Historia de Iberia Vieja

El barrio de Cerro Belmonte

QUE SE INDEPENDIZ­Ó DE ESPAÑA

- CARLOS MONTERO ROCHER

“EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO”. ESE LEMA CASA MUY BIEN CON LA HISTORIA QUE VAMOS A CONTAR. A LO LARGO DE LA HISTORIA DE NUESTRO PAÍS, MUCHAS HAN SIDO LAS LUCHAS POPULARES ANTE LO QUE SE CONSIDERAB­AN INJUSTICIA­S POR PARTE DEL PODER. DESDE LA FAMOSA FUENTEOVEJ­UNA A LA SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA, SIN OLVIDARNOS DE LEVANTAMIE­NTOS POPULARES COMO LOS OCURRIDOS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDEN­CIA, ESTOS BROTES DE INSURRECCI­ÓN POPULAR PARECEN SER PASAJES DE UN TIEMPO LEJANO. SIN EMBARGO, EL CASO DEL BARRIO DE CERRO BELMONTE ES MUY RECIENTE: BASTA CON QUE NOS REMONTEMOS A LA DÉCADA DE LOS 90 DEL PASADO SIGLO PARA RECORDAR LA LUCHA DE UN BARRIO QUE LLEGÓ A DECLARARSE, NI MÁS NI MENOS, QUE ESTADO INDEPENDIE­NTE.

El madrileño barrio de Cerro Belmonte inauguró el verano de 1990 envuelto en una bruma de preocupaci­ón. Y no era para menos, ya que desde hacía meses el Ayuntamien­to de Madrid había anunciado que 125 familias de dicho barrio iban a ser desahuciad­as como consecuenc­ia de una expropiaci­ón que obedecía a un plan llamado “bolsa de deterioro urbano de Cerro Belmonte”.

Los habitantes del barrio, y concretame­nte las familias afectadas, no estaban dispuestos a aceptar la situación y se mostraban decididos a hacer valer los derechos que según ellos les pertenecía­n. Por ese motivo, las familias afectadas decidieron acudir hasta las puertas del domicilio particular del mismísimo alcalde de Madrid, Agustín Rodríguez Sahagún, para hacerle sentir el descontent­o general. El rotativo ABC recogía el 12 de julio de 1990 que “estos vecinos quieren que el alcalde intervenga para que unas viviendas expropiada­s en el distrito de Fuencarral a 5.018 pesetas el metro cuadrado no sean entregadas a promotores privados para que construyan en ese solar chalets adosados a 200.000 pesetas el metro cuadrado”.

El consistori­o madrileño hizo oídos sordos a las protestas vecinales y, como tantas veces ha ocurrido en los municipios españoles, se continuó con el plan trazado para expropiar las viviendas de Cerro Belmonte. Sin embargo, los vecinos, con su representa­nte legal Esther Castellano­s a la cabeza, no iban a claudicar sin presentar batalla. Y vaya si la iban a presentar.

FIDEL, UN ALIADO INESPERADO

El 26 de julio, tras varias jornadas de manifestac­iones, saltaba la sorpresa al anunciarse que un grupo de vecinos del barrio habían pedido asilo político al dirigente cubano Fidel Castro. Para ello, habían presentado un escri

to en la embajada cubana en el que calificaba­n de injusta y especulati­va la expropiaci­ón de sus viviendas, al tiempo que esperaban encontrar en Cuba los derechos y la justicia que se les estaba negando en España.

Esther Castellano­s manifestó que con esta acción se quería llamar la atención porque, según declaró, “a los españoles se les está echando de sus casas mientras que los exiliados cubanos se les está dando todo tipo de facilidade­s para que puedan entrar en España”, haciendo así referencia a la “crisis de las embajadas” que había surgido entre los dos países a causa de la huida de ciudadanos cubanos.

Al mismo tiempo, se denunciaba la supuesta operación especulati­va en la que, según los propios vecinos, estaba “…más claro que el agua que quieren robar a los pobres para que los ricos se hagan más ricos”. En su desesperac­ión por mantener sus casas, o al menos ser compensado­s por ellas de una manera más justa, los vecinos de Cerro Belmonte habían visto en Fidel Castro y su régimen la tabla a la que aferrarse. Tal y como recogió la prensa, para estos madrileños el presidente cubano “al contrario que aquí, quitó sus bienes a los ricos para dárselos a los pobres”.

Pero, ¿cómo iba a afectar esta petición? En 1990, Cuba no tenía un convenio de asilo político con España pero, desde la embajada, se permitió la entrada al recinto diplomátic­o de dos representa­ntes vecinales y se comprometi­eron a hacer llegar su escrito al propio Castro.

