¡SUBASTANDO, que es gerundio!
Las casas de subastas mueven un dinero inaudito, y no es extraño que los grandes magnates “pujen” también por ellas. En junio, el multimillonario franco-israelí Patrick Drahi compró Sotheby’s por 3.700 millones de dólares, quizá una minucia para el fundador del grupo de telecomunicaciones Altice. Y otras dos casas de subastas, Auction Art-Rémy Le Fur y Marc Labarbe, han sido noticia estas últimas semanas por diferentes motivos. La primera por vender la supuesta pistola con la que se suicidó Van Gogh –un revólver tipo Lefaucheux à broche– por la nada desdeñable cifra de 162.500 euros, cuando la valoración se situaba alrededor de los sesenta mil. El arma fue hallada por un labrador en los años sesenta del pasado siglo, pero su autenticidad no ha sido probada fehacientemente. Y la segunda, Marc Labarbe, por la venta de una obra de Caravaggio, Judith y Holofernes, antes incluso de salir a subasta por un misterioso comprador extranjero “cercano a un gran museo”. Al cuadro, pintado en 1607, se le había perdido la pista en 1617 y fue encontrado en una buhardilla de Toulouse hace solo cinco años.