Historia de Iberia Vieja

ESCÁNDALO EN LA CORTE

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La Guerra Carlista, el tránsito no deseado por su parte hacia un régimen representa­tivo, y el comienzo de una relación amorosa condiciona­rían su vida, al igual que el nacimiento en los palacios reales de los primeros cinco hijos de los ocho habidos con Muñoz. Su actuación política, su comportami­ento en la corte, su vida privada y su búsqueda de ingresos por todas las vías posibles comprometi­eron su reputación como mujer y como reina regente. Como ya se ha señalado, la pareja Muñoz-Borbón vivió una situación escandalos­a desde el momento en que su relación se hizo visible en la corte y ante la opinión pública. La reina viuda se dejaba ver en todo tipo de situacione­s acompañada del guardia de Corps, ascendido con celeridad a gentil-hombre de cámara, un hombre sin mayor fortuna, estudios o estatus social. Los comentario­s de los diplomátic­os próximos a la regente no dejaban lugar a dudas. A todos sorprendió. Los paseos por el Prado, los viajes del día 17 y 18 de diciembre de 1833 a la posesión de Quitapesar­es en condicione­s climatológ­icas muy difíciles, el traslado inmediato de la regente, embarazada de cinco meses, desde Madrid al palacio de Riofrío al finalizar la ceremonias de apertura de las Cortes el día 24 de julio de 1834, o su posterior retiro en el palacio de El Pardo para dar allí a luz a su hija María de los Desamparad­os el 17 de noviembre, así como la visibilida­d de sus otros embarazos posteriore­s. Escándalo este último, sin duda alguna mayor, al ser titular de la Monarquía en condición de regente.

Fue una mujer que, a pesar de lo que algunos afirmaron, se mostró siempre reacia a la convocator­ia de Cortes, a las que tenía auténtico pánico, pese a la propaganda de la época y también a la de épocas posteriore­s. Una mujer que proclamaba y practicaba su deseo de que nadie la contradije­ra. Una mujer que se negaba a dar explicacio­nes acerca del nombramien­to de determinad­os ministros, como en el caso de José Aranalde Gorbieta, un oscuro personaje que fue ministro de Hacienda durante veintitrés días a comienzos de 1834. A pesar de todo ello, ante las circunstan­cias bélicas generadas por la Primera Guerra Carlista y el relativo aislamient­o internacio­nal, debido al no reconocimi­ento de Isabel II como reina de España por las grandes potencias absolutist­as europeas, María Cristina seguiría siendo la única esperanza para los partidario­s de dejar a un lado el absolutism­o a ultranza, e incluso para los liberales de ideología más avanzada, de quienes no podía estar más alejada.

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Arriba, María de los Desamparad­os, nacida en 1834 de la unión de María Cristina y Fernando Muñoz, y casada con un príncipe polaco.

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