Cabría esperar que aquel gesto hubiese caído en saco roto y que dicho escrito hubiese acabado en alguna papelera de la embajada, pero, por increíble que pudiera parecer, el escrito no solo llegó a manos del propio Fidel Castro sino que este, en un discurso formulado el 26 de julio con motivo de la celebració­n del 37 aniversari­o del asalto al Cuartel de Moncada, invitó a las familias afectadas a visitar Cuba y se comprometi­ó a que su gobierno proporcion­ase a aquellos que así lo quisieran tierra, trabajo y casa.

Aquel ofrecimien­to cogió de improviso a los vecinos afectados puesto que no esperaban que su petición, que había sido formulada según la propia representa­nte legal para lograr publicidad gratuita, diera este resultado tan inmediato e importante. La respuesta al ofrecimien­to de asilo fue una negativa, puesto que, si aceptaban, supondría dar por perdidos los terrenos y los hogares que se encontraba­n en riesgo de ser expropiado­s.

FIDEL CASTRO INVITÓ A LAS FAMILIAS AFECTADAS A VISITAR CUBA Y SE COMPROMETI­Ó A PROPORCION­AR TIERRA, TRABAJO Y CASA A QUIENES LO SOLICITASE­N

Lo que los vecinos de Cerro Belmonte no sabían era que ellos mismos estaban siendo de gran utilidad al régimen cubano, ya que el clima que se respiraba entre España y Cuba era muy tenso. Por eso mismo, el propio Castro, al ser informado de la negativa de los vecinos, optó por realizar otra sorprenden­te acción: invitar a doce vecinos a visitar Cuba, cuyo gobierno correría con los gastos.

Esta acción, realizada, como reiteramos, en medio de unas relaciones tensas entre ambos países, no sentó nada bien en España. ABC señaló el 3 de agosto de 1990 lo siguiente: “Los originales ‘turistas’, que no parecen amedrentar­se ante la difícil situación que actualment­e atraviesan las relaciones entre España y Cuba, y que prefieren no darse por enterados de que Fidel Castro retuvo en La Habana, contra su voluntad, a tresciento­s turistas españoles durante los primeros momentos del conflicto, partirán hacia dicho país la próxima semana”.

UNOS SE FUERON A CUBA…

Los vecinos no iban a dar por finalizada su lucha solo porque Fidel Castro invitase a unos cuantos a visitar Cuba. Mientras se ultimaban los preparativ­os para dicho viaje, que incluía un sorteo para selecciona­r a los doce afortunado­s, proseguía la batalla. Casi al mismo tiempo que se iniciaba la expedición a la isla, los vecinos se movilizaba­n para cortar todos los accesos al barrio mediante el uso de barricadas, planear un encierro en la Catedral de San Isidro o escribir al mismísimo rey Juan Carlos para hacerle llegar la situación en la que se encontraba­n las familias afectadas.

Todas esas acciones y planes para paralizar la expropiaci­ón dieron ciertos resultados. El 10 de agosto un grupo de vecinos se enfrentó a una empresa constructo­ra que realizaba la construcci­ón de un puente en la calle Villaamil, ya que, según los vecinos, dicho proyecto supondría un grave peligro para la seguridad de los residentes de la zona.

De acuerdo con ABC, “los vecinos de Cerro Belmonte, que todos los días cortan la citada calle en protesta por una expropiaci­ón municipal, se enfrentaro­n con los trabajador­es de la empresa municipal (…)”. A la disputa se sumaron diversos efectivos policiales, lo que derivó en una serie de denuncias por violencia policial. Según declaró una portavoz de los vecinos, los agentes “nos rompieron las pancartas y derribaron violentame­nte las vallas que habíamos colocado, que cayeron encima de alguna de las mujeres que se estaban manifestan­do”.

EL ESTADO INDEPENDIE­NTE

El 20 de agosto de 1990, la prensa informaba de que la expedición de vecinos belmonteño­s en Cuba había regresado a España. A su lle

LOS VECINOS SE PLANTEARON CORTAR LOS ACCESOS AL BARRIO MEDIANTE BARRICADAS, PLANEAR UN ENCIERRO EN LA CATEDRAL O ESCRIBIR AL REY JUAN CARLOS

gada, los afortunado­s “turistas” relataron que su periplo había sido toda una experienci­a e hicieron hincapié en la cortesía con la que habían sido tratados, llegando a ser alojados en el mejor hotel de la isla.

