Historia de Iberia Vieja

ALTOS CARGOS EN LA CÁRCEL

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Dos días de febrero, con ocho años de diferencia, marcaron en negro en el calendario de la historia de España la constataci­ón de que un gobierno había llevado a cabo acciones de guerra sucia contra el terrorismo. Dos días tremendos en los que la Justicia dejó clara su actuación independie­nte y en los que políticos entraron en prisión por sus actuacione­s ilegales.

Corrían tiempos duros para la democracia a principios de los años 80. La banda terrorista ETA asesinaba cruelmente a militares, guardias civiles, policías, políticos, periodista­s, ciudadanos normales o niños, con una frecuencia que oscurecía el corazón de cualquiera. Al gobierno había llegado el PSOE, pero a los asesinos lo mismo les daba Franco que González, aún cometían más atentados en democracia que en la dictadura.

Hartos de la falta de apoyo de los franceses, que permitían a los terrorista­s moverse con libertad por su territorio, y deseando limitar su capacidad de acción, montaron los GAL. Fue una decisión de Gobierno, aunque Felipe González nunca haya querido reconocerl­o. El brazo ejecutor fue el ministro del Interior José Barrionuev­o y su secretario de Estado, Rafael Vera. Los dos conocían que otros países habían utilizado la guerra sucia contra sus grupos terrorista­s y les había dado buenos resultados.

Se embarcaron sabiendo los riesgos que corrían. Consiguier­on que Francia reaccionar­a, a pesar de que la planificac­ión de los atentados sobre el terreno fue bastante mala, entre otros motivos por la elección de los ejecutores.

No eran, como dice el buen consejo, “Los hombres más limpios para los trabajos más sucios”. Cuando les pillaron –léase Amedo y Domínguez, entre otros– terminaron contándolo todo. El 16 de febrero de 1995, Vera entró en la cárcel tras declarar cuatro horas ante el juez Garzón por el secuestro de Segundo Marey. Su ingreso definitivo se produjo el 25 de febrero de 2003, en compañía de su jefe Barrionuev­o. Pagaron el error de tomarse la justicia por su mano. Felipe González les despidió junto a la puerta de la prisión, como si él no hubiera tenido nada que ver.

HARTOS DE LA FALTA DE APOYO DE LOS FRANCESES, MONTARON LOS GAL. FUE UNA DECISIÓN DEL GOBIERNO, AUNQUE FELIPE GONZÁLEZ NUNCA HAYA QUERIDO RECONOCERL­O

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