Asesinatos húmedos
LOS SEIS SUCESOS VIOLENTOS MÁS MISTERIOSOS DE LA HISTORIA RECIENTE DE ESPAÑA
LA HISTORIA DE ESPAÑA DE LOS ÚLTIMOS 80 AÑOS, TOMANDO COMO PUNTO DE PARTIDA EL MOMENTO EN QUE FRANCO SE CONVIRTIÓ EN JEFE DEL ESTADO TRAS GANAR LA GUERRA CIVIL, ESTÁ LLENA DE CRÍMENES CON UNA VERTIENTE POLÍTICA QUE NUNCA
SE HA ESCLARECIDO. SON ASESINATOS EN LOS QUE SE INTUYE LA PRESENCIA OCULTA DE AGENTES OSCUROS PERTENECIENTES A GRUPOS ORGANIZADOS, MAFIAS DEL PODER, SERVICIOS SECRETOS O BANDAS TERRORISTAS, EMPEÑADOS EN QUE SU PRESENCIA NO FUERA DETECTADA. POR DESGRACIA, NO SOLO LO CONSIGUIERON, SINO QUE EN ALGUNOS CASOS FUERON CAPACES DE DESVIAR EL CENTRO DE ATENCIÓN HACIA UNOS INDIVIDUOS, QUE SI BIEN ERAN EJECUTORES MATERIALES, NO PASABAN DE MEROS PEONES A SU SERVICIO.
Los servicios secretos utilizan la terminología de “trabajos húmedos” para referirse a aquellas acciones que les exigen el derramamiento de sangre. Históricamente tapan su presencia en esos atentados para evitar que nadie los vincule con ellos y, especialmente, con los jefes políticos que se los han encargado. Habitualmente esos trabajos son catalogados como “limpios”, es decir, que aunque muchos sospecharan la presencia de grupos extraños detrás del asesinato, su identificación, al menos legalmente, fuera menos que imposible. Lo que ocurre es que no siempre esas acciones han sido tan exitosas como ellos esperaban, debido a errores garrafales durante la ejecución o a pequeñas pistas obtenidas en los días,
meses o años siguientes. Si esto sucedía terminaban siendo catalogadas como operaciones húmedas “sucias”.
España ha vivido en los últimos 80 años muchos “trabajos húmedos” de los dos tipos, ejecutados por grupos bien diferentes, la mayor parte de los cuales nunca han sido totalmente resueltos. De entre todos, hemos seleccionado seis que por razones bien distintas han marcado la historia de nuestro país sin que el misterio se haya resuelto del todo…
1973: CARRERO BLANCO, EL INCÓMODO
El pasado mes de diciembre se cumplieron 45 años del salvaje atentado que costó la vida en Madrid al entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. El franquismo estaba muriendo al mismo tiempo que el dictador Franco. Desde 1969 el príncipe Juan Carlos era el sucesor, lo que hacía albergar a muchos la posibilidad de que con él llegara un cambio político hacia la democracia. Sin embargo, el almirante Carrero Blanco era un eslabón bien situado del viejo régimen que hacía peligrar las ansias de libertad del pueblo.
Estados Unidos controlaba la vida política española en las sombras desde que en 1952 firmó un acuerdo con el gobierno de Franco para instalar sus bases en España y dar respaldo político a la dictadura. En octubre de 1973, durante la guerra del Yom Kipur entre israelíes y árabes, Carre- ro Blanco puso límites al sobrevuelo de sus aviones de combate sobre territorio español, algo inusual, que molestó sobremanera al país más poderoso de la tierra. El presidente español pretendía presionar a Estados Unidos para que firmase un acuerdo bilateral que reconociera a España como socio más que como plebeyo. Esta decisión hizo ver a los estadounidenses que con él al frente del gobierno quizás el príncipe Juan Carlos no podría llevar a cabo la transición pacífica que beneficiaba a sus intereses.
Al mismo tiempo, la banda terrorista ETA, cuya actividad ese año no era demasiado importante, había planeado matar al número dos de Franco. No disponían de una infraestructura importante en Madrid, ni tampoco de terroristas expertos o armamento de calidad. Sin embargo, dispusieron de toda la información relativa a las actividades diarias de Carrero Blanco.
