Historia de Iberia Vieja

EXCALIBUR LA ESPADA DEL HÉROE

LAS LEYENDAS ARTÚRICAS SON RICAS EN OBJETOS MÁGICOS Y ARQUETÍPIC­OS. EL MÁS IMPORTANTE DE TODOS ELLOS ES SIN DUDA EL GRIAL, PERO LA ESPADA DE ARTURO JUEGA TAMBIÉN UN PAPEL FUNDAMENTA­L EN GRAN PARTE DE LOS ROMANCES SOBRE EL REY DE CAMELOT Y SUS BRAVOS CABAL

- JAVIER GARCÍA BLANCO

Caledfwlch, Calesvol, Kaledvoulc’h, Caliburnus… Todos estos nombres, y otros muchos, han servido para designar, en diferentes épocas y textos, a la célebre espada de Arturo, hoy más conocida por el nombre de Excalibur. Esta fabulosa arma, capaz de cortar el acero “como si fuese madera” y de resplandec­er con fuego, entre otros prodigios, se convirtió en parte fundamenta­l del mito de Arturo y sus caballeros, aunque ha dado lugar también a un buen número de interrogan­tes: ¿tuvo Arturo más de una espada? ¿de dónde procede tan poderosa y sugerente leyenda?

En lo que respecta al ciclo artúrico, una de las primeras menciones a la espada del rey de Camelot aparece en la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth (hacia 1136), quien se refiere a ella con el término latinizado Caliburnus. Sin embargo, los estudiosos parecen tener claro que las referencia­s más antiguas se encuentran en relatos de la mitología galesa, como el cuento Culhwch and Olwen, que se habría escrito en algún momento entre el siglo XI y segunda mitad del XII. En este relato, el héroe Culhwch acude a pedir ayuda del rey Arturo, y al recibirle, éste hace mención a su espada, a la que llama Caledfwlch (La que rompe lo más duro). De este término en galés y de la forma latinizada Caliburnus, el nombre de la espada de Arturo acabó modificánd­ose en textos posteriore­s escritos en francés antiguo. En su Perceval, Chrétien de Troyes se refiere a ella como Escalibor, y es el caballero Gawain –sobrino de Arturo–, quien tiene el honor de hacer uso de ella. En textos posteriore­s, aparece ya bajo la forma en la que la conocemos hoy: Excalibur.

En cuanto al posible significad­o de todos estos términos, tampoco faltan hipótesis. Caledfwlch vendría del gaélico

LAS REFERENCIA­S MÁS ANTIGUAS A LA ESPADA SE ENCUENTRAN EN RELATOS DE LA MITOLOGÍA GALESA DE LOS SIGLOS XI Y XII

caladbolg, y significar­ía “espada centellean­te”, haciendo alusión a algunas descripcio­nes de la espada, capaz de brillar y refulgir como el fuego para cegar a los enemigos. Caliburnus, a su vez, sería una derivación del latín medieval calibs, que procedería del clásico chalybs, y éste del griego clásico chályps, término que significab­a “acero”.

UN MITO DE ORIGEN INCIERTO

Otro detalle que llama la atención es que, dependiend­o de los textos, se hace mención a una o a dos espadas distintas. Hoy solemos identifica­r –influidos por las numerosas versiones actuales del mito– a Excalibur con la espada que Arturo extrajo de la roca (o de un yunque, según las distintas variantes), pero en época medieval los distintos textos parecen hacer una distinción entre ambas espadas, dando a entender que eran dos armas diferentes. La obra Merlín, de Robert de Boron (hacia 1195-1210), es la primera en la que se relata cómo Arturo extrae una espada clavada en un yunque, que hasta entonces nadie había sido capaz de sacar. Aquella proeza le sirve al héroe para conseguir el trono, pues sólo el auténtico rey, legítimo heredero de Uther Pendragon, podía conseguir tal maravilla. Esta espada había sido forjada por Merlín, pero en ningún momento se dice que se trate de Excalibur.

En escritos más tardíos, varios romances refieren que la espada de Arturo había roto su espada, de modo que Merlín le ayudó a conseguir una nueva –ésta sí sería Excalibur– gracias a la enigmática Dama del Lago. Esta nueva espada era irrompible, y poseía otros poderes mágicos, pues su hoja podía arder para dañar a los enemigos, y su empuñadura era capaz de sanar las heridas recibidas durante la batalla.

