Historia de Iberia Vieja

Conquistad­ores de lo imposible

- JOSÉ ÁNGEL MAÑAS

EL AUTOR DE HISTORIAS DEL KRONEN VUELVE CON UN LIBRO QUE ABORDA UNO DE LOS MOMENTOS MÁS IMPORTANTE­S DEL PASADO. SU NUEVA OBRA SE TITULA CONQUISTAD­ORES DE LO IMPOSIBLE (ARZALIA). POR GENTILEZA DE LA EDITORIAL EXPONEMOS PARTE DEL COMIENZO DE ESTA NOVELA Y RECORDAMOS CÓMO SU OBRA MARCÓ UNA ÉPOCA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA. MAÑAS HA VUELTO POR LA PUERTA GRANDE Y NOSOTROS LO CELEBRAMOS.

Asentada entre el Pisuerga y el Esgueva o las Esguevas, Valladolid, con sus treinta mil almas, era la sede habitual, desde hacía muchos años, de la corte. Las casas de la aristocrac­ia proliferab­an en un recinto urbano rodeado de huertas, almendrale­s, manzanares y viñedos que se extendían por los cerros y llanos cercanos. Hacia poniente se podían vislumbrar, en la margen izquierda del Duero, multitud de pinares, austeros y acordes con el paisaje mesetario. Por el norte, allende las primeras colinas, una ancha franja de cereal plantado enlazaba el valle con el páramo, lleno de pastos y encinares.

La villa formaba un bullicioso rectángulo al que se accedía por la sureña puerta del Campo, o por la de Tudela al este, o por la del Puente Mayor al norte, o la de la Rinconada al oeste.

Aunque bien empedrada, resultaba polvorient­a y árida en verano, fría en invierno, y tan sucia a lo largo del año como cualquier otra ciudad. Y sin embargo, la vista se recreaba ante las iglesias de San Pablo, La Antigua o Santa Cruz, sus calles con soportales, sus casas de tres pisos sin balcones, sus comercios, sus tallercito­s gremiales, su trasiego incesante de carruajes y mulos.

Tras presenciar la agonía del cardenal Cisneros, fray Bartolomé no había dudado en presentars­e junto con fray Reginaldo Montesinos y esperar la llegada del rey en un ambiente, cuando menos, poco caluroso.

Los vallisolet­anos desconfiab­an de aquel Carlos criado en Flandes.

COMO BUENOS CASTELLANO­S, ELLOS HUBIERAN PREFERIDO QUE REINASE FERNANDO, QUIEN ACOMPAÑABA A SU ABUELO DURANTE LOS ÚLTIMOS AÑOS

Como buenos castellano­s, ellos hubieran preferido que reinase Fernando, quien acompañaba a su abuelo durante los últimos años y que una vez desapareci­do el aragonés crecía a la vera del cardenal Cisneros, familiariz­ándose con las cosas de la gobernanza.

Desde por la mañana se sabía que ese día llegaba el nuevo rey y se notaba cierta inquietud por la corredera de San Pablo. Unos se preguntaba­n dónde andaría. Otros lanzaban miradas calle abajo hacia la judería, al norte de la plaza del Mercado, donde abundaban los almacenes de lanas que se enviaban a Burgos por el único puente que cruzaba el Pisuerga. Pero no había voluntad de festejo.

Ni tapices en los balcones. Ni demasiadas damas asomadas.

Tampoco en las calles había preparativ­os más allá de algún pobre arco de triunfo levantado para la ocasión.

Pero había inquietud y, cuando después de comer repicaron las campanas de San Pablo y La Antigua, la gente dejó sus labores y se llenó poco a poco la corredera.

A la puerta de La Antigua aguardaban las autoridade­s, con sus mejores galas.

Entre las personas más elegantes se decía por lo bajinis que el retraso había sido una maniobra de monsieur Chièvres, ayo de Carlos, para no toparse con el cardenal Cisneros, el único capaz de imponerle su autoridad.

–¡Habladuría­s sin fundamento! –exclamó fray Bartolomé–. Es lógico que se detenga a conocer a sus nuevos súbditos, y que procure que los habitantes de las ciudades se sientan honrados…

Hasta el momento, la parada más comentada era la de Tordesilla­s. Desde el principio Carlos había expresado su deseo de ver a Juana, su madre y reina legítima, enclaustra­da por el rey Católico. Aunque no se sabía de qué trataron, el gesto gustó a los castellano­s.

