Historia de Iberia Vieja

INFARTO EN EL CORAZÓN DEL MUNDO

- BRUNO CARDEÑOSA

EL MUNDO CAMBIÓ PARA SIEMPRE A LAS 8.46 DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001 CUANDO EL VUELO 11 DE AMERICAN AIRLINES SE ESTRELLÓ CONTRA LA TORRE NORTE DEL WORLD TRADE CENTER. APENAS 16 MINUTOS DESPUÉS –YA ESTABA TODO EL MUNDO MIRANDO LAS TELEVISION­ES– OTRO AVIÓN SE ESTRELLÓ CONTRA LA TORRE SUR. ERA EL VUELO 175 DE UNITED AIRLINES. QUIENES TRAS EL PRIMER IMPACTO CREÍMOS QUE ERA ALGO FORTUITO, NOS DIMOS CUENTA DE NUESTRO ERROR: LO SUCEDIDO PARECÍA INTENCIONA­DO. SE ACABABAN DE ATACAR LAS TORRES GEMELAS. NO ERA UNA PELÍCULA. ERA LA REALIDAD…

La mañana –tarde en Europa– no había hecho más que comenzar. Tras los impactos, llegaron noticias de que otro avión se había estrellado en Pensilvani­a y uno más en el Pentágono. También se hablaba de otros, uno de los cuales habría impactado en el Capitolio. Parecía el Apocalipsi­s, una guerra mundial… Luego, las Torres Gemelas se cayeron. El incendio provocado por los dos impactos había debilitado los cimientos y una planta cayó sobre la otra y finalmente colapsaron

los dos edificios, aunque también apareciero­n informacio­nes sobre explosione­s en el interior, pero la versión oficial se construyó a partir de los impactos en el exterior de las torres.

Fueron dos horas de sobresalto­s, de una noticia tras otra, algunas verídicas, otras falsas, sospechas, dudas sobre quién había accionado el botón para cambiar la historia… “Hay siete aviones secuestrad­os”, llegó a comunicars­e oficialmen­te, aunque luego la cifra fue menor. A final de la mañana en Estados Unidos –por la tarde en España– la versión oficial se hizo hueco y desde el poder señalaron que los culpables estaban en Afganistán. Se trataba de Al Qaeda y su jefe Bin Laden, que estaba protegido por los talibanes. La otra historia sobre la extraña relación con él se olvidó ante el ímpetu de la versión oficial, y su origen en Arabia Saudí y no en Afganistán apenas se comentó. Ese día se hablaba de 10.000 víctimas mortales, pero luego la cifra quedó “reducida” a 3.016.

Por última vez en la historia, los periódicos españoles publicaban ediciones

vespertina­s. “El mundo en vilo a la espera de las represalia­s de Bush”, rezaba El País. “El mayor ataque terrorista de la historia derriba los símbolos de poder de Estados Unidos y causa 10.000 muertos y heridos”, se leía en el titular de El Mundo. “El terrorismo golpea el corazón del imperio”, decía la portada de La Razón. Al tiempo, el presidente de Estados Unidos se dirigió a la nación durante dos minutos desde un búnker de Nebraska. Siempre se ha discutido sobre si fue correcta o no la reacción del presidente George W. Bush, que esa mañana había corrido junto a su hermano Jeb, que esos días acaparaba la atención por las sospechas de fraude electoral en Florida, donde gobernaba. La victoria de Bush en ese estado era fundamenta­l para alzarse con la presidenci­a del país.

Bush era un personaje temido por su fundamenta­lismo y conservadu­rismo extremo, además de por tener una visión religiosa de las cosas que superaba toda racionalid­ad –creía que Dios le había salvado de su alcoholism­o, se le había aparecido y que tenía una misión divina– pero su reacción ese día hizo que también se le conociera por su falta de inteligenc­ia, ya que reaccionó sin reaccionar. “Estados Unidos está bajo ataque”, le dijo al oído uno de sus asesores cuando le comunicó, mientras él se encontraba en una escuela, lo que estaba ocurriendo en los centros más importante­s del poder de la nación. Él apenas reaccionó, pero quien sí lo hizo fue el vicepresid­ente Dick Chenney, que tomó las riendas del país ante la situación más compleja que se había vivido en varias décadas. La “ausencia” de Bush fue suplida por su número 2 en lo que casi fue una usurpación de funciones.

Por los medios de comunicaci­ón de aquí y allí comenzaron a desfilar especialis­tas en terrorismo y en aviación, ya que se sospechaba que las personas que estaban al frente de esos aviones eran pilotos avezados. Luego se supo que no, que se habían formado días antes en varias escuelas de Estados Unidos. También se supo que la casi totalidad de ellos eran de Arabia Saudí, pero las culpas siempre recayeron sobre Afganistán, que comenzó a ser bombardead­a una semanas después de los hechos. Se inició así una guerra, la primera del nuevo tiempo que se inauguró ese día.

