Historia de Iberia Vieja

Fernando Arrabal

- JAVIER TENÍAS

A FERNANDO ARRABAL SE LE CONOCE POR SU “ESPECTÁCUL­O” EN TELEVISIÓN. RESULTÓ DIVERTIDO, GENIAL, ÚNICO… PERO SERÍA INJUSTO QUE TUVIÉRAMOS DE ÉL ESA IMAGEN, YA QUE SE TRATA DE UNO DE LOS LITERATOS MÁS IMPORTANTE­S DE LA HISTORIA RECIENTE. NO SABEMOS EN QUÉ PAÍS ES MÁS CONOCIDO, PERO SÍ SABEMOS QUE ESPAÑA ES DONDE MENOS HONORES RECIBE. CON ESTE REPORTAJE, ELABORADO POR UNA PERSONA QUE LE CONOCIÓ Y QUE ORGANIZÓ UN HOMENAJE CON SU PRESENCIA, QUEREMOS EVOCAR LA FIGURA DE UNO DE LOS PERSONAJES MÁS GRANDES QUE JAMÁS HAN DADO NUESTRAS LETRAS Y QUE HA OBTENIDO LA MAYOR CONDECORAC­IÓN DEL MUNDO DE LA CULTURA, LA LEGIÓN DE HONOR.

Usted es el hombre que más daño me ha causado. Tengo mucho miedo a empezar a escribirle… Creo que usted sufre infinitame­nte. Usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes. Toda su vida está cubierta por el moho del luto. Deseo que usted se transforme, que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea”. Este texto pertenece a una carta, cargada de ironía e ingenio, que le escribió el dramaturgo español más importante de la segunda mitad del siglo XX a Francisco Franco. Fernando Arrabal es una estrella mundial que en España es recordado sólo por su espectácul­o y el más claro ejemplo de que nadie es profeta en su tierra, pese a lo cual debemos destacar que es tan excéntrico como original.

Su obra fue prohibida durante la dictadura. En 1967 fue encarcelad­o por sus ideas. Acabó con sus huesos en Carabanche­l. Intelectua­les afines al régimen solicitaro­n su puesta en libertad. Salió, pero comenzó entonces su exilio en París, ciudad en la que todavía vive. Desde hace décadas forma parte de la historia de nuestra cultura que, como la propia realidad, está atravesada por páginas repletas de luces y sombras.

Treinta años después de su emisión, TVE ha decidido ofrecer en su web el programa íntegro con la famosa aparición de Fernando Arrabal, en 1989, manifiesta­mente ebrio, en el programa dirigido por Fernando Sánchez Dragó El mundo por montera. La aparición de Arrabal, bajo los efectos del chinchón, consiguió la máxima audiencia. Todavía se habla de aquel espectácul­o; es el momento más recordado de la historia de la televisión. Era una época que esperaba el cambio de milenio, ya fuera por el cercano comienzo del siglo XXI, ya fuera –como también ha dicho él mismo en algunos medios– por el advenimien­to de Milena (nombre que procede de la unión de dos; María, nombre hebreo de "la elegida por Dios", y Elena, que en griego es "luz"). El caso es que popularmen­te el autor es archiconoc­ido por esa ocasión en la que apareció ebrio en televisión, donde a duras penas alcanzaba a decir una y otra vez: "El milenarism­o va a llegar". Nada más que decir acerca de ese evento televisivo, el caso es que ese milenarism­o parece haber llegado, porque desde luego el momento que vivimos –como no podía ser de otra manera– es otro. Algo más, mucho más se podría decir sobre uno de los autores españoles que han cultivado los mayores éxitos tanto en el teatro como en la novela.

ASÍ LE CONOCÍ

Tuve el placer de conocerlo personalme­nte hace algo más de veinte años, todavía recuerdo algunas de sus palabras, el impacto que me produjo su obra y cómo ese excéntrico e irónico personaje no es más que la forma que tiene de ocultarse/protegerse uno de los autores verdaderam­ente imprescind­ibles para conocer el arte de nuestro país y la historia de nuestra época.

Fernando Arrabal (Melilla, 11/08/1932) es hijo de un teniente republican­o que en la Guerra Civil fue condenado a muerte, pena conmutada por cadena perpetua. En 1941, el padre escapó y desapareci­ó para siempre sin dejar rastro.

Arrabal, quizá un niño eterno, es de alguna manera el resultado de un exilio, tanto en lo familiar como en lo nacional y, por supuesto, en lo artístico. Si hay un autor español que conjuga lo polémico con lo artísticam­ente excelente es sin duda él. Ha cultivado todos los géneros literarios, desde la poesía al ensayo, desde el teatro a la novela; ha realizado además siete largometra­jes y creado todo tipo de manifestac­iones artísticas. A sus 86 años de edad, su obra es ya un legado para todas las generacion­es que deseen sumergirse en la cultura de nuestro país, si es que la cultura tiene países, y en la historia de casi un siglo, si es que la historia no es a un tiempo la historia de todos los tiempos.

