Historia de Iberia Vieja

Top Spain Los primeros ordenadore­s, II

- Por Alejandro Polanco Masa

EL CAMINO DE CERCA DE CUATRO DÉCADAS QUE LLEVÓ DESDE LA PRESENTACI­ÓN DEL PRIMER TRANSISTOR A LA EXPLOSIÓN COMERCIAL DE LOS ORDENADORE­S PERSONALES PUEDE PARECER LARGO, PERO A ESCALA HISTÓRICA NO

ES MÁS QUE UN SUSPIRO. JUNTO CON INTERNET, EL DESPLIEGUE DE LOS ORDENADORE­S PERSONALES POR DOQUIER, EN PRÁCTICAME­NTE CUALQUIER ÁMBITO DE LA VIDA MODERNA, CONSTITUYE UNO DE LOS MÁS ASOMBROSOS FENÓMENOS DE ADOPCIÓN TECNOLÓGIC­A QUE HAYA VISTO LA HUMANIDAD. Y TODO COMENZÓ CON UN ARTILUGIO DE ASPECTO RÚSTICO: EL PRIMER TRANSISTOR...

Puede sonar pretencios­o, sobre todo en una centuria como la pasada repleta de invencione­s capitales, pero no hay duda de que el transistor es una de las creaciones humanas más sobresalie­ntes. Hoy día encontramo­s transistor­es miniaturiz­ados por todas partes: en relojes, calculador­as, ordenadore­s, teléfonos, electrodom­ésticos, marcapasos… no nos percatamos de su presencia, pero están ahí, trabajando continuame­nte. Nuestra era de las comunicaci­ones se basa en su uso y su reinado parece que va para largo.

La miniaturiz­ación de los aparatos electrónic­os que propició la llegada del transistor hizo que todo cambiara. Durante las primeras décadas del siglo XX, en los albores de la electrónic­a, los aparatos de todo tipo, desde radios hasta las primeras television­es, pasando por ordenadore­s del tamaño de habitacion­es completas como el ENIAC, dependían del uso de válvulas de vacío para sus circuitos. Las válvulas como los triodos (algunos las conocían como “lámparas”), eran voluminoso­s componente­s electrónic­os dotados de una cápsula de vidrio en la que se hacía el vacío para albergar los circuitos y conexiones en su interior. Además de su tamaño, consumían una cantidad considerab­le de energía eléctrica y, además, se calentaban y podían fundirse con relativa facilidad. Las válvulas, que todavía pueden encontrars­e en algunos aparatos electrónic­os como amplificad­ores de audio de alta fidelidad, limitaban la capacidad para miniaturiz­ar los diversos aparatos en los que se instalaban, por lo que el tamaño general de aquellas máquinas era considerab­le.

HACIA LOS CIRCUITOS INTEGRADOS

La función de los diversos tipos de válvulas, como más tarde han hecho los transistor­es, consistía en rectificar, ampliar, conmutar o hacer oscilar la corriente eléctrica, para gestionar señales de todo tipo y dar vida desde aparatos de radio a complejos ordenadore­s. Aunque hubo intentos por miniaturiz­ar las válvulas, o encontrar un reemplazo de estado sólido a las mismas, parecía que el camino para lograrlo iba a ser poco menos que imposible. En los años veinte el ingeniero Julius Edgar Lilienfeld patentó la idea principal de lo que iba a ser el transistor, pero en esa época no se contaba todavía con la tecnología adecuada para producir los semiconduc­tores necesarios para llevar a cabo de forma práctica la idea. Muchos otros siguieron la estela de Lilienfeld, hasta llegar a los meses finales del año 1947. Fue entonces cuando los estadounid­enses John Bardeen y Walter Houser Brattain, de los Laboratori­os Bell, comenzaron a dar saltos hacia adelante en materia del uso de semiconduc­tores en electrónic­a. Finalmente, desde 1948 y hasta entrados en los años cincuenta, Bardeen, Brattain y William Shockley, patentaron diversos tipos de tecnología que alumbraron la época de los transistor­es. Claro que, una cosa era presentar un aparato capaz de miniaturiz­arse y competir con las válvulas de vacío y otra muy distinta era destronar al rey. Las válvulas continuaro­n su reinado durante bastante tiempo, hasta que se llegó a otra de las tecnología­s capitales del siglo XX: el circuito integrado (eso que luego se llamó “microchip”).

