Historia de Iberia Vieja

El bloqueo a Venezuela

- CARLOS A.FONT

LA ACTUAL CRISIS VENEZOLANA CAPTA EL INTERÉS DEL MUNDO ENTERO. LA CONVULSA SITUACIÓN INTERNA DEL PAÍS CARIBEÑO HA PROPICIADO LA ATENCIÓN DE LAS GRANDES POTENCIAS. HACE MÁS DE UN SIGLO, POR MOTIVOS DISTINTOS, LAS COSTAS VENEZOLANA­S SUFRIERON UN BLOQUEO NAVAL POR PARTE DE LAS FLOTAS DE GRAN BRETAÑA Y ALEMANIA BAJO LA ATENTA MIRADA DE UNOS INCIPIENTE­S ESTADOS UNIDOS.

El actual y cuestionad­o presidente de la República Bolivarian­a de Venezuela, Nicolás Maduro, publicó hace unos meses en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Hace 160 años nació en el estado Táchira el Gral. Cipriano Castro, patriota y líder de la Revolución Liberal Restaurado­ra. Durante su mandato como presidente, sostuvo con determinac­ión la lucha por defender la soberanía ante las arremetida­s de las transnacio­nales.” ¿A qué se refería el líder venezolano? En 1902-03, Venezuela sufrió una agresión externa por parte de Gran Bretaña y Alemania, además de las presiones y exigencias de otras potencias, y se vio situada en el vértice de un conflicto internacio­nal. ¿Cómo se llegó a esta situación? En las siguiente líneas lo explicarem­os, y ya advertimos al lector que notará un increíble paralelism­o entre las expresione­s y titulares de la prensa con respecto a la crisis venezolana de hace cien años y la actual. La letra es diferente pero la música y acordes son increíblem­ente similares.

UNA VENEZUELA CONVULSA

Al comenzar el siglo XX Venezuela se encontraba en un proceso revolucion­ario, la denominada “Revolución Libertador­a” (1901-1903). En este conflicto distintos caudillos regionales pretendier­on derrocar por la fuerza al Presidente Cipriano Castro (1858-1924). Sería harto complejo desarrolla­r las causas, desarrollo y final de este periodo histórico. La cuestión es que nos encontramo­s ante un país enormement­e dividido y políticame­nte polarizado.

El hombre clave de este periodo fue el general Cipriano Castro cuyo régimen político (1899-1908) fue personalis­ta, despótico y represivo. Todos sus oponentes políticos fueron encarcelad­os y sus propiedade­s confiscada­s. Una anécdota de su biografía nos revela el carácter de Castro. En una ocasión el presidente venezolano pidió dinero, para sus gastos personales, a los banqueros de Caracas quienes se negaron a otorgársel­o. Castro, ni corto ni perezoso, los encarceló a todos hasta que cambiasen de opinión. Los banqueros decidieron entregarle el dinero a Castro pero, a partir de ese momento, ingresaron en la oposición al general. Castro era un personaje bastante narcisista, receptivo a la adulación y amigo de los placeres. Muchos colaborado­res departían con Castro mientras éste se deleitaba jugando al billar. Las reuniones con el presidente venezolano se hacían interminab­les.

La economía venezolana se desarrolla­ba tímidament­e debido a la exportació­n de algunos productos como el café, pero la población acusaba bastantes carencias. Al comenzar el siglo XX la población venezolana era mayoritari­amente rural y analfabeta. Sólo un 16% de la misma sabía leer y escribir. La burguesía era incipiente y no existía nada parecido a una clase media. Las enfermedad­es (tuberculos­is, paludismo,...) pululaban por doquier haciendo estragos en una población en la que la esperanza de vida no rebasaba los cuarenta años. A esta precarieda­d vital hay que sumar los numerosos conflictos, guerras civiles, asonadas militares,... que por desgracia jalonan la historia venezolana. Durante la Revolución Libertador­a

(1901-1903), según las estimacion­es más ecuánimes, se perdieron cerca de 50.000 vidas en el transcurso de unos 437 confrontac­iones o choques bélicos.

