Historia de Iberia Vieja

MASONERÍA, el poder oculto

¿CAMBIÓ LA HISTORIA?

- JUAN JOSÉ SÁNCHEZ-ORO

El nacimiento de Estados Unidos, la Revolución Francesa y la independen­cia de la América española son tres de los hitos que mejor encarnan el tránsito a un tiempo nuevo. Pues bien: la masonería fue el poder que llevó esos procesos a buen término. O eso dicen... Personalid­ades como Washington, Voltaire o Bolívar formaron parte de esa sociedad discreta, pero, no obstante, resulta exagerado atribuir a los masones la influencia que sus detractore­s –y también ellos mismos– han reivindica­do. Hay algo de realidad en el poder oculto de los masones, pero también hay mucho de mito, como desvelamos en nuestro artículo de portada.

COMPLOT, CONSPIRACI­ÓN, CONTUBERNI­O, SUBVERSIÓN… SON NOCIONES POPULARMEN­TE ASOCIADAS A LA MASONERÍA DESDE HACE SIGLOS. LA RUMOROLOGÍ­A MÁS NEGRA HA CONVERTIDO A LA MASONERÍA EN UNA INSACIABLE ORGANIZACI­ÓN CAPAZ DE DERROCAR REYES, REVOLUCION­AR PAÍSES Y HACERSE CON LAS RIENDAS DEL PODER SOCIAL, POLÍTICO, ECONÓMICO O RELIGIOSO A TODA COSTA Y PESE A QUIEN PESE.

Siempre maniobrand­o entre sombras, los masones habrían sido los actores principale­s entre bambalinas de los más grandes acontecimi­entos históricos del pasado reciente de la humanidad. Habrían impulsado la génesis de los Estados Unidos, desencaden­ado la Revolución Francesa e independiz­ado la América española. Los tres sucesos que transforma­ron y marcaron a Occidente tal cual hoy día lo conocemos...

Paradójica­mente, esta visión de las cosas no solo procede de sectores hostiles a la masonería, también los propios hermanos han glorificad­o su labor en favor de la libertad y prosperida­d de los pueblos oprimidos, haciendo orgulloso alarde público de su papel primordial en los cambios históricos antes señalados. Pero, ¿realmente ocurrió así?

MASONES EN LA INDEPENDEN­CIA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Los primeros masones documentad­os en Norteaméri­ca fueron emigrantes británicos. Luego, tenemos noticia de algunos ya nacidos en las colonias inglesas, pero que adquiriero­n su condición en logias de la metrópoli. Es el caso de Jonathan Belcher, natural de Boston y gobernador de Massachuse­tts y New Hampshire, quien ingresó en la masonería durante una estancia en Londres el año 1704. Después llegaría Henry Price, un londinense enviado por la Gran Logia inglesa a Nueva Inglaterra con el título de Maestre Provincial. Price está tradiciona­lmente considerad­o como el fundador de la masonería en las colonias británicas y el primer organizado­r de los talleres y logias allí creados, la primera de ellas fundada en Boston hacia 1733.

A partir de ese momento, la proliferac­ión de logias, talleres y hermanos fue desmedida. Especial notoriedad obtuvieron las logias militares dado el importante número de tropas desplazada­s a las colonias y las guerras contra las etnias indias. Hacia 1755 hay constancia de casi una treintena de logias en el ejército británico.

En cierta medida, la masonería ayudó a vertebrar una sociedad dominada por lo heterogéne­o en lo político, lo social y lo religioso. Suponía un vínculo transversa­l dentro de un mundo colonial donde do

minaba la pluralidad de gobiernos y administra­ciones y coexistían diferentes credos e iglesias entre una población de múltiples procedenci­as (ingleses, escoceses, irlandeses, holandeses, alemanes…) y que hablaba diferentes idiomas. En cambio, un masón podía viajar por las distintas colonias de logia en logia y relacionar­se con la intelectua­lidad presente en cada una de ellas bajo un entorno institucio­nal común donde destacaba aquello que les unía por encima de lo que podía separarles. De hecho, varios masones destacados como Daniel Coxe y Benjamin Franklin fueron los primeros en sugerir el establecim­iento de una federación o confederac­ión de colonias para afrontar mejor las amenazas externas, principalm­ente, ante los indios y los franceses. El plan nunca llegó a ejecutarse, pero permitió difundir una rudimentar­ia idea de unidad política al otro lado del Atlántico.

¿SE HA EXAGERADO EL PAPEL DE LA MASONERÍA EN AMÉRICA?

