Las mujeres en el Ku Klux Klan
Cuando pensamos en el movimiento de la Triple K, tendemos a asociarlo con el género masculino. Nada más lejos de la realidad, pues el Ku Klux Klan estuvo –y está– plagado
de mujeres. Según la profesora Kathleen Blee, de la Universidad de Pittsburgh, “en estos movimientos de extrema derecha las mujeres han jugado papeles muy importantes que son menos públicos: en el reclutamiento de afiliados o en las enseñanzas de la ideología a los nuevos reclutas".
La primera oleada de la organización paralela a la masculina, las Mujeres del Ku Klux Klan, data de mediados de 1860, coincidiendo con el final de la Guerra de Secesión, y fue fundada por Rosie Chappell. Estas mujeres eran protegidas por los miembros del Klan, que con frecuencia violaban a las mujeres negras.
Elizabeth Tyler fue contratada por el Klan para reclutar a nuevos miembros. Su grupo, con centro de operaciones en Little Rock, Arkansas, llegó a contar con 500.000 mujeres y demostró su eficacia ampliando el número de adeptos a la organización, que confiaban más en ellas.
En los años 20 del pasado siglo, la consecución del sufragio femenino les dio alas, y la rama femenina del Klan tuvo presencia en todos los estados de la Unión. El único requisito para unirse era que fueran mujeres protestantes de más de 18 años. A finales de esa década, la organización se diluyó por los problemas económicos derivados de la Gran Depresión.
En el ideario fascista alemán, el concepto de la Triple K se definía por los términos Kinder, Küche, Kirche (“niños, cocina e iglesia”), pero su papel no fue meramente pasivo, como podemos ver por las mujeres guardianas de los campos de concentración nazis.
Hoy en día, las mujeres son más reacias a pertenecer al Klan por los valores extremadamente conservadores de esta organización y su negativa a reconocer los derechos de las mujeres.