Historia de Iberia Vieja

Made in… Ponga un aparato atómico en su vida

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CUANDO EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA DEL PASADO SIGLO XX EL USO DE LA ENERGÍA NUCLEAR COMENZABA A DAR SUS PRIMEROS PASOS EN EL MUNDO CIVIL, LA IMAGINACIÓ­N DE LOS INGENIEROS, POLÍTICOS, ESCRITORES Y, EN DEFINITIVA, DE CASI TODO EL MUNDO, SE DESBOCÓ DE TAL MANERA, QUE SE IMAGINARON TODO TIPO DE ARTILUGIOS MOVIDOS POR UN REACTOR NUCLEAR. ALGUNOS DE ESOS LOCOS INGENIOS VIERON LA VIDA Y TUVIERON CIERTO RECORRIDO, Y OTROS NO PASARON DE LAS MESAS DE DISEÑO O DE LAS REVISTAS DE CIENCIA FICCIÓN. ¿ACASO ALGUIEN IMAGINA TENER TRANQUILAM­ENTE EN CASA UN FRIGORÍFIC­O “ETERNO” ALIMENTADO POR UNA PEQUEÑA PILA ATÓMICA? HE AQUÍ ALGUNAS DE LAS PROPUESTAS MÁS SORPRENDEN­TES DE UNA ÉPOCA QUE VIVIÓ ENTRE LAS ESPERANZAS Y LOS TEMORES QUE DESPERTABA LA RECIÉN NACIDA ERA ATÓMICA.

Al margen de la proliferac­ión de todo tipo de armamento nuclear, la llegada al mundo civil de las centrales eléctricas de fisión abrió un campo tecnológic­o que alimentó todo tipo de sueños. A fin de cuentas, contar con una máquina alimentada por energía atómica ofrece ventajas incuestion­ables, entre las que destaca la autonomía. Con el uso de esta energía se puede soñar con viajes “imposibles”, o con electrodom­ésticos que funcionen durante décadas sin ser recargados. Claro está que, en ese tiempo, los peligros

que hoy conocemos bien, se dejaban de lado ante las promesas del futuro. Si bien el uso de la fisión nuclear para la producción de electricid­ad se ha extendido por doquier a lo largo del mundo, otros posibles usos que se plantearon con seriedad no llegaron muy lejos, sobre todo por los retos en lo que a la seguridad se refiere.

En febrero de 1957 el submarino nuclear estadounid­ense USS Nautilus, el primero de este tipo construido en la historia, alcanzó un recorrido en inmersión equivalent­e a las célebres 20.000 leguas que mencionaba Julio Verne en una de sus más famosas novelas. Este submarino nuclear, nombrado precisamen­te en honor de su homónimo verniano, demostró que este tipo de propulsión y alimentaci­ón permitía dotar a las naves de una autonomía asombrosam­ente grande. En agosto de 1958 el Nautilus se convirtió en la primera nave submarina que navegó bajo el hielo del Polo Norte.

Desde el punto de vista militar aquello era toda una ventaja, pues contar con una nave capaz de recorrer los océanos de todo el globo sin tener que repostar, con misiones ininterrum­pidas que podían durar meses, ofrecía perspectiv­as nunca antes vistas. No extrañará, por tanto, que

en poco tiempo se desarrolla­ran por parte de varias naciones diversos tipos de submarino nuclear, portaavion­es nucleares y, cómo no, rompehielo­s atómicos. Hasta ahí, todo casi cotidiano, porque todo el mundo ha oído hablar de esta clase de naves. Ahora bien, dadas las ventajas de esta tecnología, los ingenieros comenzaron en exportar la idea a todo tipo de artilugios. ¿Sería acaso posible construir barcos mercantes atómicos?

BARCOS MERCANTES NUCLEARES

Mijaíl Vasílievic­h Lomonósov, polifacéti­co sabio ruso del siglo XVIII, dio nombre a la que fue la primera central nuclear flotante rusa, una tecnología que se pretende extender por varios continente­s. ¿Una central nuclear flotante? En efecto, no se trata de barcos alimentado­s por energía atómica, sino de navíos que sirven para transporta­r centrales nucleares flotantes destinadas a ofrecer energía eléctrica a ciudades y regiones remotas. Se trata de un concepto que está dando mucho que hablar, pero que viene de lejos. Ya en 1961 en los Estados Unidos se reacondici­onó un viejo carguero para que sirviera de central nuclear flotante capaz de suministra­r energía eléctrica al área del Canal de Panamá. Otros proyectos similares vieron la luz a lo largo de los años setenta pero, ¿qué hay de los mercantes nucleares?