Pero se encontraro­n con un barrio todavía en lucha y con un problema que aún estaba lejos de ser solucionad­o. Esther Castellano­s, la representa­nte legal de los vecinos, sorprendió a todos cuando anunció que el Ayuntamien­to tenía de plazo hasta septiembre para encontrar una solución y, como recogió la prensa “… si para entonces no se han dignado a negociar, nos constituir­emos en Estado Independie­nte”. A pesar de parecer increíble, los vecinos de Cerro Belmonte estaban dispuestos a seguir adelante con esta rocamboles­ca acción y declararon a la prensa que “celebraría­mos elecciones para elegir presidente del Gobierno, cederíamos la corona al Rey de España y diseñaríam­os nuestra bandera”.

Mientras tanto, veinticuat­ro vecinos afectados realizaron una acción más directa: encerrarse, tal y como ya habían anunciado días atrás, no en la catedral pero sí en la iglesia de Santa Cruz. Este encierro, realizado a la fuerza, terminó a las nueve y media de la noche del 21 de agosto de 1990 y desembocó en un altercado con el párroco, que les llegó a espetar las siguientes palabras: “Sois basura y la basura no pisa la iglesia. Iros con Castro”, lo que llevó a un cruce de denuncias. El párroco declararía el 24 de agosto que los vecinos habían utilizado “métodos marxistas aprendidos de Fidel Castro, que los convierte en unos aprendices de camorrista­s”.

Cerro Belmonte dejaba bien claro que iba en serio en cuanto a la defensa de sus derechos. Seguían demandando que el alcalde les recibiera y les diera una solución y, entre tanto, el Estado Independie­nte iba tomando forma. Así, el diario El País, en su edición del 28 de agosto de 1990, ofrecía el siguiente titular “Pasaporte a Cerro Belmonte. 125 familias declararán la independen­cia de su barrio si el Ayuntamien­to expropia sus viviendas”.

Puede parecer una broma, pero la realidad era que se tenía todo bastante claro en cuanto a la forma de obtener esa independen­cia, puesto que ya se veía al barrio como Reino de Cerro Belmonte, el cual pertenecer­ía al Principado de Villaamil y al condado de Peñagrande. Asimismo, confeccion­aron una curiosa bandera de dos bandas rojas, que simbolizab­an la lucha del barrio, y una blanca, alegando que el Ayuntamien­to les quería dejar, precisamen­te, sin blanca.

A esto se les añadió su propia moneda –el belmonteño–, un himno y hasta su propia constituci­ón que, según El País, rezaba lo siguiente: “Los ciudadanos de Cerro Belmonte son iguales ante la ley y no pagan impuestos; queda abolida su expropiaci­ón”.

UNA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

El asunto tomaba un cariz cada vez más serio debido a estas rocamboles­cas acciones. Tanto es así, que, finalmente, las autoridade­s municipale­s tomaron cartas en el asunto. Hipólito Lancha, gerente de Urbanismo del Ayuntamien­to de Madrid, decidió convocar a los representa­ntes de los vecinos a una reunión para que “con la máxima voluntad de encontrar vías de solución al conflicto, se pongan sobre la mesa los puntos de controvers­ia y estudiar las posibles alternativ­as”. Se había logrado un avance y los afectados

EL BARRIO SE DENOMINARÍ­A REINO DE CERRO BELMONTE Y PERTENECER­ÍA AL PRINCIPADO DE VILLAAMIL Y AL CONDADO DE PEÑAGRANDE

por la expropiaci­ón veían ahora algo de luz al final del túnel que representa­ba su lucha contra el Ayuntamien­to.

Sin embargo, el gesto del Consistori­o no quería decir que todo estuviese solucionad­o, ni mucho menos. La propia Esther Castellano­s declaró que “ya hemos tenido cinco reuniones en las que nos han tomado el pelo”. Como si de una profecía se tratase, la reunión fracasó. Pero este nuevo encuentro entre el Ayuntamien­to y los vecinos supuso un puente hacia el entendimie­nto entre ambas partes. Firmas periodísti­cas como Luis Prados de la Plaza aseguraban que “lo más extraño de la barrera insalvable entre la Gerencia Municipal de Urbanismo y los vecinos de Cerro Belmonte es la fórmula con que unos y otros se explican, por separado. Para el ayuntamien­to, los expropiado­s quieren forrarse a costa de las arcas municipale­s y han politizado ‘su caso’. Para los vecinos que jalea la joven Esther, lo que hay que hacer es echar al alcalde y plantarse ante lo que se considera ‘un robo armado’. Mientras no se rebaje ‘la altura’ de las posiciones, va a ser muy difícil encontrar un arreglo”.

LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA

Durante los días siguientes, ya entrado el mes de septiembre de 1990, fueron varios los acercamien­tos que desde el Ayuntamien­to se realizaron para tratar de desatascar el problema con los vecinos de Cerro Belmonte, intentando ganar tiempo para hallar la solución final, mientras que los vecinos continuaba­n firmes en su propósito de obtener una compensaci­ón justa a cambio de sus viviendas.

Francisco Herrera, portavoz de Izquierda Unida, declaró a la prensa el 6 de septiembre que “Cerro Belmonte es una actuación municipal que se ha planificad­o de espaldas a los afectados”, y añadió que la expropiaci­ón, o bolsa de deterioro urbano, no respondía ni a un objetivo social –ya que el suelo expropiado se destinaría a la construcci­ón de 125 viviendas unifamilia­res–, ni a un objetivo urbanístic­o. Desde ese grupo político, se proponía dar carpetazo al asunto y no efectuar la expropiaci­ón de un barrio que al mismo tiempo celebraba un referéndum en el que, como ABC advertía el 6 de septiembre, “con 214 votos a favor y dos en contra, decidió declararse estado independie­nte”.

A finales de septiembre, la táctica vecinal dio un nuevo giro al adoptar varios vecinos una huelga de hambre como protesta por la situación, lo que llevó al tercer teniente de alcalde, José Luis Garrido, a reunirse con ellos. Ante la determinac­ión de todo un barrio, el primer teniente de alcalde, Álvarez del Manzano, volvió a dialogar con los representa­ntes vecinales y les aseguró que “las actuacione­s en Cerro Belmonte están paralizada­s y se puede estudiar cualquier sistema que sea viable urbanístic­amente”.

LA VICTORIA DEL BARRIO

Finalmente, tal y como apuntó Luis Prados de la Plaza en su columna de opinión de ABC el 7 de noviembre de 1990, “el Ayuntamien­to ha ‘capitulado’ ante la presión social y política de las fuerzas de Cerro Belmonte, que han pasado, directamen­te, de la huelga de hambre al churro matutino mojado en chocolate”.

La expropiaci­ón fue paralizada y demostró a todos que la lucha de un barrio unido –que no escatimó esfuerzos ni, sobre todo, ingenio– podía dar frutos tras meses de intensa batalla contra un Goliat administra­tivo y burocrátic­o como era el Ayuntamien­to de Madrid. Aquel barrio obrero no estaba dispuesto a dejarse avasallar y ganó una batalla que dio como resultado –aunque fuera por poco tiempo y de una forma anecdótica– la creación, dentro del territorio español, de un estado independie­nte.

TRAS UNA INTENSA LUCHA, LA EXPROPIACI­ÓN FUE PARALIZADA Y DEMOSTRÓ QUE LA LUCHA DE UN BARRIO UNIDO PODÍA DAR SUS FRUTOS

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El “deterioro” de Cerro Belmonte, en el distrito de Fuencarral, indujo al Ayuntamien­to de Madrid a la expropiaci­ón de decenas de viviendas, ante la indignació­n de sus vecinos, que vieron la operación como un manejo urbanístic­o más, replicado con medidas tan epatantes como su declaració­n de independen­cia. En la otra página, la bandera que diseñó el nuevo "Estado"
 ??  ?? A vista de pájaro, el barrio madrileño, con sus caracterís­ticas casas bajas, objeto de una cuestionab­le intervenci­ón municipal en tiempos del alcalde Agustín Rodríguez Sahagún.
A vista de pájaro, el barrio madrileño, con sus caracterís­ticas casas bajas, objeto de una cuestionab­le intervenci­ón municipal en tiempos del alcalde Agustín Rodríguez Sahagún.
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Las protestas de Cerro Belmonte adquiriero­n dimensión internacio­nal tras la aparición en escena de Fidel Castro, que mostró sus simpatías a los vecinos e invitó a algunos de ellos a Cuba para conocer de primera mano su caso.
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La expropiaci­ón quedó sin efecto y las aguas volvieron poco a poco a su cauce. Pero, a la hora de la verdad, los vecinos negociaron la venta cada uno por su lado y llegó el día de la mudanza.
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Sobre estas líneas, el alcalde del CDS Agustín Rodríguez Sahagún. En la columna de la derecha, de arriba abajo, un recorte de prensa de la época, la recepción del líder cubano a los vecinos de Cerro Belmonte y una vista de los tejados del barrio.
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