El barrio de Cerro Belmonte
QUE SE INDEPENDIZÓ DE ESPAÑA
“EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO”. ESE LEMA CASA MUY BIEN CON LA HISTORIA QUE VAMOS A CONTAR. A LO LARGO DE LA HISTORIA DE NUESTRO PAÍS, MUCHAS HAN SIDO LAS LUCHAS POPULARES ANTE LO QUE SE CONSIDERABAN INJUSTICIAS POR PARTE DEL PODER. DESDE LA FAMOSA FUENTEOVEJUNA A LA SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA, SIN OLVIDARNOS DE LEVANTAMIENTOS POPULARES COMO LOS OCURRIDOS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA, ESTOS BROTES DE INSURRECCIÓN POPULAR PARECEN SER PASAJES DE UN TIEMPO LEJANO. SIN EMBARGO, EL CASO DEL BARRIO DE CERRO BELMONTE ES MUY RECIENTE: BASTA CON QUE NOS REMONTEMOS A LA DÉCADA DE LOS 90 DEL PASADO SIGLO PARA RECORDAR LA LUCHA DE UN BARRIO QUE LLEGÓ A DECLARARSE, NI MÁS NI MENOS, QUE ESTADO INDEPENDIENTE.
El madrileño barrio de Cerro Belmonte inauguró el verano de 1990 envuelto en una bruma de preocupación. Y no era para menos, ya que desde hacía meses el Ayuntamiento de Madrid había anunciado que 125 familias de dicho barrio iban a ser desahuciadas como consecuencia de una expropiación que obedecía a un plan llamado “bolsa de deterioro urbano de Cerro Belmonte”.
Los habitantes del barrio, y concretamente las familias afectadas, no estaban dispuestos a aceptar la situación y se mostraban decididos a hacer valer los derechos que según ellos les pertenecían. Por ese motivo, las familias afectadas decidieron acudir hasta las puertas del domicilio particular del mismísimo alcalde de Madrid, Agustín Rodríguez Sahagún, para hacerle sentir el descontento general. El rotativo ABC recogía el 12 de julio de 1990 que “estos vecinos quieren que el alcalde intervenga para que unas viviendas expropiadas en el distrito de Fuencarral a 5.018 pesetas el metro cuadrado no sean entregadas a promotores privados para que construyan en ese solar chalets adosados a 200.000 pesetas el metro cuadrado”.
El consistorio madrileño hizo oídos sordos a las protestas vecinales y, como tantas veces ha ocurrido en los municipios españoles, se continuó con el plan trazado para expropiar las viviendas de Cerro Belmonte. Sin embargo, los vecinos, con su representante legal Esther Castellanos a la cabeza, no iban a claudicar sin presentar batalla. Y vaya si la iban a presentar.
FIDEL, UN ALIADO INESPERADO
El 26 de julio, tras varias jornadas de manifestaciones, saltaba la sorpresa al anunciarse que un grupo de vecinos del barrio habían pedido asilo político al dirigente cubano Fidel Castro. Para ello, habían presentado un escri
to en la embajada cubana en el que calificaban de injusta y especulativa la expropiación de sus viviendas, al tiempo que esperaban encontrar en Cuba los derechos y la justicia que se les estaba negando en España.
Esther Castellanos manifestó que con esta acción se quería llamar la atención porque, según declaró, “a los españoles se les está echando de sus casas mientras que los exiliados cubanos se les está dando todo tipo de facilidades para que puedan entrar en España”, haciendo así referencia a la “crisis de las embajadas” que había surgido entre los dos países a causa de la huida de ciudadanos cubanos.
Al mismo tiempo, se denunciaba la supuesta operación especulativa en la que, según los propios vecinos, estaba “…más claro que el agua que quieren robar a los pobres para que los ricos se hagan más ricos”. En su desesperación por mantener sus casas, o al menos ser compensados por ellas de una manera más justa, los vecinos de Cerro Belmonte habían visto en Fidel Castro y su régimen la tabla a la que aferrarse. Tal y como recogió la prensa, para estos madrileños el presidente cubano “al contrario que aquí, quitó sus bienes a los ricos para dárselos a los pobres”.