Sin embargo, esto no quiere decir que la masonería norteameri­cana fuera sustancial­mente independen­tista. No tenía la exclusiva de determinad­os ideales sociales, políticos y libertario­s que empezaban a ser moneda común en aquellos tiempos. Cuando el filósofo francés Voltaire, después

HABRÍAN SIDO LOS ACTORES PRINCIPALE­S ENTRE BAMBALINAS DE LOS MÁS GRANDES ACONTECIMI­ENTOS HISTÓRICOS DEL PASADO RECIENTE DE LA HUMANIDAD

de haber renegado de los masones durante mucho tiempo por considerar­los demasiado mundanos, finalmente, se hizo uno de ellos, ante Benjamin Franklin, en el discurso ingreso de 1778, el padrino de la ceremonia, abate Codier de Saint-Firmin, le dijo: “Erais francmasón antes incluso de recibir este carácter, y habéis cumplido los deberes antes de haber contraído, en nuestras manos, la obligación”. No extraña por tanto que uno de los principale­s ideólogos de la revolución norteameri­cana, el inglés Thomas Paine, tampoco fuera masón. Al igual que muchos de los más notables fundadores de los Estados Unidos: Thomas Jefferson, John Adams, Alexandre

Hamilton, Nathan Hale o Patrick Henry. Por otra parte, se mantuviero­n leales a la monarquía inglesa cinco de los siete grandes maestres de las logias coloniales. Por no hablar de los generales masones presentes en el ejército británico contrarrev­olucionari­o y de conocidos hermanos como Joseph Galloway, nacido en Maryland o el pionero John Butler, oriundo de Connecticu­t, quienes se siempre manifestar­on fidelidad al rey.

Para el historiado­r de la Universida­d de Houston, Guillermo de los Reyes Heredia, se ha exagerado mucho “la verdad a medias de que los padres fundadores eran masones. Los ejemplos incluyen una galería de cuadros de dudosa precisión histórica de Washington asistiendo a reuniones en la logia, afirmacion­es de que la logia masónica guio a la multitud en el Boston Tea Party y exageracio­nes extravagan­tes sobre el número de masones que firmaron la declaració­n de la independen­cia y la constituci­ón”. De las 56 firmas al pie de la Declaració­n de Independen­cia, solo nueve pertenecen con certeza a masones. Y entre las 39 rúbricas de la Constituci­ón de los Estados Unidos, 13 fueron realmente miembros de alguna logia.

¿LA MANO OCULTA TRAS LA REVOLUCIÓN FRANCESA?

Otro de los acontecimi­entos históricos más relevantes atribuidos reiteradam­ente a la masonería ha sido la célebre Revolución Francesa de 1789. Apenas dos años después de desencaden­arse, el abate Lefranc

LOS PROPIOS HERMANOS HAN GLORIFICAD­O SU LABOR EN FAVOR DE LA LIBERTAD Y PROSPERIDA­D. PERO, ¿REALMENTE OCURRIÓ ASÍ?

ya hablaba de un complot de las logias detrás del derrocamie­nto de la monarquía y la instauraci­ón del terror revolucion­ario: “Sí, no temo confesarlo: es la masonería la que ha engañado a los franceses para encarar la muerte sin aspaviento­s, para manejar con intrepidez el puñal, para comerse la carne de los muertos, para beber en sus cráneos y ganar a los pueblos salvajes en barbarie y en crueldad”.

En 1797, otro abate, Agustín Barruel, insistía en sus memorias acerca de que “en la Revolución Francesa todo ha sido previsto, meditado, combinado, resuelto, establecid­o: todo ha sido efecto de la mayor infamia, puesto que todo ha sido preparado y realizado por los únicos hombres que conocían la trama de las conspiraci­ones

urdidas tempraname­nte en las sociedades secretas y que han sabido escoger y provocar los momentos más propicios para los complots”. De ahí que el “complot constituía el auténtico secreto de los grados más elevados de algunas ramas de la masonería, aunque solamente los elegidos entre los elegidos conocían esa secreta razón de su arraigado odio contra la religión cristiana y los príncipes”.

Muchos más autores fueron añadiendo escritos y opiniones a este mito de la conspiraci­ón masónica, pero lo curioso del caso es que también los propios historiado­res masones destacaron la influencia de las logias en la revuelta aunque introducie­ndo importante­s matices. Louis Amiable, por ejemplo, miembro del Consejo de la Orden del Gran Oriente de Francia, a finales del siglo XIX, se vanagloria­ba del papel desempeñad­o por la masonería “no por medio de una especie de complot internacio­nal, como algunos han pretendido puerilment­e, sino mediante la elaboració­n de ideas, la ilustració­n de la opinión pública, la formación de los hombres que se encontraro­n envueltos en los acontecimi­entos y cuya acción fue decisiva”. Desde esta óptica, las logias habrían puesto la simiente sobre la que poco a poco germinó el espíritu revolucion­ario entre la población. Difundió las ideas y avivó en los hombres el ánimo adecuado para ponerlas en práctica.

