El bloqueo a Venezuela
LA ACTUAL CRISIS VENEZOLANA CAPTA EL INTERÉS DEL MUNDO ENTERO. LA CONVULSA SITUACIÓN INTERNA DEL PAÍS CARIBEÑO HA PROPICIADO LA ATENCIÓN DE LAS GRANDES POTENCIAS. HACE MÁS DE UN SIGLO, POR MOTIVOS DISTINTOS, LAS COSTAS VENEZOLANAS SUFRIERON UN BLOQUEO NAVAL POR PARTE DE LAS FLOTAS DE GRAN BRETAÑA Y ALEMANIA BAJO LA ATENTA MIRADA DE UNOS INCIPIENTES ESTADOS UNIDOS.
El actual y cuestionado presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, publicó hace unos meses en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Hace 160 años nació en el estado Táchira el Gral. Cipriano Castro, patriota y líder de la Revolución Liberal Restauradora. Durante su mandato como presidente, sostuvo con determinación la lucha por defender la soberanía ante las arremetidas de las transnacionales.” ¿A qué se refería el líder venezolano? En 1902-03, Venezuela sufrió una agresión externa por parte de Gran Bretaña y Alemania, además de las presiones y exigencias de otras potencias, y se vio situada en el vértice de un conflicto internacional. ¿Cómo se llegó a esta situación? En las siguiente líneas lo explicaremos, y ya advertimos al lector que notará un increíble paralelismo entre las expresiones y titulares de la prensa con respecto a la crisis venezolana de hace cien años y la actual. La letra es diferente pero la música y acordes son increíblemente similares.
UNA VENEZUELA CONVULSA
Al comenzar el siglo XX Venezuela se encontraba en un proceso revolucionario, la denominada “Revolución Libertadora” (1901-1903). En este conflicto distintos caudillos regionales pretendieron derrocar por la fuerza al Presidente Cipriano Castro (1858-1924). Sería harto complejo desarrollar las causas, desarrollo y final de este periodo histórico. La cuestión es que nos encontramos ante un país enormemente dividido y políticamente polarizado.
El hombre clave de este periodo fue el general Cipriano Castro cuyo régimen político (1899-1908) fue personalista, despótico y represivo. Todos sus oponentes políticos fueron encarcelados y sus propiedades confiscadas. Una anécdota de su biografía nos revela el carácter de Castro. En una ocasión el presidente venezolano pidió dinero, para sus gastos personales, a los banqueros de Caracas quienes se negaron a otorgárselo. Castro, ni corto ni perezoso, los encarceló a todos hasta que cambiasen de opinión. Los banqueros decidieron entregarle el dinero a Castro pero, a partir de ese momento, ingresaron en la oposición al general. Castro era un personaje bastante narcisista, receptivo a la adulación y amigo de los placeres. Muchos colaboradores departían con Castro mientras éste se deleitaba jugando al billar. Las reuniones con el presidente venezolano se hacían interminables.
La economía venezolana se desarrollaba tímidamente debido a la exportación de algunos productos como el café, pero la población acusaba bastantes carencias. Al comenzar el siglo XX la población venezolana era mayoritariamente rural y analfabeta. Sólo un 16% de la misma sabía leer y escribir. La burguesía era incipiente y no existía nada parecido a una clase media. Las enfermedades (tuberculosis, paludismo,...) pululaban por doquier haciendo estragos en una población en la que la esperanza de vida no rebasaba los cuarenta años. A esta precariedad vital hay que sumar los numerosos conflictos, guerras civiles, asonadas militares,... que por desgracia jalonan la historia venezolana. Durante la Revolución Libertadora
(1901-1903), según las estimaciones más ecuánimes, se perdieron cerca de 50.000 vidas en el transcurso de unos 437 confrontaciones o choques bélicos.
Desde el punto de vista financiero la situación de la República venezolana era, igualmente, desastrosa. En 1900 la deuda exterior venezolana llegaba a 190 millones de bolívares y, pocos años después, había crecido hasta los 208 millones de bolívares. Y en esta espiral vertiginosa de la deuda se presentaron las flotas europeas en los puertos venezolanos para exigir el cobro, a su vez, de sus propias deudas.
AGRESIÓN IMPERIALISTA
Cipriano Castro, obligado por las necesidades de la guerra civil en curso, ordenó suspender, temporalmente, el servicio de la deuda externa. La reacción de las potencias europeas, principales acreedores de la deuda externa venezolana, no se hace esperar. En los primeros días del mes de diciembre de 1902, los representantes diplomáticos de Alemania y de Gran Bretaña en Caracas, presentaron, cada uno de ellos, un ultimátum, en nombre de sus respectivos Gobiernos, en que se exigía al Gobierno de Venezuela el reconocimiento y pago de la deuda. Para que valoremos lo preparado de la operación, los agentes diplomáticos alemanes y británicos se trasladaron a los buques de guerra de sus respectivos países, surtos desde hacía días en el puerto de la Guaira, para esperar allí, al amparo de los cañones, la respuesta del Gobierno de Venezuela.