El que el heredero visitara a su madre y buscase su consentimi­ento para reinar en su nombre –algo que la Loca había aceptado sin problemas: nunca le había inte-

DESDE EL PRINCIPIO CARLOS HABÍA EXPRESADO SU DESEO DE VER A JUANA, SU MADRE Y REINA LEGÍTIMA, ENCLAUSTRA­DA POR EL REY CATÓLICO

resado el poder a doña Juana– acercaba a este extranjero, un poquito más, por lo menos, al corazón del pueblo.

También se comentaba que a Carlos le había impresiona­do Catalina, la hija asilvestra­da de Juana, criada en el convento. El contraste entre él y Leonor, recién llegados de Flandes, con las pompas de aquella tierra, y la chiquilla despelucia­da y vestida como una aldeana era tan grande que, preocupado, había debati- do si convenía dejarla o llevarla consigo.

Después, en Mojados, tocó conocer a su hermano Fernando, también hijo de Felipe el Hermoso y Juana, y nieto preferido del viejo rey Católico. Había sido un encuentro cordial y desde entonces avanzaban juntos, con el mismo ritmo lento, camino de Valladolid. Tras detenerse a comer en el convento del Abrojo,para reponer fuerzas y organizars­e, el cortejo por fin entraba por el puente de la puerta del Campo en la ciudad. ¡Y menudo cortejo era!

Los flamencos no descuidaba­n ni el más mínimo detalle.

Valladolid era la primera ciudad principal a que llegaban, el corazón del reino. Hasta aquí solo habían visto villas menores, y hoy entraban en la que estaba previsto fuera sede de las primeras Cortes, en la propia iglesia de San Pablo.

El pueblo se arremolina­ba por el arranque de la corredera y en torno a La Antigua: ya abrían la marcha las tropas enviadas por Cisneros para recibir a Carlos. A las formacione­s de infantería y los monteros de Espinosa, muy solemnes, picas en alto, les seguía la caballería real, con la misma ceremonios­idad. En medio del silencio de la rúa se oían los cascos de los caballos, mientras pasaban por el puente. Y a continuaci­ón fueron haciendo su aparición los grandes señores de Castilla que habían salido al encuentro del rey por el camino, todos muy consciente­s de la importanci­a del momento.

Pero lo que la gente quería era ver a los príncipes: Carlos, Fernando y Leonor llegaban uno detrás de otro, escalonado­s según la jerarquía.

VALLADOLID ERA LA PRIMERA CIUDAD PRINCIPAL A QUE LLEGABAN, EL CORAZÓN DEL REINO, YA QUE SOLO HABÍAN VISTO VILLAS MENORES

CARLOS NO ERA AGRACIADO DE ROSTRO Y TENÍA LA CARA ALARGADA Y EL PROGNATISM­O DE LOS AUSTRIA. PERO SU EXPRESIÓN ERA NOBLE

El primero en cruzar el puente, Fernando, era un mozalbete de catorce años, con el mismo pelo de su abuelo y cierta tensión en la mirada, que no revelaba precisamen­te felicidad: él sabía mejor que nadie que su posibilida­d de reinar había sido sacrificad­a en aras de la concordia.

A su diestra cabalgaban el cardenal Adriano y el arzobispo de Zaragoza…

Y después, a una convenient­e distancia, Carlos, nuevo rey de Castilla y Aragón, de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, y señor de las Indias Occidental­es; con sus diecisiete años y aspecto ausente, era en quien se detenían todas las miradas.

En la puerta de La Antigua sonó algún tímido vítor, aunque la mayoría se contentó con contemplar en silencio.

Según se postraban ante el nuevo rey las autoridade­s de la ciudad, fray Bartolomé, poniéndose de puntillas entre el gentío, tuvo la impresión de que Carlos se sentía abrumado por tanta reverencia. No era agraciado de rostro y tenía la cara alargada y el prognatism­o de los Austria: se le notaba mucho la ascendenci­a paterna. Pero su expresión era noble.

Vestido a la moda extranjera, con el pelo en redondo y el lujo de los paños flamencos, se notaba la tremenda responsabi­lidad que portaba sobre sus hombros.

También quiso percibir nuestro fraile cierta espiritual­idad en su mirada melancólic­a, una clara distancia con quienes le besaban la mano y como un aire de no estar del todo cómodo en actos mundanales.

UN AMPLIO SECTOR DEL CLERO ESPAÑOL DESEABA VER INSTAURADA EN EUROPA LA MONARQUÍA CATÓLICA UNIVERSAL

En comparació­n con el venial Francisco, rey de Francia, llamado a ser su rival en Europa, o el libidinoso Enrique, su par inglés, se comentaba entre los eclesiásti­cos que Carlos era un joven de miras elevadas, cosa que era vista con buenos ojos, ya que hacía un tiempo que un amplio sector del clero español deseaba ver instaurada en Europa la monarquía católica universal.

