra, la abandonó nada más nacer. Creció al cuidado de sus tías, en Santiago de Compostela, hasta que años después la madre, arrepentida, regresó dispuesta a hacerse cargo de ella. Quiso reparar su error, enfrentándose a una sociedad dispuesta a recriminarle el más mínimo error. Y juntas empezaron así una nueva lucha en la que solo la muerte volvería a separarlas. Algo que, sin duda, marcó el carácter de Rosalía.
A los veinte años, viviendo ya en Madrid, Rosalía publicó LA flOR, un libro de poesía por el que recibió numerosos elogios, entre ellos el de Manuel Murguía, historiador y periodista de La Iberia, con quien se casó un par de años después. Él fue el primero en alentar a Rosalía a que siguiera escribiendo, a pesar de considerarse un oficio propio de varón, y que lo hiciera además en su lengua, siempre y cuando, eso sí, cumpliera antes con las labores domésticas. Ese mismo año, vería la luz su primera composición en gallego: Adiós ríos, adiós fontes.
LA REVOLUCIÓN DE LA POESÍA
Era tan solo el inicio. Rosalía revolucionó la poesía, experimentó con las ideas, el ritmo, la métrica, innovó tanto en el fondo como en la forma. No en vano, se la considera una precursora de la poesía española moderna y del Rexurdimento, movimiento que se inició justamente con la publicación de sus Cantares gallegos en 1863, uno de los primeros libros con- temporáneos escrito íntegramente en esa lengua. Esta fue una de sus prioridades: devolver al gallego el carácter culto. De hecho, el día que vio la luz esta obra, el 17 de mayo, sirve hoy para conmemorar el Día de las Letras Gallegas. Aunque no fue hasta la publicación de Follas novas, su segundo poemario en gallego, que escribió un año antes de morir, cuando adquirió reconocimiento y fama internacional.
No fue fácil, sin embargo, el camino. Rosalía tuvo que aguantar el escarnio por parte de una sociedad que le reprochaba
constantemente su interés por la escritura, que pretendiera ponerse al nivel de los literatos. Llegaron incluso a insinuar que no era ella, sino su marido quien escribía sus obras. Así que decidió aprovechar sus textos para denunciar ese trato denigrante y discriminatorio que recibían las escritoras, a las que habitualmente aconsejaban que “dejaran la pluma y repasaran los calcetines de sus maridos”. El prólogo de su primera novela, La hija del mar (1857), constituye ya un auténtico manifiesto feminista en el que reivindica el derecho de la mujer a una formación de calidad y a ejercer en libertad para poder dejar de ser una víctima subyugada por el modelo patriarcal, ya que, tal y como ella misma denunciaba, “todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben”. Esa parcela, la cerebral, del conocimiento, estaba reservada a los hombres. De ellas dependían los sentimientos, el mundo afectivo. De manera que tener ambiciones intelectuales era interpretado como un fallo de la naturaleza, la mujer se masculinizaba y perdía todo encanto y atractivo sexual. Y aun así, se la seguiría considerando simple amateur de la escritura, con lo cual, por mucho talento que tuviera, nunca se le reconocerían igual sus méritos. Esos obstáculos con los que se topó en su empeño por abrirse paso como escritora los reflejó en Las literatas. Cartas a Eduarda, obra en la que, decepcionada, reflexiona sobre las dificultades y desaires a los que se vio sometida precisamente por querer dedicarse a este oficio. Aunque por muchas contrariedades que encontrara a su paso, lejos de rendirse, siempre mantuvo un espíritu reivindicativo. En el artículo Lieders, publicado en el Álbum del Miño (1860), clama por la igualdad y defiende su propia libertad, asegurando que nada
SU PRIMERA NOVELA CONSTITUYE YA UN MANIFIESTO EN EL QUE REIVINDICA EL DERECHO DE LA MUJER A UNA FORMACIÓN DE CALIDAD
puede “contener la marcha de sus pensamientos, que son los que rigen su destino”.
En sus obras cobran especial relevancia las mujeres. Algunas están sometidas; otras luchan por cortar las cadenas que las oprimen, por su propia liberación. Mujeres que pelean por decir lo que piensan y lo que sienten, que seducen y desean. Mujeres que han sido rechazadas, porque son huérfanas o por no haberse casado aún. Señaladas, humilladas, maltratadas. Mujeres enamoradas y mujeres que, como su madre, se sintieron traicionadas por amor. Siempre la defendió y le dedicó buenas palabras. La hija del mar es todo un homenaje hacia ella, a su valentía por enfrentarse a una sociedad que la juzgaba por ser madre soltera.
Eso es lo que pretendía Rosalía, que las mujeres se vieran reflejadas en sus páginas y tomaran conciencia de su condición, para que, a partir de ahí, ellas mismas se rebelaran contra un sistema que las aislaba y esclavizaba, y pudieran recuperar su dignidad y ser libres. Para ello, reclamó
ESO ES LO QUE PRETENDÍA ROSALÍA, QUE LAS MUJERES SE VIERAN REFLEJADAS EN SUS PÁGINAS Y TOMARAN CONCIENCIA DE SU CONDICIÓN
una mayor formación y no dudó en echar en cara a las mujeres de clase alta que renunciaban a formarse que desperdiciaran la oportunidad que se les ofrecía para acercarse al conocimiento, un lujo que las demás no podían permitirse.
REIVINDICACIÓN DE LA MUJER
Tanto en poesía como en prosa, quiso reivindicar una mejor situación para la mujer española de finales del siglo XIX y, en especial, para las gallegas que sufrían la miseria, víctimas de la precariedad laboral. Siempre reivindicó sus orígenes, sus raíces. Galicia fue uno de los grandes ejes centrales de sus obras. Escritora crítica y comprometida, denunció la pobreza que obligaba a su pueblo a marcharse en busca de un futuro mejor, gente que quedó marcada para siempre por la morriña, la nostalgia. Una actitud vital, la saudade, que siempre acompañó a Rosalía y tiñó de tristeza muchos de sus escritos, que a menudo fueron también reflejo de su propia experiencia personal. Y es que su vida estuvo siempre marcada por las ad- versidades: a su delicada salud se unió el dolor por la muerte de algunos de sus hijos, las estrecheces económicas y la soledad tras los continuos traslados de su marido por trabajo.
Falleció joven, víctima del cáncer, a los cuarenta y ocho años. Tendida en la cama, reclamaba ver por última vez el mar, tan recurrente en sus obras, símbolo tradicional de maternidad y de muerte en sus páginas, y tan inalcanzable desde su ventana de Padrón.
No llegó a disfrutar el éxito. Fue tras su muerte cuando empezó a valorarse su obra y a engrandecerse su figura. Quién le iba a decir que su imagen acabaría apareciendo en los billetes de 500 pesetas. Eso, y que, con el tiempo, sus obras se podrían leer en las principales lenguas del mundo. Hoy, es nuestra gallega más universal.
NO LLEGÓ A DISFRUTAR EL ÉXITO. FUE TRAS SU MUERTE CUANDO EMPEZÓ A VALORARSE SU OBRA Y A ENGRANDECERSE SU FIGURA