ATRACO A LAS 10 Y MEDIA
La mañana del 7 de abril de 1932, la sucursal del Banco de Vizcaya dirigida por Fernando Moreno y situada en el número 119 de la madrileña calle Fuencarral, esquina con Manuela Malasaña, sufrió un atraco nada más abrir sus puertas. Un grupo de ocho individuos, a cuyo mando se hallaba un hombre con acento andaluz, irrumpió en la oficina y amenazó al personal con armas de fuego. Los ladrones se llevaron un botín de 40.000 pesetas, una cantidad destinada a las operaciones diarias. En el momento en que los atracadores estaban perpetrando su fechoría, entró en la sucursal Eduardo López, un joven de 14 años que trabajaba en una droguería de la calle Carranza, para hacer una entrega. Su testimonio fue decisivo para la ulterior investigación policial, que contó también con la colaboración de otros testigos: una sirvienta que limpiaba un balcón próximo a la sucursal, la portera del piso frente al cual fue abandonado el coche y un joven transeúnte que se topó de bruces con el vehículo de los malhechores por la calle de San Andrés... La banda huyó, en efecto, en un coche con matrícula 38568, que les esperaba a la altura del teatro Maravillas y que, posteriormente, fue abandonado en la calle Vallehermoso, esquina con Rodríguez San Pedro. La Voz del 8 de abril de 1932 informó del suceso y el desenlace lo recogió ABC en su edición del 27 de mayo del mismo año. El jefe de la banda respondía al nombre de José Marín Sánchez, era natural de Nerva (Huelva) y tenía 18 años. Junto con los otros forajidos, fue puesto a disposición del juez de guardia instructor del caso. Aprovechando la alarma social, el diputado del Partido Radical Rodríguez Piñero presentó una proposición de ley en las Cortes para exigir la pena de muerte a los atracadores a mano armada, “individuos sin conciencia que originan seria perturbación de la paz pública”.