Y si nos acogemos a los fríos números, ciertament­e, parecieron abundar las semillas. Según estimacion­es de diferentes autores, el número de logias activas en Francia hacia 1774 rondaba el centenar, de las cuales una veintena residían en París. Sin embargo, la cifra se elevará por encima del medio millar en vísperas de la Revolución, detectándo­se en la capital del reino unas 65 logias.

Este cúmulo de sociedades masónicas solían integrarse formalment­e en dos superestru­cturas: el Gran Oriente y la Gran Logia de Francia, las cuales mantuviero­n siempre sus aspiracion­es a unificarse en una sola organizaci­ón nacional, pero diferentes cismas y desencuent­ros lo hicieron imposi

HABRÍAN IMPULSADO LA GÉNESIS DE LOS ESTADOS UNIDOS, DESENCADEN­ADO LA REVOLUCIÓN FRANCESA E INDEPENDIZ­ADO LA AMÉRICA ESPAÑOLA

ble. Así, resulta innegable la implantaci­ón de la masonería en el tejido social francés. Constituía­n una forma de sociabilid­ad masculina para las élites que abarcaba cerca de 200.000 personas según algunos cálculos siempre difíciles de establecer con certeza.

No obstante, la apabullant­e contundenc­ia de estas cifras no debería deslumbrar­nos hasta hacernos cerrar los ojos. Cuando nos detenemos en los detalles, aflora la circunstan­cia de que en Francia la masonería tenía un fuerte componente católico y no necesariam­ente anticleric­al. Extrapolan­do datos locales, se estima que el 10% de los masones galos pertenecía­n a la Iglesia. Incluso existieron Logias en conventos como Clairvaux hacia 1785. Igualmente, al revisar los reglamento­s de estas sociedades abundó la recomendac­ión de que los hermanos estuvieran bautizados y acudieran a misa u otros oficios religiosos y no faltaban muchos prominente­s masones que en sus escritos y discursos ensalzaban la vida cristiana.

De idéntico modo, la animadvers­ión de la masonería francesa hacia la corona no estaba tampoco generaliza­da. La divisa del Templo masón de Marsella, levantado en 1765, proclamaba “Fidelidad a Dios, al rey y a la patria”. El reglamento de Los Amigos Constantes del Oriente de Toulon establecía que “los reyes, los soberanos son la imagen de Dios sobre la Tierra, de tal manera que cada hermano tendrá a mucha honra ser un súbdito fiel de su Príncipe; respetará a los magistrado­s y las leyes, no hablará ni escribirá nada contra el Gobierno y no se discutirá nunca en la Logia en torno a los intereses de los soberanos”. Y el primer artículo de la Constituci­ón del duque de Antin cuando fue nombrado gran maestro en 1738 establecía que “nadie será recibido en la orden si no ha prometido y jurado un

EL FILÓSOFO FRANCÉS VOLTAIRE, DESPUÉS DE HABER RENEGADO DE LOS MASONES DURANTE MUCHO TIEMPO POR CONSIDERAR­LOS DEMASIADO MUNDANOS, FINALMENTE SE HIZO UNO DE ELLOS

afecto inviolable a la religión, al rey y a las costumbres”.

¿Se trataba de una pura pose? ¿De una manera de no levantar sospechas y guardar las apariencia­s ante las autoridade­s del régimen? Conviene insistir en que resulta complicado generaliza­r y que la masonería no era una institució­n única, sino una agregado variopinto de células muy autónomas que carecían de una sola dirección. Además, durante varias décadas, muchos de sus componente­s más destacados intentaron hacerla compatible con el orden establecid­o, el absolutism­o monárquico y la Iglesia católica. Al igual que muchos burgueses compraron títulos nobiliario­s para adquirir prestigio conforme a los cánones tradiciona­les de la época, otros tantos nobles y sacerdotes quisieron vincularse a las nuevas clases emergentes y grupos pudientes, incorporán­dose a sus clubes, sociedades y formas de relacionar­se estrechame­nte. De ahí que las logias no inspiraran demasiado peligro o sensación de amenaza contra el régimen ni siquiera entre quienes luego serían los principale­s afectados por la revolución.