A pesar de la fiera rivalidad comercial, económica, militar y política entre los imperios británico y alemán, en esta ocasión, cooperaron estrechamente. Los gobiernos de Berlín y Londres decidieron establecer un bloqueo naval a las costas venezolanas para ejercer presión e intimidar a su gobierno. El vicealmirante británico, Archibald Lucas Douglas, publicó sus intenciones en el diario La Guaira: “Por la presente se notifica que un bloqueo ha sido declarado para los puertos de La Guaira, Carenero, Guanta, Cumaná, Carúpano y las bocas del Orinoco, y se hará efectivo desde y después del 20 de diciembre.” La flota alemana, la flamante Kaiserliche Marine, bloqueó los puertos venezolanos de Puerto Cabello y Maracaibo, donde casualmente se asentaba una próspera colonia alemana. El káiser Guillermo II estaba impaciente por probar los buques alemanes a los que había dedicado tanto tiempo y recursos. La crisis venezolana serviría para mostrar al mundo, y en especial a sus enconados rivales británicos, la eficacia de los navíos germanos. El ataque alemán no se hizo demorar y se apoderaron de los buques de guerra venezolanos que se hallaban en la Guaira, dos de los cuales fueron hundidos a poca distancia del puerto. El comportamiento alemán fue agresivo y sin contemplaciones. Como represalia por la captura temporal de un navío mercante inglés, buques alemanes bombardearon y arrasaron las fortificaciones de Puerto Cabello. El cañonero alemán SMS Panther, el mismo que desencadenaría la crisis de Agadir en Marruecos en 1911, persiguió a
EL ATAQUE ALEMÁN NO SE HIZO DEMORAR Y SE APODERARON DE LOS BUQUES DE GUERRA VENEZOLANOS QUE SE HALLABAN EN LA GUAIRA
una goleta que burló el bloqueo pero encalló, por desconocimiento de la batimetría de aquellas aguas, cerca del castillo de San Carlos de la Barra.
Los artilleros venezolanos no desaprovecharon la ocasión y dispararon contra el buque alemán. Curiosamente los disparos procedían de un cañón Krupp de fabricación alemana. La crisis continuaba y cada vez con redoblada agresividad. Los alemanes se dispusieron a vengar, según ellos, la afrenta y el 20 de enero de 1903 el crucero protegido S.M.S Vineta bombardeó inmisericordemente, durante ocho horas, el pueblo inerme de San Carlos, ocasionando 25 muertos. Hay que recordar que todas estas acciones no se vieron amparadas por una declaración formal de guerra. En un alarde de oportunismo, Italia se sumó al bloqueo anglo-alemán a Venezuela y despachó algunas de sus unidades navales a la zona de conflicto. La respuesta del gobierno de Cipriano Castro pese a su inferioridad de medios de defensa y teniendo que hacer frente a un ejército opositor interno, fue firme. No conviene olvidar que Castro había reiterado, en más de una ocasión, su firme propósito de atender las reclamaciones europeas una vez se lograse la paz interna en Venezuela. Los ultimátums europeos y las agresiones navales rompieron cualquier camino a la diplomacia. El presidente de Venezuela, lejos de arredrarse, llamó a las armas a todos los venezolanos, sin distinción de partidos, para combatir a los extranjeros. Incluso, dada la gravedad de la situación del país ante una agresión externa, Castro ofreció una amplia amnistía a sus enemigos políticos y la promesa de restitución de los bienes confiscados a ciudadanos venezolanos a consecuencia de la guerra civil. Los periódicos norteamericanos publicaron una carta del general Castro protestando ante la actitud de Alemania y Gran Bretaña: “Parece increíble que dos naciones amigas de Venezuela recurran a la fuerza y no a la diplomacia para arreglar diferencias que no están justificadas.” Era de tal gravedad la situación que enemigos encarnizados se prestaron a colaborar juntos. Los jefes de las fuerzas revolucionarias, contrarios a Castro, declararon que si Inglaterra o Alemania desembarcaban tropas en Venezuela se unirían entonces a las tropas del Gobierno para rechazar la intervención extranjera. La población estaba enardecida y en Caracas se realizaron numerosas manifestaciones patrióticas al conocerse la noticia del bloqueo aliado. Los manifestantes intentaron romper las puertas de la Legación y Consulado de Alemania mientras que la policía no hacía nada por impedirlo. Se tuvieron que conformar con la rotura en jirones de las banderas alemana y británica.
EE.UU., ÁRBITRO INTERESADO
Durante la crisis venezolana de 1902-03 y la consiguiente agresión europea, los titulares de la prensa mundial ofrecían testigo de la gravedad del asunto. Podemos repasar algunos como los siguientes: El bloqueo de Venezuela, La cuestión de Venezuela, La Revolución en Venezuela; La Guerra de Venezuela, Las Potencias y Venezuela, El ultimátum de Alemania y de Inglaterra, etc., pero a todo esto nos falta mencionar el último convidado al convite. ¿Y Estados Unidos?
