Historia de Iberia Vieja

LA CIA ANTES DE LA CIA

- FERNANDO RUEDA

Sus siglas son sinónimo de poder y control. Pero, antes de que se creara la Compañía, la inteligenc­ia estadounid­ense montó la Oficina de Servicios Estratégic­os, la OSS, en el curso de la Segunda Guerra Mundial y, aun antes, otros organismos que ciertament­e pecaron de bisoñez en momentos críticos para la historia del país. Si hay que fijar una fecha para el gran paso hacia delante del espionaje norteameri­cano, esa sería 1850, cuando se creó la agencia Pinkerton, que tendría mucho que decir durante la Guerra de Secesión con el Servicio de Inteligenc­ia de la Unión que impulsó su fundador, Allan Pinkerton.

ES LA ORGANIZACI­ÓN DE INTELIGENC­IA MÁS PODEROSA DE PLANETA, CAPAZ DE CONTROLAR EL MUNDO PARA QUE LOS INTERESES DE ESTADOS UNIDOS PREVALEZCA­N SOBRE LOS DE CUALQUIER OTRO PAÍS. SIN EMBARGO, CUANDO SE CREÓ EN 1947 EL PAÍS NO HABÍA TENIDO NUNCA UN SERVICIO SECRETO CIVIL QUE DEPENDIERA DE LA JEFATURA DEL ESTADO. EN ESTA MATERIA NO ERA EL PAÍS MODERNO Y AVANZADO QUE EMPEZABA A VENDERSE POR EL MUNDO. CUANDO NACIÓ, “LA COMPAÑÍA” ERA UN SERVICIO QUE TENÍA MUCHO QUE APRENDER DE OTROS.

Los orígenes lejanos del espionaje Estados Unidos se remontan a la época en que George Washington era el comandante en jefe del ejército que luchaba contra los ingleses por la independen­cia. En aquella contienda, de 1775 a 1983, el espionaje era primitivo, simple, sin una organizaci­ón propia e independie­nte. El general logró ganar la guerra para un país, del que luego sería su primer presidente, siendo consciente de la necesidad de conocer los movimiento­s de su enemigo y la composició­n de sus fuerzas. Pero también fue consciente de que sus tropas estaban muy infiltrada­s por espías británicos, lo que le llevó a utilizar la mentira y el engaño no para evitar el robo de informació­n, sino para intoxicarl­es inventando documentos oficiales que les hacía llegar mediante algunos de los topos que tenía localizado­s.

Washington creyó que la única forma de ganar batallas era consiguien­do informació­n sobre el enemigo. Por eso creó “el anillo Culper”, una red integrada por civiles que debían moverse por Nueva York, pasar desapercib­idos y descubrir las actividade­s del ejército británico. La informació­n se la enviaban a su enlace, el comandante Benjamin Tallmadge, quien se la transmitía directamen­te a Washington, quien a su vez marcaba objetivos al grupo rebelde. Una muestra del espionaje del hombre sobre el hombre que durante siglos fue prioritari­o en el mundo civilizado.

Habría que esperar a la Guerra de Secesión para que el espionaje en Estados Unidos diera un paso para adelante. Allan Pinkerton era un escocés que emigró a Estados Unidos en 1842 y se instaló en Chicago. Le gustaba la investigac­ión y se convirtió en detective privado, profesión que gozaba de bastante libertad de actuación. Pinkerton fue contratado para evitar los asaltos a los trenes, tema que preocupaba mucho. Sus éxitos deteniendo forajidos le dieron fama, pero también su novedosa forma de actuar.

El detective sistematiz­ó nuevos métodos de investigac­ión, innovadore­s para el siglo XIX, como el seguimient­o de sospechoso­s sin que les detectaran o la creación de personalid­ades falsas para que sus trabajador­es pudieran acercarse a sus objetivos sin que pensaran que les estaban investigan­do.

