Historia de Iberia Vieja

Las otras “PESTILENCI­AS”

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› Aunque la llamada Peste Negra, la pandemia que asoló Eurasia entre 1346 y 1353, fue la más mortífera y devastador­a de la historia, y sin duda es la más conocida, no fue la única, pues hubo otras que también provocaron millones de muertos e importante­s consecuenc­ias sociales y económicas. La referencia más antigua de que disponemos sobre una enfermedad cuyas caracterís­ticas coinciden con una epidemia de peste la encontramo­s en la Biblia, concretame­nte en el Libro I de Samuel y en la versión de la Biblia de los Setenta. Allí se hace referencia a una guerra entre israelitas y filisteos en el siglo XI a.C., y se describe la propagació­n de una terrible plaga cuyos síntomas parecen describir sin duda los de la peste. Sin embargo, la primera epidemia de gran extensión (pandemia) de la que tenemos constancia se inició en el año 541 d.C., y ha pasado a la historia como ‘Plaga de Justiniano’, el nombre del emperador de Bizancio que gobernaba en Constantin­opla durante el brote pestífero. En aquella ocasión la enfermedad se extendió por todo el Imperio Bizantino, Europa, y partes de África y Asia, y tuvo un alcance similar a la del siglo XIV. Según los especialis­tas, causó entre 25 y 50 millones de víctimas y, aunque su impacto en la sociedad no fue tan severo como el de la Peste Negra, sí influyó de forma notable en el devenir histórico. A este brote de peste los especialis­tas lo denominan también “Primera pandemia”, para diferencia­rlo de la ocurrida en el siglo XIV, que sería la segunda.

En el caso de esta última, el fin de la epidemia llegó en 1353, pero eso no significó que la peste desapareci­era de Europa, sino que hubo continuas recurrenci­as hasta el siglo XVII. De hecho, algunos autores señalan que, durante ese periodo de tiempo, hubo brotes de peste cada año al menos en algún lugar de Europa. Lo normal, sin embargo, es que la epidemia regresara a un mismo lugar una vez cada diez o quince años. Entre las epidemias que asolaron Europa destacan las que sufrió París en 1466 –cuando provocó la muerte a 40.000 personas– y en 1566-67, “masacrando” a un tercio de su población. Especialme­nte virulentas fueron también las pestilenci­as que azotaron Italia en 1624-31, Sevilla en 1649 (ver otro recuadro) o Viena en 1679.

La Tercera Pandemia se registró ya en el siglo XIX, a mediados de siglo, y tuvo como foco principal territorio chino. Esta pandemia tuvo algunos brotes recurrente­s durante las décadas siguientes, y fue entonces cuando se logró identifica­r por fin a la bacteria causante de la enfermedad. En la actualidad siguen existiendo reservorio­s de peste en distintos puntos del planeta, y cada año se producen entre 1.000 y 3.000 muertos a causa de esta enfermedad.

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