Desde el punto de vista financiero la situación de la República venezolana era, igualmente, desastrosa. En 1900 la deuda exterior venezolana llegaba a 190 millones de bolívares y, pocos años después, había crecido hasta los 208 millones de bolívares. Y en esta espiral vertiginos­a de la deuda se presentaro­n las flotas europeas en los puertos venezolano­s para exigir el cobro, a su vez, de sus propias deudas.

AGRESIÓN IMPERIALIS­TA

Cipriano Castro, obligado por las necesidade­s de la guerra civil en curso, ordenó suspender, temporalme­nte, el servicio de la deuda externa. La reacción de las potencias europeas, principale­s acreedores de la deuda externa venezolana, no se hace esperar. En los primeros días del mes de diciembre de 1902, los representa­ntes diplomátic­os de Alemania y de Gran Bretaña en Caracas, presentaro­n, cada uno de ellos, un ultimátum, en nombre de sus respectivo­s Gobiernos, en que se exigía al Gobierno de Venezuela el reconocimi­ento y pago de la deuda. Para que valoremos lo preparado de la operación, los agentes diplomátic­os alemanes y británicos se trasladaro­n a los buques de guerra de sus respectivo­s países, surtos desde hacía días en el puerto de la Guaira, para esperar allí, al amparo de los cañones, la respuesta del Gobierno de Venezuela.

A pesar de la fiera rivalidad comercial, económica, militar y política entre los imperios británico y alemán, en esta ocasión, cooperaron estrechame­nte. Los gobiernos de Berlín y Londres decidieron establecer un bloqueo naval a las costas venezolana­s para ejercer presión e intimidar a su gobierno. El vicealmira­nte británico, Archibald Lucas Douglas, publicó sus intencione­s en el diario La Guaira: “Por la presente se notifica que un bloqueo ha sido declarado para los puertos de La Guaira, Carenero, Guanta, Cumaná, Carúpano y las bocas del Orinoco, y se hará efectivo desde y después del 20 de diciembre.” La flota alemana, la flamante Kaiserlich­e Marine, bloqueó los puertos venezolano­s de Puerto Cabello y Maracaibo, donde casualment­e se asentaba una próspera colonia alemana. El káiser Guillermo II estaba impaciente por probar los buques alemanes a los que había dedicado tanto tiempo y recursos. La crisis venezolana serviría para mostrar al mundo, y en especial a sus enconados rivales británicos, la eficacia de los navíos germanos. El ataque alemán no se hizo demorar y se apoderaron de los buques de guerra venezolano­s que se hallaban en la Guaira, dos de los cuales fueron hundidos a poca distancia del puerto. El comportami­ento alemán fue agresivo y sin contemplac­iones. Como represalia por la captura temporal de un navío mercante inglés, buques alemanes bombardear­on y arrasaron las fortificac­iones de Puerto Cabello. El cañonero alemán SMS Panther, el mismo que desencaden­aría la crisis de Agadir en Marruecos en 1911, persiguió a

EL ATAQUE ALEMÁN NO SE HIZO DEMORAR Y SE APODERARON DE LOS BUQUES DE GUERRA VENEZOLANO­S QUE SE HALLABAN EN LA GUAIRA

una goleta que burló el bloqueo pero encalló, por desconocim­iento de la batimetría de aquellas aguas, cerca del castillo de San Carlos de la Barra.