Alguien nunca identificado les facilitó en el hotel Mindanao de Madrid un informe con los datos necesarios para el atentado. La pista más creíble señala a un militar español que entregó el informe a un contacto de la CIA, quien a su vez se lo pasó a un agente vasco relacionado con el PNV. Este agente fue el que le pasó la información a uno de los terroristas de ETA. Hay que tener presente que el partido nacionalista y los espías estadounidenses mantuvieron unas estrechas relaciones durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Otros datos resultan llamativos: el explosivo que detonaron los terroristas era de uso militar, utilizado por el ejército de Estados Unidos en la guerra del Vietnam. También fue igual de extraño que pudieran estar cavando un túnel durante más de un mes sin que nadie se mosqueara, teniendo en cuenta además la proximidad de la embajada norteamericana.
El 19 de diciembre, de visita en Madrid, el secretario de Estado Henry Kissinger se reunió con Carrero Blanco. La reunión fue un desastre. El almirante le presentó un informe con el que intentaba demostrarle que España disponía de los medios necesarios para fabricar una bomba atómica. Posteriormente, se filtró un mensaje enviado a la embajada desde Estados Unidos en el que se conminaba a Kissinger a abandonar de inmediato el país por un suceso que iba a ocurrir.
El 20 de diciembre, el jefe del comando de ETA José Miguel Beñarán, alias “Argala”, hizo explotar el explosivo que
ESPAÑA HA VIVIDO EN LOS ÚLTIMOS 80 AÑOS MUCHOS “TRABAJOS HÚMEDOS”, LA MAYOR PARTE DE LOS CUALES NUNCA HAN SIDO TOTALMENTE RESUELTOS
acabó con la vida de Carrero Blanco. Al- gunos de los influyentes españoles que mostraron públicamente su dolor en los días siguientes fueron muy falsos: estaban en la conspiración para quitar de en medio al político que podía evitar la transición. El SECED, el servicio secreto español dependiente de Carrero, no supo nada, aunque es probable que alguno de sus agentes formara parte de la trama. La responsabilidad fue de ETA, sin duda, pero detrás hubo un “trabajo limpio” de espías y políticos de varios países que, de una forma activa o pasiva, ayudaron a acabar con su vida.
1949: CARMEN BROTO SABÍA DEMASIADO
25 años antes, un asesinato conmocionó a la sociedad catalana y por derivación a la española. Una mujer que se hacía llamar Carmen Broto, que en una época de puritanismo se relacionaba con los hombres más importantes e influyentes de Cata- luña, apareció asesinada el 11 de enero de 1949.
Carmen Brotons, como se llamaba en realidad, era una de las muchísimas chicas de pueblo que en aquella época de hambre y sufrimiento decidió irse a Barcelona a buscar un trabajo con el que mantenerse y ayudar a su familia. Entró a trabajar de criada en una casa, donde su carácter vivo le hizo darse cuenta de que su físico privilegiado le podía hacer ganar mucho más dinero que la limpieza de hogares.
Lista como era, no tardó en relacionarse con los hombres poderosos que en aquellos años oficialmente mantenían en su vida pública un puritanismo radical defendiendo una idílica relación con la esposa y los hijos, mientras en privado buscaban una mujer a la que convertir en su querida y a la que ir a visitar siempre que pudiera escaparse del trabajo.
Muchos de los hombres de las altas esferas de Cataluña pasaron por la cama de Carmen. Banqueros, empresarios y po- líticos se la rifaban en encuentros esporádicos, mientras ella vivía en casas que le compraban sus amantes más asiduos, que creían que así la tenían para ellos solos. Se sabe que al menos el yerno del presidente del Banco Popular y un conocido empresario le compraron pisos, aunque se tiene constancia de numerosos regalos en joyas, ropa y demás que la regalaron otros muchos amantes.