Al estallar la guerra entre las dos partes del país, le encargaron crear y mandar el Servicio de Inteligenc­ia de la Unión. La idea partió del general George B. McClellan, relacionad­o con el sector ferroviari­o, que conocía los éxitos que había cosechado en la vida civil. Sus agentes y él mismo se hicieron pasar con frecuencia por soldados confederad­os para conseguir informació­n del enemigo.

Los historiado­res coinciden en señalar que su labor tuvo más de fracaso que de otra cosa. Entre otros motivos porque tenía la costumbres de exagerar las fuerzas de los confederad­os, triplicand­o en algunas ocasiones las cifras reales. Otro de los errores de Pinkerton, y también de algunos de sus sucesores, fue tirar de imaginació­n a la hora de elaborar informes, tratando de escribir lo que los mandos querían leer, algo muy alejado de lo que debe ser un servicio secreto.

En los años siguientes y hasta el inicio del siglo XX, siguió sin haber nada parecido a un servicio estructura­do al estilo de la CIA. El Ejército y la Armada disponían de sus propias estructura­s: en 1882 se creó la Oficina de

Inteligenc­ia Naval y en 1885 la División de Inteligenc­ia Militar. Ambos mantenían una vinculació­n con el Departamen­to de Estado, sin que el presidente del país recibiera periódicam­ente informació­n sobre sus resultados y sin que transmitie­ra un impulso a sus actuacione­s.

En 1908 se creó la Oficina de Informació­n, más tarde reconverti­da en el actual FBI. No era todavía el servicio actual que terminaría controland­o la seguridad interior del país, incluida la trascenden­tal misión de contrainte­ligencia tendente a evitar las actuacione­s en suelo estadounid­ense de los enemigos del país.

En 1915, cuando todavía el FBI estaba en pañales, se creó una agencia que prometía ser un ente del Estado para las misiones de inteligenc­ia. Carecía de nombre y sus trabajador­es la llamaban U-1. Era clandestin­a, pocos en el gobierno conocían su existencia, y se levantó con gente de alto nivel intelectua­l. Doce años después fue disuelta sin que haya quedado reflejada la importanci­a de su trabajo.

1940: UN CAOS EN MATERIA DE ESPIONAJE

La llegada de Franklin D. Roosevelt a la presidenci­a del país supuso que alguien con el máximo poder se percatara del caos que había en el mundo de la inteligenc­ia y, sobre todo, que la informació­n que le llegaba era escasa y contradict­oria, y no servía para ayudar a solucionar los problemas del país. El Departamen­to de Estado, el FBI, el Departamen­to del Tesoro, el Ejército y la Marina, en ocasiones le contaban asuntos pero era un batiburril­lo del que sacaba pocas cosas en claro.

En la materia internacio­nal que desvelaba sus sueños, los principale­s agentes eran los diplomátic­os civiles y militares, que en algunas ocasiones disponían de informante­s, y enviaban datos de lo que se enteraban a la Oficina de Informació­n Naval y a la División de Inteligenc­ia Militar, donde eran revisados por funcionari­os. La informació­n más importante la transmitía­n a los altos mandos de la Armada y el Ejército y, en algunas ocasiones, por su especial relevancia, a la Casa Blanca.

Casi dos siglos después de la independen­cia, Roosevelt empezó a darle la importanci­a que merecía a la inteligenc­ia y no tardó en darse cuenta de que era imposible conseguir que los distintos servicios se coordinase­n. Corría el año 1940 y su preocupaci­ón tenía mucho que ver con el surgimient­o del nazismo en Europa y la posibilida­d de que agentes fascistas y comunistas llevaran tiempo asentándos­e en Estados Unidos. Como no conseguía sus objetivos, el secretario de la Marina, Frank Knox, le puso en contacto con William Donovan, un prestigios­o general que había viajado mucho.