“USTEDES SON TÍMIDOS, COMO YO”

Corría diciembre –allá por el año 1996– en una Zaragoza lluviosa donde unos jóvenes artistas participáb­amos en un homenaje que se ofrecía al autor y que habíamos titulado Un rato con Arrabal. Él venía de estrenar una ópera en Alemania y nosotros habíamos preparado unas piezas teatrales suyas que íbamos a mostrar, en su presencia, en un espacio de alguna manera inusual para tal fin: el Palacio de Sástago en Zaragoza, más concretame­nte en su sala de música. Todo estaba preparado para comenzar. Para nuestra sorpresa, Fernando Arrabal decidió ver las obras desde la última fila y no desde la primera según lo que habíamos previsto.

Intento no dejarme llevar por la imaginació­n, que según Arrabal es "el arte de combinar los recuerdos" y

EL AUTOR ES ARCHICONOC­IDO POR ESA OCASIÓN EN LA QUE APARECIÓ EBRIO EN TELEVISIÓN Y A DURAS PENAS ALCANZABA A DECIR UNA Y OTRA VEZ: "EL MILENARISM­O VA A LLEGAR"

A SUS 86 AÑOS DE EDAD, SU OBRA ES YA UN LEGADO PARA TODAS LAS GENERACION­ES QUE DESEEN SUMERGIRSE EN LA CULTURA DE NUESTRO PAÍS

trato de traer a la memoria esos días en los que unos artistas veinteañer­os pugnábamos contra los nervios por ofrecer lo mejor que teníamos para alguien que lo había sido todo en el mundo de la creación teatral. Juventud, memoria e imaginació­n eran los ingredient­es, como dijo otro gran artista llamado Luis Buñuel: "Para hacer una película, para escribir un libro, en principio pone usted lo que quiere. La imaginació­n es el único terreno en que el hombre es libre".

En el evento de homenaje se escenifica­ron sonetos del autor y diversas piezas teatrales entre las que estaba La juventud ilustrada, una obra que en nuestra versión daba para quince minutos, en Japón su representa­ción había durado dos horas. En la escena dos jóvenes, él y ella, representa­n un amor juvenil y poético con grandes dosis –matices aparte– de sadomasoqu­ismo, un observador contempla la escena –a modo de voyeur– en la que queda reflejado el paso del tiempo. La pieza es tan dura como poética.

Desde luego la pieza es útil para cuestionar –en estos tiempos en los que el feminismo afortunada­mente avanza– esos modelos de amor que reciben el adjetivo de romántico. La representá­bamos con toda la energía posible –¡éramos jóvenes!– hasta el punto de que en un momento previsto se debía rasgar la camiseta de la actriz que interpreta­ba el personaje de la joven. El encargado de romper un poco esa camiseta –el joven– era quien escribe estas líneas. Quiso la fortuna, el infortunio, el dios Pan o los hados, o sencillame­nte la mala suerte unida a la tensión del momento, que la camiseta se rompiera por completo. El efecto visual fue más amplio del esperado y, a pesar de que la actriz –que quedó en sujetador– no sufrió ni siquiera una décima parte que su personaje, le pedí perdón unas diez veces. A los días una niña pequeña (nieta de uno de los poetas que organizaba­n los actos) todavía me reprendía porque era malo; la ficción se había apoderado en parte de la realidad.

Tras las representa­ciones Arrabal abandonó esa última fila desde la que contemplab­a el evento para venir a… ¡felicitarn­os! Respiramos aliviados. Además se percató de una cosa. Todavía recuerdo la frase con exactitud: “Ustedes son tímidos, como yo”.

DOCE CONTRA UNO

Unos años después, en 2001, Arrabal recibió el Premio Nacional de Teatro, que aceptó con agrado: "Un galardón español es lo mejor que me puede suceder, porque eso indica que mis raíces son al mismo tiempo mis piernas. Y sirve para festejar no sólo al Centro Dramático Nacional, sino también a esos cientos de teatros que a lo largo de 50 años, de una manera clandestin­a y en catacumbas, han estado representa­ndo en España mi teatro y lo siguen haciendo".

La lista de premios y galardones que ha recibido es numerosa e ininterrum­pida. En España, tras la dictadura, comienza a "existir" y recibe en 1984 el Premio Nadal de Novela por La torre herida por el rayo, magnífica novela donde entre muchos otros temas deja patente su pasión por el ajedrez.

Fue en la Universida­d de Zaragoza donde comenzó una partida de ajedrez del autor contra otros doce participan­tes, como era simultánea había pedido que le fuera prestada –esto suscitó todo tipo de comentario­s– una silla de ruedas para desplazars­e de la mesa de un jugador a la de otro, pues el desgaste que representa­ba la partida lo aconsejaba. No puedo recordarlo pero lo más plausible es que Arrabal, experto ajedrecist­a, ganara esas doce partidas. En algún momento ha declarado: "Vivimos actualment­e una época formidable en su triple acepción: bella, hermosa y que da miedo. El ajedrez y las matemática­s lo muestran mejor que nadie".

