EN BUSCA DE EL DORADO
La principal motivación de los españoles tras el Descubrimiento de América –término que sigue denotando la perspectiva eurocéntrica de buena parte de la historiografía– fue la búsqueda de riquezas. Los pueblos indígenas comprendieron esa debilidad de los invasores y, en ocasiones, la explotaron en su provecho.
Los nativos no perdían ocasión de intentar convencer a los españoles de la existencia de tierras llenas de riquezas sin fin, con la esperanza de que se alejaran de las suyas. Cuando Núñez de Balboa llegó a Panamá, la población autóctona le habló de una región hacia el sur con mucho más oro del que ellos le podían ofrecer. Al seguir su camino, los españoles dieron con el Mar del Sur –más tarde llamado Océano Pacífico–, si bien ese no fue el destino final de su odisea, puesto que los oriundos de Panamá les desviaron todavía más al sur.
Así fue creciendo el mito de El Dorado, una ciudad que, según la leyenda, se encontraba en el Perú. Capitaneada por Francisco Pizarro y Diego de Almagro, quien perdió “un ojo de la cara” en el curso de sus aventuras, la expedición que conquistó el imperio inca se recuerda, en parte, por los Trece de la Fama, que, en lugar de regresar y ponerse a salvo, aguardaron a los refuerzos en la isla del Gallo (“por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos”, dijo Pizarro).
Pero no fue ese el único Dorado que existió. Los españoles que llegaron a Santa Marta, en la actual Colombia, enfilaron también hacia el sur: encontraron el valle de Tayronas y, cuando se enteraron de que en la legendaria ciudad de Paititi, al este de Cuzco, podía haber más riquezas, se entabló una feroz competencia entre los exploradores para hacerse con ellas.
La expedición de Lope de Aguirre y Pedro de Ursúa al corazón del Amazonas, en la que este último murió a manos del primero, constituye otra de las grandes epopeyas de la Era de los Descubrimientos; y, aunque el mito de El Dorado fue siempre esquivo a los conquistadores, contribuyó a la empresa de la colonización, ya que muchas expediciones se financiaron al abrigo de estos cuentos.