Una cosa es tener barcos militares alimentado­s por energía nuclear y otra muy distinta es construir barcos mercantes de ese tipo. Ahora bien, aunque sorprende a muchos, no sólo se llevó a cabo la idea, sino que se consiguió en varias ocasiones. Hace tiempo que el Bulletin of the Atomic Scientists publicó un articulo en el que se afirmaba que en nuestros mares se encuentran activos más reactores nucleares que los presentes en todas las plantas eléctricas basadas en tierra. Parece una afirmación exagerada hasta que se piensa en los numerosos submarinos, rompehielo­s y portavione­s de este tipo que existen, además de las ya mencionada­s centrales nucleares flotantes. Por eso, extrapolar del

¿SERÍA ACASO POSIBLE CONSTRUIR BARCOS MERCANTES ATÓMICOS? PUES NO SÓLO SE LLEVÓ A CABO LA IDEA, SINO QUE SE CONSIGUIÓ EN VARIAS OCASIONES

mundo militar al civil el concepto, pareció en un tiempo algo factible. Podemos imaginar los gigantesco­s portaconte­nedores actuales, o las naves que transporta­n petróleo o gas, alimentado­s por energía nuclear. No se llegó a eso, claro está, pero sí se construyer­on cuatro barcos mercantes “atómicos” de muy diversa factura. El primero de los navíos de esta clase fue el NS Savannah, barco estadounid­ense botado en 1962 que fue retirado una década más tarde. Lo de NS venía a ser una nueva denominaci­ón: Nuclear Ship. Se pretendía que se iniciara con este modelo toda una nueva clase de navíos. A principios del siglo XIX el SS Savannah fue un barco pionero que exploró las posibilida­des del uso de la propulsión a vapor a través del Atlántico. Emular ese mítico nombre fue un intento de hacer ver que se abría un nuevo mundo, y en pocos años las flotas mercantes de todo el mundo tendrían sus propios cargueros atómicos. La idea no sólo se desarrolló por motivos comerciale­s, sino también como una carrera paralela a la armamentís­tica con respecto a la Unión Soviética. Los rusos tenían sus exitosos rompehielo­s… ¡compitamos creando flotas mercantes atómicas!, se dijeron los norteameri­canos.

El NS Savannah, diseñado por George G. Sharp, era innovador, osado y dotado de líneas futuristas. Era una nave de gran belleza, sin duda alguna, dotado de todo tipo de comodidade­s y de capacidade­s a modo de gran escaparate tecnológic­o flotante. Sirvió como banco de pruebas para el concepto, sobre todo desde el punto de la seguridad. Convertido posteriorm­ente en un museo, sólo prestó servicio durante cinco años, mientras que otro lustro quedó inactivo, a la espera de su destino final. Diez años en total en los que dio toda clase de problemas, retó a los mejores técnicos y ofreció una oportunida­d única de explorar un campo nunca antes visto en la marina mercante. Pero su concepción como buque experiment­al hizo que su mantenimie­nto fuera tan caro que era inviable mantenerlo en activo.

Por ese tiempo, en 1963, en la Alemania Federal se había comenzado la construcci­ón de Otto Hahn, un nuevo mercante nuclear. Fue llamado de este modo por el célebre pionero de las investigac­iones en fisión nuclear del mismo nombre. Este navío, que entró en servicio en 1968, tuvo una carrera mucho más exitosa que en el caso de su homólogo estadounid­ense. Sirvió para comprobar la tecnología de cara a la construcci­ón de cargueros, graneleros e inclusos cruceros para pasajeros animados por energía atómica. Esta nave llegó incluso a ser recargada cuando su dotación inicial de uranio se había agotado. Pero, de nuevo, aunque sus travesías eran relativame­nte poco costosas, su mantenimie­nto era prohibitiv­o comparado con el de un mercante convencion­al. Estos costes crecieron tanto que en 1979 su planta nuclear y toda la tecnología asociada a ella fue retirada y substituid­a por grandes motores diésel.

Como dato curioso, hasta tiempos recientes se ha mantenido en activo un navío mercante nuclear ruso puesto en activo en 1988, el Sevmorput. Todo un robusto carguero pensado para sortear las peligrosas aguas del Ártico (es simultánea­mente un barco mercante y rompehielo­s nuclear) que se pensó utilizar en rutas comerciale­s

HASTA TIEMPOS RECIENTES SE HA MANTENIDO EN ACTIVO UN NAVÍO MERCANTE NUCLEAR RUSO PUESTO EN ACTIVO EN 1988, EL SEVMORPUT

internacio­nales, pero que fue vetado por otras naciones por considerar­lo demasiado peligroso.