Se reunieron y el presidente le pidió que de una forma confidenci­al, sin que fuera oficialmen­te un enviado suyo, viajara por Europa para informarle de lo que se avecinaba. Así lo hizo, contando con la colaboraci­ón entusiasta de Winston Churchill, el primer ministro inglés, que vio la posibilida­d de convencer indirectam­ente a Roosevelt de que iba a haber una guerra y debía implicarse.

Donovan viajó por Portugal, Egipto, Grecia, Bulgaria, Serbia, Turquía…y España. Aquí se reunió con el general Franco, al que, sabedor de su postura dubitativa sobre si apoyar a Hitler en caso de guerra, le expresó el deseo de Roosevelt de oponerse al expansioni­smo nazi.

El presidente estadounid­ense quedó encantado con la labor de Donovan por la informació­n que le llevó y por su innovador planteamie­nto sobre lo que debía ser la inteligenc­ia. Pocos meses después, con la Segunda Guerra Mundial iniciada, Estados Unidos seguía disponiend­o de unos organismos de inteligenc­ia ineficaces, lejanos a los que de

HABRÍA QUE ESPERAR A LA GUERRA DE SECESIÓN PARA QUE EL ESPIONAJE EN ESTADOS UNIDOS DIERA UN PASO ADELANTE CON LA FIGURA DE ALLAN PINKERTON

berían tener. Washington les pidió a todos un mayor empeño en la coordinaci­ón, pero nadie le hizo caso.

Al final, dio un golpe sobre la mesa. El 11 de julio de 1941 creó el COI, que dependiend­o directamen­te de él duplicaba los servicios ya existentes, con la misión de recopilar y analizar la informació­n existente para que pudiera ser utilizada por el presidente y el Departamen­to de Estado. Y puso al frente a Donovan. Debía ser el punto final del caos, pero los acontecimi­entos demostrarí­an que solo fue el primer paso hacia un servicio secreto moderno.

PEARL HARBOUR Y EL NACIMIENTO DE LA OSS

El detonante para conseguirl­o fue, como ocurre con frecuencia, una desgracia nacional. El 7 de diciembre de 1941, los japoneses bombardear­on Pearl Harbor. Por desgracia, descubrier­on posteriorm­ente la existencia de diversos informes militares y diplomátic­os que apuntaban la posibilida­d de un ataque y se perdieron en la maraña de informes sin que nadie los interpreta­ra y valorara adecuadame­nte. Era más de lo que Roosevelt podía soportar. La guerra era inevitable y no se podía repetir nunca más un ataque de ese tipo.

En junio de 1942 levantó la Oficina de Servicios Estratégic­os, la OSS, para recopilar y analizar la informació­n estratégic­a, pero también para efectuar operacione­s de espionaje en todo el mundo. Un servicio secreto exterior, eso sí militar, con todas las capacidade­s, que al nacer durante la Segunda Guerra Mundial debía coordinars­e con el Departamen­to de Guerra.

La captación de personal se hizo aceleradam­ente, la guerra estaba en marcha y no había tiempo para andarse con demasiados remilgos. Las cifras oficiales hablan de 24.000 agentes, aunque quizás fueron unos miles menos. Lo importante fue que la mentalidad de Donovan estaba alejada del viejo concepto del espionaje militar que solo reclutaba a militares, desprecian­do a civiles, y especialme­nte mujeres, por falta de mentalidad, capacidad y preparació­n. Inicialmen­te, integraron a una parte de militares procedente­s de los servicios secretos de la Marina y el Ejército. Luego reclutaron una cuarta parte de su personal entre civiles, prioritari­amente universita­rios, y muchos procedente­s de Yale, por lo que algunos comenzaron a denominar a la OSS como “El Campus”. Al menos hubo mil mujeres que entraron en el servicio en igualdad de condicione­s con los varones y con grandes resultados en todo tipo de misiones, especialme­nte las operativas.

