MALA madre
La primera de las cuatro hijas adoptivas de la estrella de cine clásico Joan Crawford, Christina, relató un año después de la muerte de su madre su terrible experiencia con ella. En una sociedad tan convencional como la que le tocó vivir a la actriz, resultaba anómalo que una mujer, por muy conocida que fuera, no tuviese hijos. De acuerdo con Christina, Crawford adoptó a varios niños con fines meramente publicitarios y se aseguró de eran huérfanos para "vender" a las revistas la historia de que su deseo era darles una vida mejor. La autora recuerda las malas artes que mostró en una adopción que finalmente no llegó a buen puerto porque su madre biológica –de cuya existencia nada sabía la actriz– lo fue a reclamar. Sin embargo, una vez que los niños empezaron a crecer y dejaron de servirle como señuelos promocionales, Joan empezó a plantearse cómo desvincularse de ellos. Así terminaron los relativamente agradables años de la niñez de Christina, a la que la estrella "despachó" a distintos internados sin preocuparse de proveerle de las necesidades más básicas (se olvidaba de pagarle la matrícula o enviarle una asignación mensual). Sus problemas con la bebida agriaron su carácter y pagó esa rabia con sus hijos, en particular con los dos mayores, Christina y Christopher. Como prueba del empeoramiento de su carácter, la autora reconstruye las constantes discusiones con sus cuatro maridos, a los que prohibía inmiscuirse en su relación con sus hijos. Su último esposo, un mandamás de la compañía de refrescos Pepsi, se sobrecogía por el despotismo que se gastaba con la autora. Como es lógico, en su momento la publicación de Queridísima mamá resultó muy controvertida por el descarnado retrato que la autora presentaba de su madre y hubo varias personas de su círculo que no dieron crédito a las acusaciones, fundamentalmente las dos hijas menores de Joan, el primer marido de Crawford –si bien las adopciones tuvieron lugar tras su divorcio, por lo que su testimonio no puede ser tenido en cuenta– o una de sus rivales en la pantalla, Bette Davis. No obstante, otros, como los responsables de las instituciones educativas en las que permaneció Christina durante su adolescencia, corroboraron su versión. Este libro testimonial nos adentra, en definitiva, en los entresijos de la vida hollywoodiense y nos muestra que en ocasiones las cosas no son como parecen./A.F.D.