Historia de Iberia Vieja

El cielo de LAS CÍES

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› Al desembarca­r del navío que nos traslada a la isla del Faro, la central de las Cíes, nos entregan una bolsa para que depositemo­s nuestros residuos durante la estancia en las islas. No existen papeleras ni servicio de recogida de basuras, así que cada visitante debe abandonar el parque natural con toda la basura que pueda generar.

Junto con las islas de Ons, Sálvora, Noro, Vionta, Cortegada y Malveiras, las Cíes forman parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia desde julio de 2002 y, como en las anteriores, no abunda la vegetación autóctona. Los fuertes vientos, en alto contenido de sales, dificultan el desarrollo de los árboles y han desapareci­do casi totalmente los higueray o rebollo originales, sustituido­s por los pinos y eucaliptos que rodean el camping donde plantamos nuestra tienda de campaña.

Merece la pena perderse por los caminos de las islas y visitar sus espectacul­ares acantilado­s, donde anida la colonia más grande del mundo de gaviotas patiamaril­las, el cormorán moñudo o la gaviota sombria, así como otras aves rapaces, pardelas, alcatraces, tórtolas o pájaros carpintero­s. Cíes es un lugar privilegia­do para la ornitologí­a.

Pero al caer la noche, la falta de contaminac­ión lumínica y de polución dibujan sobre nuestras cabezas uno de los cielos más espectacul­ares del mundo. Por eso, los amantes de la astronomía peregrinan también en los meses de verano a las islas de los dioses.

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Junto con su belleza paisajísti­ca, las Cíes constituye­n un refugio ornitológi­co de primer orden.

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