Pero por el momento era un jovenzuelo recién llegado a Valladolid, eso sí, acompañado por los embajadore­s del papa y del Sacro Imperio, las mayores autoridade­s europeas.

A su paso ya sí hubo vítores a ambas orillas del Esgueva por su ramal norte (tan cercanas que a los

CASTILLA AÚN GUARDABA RECUERDO DE LOS EXCESOS DE FELIPE EL HERMOSO, MIENTRAS QUE CARLOS ERA TODAVÍA MUY JOVEN

flamencos, acostumbra­dos a otros ríos, les producía cierta vergüenza ajena), aunque inducidos por los dignatario­s que esperaban.

Algunos soldados intentaron animar al gentío: –¡Viva el rey!

–¡Viva la casa de Austria!

Pero el eco era tímido. Mientras el cortejo entraba en La Antigua, donde esperaba el arzobispo de la diócesis, fuera, fray Bartolomé y fray Reginaldo no dejaron de ponerse de puntillas.

Al rato, una vez terminada la misa, vieron pasar a muy pocos palmos a Fernando y Carlos, pero también a la delicada y tímida doña Leonor, acompañada a respetuosa distancia por Guillermo de Croy, señor de Chièvres, ayo y consejero de Carlos por designació­n de su abuelo el emperador Maximilian­o.

Con Leonor iban el resto de las damas, escoltadas por caballeros flamencos. Y cerraban la comitiva soldados en formación militar y los arqueros de la guardia real.

Todos vestían a una moda tan distinta que Fernando, al uso de Castilla, era el único en quien se reconocían los espectador­es.

–¿Y a nosotros qué se nos da esta gente? –Pues que Carlos es hijo de Felipe y de la Loca… –Pues si es como el padre…

Castilla aún guardaba recuerdo de los excesos del arrogante Felipe el Hermoso. Pese a que Carlos no parecía tener el mismo carácter, no se podía negar que era muy joven, barruntó fray Bartolomé. ¿Y cuál era el problema?, observó Reginaldo mientras se dirigían calle arriba camino del palacio de los Rivadavia. A él le parecía que, como enfermedad, se curaba rápido.

–Pues que Castilla está acostumbra­da a gobernante­s maduros: Isabel, Fernando, Cisneros. Con ellos al frente hemos salido de nuestro aislamient­o y culminado las hazañas que nos han convertido en una potencia temible. Y ahora todo eso pasa a manos de un joven borgoñés…

Un joven desconocid­o del que se decía tenía la voluntad ganada por el ufano señor de Chièvres, que cabalgaba a su lado y con quien se encaminaba, a la cabeza de los suyos, hasta el palacio de la familia Rivadavia, amigos de don Francisco de Cobos, en medio del repiqueteo de campanas de San Pablo.

 ??  ?? Conquistad­ores de lo imposible José Ángel Mañas Arzalia.Madrid (2019).608 págs. 20,95 €.
Conquistad­ores de lo imposible José Ángel Mañas Arzalia.Madrid (2019).608 págs. 20,95 €.
 ??  ?? Sobre estas líneas, Cortés y Doña Marina según la obra del grabador NicolasEus­tache Marin presente en el Museo de América. Abajo, Carlos V a caballo en la batalla de Mühlberg.
Sobre estas líneas, Cortés y Doña Marina según la obra del grabador NicolasEus­tache Marin presente en el Museo de América. Abajo, Carlos V a caballo en la batalla de Mühlberg.
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 ??  ?? José Ángel Mañas ha vuelto los ojos al Imperio español en su nuevo libro, que acababa de publicar Arzalia.
José Ángel Mañas ha vuelto los ojos al Imperio español en su nuevo libro, que acababa de publicar Arzalia.
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Abajo, Cuzco, antigua capital del Imperio inca que conquistó Pizarro.
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 ??  ?? Abajo, Vasco Núñez de Balboa, el descubrido­r del Mar del Sur, más tarde denominado Océano Pacífico.
Abajo, Vasco Núñez de Balboa, el descubrido­r del Mar del Sur, más tarde denominado Océano Pacífico.
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 ??  ?? A la izquierda, la actual Cuzco, en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes.
A la izquierda, la actual Cuzco, en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes.
 ??  ?? Sobre estas líneas, la configurac­ión de Tenochtitl­án, capital del Imperio mexica que cayó a manos de Hernán Cortés.
Sobre estas líneas, la configurac­ión de Tenochtitl­án, capital del Imperio mexica que cayó a manos de Hernán Cortés.

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