También ese día recibió en su domicilio la visita de varios agentes secretos un piloto español llamado Iván Chirivella, que había decidido probar suerte en Florida, en donde existían varias escuelas de vuelo. Alternó ese trabajo como maestro con su condición de piloto privado al servicio de varias grandes fortunas. Entre sus alumnos había tenido a Mohamed Atta, que a esas horas ya se sabía que estaba al frente del grupo de secuestrad­ores del Vuelo 11. Todo lo que había aprendido –que no era mucho, porque apenas había tenido tiempo– lo sabía gracias a él. “A veces hacemos historia sin desearlo”, nos

FUERON HORAS DE SOBRESALTO­S, DE UNA NOTICIA TRAS OTRA Y DUDAS SOBRE QUIÉN HABÍA ACCIONADO EL BOTÓN PARA CAMBIAR LA HISTORIA…

dijo en una entrevista en la que también afirmó que Atta había sido su peor alumno.

Hacia las ocho de la tarde –hora española–, se confirmó abiertamen­te que la CIA sospechaba de Bin Laden. Así se deducía de las conversaci­ones –luego se supo que en ninguna de ellas hacía mención al terrorista saudí bajo protección de los talibanes– de los pilotos suicidas y de las notas que tomó en su cuaderno el secretario de Defensa, un hombre rudo y polémico llamado Donald Rumsfeld. Eran las 20.40 cuando escribió: “Hay que responder rápido. No sólo contra Bin Laden, sino que hay que ir también contra Saddan Hussein. Hay que recoger la basura”. Los hechos eran terribles, pero facilitaba­n las acciones bélicas que habían soñado los “halcones”, que era como se conocía a la parte del poder en Estados Unidos más bélica y que creía que sólo existía una forma de negociar: con el fusil sobre la mesa. En esas fechas, los “halcones” estaban al frente del poder en los Estados Unidos. La presencia de tantos y tantos personajes de este lado en el poder del país hizo esgrimir y sostener muchas sospechas desde el primer momento. No se puede obviar que lo ocurrido en el mundo a partir del 11-S encajaba tanto en el escenario previsto por los halcones, que era normal la existencia de una creencia en la existencia de un “trabajo interno” a la hora de hablar del 11-S. Además, como número 2 de la Defensa de Estados Unidos y como número 1 del Pentágono se encontraba un personaje llamado Paul Wolfowitz, que formaba parte de los straussian­os, una serie de políticos que creían en la utilizació­n de la mentiras para contar al público y que gracias a ellas se creen los escenarios que hagan posible su ejecución.

Entonces llegó la guerra con Afganistán y poco después la guerra contra Irak. Además, ante la amenaza de terrorismo islámico toda Europa se posicionó más cerca que nunca de Estados Unidos, que vio reforzado su situación de poderío mundial tras el atentado. El hecho de que ese tipo de terrorismo también afectara a gran parte de los países de Europa sirvió para sostener ese nuevo miedo al enemigo, que tras la caída del Muro de Berlín dejó de ser Rusia para levantar una separación, más clara que nunca, entre Occidente –noso

LO OCURRIDO ENCAJABA TANTO EN EL ESCENARIO PREVISTO POR LOS "HALCONES", QUE ERA NORMAL CREER EN LA EXISTENCIA DE UN “TRABAJO INTERNO”

tros, con Estados Unidos a la cabeza– y Oriente –con el mundo islámico como piedra de lanza–.

A día de hoy, Estados Unidos tiene tropas y acciones militares en todos los países árabes menos en Irán. También, a raíz del 11-S se produjeron las llamadas “primaveras árabes”, auténticas revolucion­es en la estructura social en algunos países de orden islámico (en algunos casos –Libia es el más claro– la situación se complicó tanto que el desorden ha provocado que Occidente actúe como garante de la paz).

A raíz del 11-S todo cambió. El mundo se reordenó. Acabó un siglo y empezó otro Acabó una era y empezó otra.

El mundo se reinició… ¿para bien?

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A la izquierda, de espaldas, George Bush y el secretario de Estado de Defensa Donald Rumsfeld. Los “halcones” mandaban en la Casa Blanca en el momento de los atentados y acentuaron su perfil agresivo tras los mismos.
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En apenas unas horas, las Torres Gemelas, obra de Minoru Yamasaki concluida en 1973, se desplomaro­n ante el estupor de millones de televident­es. Abajo a la izquierda, Cheney y Rumsfeld.
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