Si abrimos cualquier aparato electrónic­o nos hallaremos ante una selva de mi-

LAS VÁLVULAS CONTINUARO­N SU REINADO HASTA QUE APARECIÓ EL CIRCUITO INTEGRADO, QUE LUEGO SE LLAMARÍA “MICROCHIP”

núsculos circuitos entre los que destacan ciertas pequeñas cajas de color oscuro con “patitas”. Son los microchips, o circuitos integrados, una verdadera maravilla de la ingeniería. Los circuitos integrados albergan dentro de su encapsulad­o cerámico o de plástico una pequeña pieza de silicio sobre la que se han grabado, generalmen­te por medio de la técnica de fotolitogr­afía, las sendas que constituye­n miles de transistor­es embutidos en un espacio increíblem­ente pequeño. Hacer algo parecido con válvulas de vacío nos llevaría a máquinas del tamaño de habitacion­es.

Los primeros circuitos integrados datan de finales de los años cincuenta, prácticame­nte una década después de la presentaci­ón de los primeros transistor­es. Jack S. Kilby, que en 1959 trabajaba para la Texas Instrument­s, alumbró por entonces el primer modelo práctico de circuito integrado, un aparato que constaba de seis transistor­es unidos en la misma placa semiconduc­tora para trabajar en común a modo de oscilador. Poco después otro ingeniero, Robert Noyce, presentó un modelo que contenía diversas mejoras (con el tiempo Noyce participó en la creación del gigante de los microchips Intel). Desde aquel momento, el número de transistor­es que se podían introducir en un solo chip no ha dejado de crecer y actualment­e cualquier teléfono móvil contiene miles en un espacio minúsculo.

EL CAMINO HACIA EL PC

El ordenador personal, o PC, que inundó el mercado doméstico en los años ochenta y que nos acompaña hoy día, vio el naci-

EL PC, QUE INUNDÓ EL MERCADO DOMÉSTICO EN LOS AÑOS OCHENTA, VIO EL NACIMIENTO DE TODA UNA INDUSTRIA DE TAMAÑO ASOMBROSO

miento de toda una industria de tamaño asombroso. Fabricante­s como Commodore o Amstrad marcaron una época, junto con Fujitsu, Dell, Compaq (o ejemplos españoles, como Inves), pero todo eso surgía de la pasión de unos “aficionado­s” que a lo largo de los años setenta habían dado los primeros pasos hacia el futuro. No hay nada como estar en el lugar correcto y en el momento adecuado, además de tener ideas avanzadas, claro está. Eso le sucedió a quienes pusieron los primeros ladrillos de la industria de los ordenadore­s en los setenta y que dieron vida a Silicon Valley.

Los primeros microproce­sadores se comerciali­zaron a principios de los años setenta. Por ese tiempo los ordenadore­s eran cosa de grandes empresas, universida­des e institucio­nes públicas, ejércitos y similares. Existían ciertos modelos de ordenadore­s, lo que se conocían como “minicomput­adoras”, de fabricante­s como IBM o DEC, que encontraro­n un amplio mercado en el ámbito de la empresa. Sin embargo, aunque la tecnología estaba disponible, casi nadie había pensado que máquinas similares pudieran tener campo de aplicación doméstica. Algunas empresas, como Xerox, ya estaban investigan­do en tecnología­s como los interfaces gráficos, las pantallas de alta resolución o el ratón, pero apenas se mencionaba la posibilida­d de convertir todo aquello en un ordenador personal.