Pero, ¿cómo iba a afectar esta petición? En 1990, Cuba no tenía un convenio de asilo político con España pero, desde la embajada, se permitió la entrada al recinto diplomático de dos representantes vecinales y se comprometieron a hacer llegar su escrito al propio Castro.
Cabría esperar que aquel gesto hubiese caído en saco roto y que dicho escrito hubiese acabado en alguna papelera de la embajada, pero, por increíble que pudiera parecer, el escrito no solo llegó a manos del propio Fidel Castro sino que este, en un discurso formulado el 26 de julio con motivo de la celebración del 37 aniversario del asalto al Cuartel de Moncada, invitó a las familias afectadas a visitar Cuba y se comprometió a que su gobierno proporcionase a aquellos que así lo quisieran tierra, trabajo y casa.
Aquel ofrecimiento cogió de improviso a los vecinos afectados puesto que no esperaban que su petición, que había sido formulada según la propia representante legal para lograr publicidad gratuita, diera este resultado tan inmediato e importante. La respuesta al ofrecimiento de asilo fue una negativa, puesto que, si aceptaban, supondría dar por perdidos los terrenos y los hogares que se encontraban en riesgo de ser expropiados.
FIDEL CASTRO INVITÓ A LAS FAMILIAS AFECTADAS A VISITAR CUBA Y SE COMPROMETIÓ A PROPORCIONAR TIERRA, TRABAJO Y CASA A QUIENES LO SOLICITASEN
Lo que los vecinos de Cerro Belmonte no sabían era que ellos mismos estaban siendo de gran utilidad al régimen cubano, ya que el clima que se respiraba entre España y Cuba era muy tenso. Por eso mismo, el propio Castro, al ser informado de la negativa de los vecinos, optó por realizar otra sorprendente acción: invitar a doce vecinos a visitar Cuba, cuyo gobierno correría con los gastos.
Esta acción, realizada, como reiteramos, en medio de unas relaciones tensas entre ambos países, no sentó nada bien en España. ABC señaló el 3 de agosto de 1990 lo siguiente: “Los originales ‘turistas’, que no parecen amedrentarse ante la difícil situación que actualmente atraviesan las relaciones entre España y Cuba, y que prefieren no darse por enterados de que Fidel Castro retuvo en La Habana, contra su voluntad, a trescientos turistas españoles durante los primeros momentos del conflicto, partirán hacia dicho país la próxima semana”.
UNOS SE FUERON A CUBA…
Los vecinos no iban a dar por finalizada su lucha solo porque Fidel Castro invitase a unos cuantos a visitar Cuba. Mientras se ultimaban los preparativos para dicho viaje, que incluía un sorteo para seleccionar a los doce afortunados, proseguía la batalla. Casi al mismo tiempo que se iniciaba la expedición a la isla, los vecinos se movilizaban para cortar todos los accesos al barrio mediante el uso de barricadas, planear un encierro en la Catedral de San Isidro o escribir al mismísimo rey Juan Carlos para hacerle llegar la situación en la que se encontraban las familias afectadas.
Todas esas acciones y planes para paralizar la expropiación dieron ciertos resultados. El 10 de agosto un grupo de vecinos se enfrentó a una empresa constructora que realizaba la construcción de un puente en la calle Villaamil, ya que, según los vecinos, dicho proyecto supondría un grave peligro para la seguridad de los residentes de la zona.
De acuerdo con ABC, “los vecinos de Cerro Belmonte, que todos los días cortan la citada calle en protesta por una expropiación municipal, se enfrentaron con los trabajadores de la empresa municipal (…)”. A la disputa se sumaron diversos efectivos policiales, lo que derivó en una serie de denuncias por violencia policial. Según declaró una portavoz de los vecinos, los agentes “nos rompieron las pancartas y derribaron violentamente las vallas que habíamos colocado, que cayeron encima de alguna de las mujeres que se estaban manifestando”.