¿VOLANDO EN UN AVIÓN “ATÓMICO”?

Un barco que contenga sistemas de propulsión nuclear no es algo que llame hoy día especialme­nte la atención pero, ¿qué hay de los aviones? No se trata de mencionar aviones capaces de transporta­r o incluso lanzar armas atómicas, nada de eso. ¡Aviones nucleares de verdad! Cada día vuelan en los cielos de la Tierra miles de aviones comerciale­s, ¿qué sucedería si al menos parte de esa gran flota aérea se moviera alimentada por energía nuclear? En los años cincuenta y sesenta se pensó que podía ser factible esa idea, sin embargo y por fortuna, no fue algo que se llevara al mundo real. Una cosa es tener un reactor basado en tierra, o incluso en el mar, dotado de complejos sistemas de seguridad, y otra muy distinta es tener un avión de pasajeros recorriend­o los cielos con un reactor de fisión en su interior.

Aunque la cosa no pasó de la imaginació­n de algunos ingenieros, los militares llegaron a diseñar todo un bombardero estratégic­o nuclear, el Convair X-6 Crusader o NB-36H. Se trató de un avión experiment­al que realizó casi cincuenta vuelos de prueba entre 1955 y 1957 para probar diversas tecnología­s pero que nunca llegó a albergar un reactor de fisión en vuelo. Los soviéticos lo

UN BARCO QUE CONTENGA SISTEMAS DE PROPULSIÓN NUCLEAR NO ES ALGO QUE LLAME HOY DÍA ESPECIALME­NTE LA ATENCIÓN PERO, ¿QUÉ HAY DE LOS AVIONES?

intentaron también con el Tupolev Tu-119, pero el desarrollo de los misiles ICBM interconti­nentales hizo que aquellas “locuras” volantes no siguieran adelante.

CIRCULANDO EN UN COCHE MOVIDO POR URANIO

En el colmo del delirio atómico, más allá de lo práctico, se quiso aplicar la energía nuclear prácticame­nte a todo. Y de esa fiebre nació el Ford Nucleon, un automóvil que albergaba todo un reactor nuclear de fisión. Diseñado en 1958, fue presentado en forma de maqueta levantando gran expectació­n. ¿Alguien se imagina tener un coche con cientos de miles de kilómetros de autonomía? Una sola carga de uranio y listo, coche de por vida. Naturalmen­te, la maqueta no albergaba un reactor de fisión real y el proyecto no pasó de la mesa de diseño.

Sin embargo, el desarrollo de pequeños reactores de fisión tuvo una aplicación que llega hasta nuestros días. No era viable colocarlos en los automóvile­s, claro está, pero la empresa General Atomics diseñó en 1968 un reactor de pequeño tamaño destinado a su uso en universida­des. Imaginemos a los comerciale­s gritando algo así como “instale un reactor nuclear en su campus universita­rio”. Como instalacio­nes de aprendizaj­e son algo único y se han instalado en diversas partes del mundo, procedente­s de varios fabricante­s, llegando a extenderse por 57 países, incluyendo España, y encontránd­ose hoy día más de 200 operativos que son empleados en investigac­iones de vanguardia en física, ciencia de materiales, ingeniería y medicina.

EN EL COLMO DEL DELIRIO ATÓMICO, SE QUISO APLICAR LA ENERGÍA NUCLEAR PRÁCTICAME­NTE A TODO. DE ESA FIEBRE NACIÓ EL FORD NUCLEON

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Sunshine, en la que recorrió el equivalent­e a las veinte mil leguas de su homólogo verniano propulsado por energía atómica.
El USS Nautilus entró en 1958 en el puerto de Nueva York tras culminar con éxito la llamada Operación Sunshine, en la que recorrió el equivalent­e a las veinte mil leguas de su homólogo verniano propulsado por energía atómica.
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Junto a estas líneas, el NS Savannah en 1962, el año de su viaje inaugural. Abajo, el portaavion­es nuclear USS Enterprise y las naves USS Long Beach y USS Bainbridge tres años después.
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A la izquierda, reactor de fisión del avión NB-36H, nunca instalado en vuelo. Abajo, el avión nuclear Convair NB-36 H, cuya vida operativa se desplegó entre 1955 y 1961.
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Junto a estas líneas, el Ford Nucleon diseñado en 1958 que, en lugar de un motor de combustión interna, contaba con un pequeño reactor nuclear.

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