UNA MURALLA Y UN FARO
El Tratado de Arquitectura de Vitrubio es una de las fuentes más completas para descifrar las claves de este arte en la Antigüedad. El sabio dedicó buena parte de sus desvelos a las murallas y el ejército romano siguió sus consejos a rajatabla. En Roma, podemos apreciar las Murallas Aurelianas, el monumento más extenso de la Roma imperial; en el Reino Unido, nos aguarda el imponente Muro de Adriano; y, en Galicia, la muralla de Lugo, que comentamos en estas páginas. Su excelente estado de conservación ha hecho que todos los ojos –los de los expertos y los de los profanos– la busquen en el horizonte. No fue la única, claro. Las murallas de León, Astorga o la de Caesaraugusta revelan la majestad de estas construcciones. Esos locos romanos también ejecutaron soberbios faros, como el que vemos a la derecha de estas líneas, o el escalonado de Gades, destruido en el siglo XII y del que no queda ya ningún vestigio; fuera de nuestras fronteras, su pista puede rastrearse en la Turris Ardens de Boulogne, obra de Calígula, o en la torre que se alzaba sobre los acantilados blancos de Dover, de la misma época que el anterior.
TORRE DE HÉRCULES (A CORUÑA)
Desde el siglo I d.C., este faro lleva luciendo orgulloso sus más de 50 m de altura en una península de A Coruña. Obra de Caio Sevio Lupo, es el único que se conserva en España de esta cultura, ya que otros, como el de Chipiona, se han perdido ya.
MURALLA DE LUGO
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, el magisterio de Vitrubio se reconoce en esta obra de más de dos kilómetros de extensión y que cuenta con diez puertas, cinco de ellas originales. De sus 85 torres, se han conservado 71, la mayoría de planta circular. Datada en el siglo III d.C., la muralla protegió Lucus Augusti de los ataques bárbaros y su fama internacional ha llegado hasta China: en 2008, quedó hermanada con la Gran Muralla de ese país.