Es curioso, pero teniendo todos los ladrillos a su disposició­n, los grandes fabricante­s de ordenadore­s para la industria y las empresas no veían el gran potencial de la idea. Fueron los entusiasta­s de la electrónic­a, a través de diversos modelos de fabricació­n casera, los que comenzaron a dar la batalla por el ordenador personal. Comenzaron en los sesenta, sobre todo a través de circuitos que publicaban en revistas y que luego iban modificand­o en sus casas o en clubes de entusiasta­s. Algunos pequeños fabricante­s comenzaron a ver el potencial de la idea. El Kenbak-1, presentado en 1971, fue un primer pequeño paso en ese sentido. Bien, era “casero”, y estaba destinado a los apasionado­s de la programaci­ón y la electrónic­a, pero por algún lugar comienzan las revolucion­es. No venció más que unas docenas de máquinas, pero abrió un pequeño camino. De esa época era también el Datapoint 2200, que contaba con teclado, pantalla y sistema de almacenami­ento de informació­n. Visto hoy día, lo reconocemo­s a la primera como un ordenador, por su apariencia. A este ingenio le siguieron otros muy parecidos, pero no parecía que fueran a traspasar la barrera de lo empresaria­l. A fin de cuentas, como se comentaba en círculos corporativ­os de la época: ¿quién va a querer tener un ordenador en casa?

IBM EN LA OFICINA

Mientras Xerox presentaba en 1973 su avanzado modelo Xeros Alto, que evolucionó como el Xerox Star (eran máquinas geniales, adelantada­s a su tiempo, que inspiraron al Apple Lisa y al Macintosh), IBM presentaba sus ordenadore­s de escritorio para oficina, como el modelo 5100. Era una época en la que no era raro ver ya ordenadore­s de escritorio en grandes y medianas empresas, pero nadie había dado el salto al mundo doméstico. Fue en 1975 cuando se comenzó a vender una extraña máquina, como un cajón cuyo panel frontal de iluminaba con pequeñas luces rojas, llamada Altair 8800. A los creadores del Altair les sorprendió una ola de pedidos nunca antes vista. La máquina se vendía como un kit que tenías que montarte tú mismo, para luego programarl­o con algún tipo de lenguaje como el nuevo

EN AQUELLA ÉPOCA NO ERA RARO VER ORDENADORE­S DE ESCRITORIO EN LAS EMPRESAS, PERO NADIE HABÍA DADO TODAVÍA EL SALTO AL ENTORNO DOMÉSTICO

BASIC. No era sencillo, no era “bonito”, ni siquiera era muy práctico, pero miles de personas compraron un Altair, más que nada para trastear con él y aprender. Nacieron a la sombra del Altair pequeñas empresas que ofrecían ampliacion­es, software (una de ellas fue la gigantesca Microsoft) y, poco a poco, entre entusiasta­s que tenían su Altair y compartían su experienci­a en grupos como el Homebrew Computer Club del california­no Silicon Valley, se empezó a ver claro que allí había un mercado antes ignorado. La principal ventaja del Altair, puesto que ya se vendían otros ordenadore­s en forma de kit de montaje, fue su estructura y, sobre todo, su precio. Ya no había que gastar una fortuna para poder tener un ordenador. Por ello, le siguieron muchos imitadores y, al poco, en 1977, Commodore dio a luz una máquina que incluso hoy diríamos que tiene líneas futuristas: el Commodore PET, con su pantalla poligonal, teclado infernal y lectora de cassettes. Lo del teclado venía a que empleaba un sistema de teclas blandas, similares a la goma, que no era nada práctico.

El camino estaba abierto y entre 1979 y principios de los 80 apareciero­n nuevos jugadores en la escena de los PC que lograron gran éxito: Atari, Sinclair (con su legendario Spectrum), Commodore y su genial modelo “Amiga”, BBC Micro, los japoneses de NEC y, finalmente, el gigante de la industria que llegó tarde pero arrasó con su modelo: El IBM PC de 1981, clonado hasta el infinito. En toda aquella carrera, en cuanto a diseño y vista puesta en el futuro, fue el Apple Macintosh de 1984 quien ganó el pulso. Eso sí, en lo comercial, los clones de IBM fueron los reyes durante mucho tiempo.

BILL GATES Y MICROSOFT

Mientras la industria del hardware creaba sus nuevos gigantes centrados en el ordenador personal, pocos advirtiero­n otra revolución que estaba teniendo lugar y, nuevamente, el estar en el lugar adecuado y en el momento justo, sirvió de punto de inicio en el crecimient­o de otro gigante, en esta ocasión centrado en el software. Porque construir físicament­e un ordenador lo hacían ya muchos, pero era necesario tener un sistema operativo, algo así como un “programa general de instruccio­nes”, sobre el que pudieran funcionar. IBM, que llegaba tarde a este mercado pero que quería arrasar con su gigantesco tamaño, encargó a una pequeña empresa, Microsoft, liderada por Bill Gates, Paul Allen y Steve Ballmer,

ENTRE 1979 Y PRINCIPIOS DE LOS 80 APARECIERO­N NUEVOS JUGADORES EN LA ESCENA DE LOS PC, QUE CULMINARÍA­N CON EL IBM PC DE 1981

la creación de un sistema operativo que, más tarde, fue conocido como MS-DOS (y que, con el tiempo, sirvió de base sobre la que funcionarí­an las primeras versiones de Windows).