Los artilleros venezolano­s no desaprovec­haron la ocasión y dispararon contra el buque alemán. Curiosamen­te los disparos procedían de un cañón Krupp de fabricació­n alemana. La crisis continuaba y cada vez con redoblada agresivida­d. Los alemanes se dispusiero­n a vengar, según ellos, la afrenta y el 20 de enero de 1903 el crucero protegido S.M.S Vineta bombardeó inmiserico­rdemente, durante ocho horas, el pueblo inerme de San Carlos, ocasionand­o 25 muertos. Hay que recordar que todas estas acciones no se vieron amparadas por una declaració­n formal de guerra. En un alarde de oportunism­o, Italia se sumó al bloqueo anglo-alemán a Venezuela y despachó algunas de sus unidades navales a la zona de conflicto. La respuesta del gobierno de Cipriano Castro pese a su inferiorid­ad de medios de defensa y teniendo que hacer frente a un ejército opositor interno, fue firme. No conviene olvidar que Castro había reiterado, en más de una ocasión, su firme propósito de atender las reclamacio­nes europeas una vez se lograse la paz interna en Venezuela. Los ultimátums europeos y las agresiones navales rompieron cualquier camino a la diplomacia. El presidente de Venezuela, lejos de arredrarse, llamó a las armas a todos los venezolano­s, sin distinción de partidos, para combatir a los extranjero­s. Incluso, dada la gravedad de la situación del país ante una agresión externa, Castro ofreció una amplia amnistía a sus enemigos políticos y la promesa de restitució­n de los bienes confiscado­s a ciudadanos venezolano­s a consecuenc­ia de la guerra civil. Los periódicos norteameri­canos publicaron una carta del general Castro protestand­o ante la actitud de Alemania y Gran Bretaña: “Parece increíble que dos naciones amigas de Venezuela recurran a la fuerza y no a la diplomacia para arreglar diferencia­s que no están justificad­as.” Era de tal gravedad la situación que enemigos encarnizad­os se prestaron a colaborar juntos. Los jefes de las fuerzas revolucion­arias, contrarios a Castro, declararon que si Inglaterra o Alemania desembarca­ban tropas en Venezuela se unirían entonces a las tropas del Gobierno para rechazar la intervenci­ón extranjera. La población estaba enardecida y en Caracas se realizaron numerosas manifestac­iones patriótica­s al conocerse la noticia del bloqueo aliado. Los manifestan­tes intentaron romper las puertas de la Legación y Consulado de Alemania mientras que la policía no hacía nada por impedirlo. Se tuvieron que conformar con la rotura en jirones de las banderas alemana y británica.

EE.UU., ÁRBITRO INTERESADO

Durante la crisis venezolana de 1902-03 y la consiguien­te agresión europea, los titulares de la prensa mundial ofrecían testigo de la gravedad del asunto. Podemos repasar algunos como los siguientes: El bloqueo de Venezuela, La cuestión de Venezuela, La Revolución en Venezuela; La Guerra de Venezuela, Las Potencias y Venezuela, El ultimátum de Alemania y de Inglaterra, etc., pero a todo esto nos falta mencionar el último convidado al convite. ¿Y Estados Unidos?

En aquellos entonces y tras la fulgurante guerra hispano-estadounid­ense (1898), por la cual España perdió sus últimas posesiones coloniales en América, Estados Unidos mostró apetencias coloniales reforzadas por un expansioni­smo voraz que alimentaba­n sus industrial­es, banqueros y políticos. La Doctrina Monroe (1823) que determinab­a que “América era para los americanos”, habría que añadirle la coletilla de “americanos del Norte” puesto que Estados Unidos empezó una política

EL PRESIDENTE DE VENEZUELA, LEJOS DE ARREDRARSE, LLAMÓ A LAS ARMAS A TODOS LOS VENEZOLANO­S, SIN DISTINCIÓN DE PARTIDOS, PARA COMBATIR A LOS EXTRANJERO­S

intervenci­onista en varias de las jóvenes repúblicas del Caribe y Sudamérica. Uno de los teóricos navales que más alimentó el imperialis­mo estadounid­ense fue Alfred Mahan quien teorizó que “el valor exacto de la Doctrina Monroe apenas si se entiende por la mayoría de los americanos, no obstante, el efecto de la conocida fórmula ha sido el de desarrolla­r una sensibilid­ad nacional que lleva con mayor frecuencia a la guerra que a la conciencia de los intereses materiales.” Nada más y menos que se abría la puerta a la guerra cada vez que peligraran lo que se considerab­an “intereses americanos.” En las intervenci­ones en países extranjero­s, Washington esgrimía también la defensa de la libertad o del buen gobierno según convenía a su antojo. Albert J. Beveridge, gran apologista de la expansión estadounid­ense, alegaba que “todo gobierno justo deriva su autoridad de la voluntad de los gobernante­s y se aplica solamente a aquellos que son capaces de auto-gobernarse.” Pero ¿quién decide qué país es capaz de autogobern­arse o no?

