APPLE, la manzana de la concordia
› En el lugar adecuado y en el momento justo, un apasionado constructor de hardware, asiduo de las reuniones del Homebrew Computer Club, creó su genial Apple I.
Todo embutido en una sola tarjeta, y con armazón de madera, conectado a un pequeño monitor, lo que parecía poco más que un artilugio del colegio era en realidad algo revolucionario. El constructor era nada más y nada menos que el ingeniero Steve Wozniak, quien se asoció con un soñador genial: Steve Jobs, para crear Apple. Wozniak armó la máquina, pero fue Jobs quien pudo ver el potencial que había en todo aquello. El éxito del Apple I hizo que al poco tiempo se comercializara el Apple II que, ahora ya sí, era una máquina completa y que se convirtió en un éxito arrasador de ventas y el origen de un imperio que todos conocemos. Se ha comentado muchas veces que toda esa aventura se inició en el garaje de la casa de los padres adoptivos de Jobs. Realmente, todo surgió, en cuanto a hardware, del trabajo de Wozniak que había disfrutado mucho programando con los interruptores del Altair, pero se daba cuenta de que aquella máquina nunca conseguiría llamar la atención de alguien que no fuera un apasionado de la electrónica. Por ello armó el Apple I, para que fuera sencillo de utilizar por todo el mundo, pero había un problema. Wozniak trabajaba para Hewlett-Packard como ingeniero, y estaba obligado a presentar los desarrollos que hiciera mientras trabajara para ellos. Naturalmente, les presentó su modelo del Apple I, pero no lo encontraron interesante. De nuevo, el gigante no supo ver para qué quería una persona normal tener un ordenador en casa. Eso liberó a Wozniak y le permitió, junto a Jobs, centrarse en el desarrollo de Apple.