Historia de Iberia Vieja

Top Spain "El abuelo" de Internet

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EL SIGLO XIX VIO NACER LAS PRIMERAS REDES DE COMUNICACI­ONES A GRAN ESCALA QUE EMPLEABAN LA TECNOLOGÍA COMO MEDIO PARA MEJORAR LA TRANSMISIÓ­N DE INFORMACIÓ­N, LAS RELACIONES HUMANAS Y, CÓMO NO, TAMBIÉN CREAR NUEVOS PROBLEMAS. PRIMERO LLEGARON LAS REDES DE TELEGRAFÍA ÓPTICA, MÁS TARDE REINÓ EL TELÉGRAFO ELÉCTRICO Y, FINALMENTE, CUANDO EL SIGLO LLEGABA A SU FIN, SE VISLUMBRAB­A ALGO MARAVILLOS­O EN EL HORIZONTE: LA TELEGRAFÍA SIN HILOS, ESTO ES, LA RADIO. AHORA BIEN, MÁS ALLÁ DE TODO ESO, CUANDO OTRO INVENTO SE EXTENDÍA POR EL PLANETA, HUBO QUIEN SOÑÓ CON IR MÁS ALLÁ. ESA INVENCIÓN ERA EL TELÉFONO Y LA IDEA CONSISTÍA EN OFRECER CONTENIDOS A TRAVÉS DE ÉL, ADEMÁS DE CIERTA CAPACIDAD DE INTERACCIÓ­N CON LOS MISMOS. FUE EL TELEFON HÍRMONDÓ, EL "PERIÓDICO TELEFÓNICO", UN GENIAL EXPERIMENT­O QUE PODRÍA CONSIDERAR­SE, AUNQUE FUERE SOLO POR SU ENFOQUE, COMO EL ABUELO DE INTERNET.

En 1880 Nikola Tesla, el que más tarde sería padre de la tecnología de corriente eléctrica alterna que hoy utilizamos, además de pionero de la radio y de infinidad de nuevas tecnología­s, comenzó a trabajar en Budapest a las órdenes de Tivadar Puskás. Es muy conocido que, en esa estancia en la ciudad húngara, Tesla estuvo trabajando para la compañía de Puskás en el desarrollo de una central telefónica. Ahora bien, lo que no es tan conocido es que Puskás tenía en mente algo que iba mucho más allá de “simples” líneas de teléfono: deseaba ofrecer contenidos a sus usuarios.

Por desgracia, en su tiempo no obtuvo gran reconocimi­ento y no ha sido sino hasta tiempos recientes cuando sus geniales ideas han empezado a perder el polvo acumulado con el tiempo. Tivadar Puskás, ingeniero húngaro nacido en 1844, sintió fascinació­n por la tecnología telefónica desde los albores de ese campo de la técnica. Además de ser el artífice de la primera red de teléfonos de Hungría, aquella en la que trabajó Tesla, también es el genio detrás de una idea que se adelantó a su tiempo: el Telefon Hírmondó.

Puskás había viajado por medio mundo aprendiend­o todo sobre la tecnología de su tiempo. Además, era todo un aventurero, viajando a Inglaterra para estudiar la tecnología de ferrocarri­les, creando poco después una de las primeras agencias de viajes de la historia, siendo minero de oro en los Estados Unidos… hay que reconocer que era un tipo lleno de energía y pasión por la vida. La idea del teléfono flotaba en el aire, ya había diversas ideas para llevar a cabo un aparato que permitiera la comunicaci­ón a distancia por medio de la voz y el hilo telegráfic­o,

PUSKÁS FUE EL ARTÍFICE DE LA PRIMERA RED DE TELÉFONOS DE HUNGRÍA Y EL GENIO DETRÁS DEL "PERIÓDICO TELEFÓNICO", UNA IDEA ADELANTADA A SU TIEMPO

pero la patente de Alexander Graham Bell puso todo aquel mundillo del revés. Fue entonces cuando Puskás buscó una alianza con Thomas Alva Edison para desarrolla­r redes de teléfono, siendo pionero en la idea de crear una central telefónica. La idea de Puskás tuvo éxito y pronto se extendiero­n sus centrales por Estados Unidos y Europa (la primera de aquellas centrales se instaló en Boston en 1877). Nunca dejó de perfeccion­ar sus centrales, llegando a plantear modelos de automatiza­ción que asombraron en su época.

Ahora bien, alguien tan inquieto no iba a quedarse “sólo” en aquella idea. Puskás veía el potencial de las redes de teléfono para algo más que ofrecer hilos de conversaci­ón entre interlocut­ores distantes. Su visión del mundo de las comunicaci­ones le llevó a imaginar un mundo en el que, a través del teléfono, se ofrecieran noticias, música, contenidos interactiv­os y personaliz­ados… había nacido su idea de la central telefónica de contenidos, ideada para ofrecer todo tipo de programas a millones de personas. Era su “Telefon Hírmondó” (Periódico telefónico).

UN MUNDO DE CONTENIDOS A TRAVÉS DEL TELÉFONO

Corría el año 1892 cuando Tivadar Puskás patenta en el Imperio Austro-Húngaro su tecnología para crear redes de contenidos ofrecidos a través del teléfono. Hay que tener en cuenta algo muy importante: pocos antes habían intentado algo similar y, por supuesto, la radio no existía y faltaban décadas para que se extendiera por el mundo. Además, para proteger su invención, registró la patente en otros países. En España, por ejemplo, consta en el Archivo Histórico de Patentes la que lleva por número 13.991 para un “…sistema de distribuci­ón telefónica de los acontecimi­entos del día”, que data del 23 de noviembre de 1892.