En aquellos entonces y tras la fulgurante guerra hispano-estadounidense (1898), por la cual España perdió sus últimas posesiones coloniales en América, Estados Unidos mostró apetencias coloniales reforzadas por un expansionismo voraz que alimentaban sus industriales, banqueros y políticos. La Doctrina Monroe (1823) que determinaba que “América era para los americanos”, habría que añadirle la coletilla de “americanos del Norte” puesto que Estados Unidos empezó una política
EL PRESIDENTE DE VENEZUELA, LEJOS DE ARREDRARSE, LLAMÓ A LAS ARMAS A TODOS LOS VENEZOLANOS, SIN DISTINCIÓN DE PARTIDOS, PARA COMBATIR A LOS EXTRANJEROS
intervencionista en varias de las jóvenes repúblicas del Caribe y Sudamérica. Uno de los teóricos navales que más alimentó el imperialismo estadounidense fue Alfred Mahan quien teorizó que “el valor exacto de la Doctrina Monroe apenas si se entiende por la mayoría de los americanos, no obstante, el efecto de la conocida fórmula ha sido el de desarrollar una sensibilidad nacional que lleva con mayor frecuencia a la guerra que a la conciencia de los intereses materiales.” Nada más y menos que se abría la puerta a la guerra cada vez que peligraran lo que se consideraban “intereses americanos.” En las intervenciones en países extranjeros, Washington esgrimía también la defensa de la libertad o del buen gobierno según convenía a su antojo. Albert J. Beveridge, gran apologista de la expansión estadounidense, alegaba que “todo gobierno justo deriva su autoridad de la voluntad de los gobernantes y se aplica solamente a aquellos que son capaces de auto-gobernarse.” Pero ¿quién decide qué país es capaz de autogobernarse o no?
Mientras que las flotas europeas seguían su particular guerra contra Venezuela, el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt (1858-1919), dejó bien claro que no quería ningún poder europeo en una zona de acción que consideraba, exclusivamente, solo de predominio de los EEUU. Roosevelt inauguró la tremenda po
ROOSEVELT EXHORTÓ A LOS PAÍSES EUROPEOS A LEVANTAR EL BLOQUEO A VENEZUELA Y QUE SUS NAVES DE GUERRA REGRESASEN A SUS BASES
lítica del Big Stick (gran garrote) que según sus palabras: “Habla en voz baja pero lleva contigo un gran garrote.” Por desgracia, el presidente estadounidense utilizó más veces, en sus relaciones con los países iberoamericanos, el garrote que el hablar entre susurros. Desde 1901 se contabilizan no menos de cuarenta intervenciones militares de Estados Unidos en el área del Caribe y en Sudamérica. Y por no apabullar al lector hemos puesto el límite cronológico de esta política en 1983: Colombia (1901), Cuba (1906-09), Nicaragua (1912-25),México (1914-17), Panamá-Costa Rica (1921), Granada (1983), etc. Roosevelt exhortó a los países europeos a levantar el bloqueo a Venezuela y que sus naves de guerra regresasen a sus bases. Este anuncio no lo hacía por un panamericanismo que muchos creían sino que el Caribe lo consideraba un “lago americano”, es decir, un lago estadounidense.
El bloqueo fue levantado en virtud de los protocolos firmados en Washington el 13 de febrero de 1903 con las potencias europeas. Algún país iberoamericano intentó poner algo de cordura en este conflicto como fue la intención del ministro de Relaciones Exteriores de la República de Argentina, Luis M. Drago (1859-1921) que acuñó con su nombre la siguiente doctrina: “El cobro de una deuda y de reclamaciones privadas no justifican el uso de la fuerza ni la intervención armada ni ocupación territorial para cobrar el préstamo.” Muchos observadores y analistas vieron con buenos ojos la mediación estadounidense. Se considera al presidente Theodore Roosevelt un garante de la paz que había evitado una guerra mayor en el Hemisferio Americano. La publicación Nuestro Tiempo describía así su papel durante la crisis venezolana: “Merecen gratitud el Presidente Roosevelt cuyo tacto y energía han salido triunfantes; la merecen de todo el mundo por haber evitado una conflagración que, una vez encendida, nadie sabe qué hubiera podido devorar entre sus llamas.” Es bastante sarcástico considerar a Roosevelt hombre de paz y conciliación a tenor de su política exterior. Hubo mentes preclaras que supieron adivinar el verdadero papel de los Estados Unidos en la región. Los versos del nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), en su Oda a Roosevelt, describen con elegancia y exactitud la política de Washington: “¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,/ que habría que llegar hasta ti, Cazador!/ Primitivo y moderno, sencillo y complicado,/ con un algo de Washington y cuatro de Nemrod/ Eres los Estados Unidos,/ eres el futuro invasor/ de la América ingenua que tiene sangre indígena,/ que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.”