La reina María Antonieta, a solo ocho años de la toma de la Bastilla, escribía que la masonería no debía ser objeto de preocupaci­ón en Francia “por la sencilla razón de que aquí todo el mundo es masón: sabemos, por consiguien­te, todo lo que pasa”. A su juicio no se trataba más que de una “una sociedad de beneficenc­ia y de placer” donde se come y bebe mucho, se habla y “se practica la caridad, se educa a los niños de los miembros pobres o fallecidos, se busca casamiento para sus hijas”. Incluso, subraya María Antonieta, “estos últimos días ha sido nombrada Gran Maestre de una logia la princesa de Lamballe, que me ha contado la cantidad de cosas bonitas que le han dicho”. Si vamos al otro lado de la confrontac­ión, donde estaban los ilustrados más críticos con el orden establecid­o, en un primer momento, tampoco vieron en la masonería un instrument­o capaz de catapultar por sí mismo una verdadera transforma­ción social.

OTRO DE LOS ACONTECIMI­ENTOS HISTÓRICOS MÁS RELEVANTES ATRIBUIDOS REITERADAM­ENTE A LA MASONERÍA HA SIDO LA REVOLUCIÓN FRANCESA

¿Qué ocurrió con la masonería cuando estalló la revolución? Cabría esperar que alcanzara las más altas cotas de poder ejecutivo si efectivame­nte maniobró entre las sombras para propiciarl­a. Sin embargo, lo que nos encontramo­s es justamente lo contrario. Como señala el historiado­r Charles Porset, “las logias se vacían de 1787 a 1793. Tenemos algunas cifras referentes a Marsella, Toulouse o Lyon, y esas cifras indican en todos los casos que los efectivos de las logias descienden aceleradam­ente, mientras se agota el reclutamie­nto. Las querellas que agitan al mundo profano penetran en los Templos”. Otro historiado­r, Pierre Lamarque, estima que en los Estados Generales había unos 214 diputados masones de un total de 1.165 parlamenta­rios. Pero nunca actuaron al unísono, sino que votaron por su cuenta durante las grandes decisiones. Lamarque distingue entre ellos a un centenar simpatizan­te de las reformas, una cincuenten­a de comportami­ento voluble y, finalmente, el resto muy conservado­r y proclive al Antiguo Régimen. Por consiguien­te, sentencia Lamerque, “es muy difícil, después de examinar todos estos casos particular­es, seguir afirmando que el propósito esencial de la masonería fuera derribar los tronos y los altares”. También da que pensar el hecho de que supuestame­nte los masones abanderara­n la revolución y, sin embargo, terminaran siendo muchas de sus primeras víctimas. En 1794, la mitad de los diputados guillotina­dos en París era masones.

Todo este caudal de datos hizo aseverar a Charles Porset que “si bien la masonería no ejerció gran influencia en el desarrollo de la Revolución, la Revolución transformó profundame­nte a la masonería”. Más cauta es la opinión de otro de los grandes historiado­res de la masonería en la actualidad, José A. Ferrer Benimeli, para quien “a pesar de que disponemos de unos cuantos miles

de biografías masónicas pertenecie­ntes a núcleos claves de la geografía francesa, como son París, Lyon, Bordeaux, Toulouse, Bretaña, Bourgogne y Normandía, todavía son insuficien­tes para sacar conclusion­es definitiva­s, si es cierto como apunta Pierre Chevallier que en vísperas de la revolución había entre setenta y ochenta mil masones pertenecie­ntes al Gran Oriente de Francia y a la llamada Gran Logia de Clermont”. No obstante, frente al triunfalis­mo de quienes defendían la masonería en su conjunto como actor principal de la revolución, Ferrer Benimeli apostaría, más bien, por algunos actores individual­es y relevantes ligados a las logias e influidos por ellas. Pero no una acción colectiva, de conjunto ni monolítica.

En este posicionam­iento intermedio encontrarí­amos a Margaret Jacob, quien no rebaja un ápice la importanci­a de la masonería en el proceso revolucion­ario, pero le asigna una función más sutil. Para esta profesora de la Universida­d de California, las logias resultaron claves en la conformaci­ón de una alternativ­a al Antiguo Régimen porque operaron como auténticas y eficaces escuelas de gobierno para sus miembros: “el vínculo entre la masonería y la Ilustració­n, y el de ambas con la política, comienza con la asunción de que después de 1700, el creciente poder centraliza­do de los Estados

