“LAS IDEAS QUE DABAN POR AMORTIZADO AL PARLAMENTARISMO SOLO ALUMBRARON REGÍMENES AUTORITARIOS QUE CONDUJERON AL DESASTRE”
Cuando se afirma que “al no conocer la historia se corre el riesgo de repetirla”, se suele aludir a que lo que pasó en Europa en el período de entreguerras, con el auge de los extremismos que generaron un estado de pensamiento que derivó en la II Guerra Mundial... ¿Se está diciendo la verdad?
Es ciertamente imposible establecer la verdad, siempre sujeta a distintas interpretaciones, sobre las causas y la dinámica de la historia, en este caso sobre las causas de una guerra global como fue la Segunda Guerra Mundial (la globalización hizo su primera aparición, dramáticamente, en las guerras del siglo XX). Lo que es seguro en cualquier caso es que el conocimiento de la historia es una buena vacuna para cualquier sociedad.
Te centras mucho en el caso de Alemania. No sé si has visto una película que se llama de Haneke, que no habla tanto de política como de sociedad, y en la que queda claro, al menos así lo veo yo, cómo se trasladó a la gente un estado de violencia que fue visto de lo más normal. Cuando acaba la película, se ve de espaldas a un grupo de niños que había perpetrado todo tipo de perrerías, rubitos ellos y con el pelo muy cortado. El pensamiento que tuve al ver esa escena fue: “Ahí va el tipo de comportamiento que hará ‘normal’ lo que ocurrió en la II Guerra Mundial”. Esa crispación que estaba en todos los niveles, ¿existe ahora? Efectivamente, la película La cinta blanca, de Michael Haneke, es un diagnóstico certero de la génesis de la violencia que, con más perspectiva histórica, encuadra muy bien Hannah Arendt en coordenadas filosóficas en su ensayo sobre la banalidad del mal.
Pero el panorama de crispación actual no parece comparable al que se registraba en el periodo de entreguerras, en cuyo momento inicial se sitúa la película de Haneke: una guerra devastadora, de una crueldad generalizada, como fue la Primera Guerra Mundial; la Revolución Rusa de 1917, que aterrorizó y sembró la incertidumbre en una Europa que, cuando parecía recuperarse, sufrió el demoledor impacto de la crisis de 1929, muy superior al de las crisis que hemos conocido.
¿Fue Alemania el más claro ejemplo de pensamiento antiparlamentario? Allí fue donde de manera más repentina y traumática se instauró una República parlamentaria, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y –como pensaban muchos alemanes– por la imposición de las potencias vencedoras, Estados Unidos destacadamente. Lo cierto es que nadie en Alemania había reivindicado antes una República parlamentaria. Los partidos conservadores aspiraban a una reforma limitada de la monarquía y los partidos de izquierda tenían ya una marcada orientación revolucionaria, pensando en un sistema de representación directa inspirado en los soviets.
En Alemania existía por lo demás una comunidad universitaria muy potente que expresó en términos académicos y rigurosos su crítica al parlamentarismo de la democracia de masas que irrumpe por entonces.
Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, hay en el mundo de la política una diferente forma de acercarse al mundo de la política en los parlamenta
rios, cultos, muy sabios, con influencia del pensamiento filosófico, y, por otro lado, la gente que emigraba de todo eso y se abrigaba en los sentimientos de las masas. ¿Esas masas se dejaron llevar por sentimientos muy primarios?
Las masas ya existían antes, por supuesto, pero estaban al margen de la acción política, estaban “alienadas” en la conocida expresión de Karl Marx. En el periodo de entreguerras se asiste al acceso de las masas a la política y ello comporta una ampliación de la opinión pública que debe mucho a la generalización de la alfabetización, la prensa de grandes tiradas, la radio, el cine. Se podían propagar los mensajes de un mundo nuevo que calaron en amplias capas de la población, muy desmoralizadas tras la Gran Guerra y la crisis económica.
En tu libro hablas mucho del caso de Alemania, y de los mandarines… ¿Quiénes eran?
Eran los catedráticos de las muy pujantes Universidades alemanas, sobre todo los de humanidades y ciencias sociales, que formaron una verdadera aristocracia inédita hasta entonces, pues no tenía su origen en el linaje familiar, en las gestas militares o en el favor del rey, sino en los méritos ganados en una rigurosa carrera universitaria. Lo más parecido –tal como advirtiera Max Weber– eran los mandarines (de ahí el nombre) o altos funcionarios de la China imperial. Los mandarines alemanes tuvieron un gran poder con presencia mayoritaria en los parlamentos, pero miraron con desdén la irrupción de los grandes partidos de masas, abandonaron la política para criticar desde la academia la nueva democracia.
¿Se fortaleció el individualismo en el sentido de hacer cosas por uno mismo o un individualismo en donde las personas pasaron a ser más solitarias? La idea típicamente liberal del individuo como ser que se autodetermina de manera racional se puso en cuestión en el periodo de entreguerras desde dos ciencias que irrumpen por entonces: la sociología, cuando afirma que el individuo es pura ficción y solo existe, y se le comprende, en sociedad; y las ciencias de la mente, sobre todo a partir de Freud, que mostraron que las decisiones de los individuos no responden solo a motivaciones racionales y objetivas, sino también a complejos motivos inconscientes.
Tras este trabajo, ¿crees más en la fuerza de los parlamentos o te ha vuelto más escéptico respecto a ellos?
Las ideas del periodo de entreguerras que daban por amortizado al parlamentarismo solo alumbraron regímenes autoritarios que condujeron al desastre. El parlamento es un elemento esencial de nuestro sistema democrático, pero parecen necesarias algunas reformas en el régimen electoral (listas abiertas) que permitan la entrada de personas con criterio propio, y necesita también recuperar el espacio de producción normativa que le está sustrayendo el gobierno con el abuso del decreto-ley.
El derecho público está muy presente, lo público en general… ¿Cuál fue la posición de los parlamentarios sobre este tema? La línea de pensamiento crítica con el parlamentarismo que no pretendía la superación de la institución, sino su reforma, acabó reformulando en muchos aspectos el sistema de derecho público que es, en lo sustancial, el vigente en la actualidad.
Se dice que la II Guerra Mundial fue consecuencia de las cosas que se hicieron tras la I Guerra Mundial, como si antes de la primera no existiera confrontación y al final de la segunda las heridas se hubieran cerrado. ¿Es verdad? Efectivamente una conflagración de tal magnitud (como no se había conocido antes) necesita de un periodo de gestación dilatado que tuvo una manifestación traumática en la Primera Guerra Mundial que concluyó sin cerrar las heridas, más bien, pues parece que se echó sal en ellas.
Estamos asistiendo a una campaña electoral tensa, de insultos, de utilizar las cosas básicas, los valores… ¿Sigue existiendo pensamiento antiparlamentario en los parlamentarios actuales? No. Desde luego, no existen las posturas abolicionistas de la institución que por entonces se expresaron. Entre otras, a modo de ejemplo, la del general Primo de Rivera. Esa postura, entonces muy difundida en Europa, no se mantiene hoy en día. Otra cosa son las líneas reformistas que también se plantearon entonces y que en la actualidad se reproducen en algún caso.