EL ESTADO INDEPENDIENTE
El 20 de agosto de 1990, la prensa informaba de que la expedición de vecinos belmonteños en Cuba había regresado a España. A su lle
LOS VECINOS SE PLANTEARON CORTAR LOS ACCESOS AL BARRIO MEDIANTE BARRICADAS, PLANEAR UN ENCIERRO EN LA CATEDRAL O ESCRIBIR AL REY JUAN CARLOS
gada, los afortunados “turistas” relataron que su periplo había sido toda una experiencia e hicieron hincapié en la cortesía con la que habían sido tratados, llegando a ser alojados en el mejor hotel de la isla.
Pero se encontraron con un barrio todavía en lucha y con un problema que aún estaba lejos de ser solucionado. Esther Castellanos, la representante legal de los vecinos, sorprendió a todos cuando anunció que el Ayuntamiento tenía de plazo hasta septiembre para encontrar una solución y, como recogió la prensa “… si para entonces no se han dignado a negociar, nos constituiremos en Estado Independiente”. A pesar de parecer increíble, los vecinos de Cerro Belmonte estaban dispuestos a seguir adelante con esta rocambolesca acción y declararon a la prensa que “celebraríamos elecciones para elegir presidente del Gobierno, cederíamos la corona al Rey de España y diseñaríamos nuestra bandera”.
Mientras tanto, veinticuatro vecinos afectados realizaron una acción más directa: encerrarse, tal y como ya habían anunciado días atrás, no en la catedral pero sí en la iglesia de Santa Cruz. Este encierro, realizado a la fuerza, terminó a las nueve y media de la noche del 21 de agosto de 1990 y desembocó en un altercado con el párroco, que les llegó a espetar las siguientes palabras: “Sois basura y la basura no pisa la iglesia. Iros con Castro”, lo que llevó a un cruce de denuncias. El párroco declararía el 24 de agosto que los vecinos habían utilizado “métodos marxistas aprendidos de Fidel Castro, que los convierte en unos aprendices de camorristas”.
Cerro Belmonte dejaba bien claro que iba en serio en cuanto a la defensa de sus derechos. Seguían demandando que el alcalde les recibiera y les diera una solución y, entre tanto, el Estado Independiente iba tomando forma. Así, el diario El País, en su edición del 28 de agosto de 1990, ofrecía el siguiente titular “Pasaporte a Cerro Belmonte. 125 familias declararán la independencia de su barrio si el Ayuntamiento expropia sus viviendas”.
Puede parecer una broma, pero la realidad era que se tenía todo bastante claro en cuanto a la forma de obtener esa independencia, puesto que ya se veía al barrio como Reino de Cerro Belmonte, el cual pertenecería al Principado de Villaamil y al condado de Peñagrande. Asimismo, confeccionaron una curiosa bandera de dos bandas rojas, que simbolizaban la lucha del barrio, y una blanca, alegando que el Ayuntamiento les quería dejar, precisamente, sin blanca.
A esto se les añadió su propia moneda –el belmonteño–, un himno y hasta su propia constitución que, según El País, rezaba lo siguiente: “Los ciudadanos de Cerro Belmonte son iguales ante la ley y no pagan impuestos; queda abolida su expropiación”.
UNA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
El asunto tomaba un cariz cada vez más serio debido a estas rocambolescas acciones. Tanto es así, que, finalmente, las autoridades municipales tomaron cartas en el asunto. Hipólito Lancha, gerente de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, decidió convocar a los representantes de los vecinos a una reunión para que “con la máxima voluntad de encontrar vías de solución al conflicto, se pongan sobre la mesa los puntos de controversia y estudiar las posibles alternativas”. Se había logrado un avance y los afectados
EL BARRIO SE DENOMINARÍA REINO DE CERRO BELMONTE Y PERTENECERÍA AL PRINCIPADO DE VILLAAMIL Y AL CONDADO DE PEÑAGRANDE
por la expropiación veían ahora algo de luz al final del túnel que representaba su lucha contra el Ayuntamiento.