LAS LOGIAS HABRÍAN PUESTO LA SIMIENTE SOBRE LA QUE POCO A POCO GERMINÓ EL ESPÍRITU REVOLUCION­ARIO ENTRE LA POBLACIÓN

nacionales atrajo poderosame­nte la atención, tanto de las élites aristocrát­icas como de los hombres de profesión (comerciant­es, abogados, médicos etcétera). El gobierno se volvía cada vez más importante; cautivaba, seducía, y con la misma frecuencia, irritaba y confundía. Para hombres que miraban hacia el poder, pero tenían poco acceso a él, las logias eran lugares en los que uno podía, en efecto, gobernar, elegir oficiales, ser electo, pronunciar discursos y pagar impuestos en forma de cuotas o multas impuestas por mal comportami­ento. Las logias se convirtier­on en escuelas completas de gobierno, con constituci­ones que otorgaban a cada hombre un voto”. De esta manera, la élite de la sociedad se adiestró y acostumbró a una forma nueva de hacer política que, luego, ejercieron a gran escala, una escala de país. Buen ejemplo de este “entrenamie­nto” lo vimos al hablar de la génesis de los Estados Unidos de América y lo detecta Jacob en 1774 cuando la nueva Gran Logia de París convocó una asamblea nacional, en la que participar­on representa­ntes de toda Francia, cada uno de ellos en igualdad de condicione­s y con derecho a un voto, algo insólito y revolucion­ario en sí mismo.

El nacimiento de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la independen­cia de la América hispana fueron tres acontecimi­entos que convulsion­aron al mundo. Los tres contribuye­ron a avivar el mito de una masonería todopodero­sa que, siempre entre sombras, movía las palancas de la Historia. Un mito alentado por los adversario­s antimasóni­cos tradiciona­les, pero también por los propios hermanos para mayor fama de las logias nacionales. Sin embargo, la ciencia académica moderna ha venido a matizar y rebajar considerab­lemente esa influencia oculta, ofreciendo una nueva interpreta­ción de estas sociedades secretas o discretas. Con todo, el mito parece ya imparable. Sigue hoy día su propio camino más vigoroso que nunca, entreverán­dose con otras teorías de la conspiraci­ón contemporá­neas para alimentar, otra vez como antaño, una imprevisib­le espiral de rumores y sospechas sin ningún final a la vista.

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 ??  ?? La independen­cia de Estados Unidos, cuya declaració­n se firmó el 4 de julio de 1776, fue un movimiento hijo de su tiempo en el que la masonería desempeñó un papel muy relevante, pero no decisivo. Abajo a la derecha, George Washington, el primer presidente de esa nación, con su atuendo masónico.
La independen­cia de Estados Unidos, cuya declaració­n se firmó el 4 de julio de 1776, fue un movimiento hijo de su tiempo en el que la masonería desempeñó un papel muy relevante, pero no decisivo. Abajo a la derecha, George Washington, el primer presidente de esa nación, con su atuendo masónico.
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 ??  ?? Arriba, el Capitolio, en Washington, sede de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos.
A la izquierda, el interior del templo masónico de Detroit, el mayor del mundo. Se construyó en los años veinte del pasado siglo.
Arriba, el Capitolio, en Washington, sede de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos. A la izquierda, el interior del templo masónico de Detroit, el mayor del mundo. Se construyó en los años veinte del pasado siglo.
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A la derecha, una escenifica­ción de la batalla de Austerlitz, en la que el victorioso emperador francés derrotó a las fuerzas del zar Alejandro I y el emperador austríaco Francisco I. Abajo, el filósofo Voltaire, miembro tardío de la masonería, a la que llegó apenas unas semanas antes de su muerte.
 ??  ?? Junto a estas líneas, la Ciudad de la Luz con su popular Torre Eiffel en la actualidad. ¿Hasta qué punto la Revolución Francesa fue promovida por la masonería?
Junto a estas líneas, la Ciudad de la Luz con su popular Torre Eiffel en la actualidad. ¿Hasta qué punto la Revolución Francesa fue promovida por la masonería?
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A lo largo del mundo, son muchos los edificios construido­s bajo la inspiració­n y con los símbolos más notorios de la masonería, tanto en el Viejo Continente como en el Nuevo.
 ??  ?? En el sentido de las agujas del reloj, el templo masónico de Santa Cruz de Tenerife, inaugurado en 1902; los símbolos de esta sociedad secreta –la escuadra, el compás…–; y el memorial masónico a George Washington en Alexandria, Virginia.
En el sentido de las agujas del reloj, el templo masónico de Santa Cruz de Tenerife, inaugurado en 1902; los símbolos de esta sociedad secreta –la escuadra, el compás…–; y el memorial masónico a George Washington en Alexandria, Virginia.
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