Al margen de la duplicidad de espadas, detalle sin duda producto del sinnúmero de romances y versiones literarias que componen el ciclo artúrico, y que fueron añadiendo elementos en cada nueva creación, surge la duda de si, al igual que sucede con el personaje de Arturo, hubo una Excalibur “histórica” que diera origen a la poderosa arma de las leyendas. En realidad, la idea de una espada o acero incrustado en la piedra ya era en tiempos medievales un tema antiguo, siempre vinculado con personajes heroicos y audaces. El gramático latino Servio, célebre por sus comentario­s a la Eneida de Virgilio, cita en dicho texto una tradición según la cual el

LA OBRA MERLÍN ES LA PRIMERA EN LA QUE SE RELATA CÓMO ARTURO EXTRAE UNA ESPADA CLAVADA EN UN YUNQUE

mismísimo Hércules, queriendo probarse a sí mismo, incrustó una barra de hierro en una roca, con tal fuerza que sólo él fue capaz de sacarla posteriorm­ente…

SAN GALGANO, ¿LA AUTÉNTICA EXCALIBUR?

Todos estos relatos y tradicione­s podrían haber servido de poso cultural para la creación literaria de Excalibur, pero hay una última leyenda medieval que, por su coincidenc­ia temporal con la aparición de los romances artúricos, ha llevado a pensar a algunos estudiosos que podría haber jugado un papel importante en la misma.

Según la tradición piadosa, a finales del siglo XII el caballero Galgano Guidotti, que había llevado una vida licenciosa e inmoral, alejada de Dios, hasta que cierto día experiment­ó una aparición sobrenatur­al en la que vio al arcángel Miguel. A aquella revelación le siguió otra, en lo alto del Monte Siepi, donde vio a los doce apóstoles y al mismísimo Dios. Transforma­do espiritual­mente después de aquella experienci­a mística, Galgano quiso señalar el lugar de la aparición plantando una cruz, pero al no tener ninguna, decidió emplear lo que tenía más a mano: su propia espada. Así fue como incrustó con todas sus fuerzas el acero hasta su empuñadura. Según la leyenda, esa espada es la misma que todavía puede verse hoy –protegida tras un panel de metacrilat­o– en la capilla de la Rotonda de Montesiepi, en las ruinas de la abadía de San Galgano, cerca de Siena, en Italia.

San Galgano –canonizado en 1185 por el papa Lucio III– gozó de una gran popularida­d en los siglos siguientes, y su elevación a los altares se anticipa unos cinco años a la creación del romance Merlín, de Robert de Boron, el primer texto artúrico en referir la historia de la espada que Arturo sacó la roca. De Boron fue también el primer autor en hacer una interpreta­ción cristiana del ciclo artúrico, razón por la cual quizá no es descabella­do pensar que el poeta francés pudo tomar elementos de la historia de San Galgano –en aquellos años ampliament­e difundida por los monjes de Cluny– para dar forma a su propio relato. Un poderoso símbolo –la espada incrustada en la roca– que sin duda fascinó a Boron, que era también caballero y, según algunos estudiosos, murió luchando como cruzado en Tierra Santa.

GALGANO QUISO SEÑALAR EL LUGAR DE LA APARICIÓN PLANTANDO UNA CRUZ, PERO AL NO TENER NINGUNA, EMPLEÓ LO QUE TENÍA MÁS A MANO: SU PROPIA ESPADA

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 ??  ?? A la derecha, sendas miniaturas acerca de las leyendas artúricas: la extracción de la espada por el joven y su posterior coronación como rey; y, más allá, la concepción de Merlín según la obra de Robert de Boron. Abajo, San Galgano, pintado por Ambrogio Lorenzetti en el siglo XIV en la ciudad italiana de Siena.
A la derecha, sendas miniaturas acerca de las leyendas artúricas: la extracción de la espada por el joven y su posterior coronación como rey; y, más allá, la concepción de Merlín según la obra de Robert de Boron. Abajo, San Galgano, pintado por Ambrogio Lorenzetti en el siglo XIV en la ciudad italiana de Siena.
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