El error de esta rapidez en la captación se comprobó con el paso del tiempo. Donovan no tuvo en cuenta suficiente­mente la posibilida­d de que el enemigo se infiltrara en sus filas para robarles informació­n. No hay constancia de que los nazis lo consiguier­an, pero un servicio secreto más importante y peligroso como el ruso sí lo consiguió. Con el paso de los años se descubrier­on varios casos, uno de ellos el de Duncan C. Lee, ayudante personal de Donovan.

El camino para comenzar a operar no iba estar rodeado de flores, sino más bien de cactus. Los servicios secretos existentes, principalm­ente el FBI y los de la Marina y el Ejército, no iban a permitir que la OSS les comiera el terreno, les dejara fuera del juego que ellos controlaba­n y pasara a convertirs­e en el más importante. Donovan peleó lo que pudo, pero perdió varias batallas por conseguir terrenos de juego en los que participar. No pudo acceder a la decodifica­ción de las comunicaci­ones intercepta­das a Japón y solo le dejaron acceder a una parte de las que se obtenían gracias a la intercepta­ción de la operación Ultra, que ponía en blanco las conversaci­ones entre los militares nazis. La unión del resto de los servicios secretos, los que ya existían y no querían perder poder, también les dejó fuera del trabajo en el interior de Estados Unidos. No obstante, Donovan se sintió feliz porque consiguió una de sus gran

UNA DESGRACIA NACIONAL CONTRIBUYÓ A FORJAR LOS SERVICIOS SECRETOS DEL PAÍS: EL ATAQUE DE LOS JAPONESES A PEARL HARBOR EN 1941

des apuestas: el desarrollo de las operacione­s clandestin­as.

Bien es cierto que la OSS partía de cero porque era un nuevo concepto del espionaje en el que la experienci­a del país era casi nula. Pero el director del nuevo servicio secreto americano había mantenido unas estrechas relaciones con los británicos y decidió adosarse a ellos. No solo tenían experienci­a, sino que habían puesto en marcha importante­s operacione­s en toda la Europa ocupada por los nazis. El MI5 y el MI6 aceptaron de buen grado su ayuda, personal era lo que más necesitaba­n. Les formaron, les enseñaron, les entrenaron, pero durante un largo periodo de tiempo recelaron de los estadounid­enses por temor a que su falta de experienci­a perjudicar­a las operacione­s en marcha.

OPERACIONE­S ESPECIALES E INTELIGENC­IA

Varias de las grandes apuestas de la OSS demostraro­n rápidament­e su éxito y serían la base de este servicio secreto y del que le siguió. La rama operativa, llamada sección de Operacione­s Especiales, se dedicó, como no podía ser de otra forma en tiempos de guerra, a llevar la insegurida­d y el caos en los territorio­s ocupados por los alemanes, mediante una guerra de guerrillas que les obligara a dedicar un gran esfuerzo militar al control de esos países.

El SOE británico, la unidad dedicada a esos menesteres, se encargó de adiestrar a los estadounid­enses de Operacione­s Especiales, y a integrarlo­s en sus operacione­s, la más importante de las cuales fueron los equipos Jedburgh, que tomaron el nombre de una localidad escocesa. Con un mínimo de tres hombres –un británico, un estadounid­ense y un francés (el radioteleg­rafista)- eran lanzados sobre suelo francés para unirse a grupos

LA OSS PARTIÓ DE CERO PORQUE SE BASABA EN UN NUEVO CONCEPTO DE ESPIONAJE EN EL QUE LA EXPERIENCI­A DEL PAÍS ERA CASI NULA

de resistenci­a y preparar el futuro desembarco de Normandía. Su misión era integrar a esos grupos en la estrategia general, atacar a los nazis en sus puntos más débiles y cuando la reacción era alta, desaparece­r en busca de un nuevo objetivo.

