El tesoro de MADAGASCAR
Todos los años, el nombre del capitán Kidd vuelve a salir a la palestra por el hallazgo de un tesoro subacuático, una tesis sobre su biografía que desmonta la anterior o un documento que vuelve a avivar su mito, indeclinable de por sí. Cuando expiró en la horca, se dijo que se había llevado consigo el secreto de un tesoro valorado en 30.000 libras esterlinas, el equivalente a diez millones de libras en la actualidad, fruto de sus constantes saqueos. Tras abordar un barco armenio, el Quedagh Merchant, fatalmente capitaneado por un inglés y cargado con todo tipo de joyas, desembarcó en una pequeña isla en East Hampton, llamada Gardiner's Island, donde enterró el botín en junio de 1699, antes de responder ante las autoridades de Boston por las acusaciones de piratería. Pues bien: el Quedagh Merchant apareció en 2017 bajo las aguas de una isla dominicana, la Catalina. Su estudio será decisivo para entender la piratería en el Caribe y arrojar luz sobre la trayectoria del enigmático Kidd. A propósito de ese fabuloso tesoro escondido en alguna parte del globo, otras fuentes señalan que podría localizarse en Bedloe's Island –sí, la de la estatua de la Libertad– o en Martha's Vineyard, pero lo cierto es que, por más que se ha buscado, tampoco se ha encontrado en ninguno de esos sitios.
No ha sido ese el único hallazgo reciente vinculado a William Kidd. En 2015, el siempre polémico Barry Clifford, un cazatesoros bien conocido por estos lares por el caso Odyssey, anunció que había encontrado un lingote de plata de 50 kilos en las aguas de Sainte Marie –Madagascar–, entre los restos de un barco naufragado que los arqueólogos se apresuraron a vincular con el Adventure Galley, la nave que se echó a la mar en 1695 y que se perdió tras el enfrentamiento de nuestro protagonista con el capitán Robert Culliford en esas aguas. La película acabó ahí. Tras el estudio pertinente, la UNESCO determinó que el aparente cementerio de barcos era, más bien, un camposanto con restos de puertos y otras construcciones y que la barra de plata era en realidad... de plomo.
A buen seguro, el capitán Kidd se sigue riendo desde el Más Allá de todos nosotros. Y es que en su proceso lo dejó bien claro: nadie encontraría jamás su tesoro.