Pero su ambición no tenía límites. Se sabía prostituta, pero soñaba con dar el paso para convertirse en una gran señora rica. Por eso cruzó una línea muy peligrosa. Ideó un sistema para inmortalizar a sus amantes en la cama, fotografías de sus encuentros sexuales que acompañaba
EL 20 DE DICIEMBRE, EL JEFE DEL COMANDO DE ETA “ARGALA” HIZO EXPLOTAR EL EXPLOSIVO QUE ACABÓ CON LA VIDA DE CARRERO BLANCO
con textos con las confidencias que ellos le contaban sobre sus azarosas vidas profesionales y privadas. Un auténtico archivo del chantaje.
Apenas había cumplido los 30 años, cuando apareció muerta con una grave herida en la cabeza. El único hombre al que Carmen había amado de verdad, Jesús Navarro, confesó el crimen. Testificó que fue un plan de su padre para robarla y quedarse con su dinero y sus joyas. Pocos se lo creyeron, su declaración no encajaba en varios aspectos y quedaba mucho por investigar… que nadie investigó.
Tras su asesinato quedó claro que eran varios los hombres a los que había chantajeado. Todos pertenecientes a la potente sociedad catalana franquista, con nombres relumbrantes y un pasado vinculado a la defensa de la dictadura. La prensa se tomó como un suceso lo que en realidad era un crimen montado por un grupo de personas que nunca dejaron que sus nombres salieran a la luz pública, hasta el punto de prohibirse hablar del tema. Se sabe que sectores de la Policía jugaron un papel importante en la historia, pero nunca se determinó cuál. Fue un “trabajo húmedo” totalmente limpio.
1973: NADIE REIVINDICA EL ASESINATO “POR ERROR” DE TRES JÓVENES
Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García eran tres jóvenes gallegos que a principios de los años 70 se habían ido a vivir al País Vasco en busca de trabajo y una vida mejor. En plena dictadura, con la censura impidiendo la proyección de muchas películas, el 24 de marzo de 1973, sábado, se montaron un gran plan: salir de Irún y acercarse a San Juan de Luz para ver El último tango en París. Se despidieron de la hermana de uno de ellos y anunciaron que regresarían por la noche.
Las familias de los jóvenes de 23, 25 y 28 años no se preocuparon al día siguiente cuando no aparecieron. Se habrían ido de juerga. Pero las jornadas pasaron y la ausencia de noticias les hicieron reaccionar. Pensaron en un accidente de coche, pero el Austin en el que viajaban no solo no aparecía en ningún parte de accidente, sino que había desaparecido.
Informaron a la Policía española, que confirmó que ninguno de los tres jóvenes tenían antecedentes penales y eran apolíticos. Pidieron ayuda a la policía francesa, pero la investigación del caso no despertó demasiado interés. Las semanas y los meses pasaron sin que el dosier recibiera mucha atención. Estaba destinado a llenarse de polvo por falta de uso.
Pero los periodistas investigaron el caso y aportaron datos relevantes sobre
TRAS SU ASESINATO QUEDÓ CLARO QUE ERAN VARIOS LOS HOMBRES A LOS QUE HABÍA CHANTAJEADO, TODOS DE LA POTENTE SOCIEDAD CATALANA FRANQUISTA
lo que había pasado. Los tres jóvenes asistieron al pase de la película y antes de regresar a España decidieron tomarse unas copas en un bar cercano. No se fijaron en otro grupo de españoles, mucho más discretos que ellos, que les observaban poniéndose cada vez más nerviosos. Eran militantes de ETA que no dudaron de que eran policías de la entonces denominada secreta, de esos que mandaba la dictadura a seguir sus pasos.
Les esperaron a la salida de la discoteca, los atacaron y se los llevaron a un piso, donde los torturaron –a uno le sacaron los ojos– y luego los mataron. Durante esas horas que pasaron interrogándoles, intentando sacarles información, comprobaron que se habían equivocado: ninguno de los tres era policía. Ya no había vuelta atrás, así que les enterraron y guardaron silencio. Nadie podría saber nunca lo que habían hecho.