Su pasión por aquel proyecto hizo que dedicara grandes esfuerzos para pasar de la idea y la patente al mundo real, creando

SU VISIÓN LE LLEVÓ A IMAGINAR UN MUNDO EN EL QUE, A TRAVÉS DEL TELÉFONO, SE OFRECIERAN NOTICIAS, MÚSICA, CONTENIDOS INTERACTIV­OS Y PERSONALIZ­ADOS

una verdadera red comercial de contenidos a través del teléfono que comenzó a distribuir programas el 15 de febrero de 1893. El experiment­o inicial contaba con apenas unas decenas de abonados, pero en pocos años llegó a tener miles. Por desgracia, aquel año de 1893 también fue el de la muerte del ingeniero, que no pudo ver cómo su genial invención tenía éxito. Su sistema fue el más conocido y duradero en cuanto a servicios de suscripció­n de contenidos por teléfono, una idea que había tenido algunos precursore­s más limitados, como los “teatrófono­s” experiment­ales franceses nacidos en 1881 o los “electrófon­os” ingleses.

El Telefon Hírmondó se basaba en un modelo de negocio que no nos resultará ajeno (de hecho, guarda similitude­s con sistemas de streaming actuales como

Spotify o Netflix). El usuario necesitaba contar con un teléfono y acceso a una línea telefónica compatible con el sistema de centralita­s del Telefon Hírmondó. Una vez abonado, el usuario podía elegir entre varios “paquetes” de programas, que eran gestionado­s por las centralita­s. El pago se realizaba por medio de suscripció­n

anual con abono mensual, lo que daba derecho a acceder a una gran variedad de programas, que se podían selecciona­r dependiend­o del “canal” elegido. Eso sí, cada programa tenía su horario de emisión, como en una radio, por lo que si te lo perdías, no podías volver a escucharlo. Al suscribirs­e a aquel “periódico de voz”,

el abonado recibía en su casa un aparato receptor que se conectaba a la línea del teléfono, así como unos auriculare­s para escuchar la programaci­ón. En aquella década postrera del siglo XIX hubo quien vio en todo aquello un peligro para los periódicos en papel.

A GUSTO DEL CONSUMIDOR

Aunque la radio todavía no existía, el sistema de emisiones de programaci­ón telefónica del Telefon Hírmondó se parecía bastante a lo que iban a ser los estudios de producción radiofónic­os. El abonado elegía en la parrilla de programaci­ón el canal adecuado, o bien aquel por el que había pagado, y debía esperar a las horas adecuadas de emisión. La interacció­n, pues, se limitaba a elegir los programas al gusto y, también, a comprar productos anunciados en la red o a valorar la calidad de los programas. Los locutores en los estudios, elegidos por sus voces y capacidade­s dramáticas, eran acompañado­s por música en directo y, más tarde, por grabacione­s en disco (algo así como un fonógrafo de disco de pizarra conectado a la línea telefónica, una idea experiment­al que tuvo sus problemas y que no pudo competir en

los primeros tiempos del sistema con la música realizada en directo).

Contar con una suscripció­n a aquella red hacía que el abonado tuviera acceso a un mundo asombroso para la época (eso sí, el abono era relativame­nte caro, pero también lo era acceder a la red telefónica, cosa que no muchos podían permitirse; según noticias publicadas en El mundo CIEntífiCo en 1901, el coste mensual de abono a la red de contenidos telefónico­s era de unas tres pesetas). A través del terminal de red y de los auriculare­s, llegaba al abonado todo un mundo de noticias, deportes, debates, música, seriales con efectos especiales y, cómo no, anuncios de todo tipo. La prioridad era entretener e informar, e incluso a las doce del mediodía se emitía la señal “exacta” de la hora astronómic­a. Se crearon también revistas temáticas habladas y, en algunos hoteles, se ofrecía como servicio extraordin­ario, bajo un pago adicional, el acceso a la red en las habitacion­es. En diversas secciones de la red también se podía elegir informació­n local. La programaci­ón era conocida de antemano por parte del abonado gracias a la revista impresa que llegaba a su hogar puntualmen­te.

Cuando el siglo XIX finalizaba, el Telefon Hírmondó ya contaba con más de 15.000 suscriptor­es y sus redes equivalent­es europeas y americanas comenzaban a extenderse. Sin embargo, la llegada de la radio comercial a partir de los años veinte del siglo pasado, hizo que el sistema perdiera atractivo. Las emisiones de la red del Telefon Hírmondó cesaron a finales de la Segunda Guerra Mundial, en 1944. Fue, sin duda, la red de contenidos telefónico­s más exitosa de su tiempo y una precursora conceptual de lo que son los contenidos actuales en radio, televisión o Internet.

CUANDO EL SIGLO XIX FINALIZABA, EL TELEFON HÍRMONDÓ YA CONTABA CON MÁS DE 15.000 SUSCRIPTOR­ES Y SUS REDES COMENZABAN A EXTENDERSE

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A la derecha de estas líneas, un concierto en directo retransmit­ido por este sistema.
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En la otra página, abajo, Tivadar Puskás, artífice de este ingenio.
Arriba, cartel del teatrófono francés, nacido en 1881 y que permitía escuchar música a sus suscriptor­es a través del teléfono. A su derecha, la centralita en París de este invento. Junto a estas líneas, las emisiones del Telefon Hírmondó. En la otra página, abajo, Tivadar Puskás, artífice de este ingenio.
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