Sin embargo, el gesto del Consistorio no quería decir que todo estuviese solucionado, ni mucho menos. La propia Esther Castellanos declaró que “ya hemos tenido cinco reuniones en las que nos han tomado el pelo”. Como si de una profecía se tratase, la reunión fracasó. Pero este nuevo encuentro entre el Ayuntamiento y los vecinos supuso un puente hacia el entendimiento entre ambas partes. Firmas periodísticas como Luis Prados de la Plaza aseguraban que “lo más extraño de la barrera insalvable entre la Gerencia Municipal de Urbanismo y los vecinos de Cerro Belmonte es la fórmula con que unos y otros se explican, por separado. Para el ayuntamiento, los expropiados quieren forrarse a costa de las arcas municipales y han politizado ‘su caso’. Para los vecinos que jalea la joven Esther, lo que hay que hacer es echar al alcalde y plantarse ante lo que se considera ‘un robo armado’. Mientras no se rebaje ‘la altura’ de las posiciones, va a ser muy difícil encontrar un arreglo”.
LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA
Durante los días siguientes, ya entrado el mes de septiembre de 1990, fueron varios los acercamientos que desde el Ayuntamiento se realizaron para tratar de desatascar el problema con los vecinos de Cerro Belmonte, intentando ganar tiempo para hallar la solución final, mientras que los vecinos continuaban firmes en su propósito de obtener una compensación justa a cambio de sus viviendas.
Francisco Herrera, portavoz de Izquierda Unida, declaró a la prensa el 6 de septiembre que “Cerro Belmonte es una actuación municipal que se ha planificado de espaldas a los afectados”, y añadió que la expropiación, o bolsa de deterioro urbano, no respondía ni a un objetivo social –ya que el suelo expropiado se destinaría a la construcción de 125 viviendas unifamiliares–, ni a un objetivo urbanístico. Desde ese grupo político, se proponía dar carpetazo al asunto y no efectuar la expropiación de un barrio que al mismo tiempo celebraba un referéndum en el que, como ABC advertía el 6 de septiembre, “con 214 votos a favor y dos en contra, decidió declararse estado independiente”.
A finales de septiembre, la táctica vecinal dio un nuevo giro al adoptar varios vecinos una huelga de hambre como protesta por la situación, lo que llevó al tercer teniente de alcalde, José Luis Garrido, a reunirse con ellos. Ante la determinación de todo un barrio, el primer teniente de alcalde, Álvarez del Manzano, volvió a dialogar con los representantes vecinales y les aseguró que “las actuaciones en Cerro Belmonte están paralizadas y se puede estudiar cualquier sistema que sea viable urbanísticamente”.
LA VICTORIA DEL BARRIO
Finalmente, tal y como apuntó Luis Prados de la Plaza en su columna de opinión de ABC el 7 de noviembre de 1990, “el Ayuntamiento ha ‘capitulado’ ante la presión social y política de las fuerzas de Cerro Belmonte, que han pasado, directamente, de la huelga de hambre al churro matutino mojado en chocolate”.
La expropiación fue paralizada y demostró a todos que la lucha de un barrio unido –que no escatimó esfuerzos ni, sobre todo, ingenio– podía dar frutos tras meses de intensa batalla contra un Goliat administrativo y burocrático como era el Ayuntamiento de Madrid. Aquel barrio obrero no estaba dispuesto a dejarse avasallar y ganó una batalla que dio como resultado –aunque fuera por poco tiempo y de una forma anecdótica– la creación, dentro del territorio español, de un estado independiente.
TRAS UNA INTENSA LUCHA, LA EXPROPIACIÓN FUE PARALIZADA Y DEMOSTRÓ QUE LA LUCHA DE UN BARRIO UNIDO PODÍA DAR SUS FRUTOS