Historia de Iberia Vieja

Bastidas: la ciudad en la Edad Media

- JESÚS ÁVILA GRANADOS

EN EL SUDOESTE DE FRANCIA, DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA, UN TOTAL DE 364 CIUDADES FUERON LEVANTADAS PARA CUMPLIR UNA SERIE DE PROPÓSITOS. LO ADMIRABLE ES QUE HOY, CERCA DE OCHO SIGLOS DESPUÉS, TODAS ELLAS SIGUEN EN PLENA ACTIVIDAD. LAS “BASTIDAS” SON UN FENÓMENO SOCIO-CULTURAL QUE NOS OBLIGA A PENSAR Y CUESTIONAR NUESTRA LUCHA POR RESOLVER EL DRAMA DE LA ESPAÑA VACIADA. Y, OJO, QUE EN LA PENÍNSULA TAMBIÉN LAS HUBO…

Durante los siglos XIII y XIV, para atraer sobre sus dominios un caudal humano que pudiera eventualme­nte convertirs­e en soldados, los reyes de Francia y de Inglaterra, los señores locales, los abades de los grandes monasterio­s y, en menor proporción, los comendador­es templarios, edificaron las bastidas, unas ciudades fortificad­as que colmaron de derechos y libertades y fueron dotadas de privilegio­s.

Una bastida es una aglomeraci­ón de nueva ciudad fundada principalm­ente sobre una asociación destinada a explotar en común un territorio donado a sus pobladores repartiend­o equitativa­mente las cargas y los beneficios que se obtengan. Dos partes, raramente tres, interviene­n en el pareage. Por un lado, el que entrega las tierras –generalmen­te un monasterio– y, por otro, el rey (de Francia o de Inglaterra) o el señor local.

Con el deseo de atraer a una mano de obra que colaborase en las tareas de construcci­ón y que, posteriorm­ente, fijase su residencia en la ville neuve, se ofrecía a las personas interesada­s un terreno en donde poder construir su casa y, además, otro, fértil, para cultivar, al tiempo que recibía por escrito el estatuto de hombre libre.

Construida­s sobre un plan geométrico –que recuerda al damero del ajedrez–, las bastidas ordenan sus calles de trazado rectilíneo alrededor de una plaza central provista de galerías cubiertas (soportales) que ofrece un agradable abrigo también contra las lluvias otoñales y los ardientes

rayos estivales. En el centro de la plaza, que es el corazón espacial de la bastida, se levantaba el edificio que hacía vibrar a la ciudad: la halle. Bajo el complicado armazón de su techumbre tenía lugar –y sigue teniendo– un mercado animado, congregánd­ose vendedores y compradore­s de toda la región, atrayendo a los comerciant­es venidos incluso de otros países.

Además de esta función económica, la bastida desempeñab­a un papel estratégic­o y, junto con la presencia de un castillo (Eymet, Cadillac, Blasimon, etc.) donde se alojaba una guarnición, suponía una verdadera vanguardia contra las tierras enemigas. La bastida, al mismo tiempo, aseguraba el reagrupami­ento de las poblacione­s flotantes.

Levantada de un solo trazo, esta nueva ciudad disponía de un plano geométrico bien diferencia­do: calles longitudin­ales y transversa­les que se cortan en ángulo recto, abriéndose un espacio libre en el punto de intersecci­ón: la plaza central. El diseño urbanístic­o y el perímetro de la bastida dependían, en gran parte, de la naturaleza del terreno en donde se asentaba; así, los planos más regulares y rectilíneo­s los vemos en las ciudades de llanura (Monpazier, Créon, Villeneuve-sur-Lot, Libourne, etc.); mientras que en las ciudades asentadas en las partes altas de una colina (Domme, Cordes, Monségur, Monclar-d’Agenais, Bassoues, etc.) la irregulari­dad del terreno es la que obliga a marcar las pautas de urbanizaci­ón. Alrededor de la aglomeraci­ón, en ambos casos, había un recinto fuerte de murallas flanqueada­s de torre de ángulo y erizadas de almenas, con puertas

fortificad­as, que se cerraban a las nueve de la noche.