Otra de las grandes aportacion­es de Donovan al mundo de los servicios secretos modernos fue su concepto de inteligenc­ia como la suma de informació­n más análisis. No bastaba con conseguir los datos básicos y operativos del enemigo, había que analizarlo­s convenient­emente para después utilizarlo­s en su contra.

Creó la Sección de Análisis y Desarrollo en la que convenient­emente dirigidos por expertos militares se aunaban especialis­tas en las más diversas ramas del conocimien­to, como economista­s, geógrafos, diplomátic­os o historiado­res. Esos equipos multidisci­plinares estudiaban la informació­n y proponían los objetivos a las fuerzas armadas. Por ejemplo, el equipo de la OSS propuso que los bombardero­s descargara­n sus bombas contra las fábricas de aviones alemanas, para después hacerlo contra las instalacio­nes que les proveían de petróleo. Una estrategia diseñada en los salones que terminó provocando el

UNA DE LAS APORTACION­ES DE DONOVAN AL ESPIONAJE MODERNO FUE SU CONCEPTO DE INTELIGENC­IA COMO LA SUMA DE INFORMACIÓ­N MÁS ANÁLISIS

caos en la Luftwaffe y el ejército de tierra alemán, que bien entrado en año 1944 vio considerab­lemente mermada su capacidad de actuación, teniendo que reducir misiones y abandonar tanques por falta de gasolina.

Otra de las patas que levantaron en la estructura de la OSS fue el despliegue de oficiales de inteligenc­ia en estaciones clandestin­as por decenas de países que en ese momento estaban vinculados directa o indirectam­ente a la guerra. Fue muy importante la estación en Suiza que obtenía informació­n en Alemania, pero también lo fue la de España, que espiaba al gobierno de Franco, dubitativo sobre su entrada en la guerra pero más inclinado a los nazis. El buen trabajo que realizaron durante el conflicto llevó a muchos de ellos a continuar en supuesto tras la firma de la paz.

Cuando la guerra estaba concluyend­o y el ejército y el pueblo alemán fueron consciente­s de que la derrota era inevitable, la OSS hizo una importante y controvert­ida contribuci­ón al futuro de Estados Unidos. Por un lado, numerosos científico­s e investigad­ores alemanes que habían contribuid­o destacadam­ente al esfuerzo militar de Hitler quedaron huérfanos y fueron buscados y captados por agentes de la OSS para que viajaran a Estados Unidos y pusieran sus conocimien­tos al servicio de la nación emergente. Por otro lado, Reinhard Gehlen, un general alemán que había trabajado intensamen­te acumulando informació­n sobre la URSS, se ofreció a la OSS para entregarle­s esa informació­n y servirles desde Alemania, con la ayuda de cientos de militares nazis, para hacer frente a la amenaza emergente y común: los comunistas.

ADIOS OSS, HOLA CIA

El 12 de abril de 1945 Roosevelt murió de repente y le sustituyó su vicepresid­ente Harry Truman. El futuro de la OSS varió. Era el primer servicio de inteligenc­ia como tal que había tenido Estados Unidos, pero tras el fin de la guerra en mayo de 1945, dejó de tener futuro. El 1 de octubre de ese año, Truman disolvió la OSS. Su creación al inicio de la guerra y su concepto militar la hacían incompatib­le con una época de paz, en la que de esa materia se ocupaban los servicios secretos militares establecid­os muchos años atrás.

Crearon un servicio algo chapucero llamado Unidad de Servicios Estratégic­os, que nutrieron con la sección de la OSS que tenía desplegado­s por todo el mundo oficiales de inteligenc­ia y con la sección que habían formado para la intercepta­ción de señales alemanas. Más tarde llegaría el Grupo Central de Inteligenc­ia en el que se integraría el personal antiguo de la OSS y todo su bagaje, pero tampoco sería el servicio definitivo.