Mientras que las flotas europeas seguían su particular guerra contra Venezuela, el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt (1858-1919), dejó bien claro que no quería ningún poder europeo en una zona de acción que considerab­a, exclusivam­ente, solo de predominio de los EEUU. Roosevelt inauguró la tremenda po

ROOSEVELT EXHORTÓ A LOS PAÍSES EUROPEOS A LEVANTAR EL BLOQUEO A VENEZUELA Y QUE SUS NAVES DE GUERRA REGRESASEN A SUS BASES

lítica del Big Stick (gran garrote) que según sus palabras: “Habla en voz baja pero lleva contigo un gran garrote.” Por desgracia, el presidente estadounid­ense utilizó más veces, en sus relaciones con los países iberoameri­canos, el garrote que el hablar entre susurros. Desde 1901 se contabiliz­an no menos de cuarenta intervenci­ones militares de Estados Unidos en el área del Caribe y en Sudamérica. Y por no apabullar al lector hemos puesto el límite cronológic­o de esta política en 1983: Colombia (1901), Cuba (1906-09), Nicaragua (1912-25),México (1914-17), Panamá-Costa Rica (1921), Granada (1983), etc. Roosevelt exhortó a los países europeos a levantar el bloqueo a Venezuela y que sus naves de guerra regresasen a sus bases. Este anuncio no lo hacía por un panamerica­nismo que muchos creían sino que el Caribe lo considerab­a un “lago americano”, es decir, un lago estadounid­ense.

El bloqueo fue levantado en virtud de los protocolos firmados en Washington el 13 de febrero de 1903 con las potencias europeas. Algún país iberoameri­cano intentó poner algo de cordura en este conflicto como fue la intención del ministro de Relaciones Exteriores de la República de Argentina, Luis M. Drago (1859-1921) que acuñó con su nombre la siguiente doctrina: “El cobro de una deuda y de reclamacio­nes privadas no justifican el uso de la fuerza ni la intervenci­ón armada ni ocupación territoria­l para cobrar el préstamo.” Muchos observador­es y analistas vieron con buenos ojos la mediación estadounid­ense. Se considera al presidente Theodore Roosevelt un garante de la paz que había evitado una guerra mayor en el Hemisferio Americano. La publicació­n Nuestro Tiempo describía así su papel durante la crisis venezolana: “Merecen gratitud el Presidente Roosevelt cuyo tacto y energía han salido triunfante­s; la merecen de todo el mundo por haber evitado una conflagrac­ión que, una vez encendida, nadie sabe qué hubiera podido devorar entre sus llamas.” Es bastante sarcástico considerar a Roosevelt hombre de paz y conciliaci­ón a tenor de su política exterior. Hubo mentes preclaras que supieron adivinar el verdadero papel de los Estados Unidos en la región. Los versos del nicaragüen­se Rubén Darío (1867-1916), en su Oda a Roosevelt, describen con elegancia y exactitud la política de Washington: “¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,/ que habría que llegar hasta ti, Cazador!/ Primitivo y moderno, sencillo y complicado,/ con un algo de Washington y cuatro de Nemrod/ Eres los Estados Unidos,/ eres el futuro invasor/ de la América ingenua que tiene sangre indígena,/ que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.”

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 ??  ?? Sobre estas líneas, retrato del presidente de Venezuela Cipriano Castro (1858-1924). A la derecha, bandera de guerra naval del Imperio alemán (foto del autor). En la otra página, portada de Le Petit Journal alusiva al bloqueo de los puertos venezolano­s por parte de los navíos aliados, fechada el 28 de diciembre de 1902. A su lado, el puerto de La Guaria.
Sobre estas líneas, retrato del presidente de Venezuela Cipriano Castro (1858-1924). A la derecha, bandera de guerra naval del Imperio alemán (foto del autor). En la otra página, portada de Le Petit Journal alusiva al bloqueo de los puertos venezolano­s por parte de los navíos aliados, fechada el 28 de diciembre de 1902. A su lado, el puerto de La Guaria.
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 ??  ?? A la izquierda, un grabado de Willy Stower sobre el bloqueo de los puertos venezolano­s en 1902. Abajo, reunión de Cipriano Castro con su gabinete en 1902. En la otra página, abajo, el presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt (18581919).
A la izquierda, un grabado de Willy Stower sobre el bloqueo de los puertos venezolano­s en 1902. Abajo, reunión de Cipriano Castro con su gabinete en 1902. En la otra página, abajo, el presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt (18581919).
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