Las investigaciones periodísticas aportaban esos datos, pero no había pruebas concluyentes que demostraran judicial o policialmente que eso era así. La familia nunca ha dejado de investigar el caso, a
LES ESPERARON A LA SALIDA DE LA DISCOTECA, LOS ATACARON Y SE LOS LLEVARON A UN PISO, DONDE LOS TORTURARON Y LUEGO LOS MATARON
pesar de que han pasado 45 años. El muro de silencio lo ha aguantado todo. No ayudó el hecho de que el GAL asesinara en 1984 a Tomás Pérez Revilla, el jefe de los torturadores y asesinos.
A primeros del pasado mes de noviembre, ETA hizo una lista en la que reconocía muchos de los asesinatos que ha cometido y no incluía el de los tres jóvenes. Y no lo hizo porque cuando las organizaciones que se mueven en el mundo oscuro ejecutan un “trabajo húmedo” que resulta asquerosamente sucio, intentan que no se sepa que han sido ellos los ejecutores, al margen de que todo el mundo tenga una total certeza de su responsabilidad.
1984: DOS ETARRAS MUERTOS A MANOS DEL GAL
Ángel Gurmindo y Vicente Perurena, dos miembros liberados de ETA, fueron asesinados por dos hombres el 8 de febrero de 1984 en la calle Aizpurdi de Hendaya, lugar de residencia de muchos refugiados vascos. Cerca de allí, unos meses antes, había sido secuestrado el ciudadano francés Segundo Marey, que posteriormente fue liberado tras descubrir sus raptores que se habían equivocado de objetivo.
Por la mañana de ese día, Perurena había acudido a una comisaría francesa para denunciar que había detectado que le estaban siguiendo. Los GAL habían comenzado a actuar y tenía miedo de que fueran a por él, pero la Policía francesa no hizo nada.
Eran los años duros del terrorismo etarra y un grupo que se suponía parapolicial había comenzado a tomarse la justicia por
GURMINDO Y PERURENA, DOS LIBERADOS DE ETA, FUERON ASESINADOS POR DOS HOMBRES EL 8 DE FEBRERO DE 1984 EN LA CALLE AIZPURDI DE HENDAYA
su mano matando a miembros de ETA en su santuario francés. Algunos pensaban que eran policías que actuaban por su cuenta y tuvieron que pasar muchos años antes de que los jueces de la Audiencia Nacional metieran mano a lo que resultó ser un grupo terrorista montado por las altas instancias del Estado.
Tras el atentado contra los dos etarras, las investigaciones policiales no llevaron a nada. Una pista señalaba a un grupo organizado: en la huida los asesinos perdieron un auricular de transmisiones.
Otros muchos asesinatos y atentados tuvieron lugar en el sur de Francia en aquellos años. A pesar de los muchos errores que cometieron, las pistas no llevaban a ningún sitio. Pero las “operaciones húmedas” aparentemente limpias señalaban a elementos de la extrema derecha hasta que se convirtieron en sucias, en lo que se denominó la “guerra sucia”.
Filtraciones periodísticas demostraron que la Policía, la Guardia Civil y hasta el servicio de inteligencia CESID habían participado en una operación de Estado para acabar con la tranquilidad con la que los etarras se movían por Francia.
18 años después, en febrero de 2002, el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, procesó a los guardias civiles Enrique Dorado y Felipe Bayo como responsables de este y otros atentados similares. El magistrado especificaba que habían seguido órdenes superiores, aunque sin especificar de quién. Sin embargo, un año después la Sección Cuarta de la Audiencia revocó los procesamientos aduciendo que no existían pruebas suficientes.
Por suerte para la democracia española, en otros juicios por el mismo tema del terrorismo de los GAL quedó demostrado que la cúpula del Ministerio del Interior encabezada por José Barrionuevo y Rafael Vera había estado detrás del grupo.
EN OTROS JUICIOS QUEDÓ DEMOSTRADO QUE LA CÚPULA DEL MINISTERIO DEL INTERIOR ENCABEZADA POR BARRIONUEVO Y VERA HABÍA ESTADO DETRÁS DEL GAL