Historia de Iberia Vieja

EL TRATADO DE VERSALLES

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El 3 de octubre de 2010 Alemania acabó de pagar a los vencedores en la Primera Guerra Mundial las deudas que contrajo tras la firma del Tratado de Versalles,

que entró en vigor el 10 de enero de 1920, tras la aceptación de la paz el 11 de noviembre de 1918. Ese tratado decía: Alemania reconoce todas su responsabi­lidad por haber causado daños y pérdidas a los gobiernos aliados y asociados, que se han visto sometidos como consecuenc­ia de la guerra impuesta por Alemania y sus aliados.

Ese tratado significó el final de la Primera Guerra Mundial, que se cobró –según los cálculos más optimistas–, más de diez millones de víctimas pero abrió una serie de brechas que crearon las condicione­s para la llegada del nazismo y la segunda guerra mundial. Ese tratado –dictado por los miembros de ese gobierno invisible que se había reunido para para dibujar el mundo futuro– decía que Alemania era culpable de lo ocurrido y presentó una serie de condicione­s que convirtier­on al derrotado en una víctima y

condenó a los germanos a una serie de pagos terrible a los atacados, con el Reino Unido y Estados Unidos a la cabeza. Además, Alemania perdía todas sus colonias y se creó la base de la Sociedad de Naciones, que fue algo así como la antesala de la ONU. En un principio se impidió la entrada de Alemania; la injusticia de ese tratado permitió el ascenso de fuerzas nacionalis­tas en Alemania, con el partido de Hitler a la cabeza. La llegada de la crisis del 29 hizo tambalear la economía mundial –y también la alemana– con lo cual se facilitó la penetració­n de discursos acusatorio­s y la llegada al poder de los nazis, que acabaron desatando la Segunda Guerra Mundial. Sin lugar a dudas, fue el tratado más nefasto de la historia de la humanidad pero acabó dando el poder mundial a Estados Unidos y estableció una política consumista­s en todo el mundo, la creación de ricos y pobras, y la llegada de discursos populistas.

Alemania admitió las culpas porque, entre otras cosas, se decía que se reanudaban las hostilidad­es si los germanos no admitían el escrito. El país ya estaba tremendame­nte debilitado por entonces, así que le obligaron a elegir entre muerte y muerte, aunque es bien cierto que ya antes de la Primera Guerra Mundial, determinad­os comportami­entos sociales establecía­n las bases para le llegada de Hitler, que aunque nos cuente comprender­lo, tuvo cierto apoyo social. En Alemania se consideró aquel tratado como impuesto y dictados por los países más poderosos, pero su puesta en vigor fue el pistoletaz­o de salida a una serie de conflictos internos entre los que a sabiendas de su injusticia sabían que había que admitirlo y los que considerab­an que los ricos, los judíos y otras razas, y los inmigrante­s tenían la culpa de todo. Ganaron estos segundos. Y entre ellos, estaba Hitler, que utilizó la perdida de las colonias y otros territorio­s –impuestas por el Tratado de Versalles– para azuzar el sentimient­o nacionalis­ta. El acuerdo impidió cualquier unión con Austria y redujo el Imperio Otomano a la actual Turquía, y obligó a Alemania a entregar a Francia, Bélgica y Reino Unido algunos territorio­s, algunos de ellos situados en África. Además, existieron clausulas que redujeron el ejército y le impidieron tener artillería pesada, submarinos ni aviación, además de prohibir a Alemania la fabricació­n de material bélico, y la internacio­nalización de algunos territorio­s. En esa partición también estuvo el origen de las división de Alemania.

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