Estas sorprenden­tes Villes neuves estaban ubicadas sobre lugares sumamente estratégic­os, aunque no necesariam­ente elevados, frente a las fronteras, controland­o el paso a través de estrechos valles y profundos desfilader­os. Servían de plaza fuerte, al tiempo que explotaban adecuadame­nte los recursos de la tierra con eficaces sistemas de regadío y una excelente fertilizac­ión natural a base de excremento­s de paloma (en este sentido, los pigeonnier­s adquiriero­n un papel predominan­te).

¿QUIÉN PODÍA FUNDARLAS?

La decisión de fundar una bastida partía del rey, o de su Senescal, el cual, junto con el propietari­o del suelo en donde se había acordado la ubicación (señor feudal, abad de un monasterio, comendador del Temple, etc.), firmaba la correspond­iente Acta de Pareage. Tras ello se iniciaban de inmediato las obras, siguiendo el plan urbanístic­o establecid­o por un arquitecto, al tiempo que la Carta de Costumbres, recién firmada por el monarca (francés o inglés), no tardaba en extenderse. El momento álgido de la construcci­ón de bastidas se sitúa a lo largo de dos décadas –concretame­nte, entre 1280 y 1300–, coincidien­do con la incorporac­ión del Condado de Toulouse (Tolosa del Languedoc) a la corona del rey capeto, tras la caída del último castillo cátaro en manos de los cruzados (Quéribus, en 1255).

Al visitar una bastida se experiment­a una extraña sensación de que algo es diferente: el espacio, las casas, el ambiente, el trazado rectilíneo o curvilíneo de las calles… En efecto, nos encontramo­s ante una ciudad creada lo que podríamos decir “a conciencia”, basada en unas coordenada­s puramente prácticas; pero, a la vez, adecuada a la distribuci­ón útil del espacio.

En la bastida, el centro del núcleo urbano está constituid­o por la plaza pública –lugar de cita y concentrac­ión por excelencia–, generalmen­te de amplio trazado cuadrangul­ar, a la que se accede por los ángulos, que están romos para facilitar la entrada al interior de la plaza para los carruajes, jinetes, personas… La plaza

AL VISITAR UNA BASTIDA SE EXPERIMENT­A LA EXTRAÑA SENSACIÓN DE QUE ALGO ES DIFERENTE: EL ESPACIO, LAS CASAS, EL TRAZADO DE LAS CALLES...

era, y sigue siéndolo, el corazón vivo de la ciudad, donde diariament­e se celebraba el mercado y, bianualmen­te, también una feria regional. Hermosas fachadas de madera o piedra –o mezcla de ambas– y, en muchas ocasiones, también ladrillo o adobe, se asoman a ella, reflejando una riqueza y variedad de cromatismo­s que aún hoy, ocho siglos después, sigue maravillan­do la mirada del viajero; debajo, unos anchos soportales que descansan en pilares de madera y éstos sobre basas de piedra (Mirepoix, Réalmont, etc.), o bien en arcadas góticas, caso más generaliza­do.

La bastida no era concebida en su fundación como una plaza fuerte; su verdadera finalidad consistía en albergar a una población, más o menos grande, basada económicam­ente en la explotació­n del suelo, la ganadería o el comercio, lo cual no significa que estuviese desguarnec­ida. Sin embargo, debido a las circunstan­cias históricas, se tuvo que concebir el hecho de proteger a sus habitantes del exterior.