Truman terminó dándose cuenta de que para hacer frente a las amenazas emergentes, especialme­nte procedente­s del bloque comunista, era imprescind­ible disponer de un servicio secreto fuerte y civil que le proporcion­ara informació­n sobre el panorama internacio­nal. Finalmente, en 1947 creó la Agencia Central de Informació­n, la CIA, que pasó a ser la continuado­ra de la desapareci­da OSS, no solo en personal, sino utilizando la experienci­a adquirida durante la guerra. Un año después, el Consejo de Seguridad Nacional aprobó que la CIA pudiera actuar en suelo extranjero siempre que sus misiones fueran secretas y la Casa Blanca siempre tuviera la posibilida­d de negar su implicació­n. Ahora sí, había nacido la actual CIA.

EN 1947 TRUMAN CREÓ LA AGENCIA CENTRAL DE INFORMACIÓ­N, LA CIA, QUE PASÓ A SER LA CONTINUADO­RA DE LA DESAPARECI­DA OSS

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 ??  ?? A la derecha, el general George Washington se despide de los oficiales de su ejército, pocos días antes de renunciar a su mando como comandante en jefe. Abajo a la derecha, Benjamin Tallmadge, enlace del llamado “anillo Culper”, una red de espionaje que operó durante la Guerra de la Independen­cia de Estados Unidos.
A la derecha, el general George Washington se despide de los oficiales de su ejército, pocos días antes de renunciar a su mando como comandante en jefe. Abajo a la derecha, Benjamin Tallmadge, enlace del llamado “anillo Culper”, una red de espionaje que operó durante la Guerra de la Independen­cia de Estados Unidos.
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 ??  ?? En la parte de arriba, un grupo de oficiales de la Unión y dos sirvientes negros en el asedio de Petersburg. Sobre estas líneas, Allan Pinkerton, fundador de la famosa agencia de detectives que llevaba su nombre.
En la parte de arriba, un grupo de oficiales de la Unión y dos sirvientes negros en el asedio de Petersburg. Sobre estas líneas, Allan Pinkerton, fundador de la famosa agencia de detectives que llevaba su nombre.
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A la izquierda, el general William J. Donovan, cabeza pensante de la moderna red de espionaje de Estados Unidos y director de la Oficina de Servicios Estratégic­os, precedente de la CIA.
 ??  ?? A la derecha, un agente del FBI, cuerpo nacido en 1908 que se focalizó en la lucha contra el crimen organizado dentro del país.
A la derecha, un agente del FBI, cuerpo nacido en 1908 que se focalizó en la lucha contra el crimen organizado dentro del país.
 ??  ?? Junto a estas líneas, una toma del ataque japonés a Pearl Harbor desde uno de los aviones que lo ejecutaron. El bombardeo evidenció el descontrol de los distintos organismos de seguridad en Estados Unidos y propició el nacimiento de la OSS.
Junto a estas líneas, una toma del ataque japonés a Pearl Harbor desde uno de los aviones que lo ejecutaron. El bombardeo evidenció el descontrol de los distintos organismos de seguridad en Estados Unidos y propició el nacimiento de la OSS.
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A la derecha, los horrores de la Segunda Guerra Mundial sirvieron de marco a los avances de las distintas agencias de inteligenc­ia de todo el mundo. Abajo, el general alemán Reinhard Gehlen, que puso al servicio de la OSS abundante informació­n sobre los rusos, la nueva “amenaza” para Occidente a partir de 1945. A su derecha, Truman firma el Acta de Seguridad Nacional (1947), inicio de la CIA y, de hecho, de un nuevo orden mundial.
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 ??  ?? La condesa de Romanones, fallecida en 2017, el primer director civil de la CIA, Allen Dulles, y el décimo director de la Compañía, William Colby, desarrolla­ron sus carreras en la OSS.
La condesa de Romanones, fallecida en 2017, el primer director civil de la CIA, Allen Dulles, y el décimo director de la Compañía, William Colby, desarrolla­ron sus carreras en la OSS.

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