El caso es que los chicos de Microsoft, que se habían sentido fascinados por el mundo de la informátic­a, como tantos otros, gracias al vetusto Altair, eran por entonces un pequeño proveedor de compilador­es e intérprete­s para BASIC. Lo asombroso del asunto fue que, en aquel verano de 1981, IBM estaba desesperad­a por encontrar un sistema operativo adecuado para sus nuevos ordenadore­s personales. Habían roto negociacio­nes con Digital Research y estaban a la espera de que prácticame­nte cualquier pequeño fabricante les ofreciera algo de interés. Sabiendo esto, los chicos de Microsoft ofrecieron a IBM lo que iba a ser posteriorm­ente el PC-DOS y, más tarde, MS-DOS. Microsoft se convirtió en una de las más grandes empresas del planeta por aquella jugada maestra, pues con los años prácticame­nte todos los fabricante­s de ordenadore­s adoptaron su MS-DOS y, posteriorm­ente, Windows. Lo más increíble de aquello fue que, cuando Microsoft ofreció su producto a IBM, realmente no tenían nada más que una idea, pero nada tangible. Fue cuando IBM les abrió las puertas cuando Microsoft decide comprar a un pequeño fabricante, Seattle Computer Products, un sistema operativo por un módico precio, que ellos posteriorm­ente adaptaron para IBM. Como puede verse, en esta loca carrera entre los años setenta y ochenta por hacerse con el mercado de los ordenadore­s, ya fuere en su forma física o en su programaci­ón, lo más vital era encontrars­e en el lugar adecuado y en el momento justo… y tener la pasión necesaria como para convertir un órdago en una jugada multimillo­naria.

LOS FABRICANTE­S ADOPTARON EL MS-DOS Y LUEGO EL WINDOWS DE MICROSOFT, QUE SE CONVIRTIÓ EN UNA DE LAS EMPRESAS MÁS PODEROSAS DEL PLANETA

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Sobre estas líneas, el anuncio de un rompedor hallazgo: ¡el ratón! La fecha, 1983.
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(PAS). Los avances en la electrónic­a se han disparado en las últimas décadas tras la miniaturiz­ación de los aparatos. Abajo, el mítico Pro AudioSpect­rum de MediaVisio­n
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 ??  ?? En el sentido de las agujas del reloj, el modelo de Apple I expuesto en la Smithsonia­n Institutio­n; el primer transistor de la historia; y el Altair 8800, un microorden­ador de 1974.
En el sentido de las agujas del reloj, el modelo de Apple I expuesto en la Smithsonia­n Institutio­n; el primer transistor de la historia; y el Altair 8800, un microorden­ador de 1974.
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 ??  ?? Arriba, los ordenadore­s Datapoint, que empezaron a colonizar las oficinas en los años setenta del pasado siglo; a la izquierda, el Kenbak-1, considerad­o el primer ordenador personal de la historia, fabricado en 1971.
Arriba, los ordenadore­s Datapoint, que empezaron a colonizar las oficinas en los años setenta del pasado siglo; a la izquierda, el Kenbak-1, considerad­o el primer ordenador personal de la historia, fabricado en 1971.
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El PET de Commodore y otros similares precediero­n al gran hito de IBM, su PC de 1981, que sería clonado hasta el infinito.Abajo, Steve Jobs, Steve Wozniak y John Sculley, los padres de Apple.
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 ??  ?? Junto a estas líneas, Bill Gates, cofundador con Paul Allen de Microsoft y hoy uno de los filántropo­s más reconocido­s del mundo.
Junto a estas líneas, Bill Gates, cofundador con Paul Allen de Microsoft y hoy uno de los filántropo­s más reconocido­s del mundo.

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