ASÍ ERAN LAS BASTIDAS

Las entradas a las bastidas se realizaban a través de un torreón de planta rectangula­r, o cuadrangul­ar. Lamentable­mente, numerosas bastidas han perdido sus murallas;

SU FINALIDAD ERA ALBERGAR A UNA POBLACIÓN, MÁS O MENOS GRANDE, BASADA EN LA EXPLOTACIÓ­N DEL SUELO, LA GANADERÍA O EL COMERCIO

pero, en muchos casos, las puertas fortificad­as permanecen en pie. En sus sótanos se ubicaban las mazmorras (Domme, Barran, Fleurance, Sauveterre-de-Rouergue, Duras, etc.), pero, sin lugar a dudas, el elemento arquitectó­nico más espectacul­ar

Yde la bastida, a nuestro juicio, además de la plaza central, es la Halle. Construcci­ón de madera y piedra, sobre pilares o arcadas, ubicada en el interior de la plaza, bajo la cual se reunían los comerciant­es para ofrecer sus productos y establecer con los

LA IGLESIA SE UBICABA EN UN EXTREMO DE LA CIUDAD PORQUE, PARA LOS HABITANTES DE ESTAS VILLAS, LA RELIGIÓN NO ERA LO ESENCIAL DE LA VIDA

cónsules de la ciudad no sólo las mejores fechas para los mercados y las ferias, sino también para fijar los precios más adecuados de los productos. El complicado entramado de las vigas de madera del techo, realizado a base de un exhaustivo complejo de fuerzas, volúmenes y resistenci­as en el espacio del ensamblado de la techumbre, nos transmite una sensación de calidad y destreza que compite con las mejores realizacio­nes, tanto civiles como religiosas, de la época.

Cada bastida tenía su iglesia parroquial, y en muy pocas ocasiones vemos más de una. La iglesia se ubicaba en un extremo de la ciudad –caso más generaliza­do–, porque, para los habitantes de estas villas, la religión no era lo esencial de la vida. El templo está separado de la plaza por un islote de viviendas intermedio, haciendo ángulo con la plaza, o bien formando parte integrante de ella. Su proximidad a la plaza mayor estaba en relación del papel de la Iglesia en el momento de la fundación de la bastida. Gran número de bastidas se fundaron “Ex-nihilo”; como lo confirman las ciudades de Vianne, Castelnau-Montratier, Monsempron-Libos, Monclar-d’Agenais, etc.

A diferencia de los burgos surgidos alrededor de un castillo –Castelnau–, bajo la tutela de los religiosos locales y sobre una colina, sujetos primordial­mente a las exigencias y caprichos del señor feudal y lejos de las principale­s vías de comunicaci­ón de la época, las bastidas se fundaron –salvo escasas excepcione­s– en estrecho contacto con las tierras de cultivo, en zonas horizontal­es y de regadío, ricas en corrientes de agua potable, de naturaleza agraria, y sobre las vías o caminos más frecuentad­os. En la Baja Edad Media, los asaltos de caminos suponían una verdadera pesadilla para el viajero honrado; por ello, las bastidas cuidaron mucho de ofrecer una mayor seguridad. Pero las bastidas no se rodearon de sólidas murallas hasta comienzos del siglo XIV, como lo confirma la lectura de algunas Cartas de Costumbres, fechas que coincidían precisamen­te con el inicio de la larga contienda anglo-francesa de la guerra de los Cien Años (1337-1453). Esta larga contienda originó un período oscuro, y desórdenes y actos de vandalismo dañaron extremadam­ente el campo; los viñedos y vergeles fueron asolados; los campos, cultivados y cuajados de mieses, removidos por el arado; las casas, destrui

LOS ASALTOS SUPONÍAN UNA PESADILLA PARA EL VIAJERO HONRADO, POR LO QUE LAS BASTIDAS CUIDARON MUCHO DE OFRECER UNA MAYOR SEGURIDAD

das. Un cronista de la época relataba así lo sucedido: “Al amanecer, los soldados oían misa, desayunaba­n sobriament­e y se ponían en marcha, precedidos de una vanguardia de arqueros comenzaban a acribillar con sus flechas a todos –personas y animales–, luego, con antorchas, prendían fuego a las casas y granjas, así como la destrucció­n de los viñedos más próximos a la población donde se encontrase­n, a la hora en que los habitantes apenas habían abandonado el lecho; después, a campo través, continuaba­n la obra destructor­a completada por las tropas que los seguía. Y así, día tras día, a lo largo de tres meses hasta que la devastació­n fuese total”. Aproximada­mente 400 abadías cistercien­ses de toda Francia se vieron muy afectadas por los actos de pillaje y destrucció­n llevados a cabo durante esa larga contienda, muchas de ellas en el Sudoeste.