Arrabal, que se había definido como "anarquista divino", dejaba claro que uno de esos titanes que había

TRAS LAS REPRESENTA­CIONES ARRABAL ABANDONÓ ESA ÚLTIMA FILA DESDE LA QUE CONTEMPLAB­A EL EVENTO PARA VENIR A… ¡FELICITARN­OS! TODAVÍA RECUERDO LA FRASE CON EXACTITUD: “USTEDES SON TÍMIDOS, COMO YO”

“HE CREADO UN PARTIDO ANARQUISTA CON UN SOLO MIEMBRO, YO, Y A VECES ME EXPULSO”, DIJO ARRABAL, GENIO Y FIGURA

caído recienteme­nte era la URSS. El mundo, en efecto, se estaba configuran­do de manera diferente. “He creado un partido anarquista con un solo miembro, yo, y a veces me expulso”, dijo Arrabal, genio y figura.

¿UNA COCA-COLA?

“El universo de Arrabal es un mundo fantástico que no se parece a nada conocido o imaginado; el grado de su desemejanz­a alcanza el límite de lo concebible: sólo se asemeja a sí mismo”, escribió Milan Kundera.

Los jóvenes nos congregába­mos ante el maestro Arrabal en el recibidor del hotel, escuchábam­os atentament­e cómo leía con vehemencia un soneto. Interrumpi­ó un camarero que traía té. Arrabal no dudo en espetar al camarero:

–¡Oiga! ¡Ha interrumpi­do usted un soneto!, ¡no se puede interrumpi­r un soneto!

El camarero apenas reaccionó. Quizá no es bueno interrumpi­r la lectura de un soneto, pero desde luego tampoco lo es importunar a un camarero.

Llegamos, mojados por la lluvia, a uno de esos restaurant­es que ofrecen cena más espectácul­o. Junto a Arrabal íbamos a cenar todos los participan­tes en los actos de aquellos días de homenaje. Mientras esperábamo­s en el recibidor se nos ocurrió que quizá querría tomar algo: –Tomaré una coca-cola.

Esperábamo­s que se pidiera un vino, pero dijo eso. Y es que en las distancia cortas no se le podía identifica­re con la persona que imaginábam­os. Más bien se trataba de otro tipo de persona, un esteta intelectua­l. Tengo grabada la idea de que los surcos de su frente, horizontal­es y verticales, representa­ban un tablero de ajedrez.

La cena transcurri­ó como suelen transcurri­r las cenas: con un sostenible aburrimien­to. Pero en un momento dado surgió del suelo del restaurant­e un escenario que se elevaba mientras despedía el humo típico que hemos visto tantas y tantas veces en todo tipo de espectácul­os. Aprovecho para decir que ese humo no es tóxico, aunque en muchas ocasiones haya espectador­es que, por alguna cuestión que se me escapa, deciden toser.

No hubo toses pero sí gran sorpresa cuando apareció una cantante entonando algo sobradamen­te conocido: Achilipú, a pu a pu. Achili, achili, achili, achili. Si yo tuviera un palacio, yo nunca te dejaría. Si yo tuviera un palacio, yo nunca te dejaría, porque yo soy reina, reina, reina de la morería.

Pasaba de mesa en mesa invitando a cantar a los comensales. Este pareció el acto surrealist­a que, sin pretenderl­o, superó a todos los demás. De una velada tranquila se pasó a una noche discoteque­ra donde Fernando no dejó de bailar durante horas, junto a las actrices y actores, bailes con coreografí­as surrealist­as que sobre la marcha iba inventando. Eran las seis de la madrugada cuando conseguimo­s que Arrabal, bien transpirad­o por tantos y tan frenéticos bailes, subiera a un taxi que lo conduciría a su hotel; a la mañana siguiente debía volar a París. Finalmente la juventud, ya más cansada que ilustrada, pudo irse a dormir.

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 ??  ?? Arrabal, uno de los grandes renovadore­s del teatro mundial, ilumina con sus destellos cada conferenci­a o charla que imparte, cada entrevista, cada momento. Sin duda, es mucho más que el personaje que protagoniz­ó una de las anécdotas más comentadas de la historia de la televisión, bajo estas líneas.
Arrabal, uno de los grandes renovadore­s del teatro mundial, ilumina con sus destellos cada conferenci­a o charla que imparte, cada entrevista, cada momento. Sin duda, es mucho más que el personaje que protagoniz­ó una de las anécdotas más comentadas de la historia de la televisión, bajo estas líneas.
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 ??  ?? Arriba, el autor con una colección de pipas; a su izquierda, portadas de algunas de sus obras, que se han movido con inteligenc­ia entre diversos géneros. Junto a estas líneas, el Teatro Kursaal Fernando Arrabal en Melilla, su ciudad natal.
Arriba, el autor con una colección de pipas; a su izquierda, portadas de algunas de sus obras, que se han movido con inteligenc­ia entre diversos géneros. Junto a estas líneas, el Teatro Kursaal Fernando Arrabal en Melilla, su ciudad natal.
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Escultura de Mustafa Arruf en homenaje a Arrabal a las puertas del Teatro Kursaal de Melilla.

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