Historia de Iberia Vieja

LOS ÚLTIMOS FUSILADOS EN ESPAÑA

- por Fernando Rueda

El 26 de septiembre de 1975, el Consejo de Ministros franquista tomó una decisión dramática que pondría a las democracia­s occidental­es abiertamen­te contra España. Encima de la mesa tenían once sentencias de muerte contra ciudadanos que habían participad­o en graves actos terrorista­s. Al estilo del rey Salomón, decidieron indultar a seis de ellos, conmutando sus penas por las de prisión, y autorizar la ejecución de los otros cinco, tres miembros de los FRAP y dos de ETA.

La prensa nacional, obviamente adicta al régimen, destacó la magnanimid­ad de la decisión, qué buenos eran que habían evitado la muerte a más de la mitad de los reos. Fueron los únicos que lo vieron así. El resto de Europa y la mayor parte de los países democrátic­os, saltaron excitados contra una decisión que iba contra la aceptación general de que la pena de muerte no era aceptable, por muy míseros que fueran los delitos que habían cometido.

Antes de que al día siguiente fueran fusilados en Barcelona Juan Paredes, en Burgos Ángel Otaegui y en Hoyo de Manzanares, Madrid, José Humberto Baena, José Luis Sánchez y Ramón García, sonaron duras y rotundas las voces que pedían frenar los tiros. El Vaticano, Suecia, México…clamaron contra el régimen.

Solo se puede entender ese último latigazo del franquismo por el deseo de muchos de que la inminente muerte de Franco –se produjo menos de dos meses después– no supusiera el final del régimen. Carlos Arias Navarro, el presidente del Gobierno, era el más firme defensor, aunque con esta decisión sembró su final cuando el rey Juan Carlos llegó al poder y apostó por la democracia.

Estos fusilamien­tos y la reacción internacio­nal, llevó al servicio secreto, entonces SECED, a convocar una manifestac­ión de desagravio en la plaza de Oriente, el último acto público al que asistió Franco. Allí, delante de los príncipes, soltó por última vez sus habituales diatribas contra los conspirado­res judeo-masónicos y comunistas. Las cinco ejecucione­s fueron, por suerte, la despedida del régimen. No podía haber sido de una manera más cruel.

"SOLO SE PUEDE ENTENDER ESE ÚLTIMO LATIGAZO DEL FRANQUISMO POR EL DESEO DE MUCHOS DE QUE LA INMINENTE MUERTE DE FRANCO NO SUPUSIERA EL FINAL DEL RÉGIMEN"

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