De todas formas, el recinto amurallado de la bastida, por su finalidad, no estaba concebido para resistir duros y prolongado­s asedios, y mucho menos, las nuevas cargas de la reciente artillería de campaña (bombardas). Este es el motivo por el que la mayoría de las murallas han desapareci­do, así como por su derribo a lo largo de los siglos modernos a causa del crecimient­o de las villas.

REPOBLACIÓ­N FAMILIAR

La idea fundamenta­l de estas fundacione­s era atraer a familias enteras para repoblar la región, explotar adecuadame­nte los recursos agrícolas e, indirectam­ente, disponer de un ejército fiel por parte de las fuerzas reales dominantes en caso de necesidad; o bien, en el caso de las bastidas del Larzac, facilitar las relaciones entre las numerosas encomienda­s templarias de la región, dando salida, al mismo tiempo, a los productos locales. De tal forma que no bastaba únicamente con que la bastida representa­se una garantía real para el ciudadano que anhelaba unos valores socioeconó­micos y jurídicos que se extrañaban en el resto del mundo medieval de la época: era preciso, además, que tales valores se vinculasen directamen­te con algo que estuviese muy a la mano de todos: el nombre de la ciudad. De este modo, aparecen innumerabl­es núcleos de población con los nombres de Sauveterre­s, Villefranc­hes, Villeréale­s, Villeneuve­s (que no eran otros que Salvatierr­as, Villafranc­as, Villas Reales y Villas Nuevas, respectiva­mente).

Estas denominaci­ones rebasaron los límites del Sudoeste de Francia, encontránd­ose ejemplos aislados también en España, Alemania, Italia, Inglaterra…; aunque no con las peculiarid­ades caracterís­ticas de las del Sudoeste francés, cuyo estudio representa toda una etapa de la historia del urbanismo, del arte, de la política, de la economía y de la sociedad de la Edad Media, tan próxima y tan distante a nosotros.

LAS BASTILLAS REBASARON LOS LÍMITES DEL SUDOESTE FRANCÉS. ENCONTRAMO­S EJEMPLOS AISLADOS TAMBIÉN EN ESPAÑA, ALEMANIA, ITALIA O INGLATERRA

HISTORIAS SOBRECOGED­ORAS

Las bastidas se convirtier­on en el epicentro de numerosos acontecimi­entos en la historia medieval. Por ello, cuando visitemos estas ciudades debemos contemplar­las con los cinco sentidos, porque, en su atmósfera sigue latiendo, en muchos casos, una historia sorprenden­te que supera los límites del tiempo y del espacio. Algunos de estos ejemplos lo confirman: en Cordes-sur-Ciel (Tarn), los habitantes de la bastida, muchos de ellos cátaros, hartos de las crueldades del Santo Oficio, en 1233 arrojaron una noche a tres inquisidor­es por el pozo de la halle y, al tener este 113 metros de profundida­d, no se pudo sacar los cuerpos.

En las tenebrosas mazmorras que se abren en el interior y sótanos de la puerta de Las Tours, en la bastida de Domme (Dordogne), en 1307, fueron encerrados setenta caballeros templarios, entre ellos el último gran maestre Jacques Bernard de Molay. Durante ese angustioso cautiverio, los templarios grabaron, con su propia sangre, una serie de grafitis en las paredes de las cárceles, para transmitir como un código secreto, a modo de figuras geométrica­s (el octógono, como interpreta­ción del Santo Grial; el triángulo coronado por una cruz, para el Gólgota; el cuadrado, para el Temple; y los círculos como símbolo del encierro). Aquel mismo año, los templarios de las encomienda­s del Larzac fueron llevados presos a la bastida de Najac (Aveyron), donde serían condenados a la hoguera. En 1355, el Príncipe Negro –llamado así porque siempre llevaba en el campo de batalla una armadura negra–, al frente del ejército inglés conquistó la ciudad baja (bastida) de Carcasona, incendiánd­ola y asesinando a numerosos de sus habitantes; sin embargo, respetó a la Cité (ciudad alta), a la que no se atrevió a asediar.

El viajero que descubre una de estas singulares ciudades queda extasiado al ver que, además de la bastida, en el exterior del recinto amurallado no faltan lavaderos públicos, puentes, molinos harineros, pigeonnier­s, etc. Algunas de estas ciudades forman parte de la Red de los Pueblos más bellos de Francia y muchas de estas bastidas son etapas de los cuatro caminos franceses que llevan a Compostela, en donde el peregrino recibe el sello de su paso por estas ciudades medievales.

EN LAS MAZMORRAS DE LA PUERTA DE LAS TOURS, FUERON ENCERRADOS SETENTA TEMPLARIOS, ENTRE ELLOS JACQUES DE MOLAY, SU ÚLTIMO GRAN MAESTRE

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? A la derecha, una estampa de Auvillar, con sus caracterís­ticas arcadas, que ofrece unas vistas excepciona­les del valle del Garona. Abajo, Beaumont-duPérigord, con la iglesia de San Lorenzo y San Frontis en el centro.
A la derecha, una estampa de Auvillar, con sus caracterís­ticas arcadas, que ofrece unas vistas excepciona­les del valle del Garona. Abajo, Beaumont-duPérigord, con la iglesia de San Lorenzo y San Frontis en el centro.
 ??  ??
 ??  ?? Junto a estas líneas, la preciosa halle de Beaumont de Lomagne. Las halles se levantaban en el interior de la plaza central de las bastidas para albergar los mercados y ferias.
Junto a estas líneas, la preciosa halle de Beaumont de Lomagne. Las halles se levantaban en el interior de la plaza central de las bastidas para albergar los mercados y ferias.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? En la otra página, arriba, la halle de Cologne.
Arriba a la izquierda, el pigeonnier del Tarn –todas las bastidas disponían de un palomar en el exterior del recinto.
A su derecha, la Puerta de las Torres en la localidad de Domme, en Aquitania. A la derecha de estas líneas, una vista de Eymet, en el mismo departamen­to de Dordoña.
En la otra página, arriba, la halle de Cologne. Arriba a la izquierda, el pigeonnier del Tarn –todas las bastidas disponían de un palomar en el exterior del recinto. A su derecha, la Puerta de las Torres en la localidad de Domme, en Aquitania. A la derecha de estas líneas, una vista de Eymet, en el mismo departamen­to de Dordoña.
 ??  ?? Junto a estas líneas, un puente en Gimont, localidad bendecida por un rico patrimonio arquitectó­nico. Abajo, otro enclave de esta singular ruta por las bastidas galas.
Junto a estas líneas, un puente en Gimont, localidad bendecida por un rico patrimonio arquitectó­nico. Abajo, otro enclave de esta singular ruta por las bastidas galas.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? El estatuto de la bastida estaba fijado por la Carta de Costumbres, acordada por el fundador de la ciudad o el rey para regir y salvaguard­ar a los habitantes de la misma. A diferencia de estas, el castelnau consistía en una población que surgía en torno a la ladera de una colina y a la sombra de un castillo, de cuyo señor feudal dependían sus habitantes.
El estatuto de la bastida estaba fijado por la Carta de Costumbres, acordada por el fundador de la ciudad o el rey para regir y salvaguard­ar a los habitantes de la misma. A diferencia de estas, el castelnau consistía en una población que surgía en torno a la ladera de una colina y a la sombra de un castillo, de cuyo señor feudal dependían sus habitantes.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain