Historia de Iberia Vieja

Esperanto

- ALBERTO DE FRUTOS

EL POLACO LEJZER LUDWIK ZAMENHOF (1859-1917) FUE EL PADRE DEL ESPERANTO, UNA LENGUA INTERNACIO­NAL QUE ASPIRABA A UNIR A LOS PUEBLOS Y SUPERAR NUESTRA VIEJA BABEL DE RENCILLAS Y ODIOS NACIONALIS­TAS. SU PROYECTO NO FUE EL ÚNICO DE ESA ÍNDOLE, PERO SÍ EL MÁS EXITOSO, EN UN SIGLO QUE, NO OBSTANTE, CONOCIÓ DOS GUERRAS MUNDIALES Y EXPERIMENT­Ó LAS MAYORES ATROCIDADE­S JAMÁS VISTAS. ¿PUDO CAMBIAR EL ESPERANTO LA HISTORIA DEL SIGLO XX?

Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. Al desplazars­e la humanidad desde oriente, hallaron una vega en el país de Senaar y allí se establecie­ron. Entonces se dijeron el uno al otro: ‘Ea, vamos a fabricar ladrillos y cocerlos al fuego’. Así el ladrillo les servía de piedra y el betún de argamasa. Después dijeron: ‘Ea, vamos a edificarno­s una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdiga­mos por toda la haz de la tierra’”, leemos en el capítulo once del Génesis. El resto de la historia es ya conocido. Yahveh, tras ver la ciudad y la torre, se dijo para sí: “Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible”, y se aprestó a confundir su lenguaje y a desperdiga­r a los hombres por toda la tierra. Aquella ciudad, inconclusa y delirante en una sinfonía de palabras y giros extraños, se llamó a partir de entonces Babel, que podría traducirse como “embrollo”.

SU MONOGRAFÍA VIO LA LUZ EL 26 DE JULIO DE 1887, UNA FECHA QUE PUDO CAMBIAR LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Pues bien: muchos siglos después, y a la manera de un ángel caído, nació en Białystok, hoy una ciudad polaca y ayer rusa, el hombre que se propuso enmendar la plana a Dios. Se llamaba Lejzer Ludwik Zamenhof. Hijo del profesor Markus, un judío no muy ortodoxo, y de Liba Rosalía Zamenhof, desde su infancia se reveló como un consumado lingüista. A los diez años, ya dominaba cuatro idiomas –ruso, polaco, yiddish y hebreo–, que muy pronto se ampliaron con el francés y el alemán que le enseñó su padre, y con las nociones que fue adquiriend­o en la escuela y en sus ratos de ocio de latín, griego, inglés y lituano.

El hecho de que naciera en el seno de una familia judía no es baladí. Humillado y ofendido a causa de su religión, se paseaba por la plaza del mercado de Białystok, en un país inexistent­e y roto, y escuchaba el guirigay de los aldeanos polacos, los mercaderes judíos, los inmigrante­s alemanes, los campesinos bielorruso­s y, sobre todo, de los soldados imperiales del zar, que imponían por la fuerza el ruso. El flujo de mercancías corría por una cinta de ultrajes y roces; y, en ese clima, el pequeño y sensible Lejzer, idealista hasta la médula, empezó a fraguar una fórmula que destronara al soberano de todas las diferencia­s: el lenguaje.

EL CÓDIGO DE UN CONSPIRADO­R

Cuando en diciembre de 1873 su familia se trasladó al barrio judío de Varsovia, el adolescent­e Zamenhof estaba ya decidido a poner en práctica su sistema, con una sola premisa: “Una lengua que pretenda un uso universal debe ser lo más fácil posible de aprender”, tal como escribió en 1876.

Pero esa utopía no tardaría en toparse con un enemigo capaz de cualquier cosa para abatirla: su propio padre. Y es que Markus no podía tolerar las inclinacio­nes de su hijo –¡tenía que ser médico!–, ni que coqueteara con unos signos que cualquier agente de la policía o espía zarista podría confundir con el código secreto de un conspirado­r…

Tras matricular al joven en la Universida­d de Moscú para que cursara estudios de Oftalmolog­ía, Markus aprovechó la ausencia filial para quemar todos los documentos filológico­s en los que había trabajado durante años. De esas cenizas, se elevaría con el tiempo un Fénix que, con la forma de un opúsculo de cuarenta páginas y el título Lingvo internacia, conmociona­ría a sus contemporá­neos. Firmada por un tal Doktoro Esperanto, la monografía vio la luz el 26 de julio de 1887, una fecha que pudo cambiar la Historia de la humanidad. Había nacido el esperanto.

El lenguaje universal cumplía con creces la vieja aspiración de Lejzer: una sencillez salmódica, que se resumía en dieciséis reglas sin excepcione­s, un vocabulari­o con 917 raíces y varias decenas de afijos.

Poemas traducidos al ruso y traduccion­es de textos bíblicos acompañaba­n esa extraordin­aria gramática fundaciona­l, que se vendía al precio de 15 kopecs.

EL VOLAPÜK O EL ENSAYO DE UN PIONERO

Pero, antes de que esa lingwe uniwersala viera la luz, otros pioneros habían compartido su sueño. El más importante fue el sacerdote católico de Constanza Johann Martin Schleyer (1831-1912), políglota que pondría los dientes largos al mismísimo Doctor Doolittle con su manejo de cincuenta idiomas, y padre del volapük (de world: mundo, y speak: hablar).

Su trabajo, presentado en 1879, se adelantó unos cuantos años a la obra de Zamenhof, pero apenas lo sobrevivió. Virtudes no le faltaban (una sola declinació­n y conjugació­n, y ninguna excepción), pero las raíces de las palabras, desfigurad­as como en escorzo, hicieron que fuera imposible de memorizar, y ni sus más acérrimos defensores pasaron de chapurrear­lo, tal como se demostró en la reunión de Munich de 1883. No obstante, el joven Lejzer agradecerí­a siempre la deuda contraída con su antecesor: “Doy al César lo que es del César: Schleyer me aportó algo positivo; y, principalm­ente, el sentimient­o de autocrític­a, que es lo que más me había faltado en estos últimos años”.

Poco a poco, Zamenhof fue ganando adeptos para su causa, como el ingeniero Antoni Grabowski, quien coordinó las actividade­s del círculo esperantis­ta de Varsovia, o Leopold Einstein, primer mecenas de la lengua. Como una mancha de aceite, el esperanto se manifestó en varios países europeos de la mano de

EL ESPERANTO SE MANIFESTÓ EN VARIOS PAÍSES EUROPEOS DE LA MANO DE DISCÍPULOS ENTUSIASTA­S DE ZAMENHOF

discípulos entusiasta­s, que empezaron a traducir la Biblia del Doktoro a sus lenguas, y otras obras clásicas al esperanto. La aparición en Alemania de la revista La Esperantis­to dio alas al proyecto, y en 1908 se fundó la UEA, Universala Esperanto-Asocio (www.uea.org), la organizaci­ón de esta naturaleza más importante del mundo. El primer grupo esperantis­ta español se instituyó en Málaga en 1891, y Murcia, la provincia con mayor número de “devotos”, acogió su primera Sociedad allá por 1902.

Como es lógico, todo apostolado exige una misión de proselitis­mo, y Zamenhof no tardó en hacernos una visita. Fue en 1909, en la ciudad condal, y poco después en Valencia. A sus cincuenta años, y propuesto ya para el premio Nobel de la Paz, el padre de la criatura recorrió Las Ramblas y fue agasajado por la flor y nata de la época: el príncipe Carlos de Borbón, el alcalde, varios ministros, el rector de la Universida­d de Barcelona…

ALGO MÁS QUE UNA LENGUA UNIVERSAL

¿Quién hubiera dicho al pequeño Lejzer Ludwik que algún día, y en apenas unos años, su “hallazgo” se

EL PADRE DE LA "CRIATURA" RECORRIÓ LAS RAMBLAS Y FUE AGASAJADO POR LA FLOR Y NATA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

coronaría con los más honrosos laureles? Si hasta el mismo León Tolstoi –autor de Guerra y paz y Ana Karenina– reconocía que se podía aprender la lengua en un par de horas y recomendab­a la fusión de todos los idiomas en uno solo…

No obstante, el Doktoro no estaba plenamente satisfecho. Porque el esperanto era algo más que una lengua, con sus partidario­s y sus detractore­s, sus conservado­res y aquellos que exhortaban a una inmediata reforma. Para el oftalmólog­o, su lengua era una religión de paz y concordia, y su propósito no se reducía a entretener a los filólogos en sus aulas. Zamenhof anhelaba que las palabras saltaran a la calle, para probar, como dijo Tolstoi, que “no hay ciencia más cristiana que la de las lenguas”.

Sin embargo, la realidad lo abofeteaba cada vez que asomaba la cabeza. Sus ideas traspasaba­n las fronteras de la Vieja Europa y cruzaban sin bardales los océanos, pero el mundo seguía enrocado en un insaciable nacionalis­mo y se armaba para poder hacer el mayor daño posible en la guerra venidera. En Białystok, su ciudad natal, los rusos atacaban a la población judía con hachas y barras de hierro, tal como denunció el maestro –el majstro–, en 1906: “Su culpa consistía únicamente en que hablaban otro idioma y practicaba­n otra religión. ¡Por eso rompieron los cráneos y arrancaron los ojos a hombres y mujeres, a viejos y niños desvalidos!”.

Zamenhof creía en el hilelismo (de Hillel el Viejo, un rabino que, en la antigua Babilonia, se opuso a la disciplina excesivame­nte rigorista de su colega Shammai). El hilelismo no era sino “la creación de un puente moral, por el que todos los pueblos y religiones

pudieran unirse fraternalm­ente, sin la creación de dogmas nuevos y sin la necesidad de que los pueblos apostaten, y desde esta unión religiosa, que se haría pacíficame­nte, se reconcilia­rían todas las religiones existentes”. De nuevo, pues, un afán totalizado­r y absoluto, que más tarde bautizaría con el nombre de homaranism­o (del esperanto “homaro”, humanidad).

LA VOZ DE LA CONCIENCIA

El Doktoro no dejó de reflexiona­r sobre la igualdad de todos los pueblos, ni se cansó de clamar contra la barbarie de la opresión y la violencia que ejercemos sobre el otro. Zamenhof reconocía la existencia de Dios y la libertad para interpreta­r ese poder como a cada uno le pluguiera. La voz de la conciencia estaba, para él, por encima de todo, y de ahí que negara los

EL SUEÑO DE ESA LENGUA ARTIFICIAL HA PRENDIDO EN EL CORAZÓN DE MÁS DE UN MILLÓN DE PERSONAS EN TODO EL MUNDO

juicios que dimanaban de las creencias religiosas, ya que “las buenas o malas acciones no dependen de la religión, sino de uno mismo y de sus circunstan­cias”. Para el lingüista, “cristianos, hebreos y mahometano­s, todos somos hijos de Dios”.

El esperanto era el camino para llegar a Él: un camino personal y voluntario, en efecto, pero ajeno a esa lengua pretendida por algunos, que reducía su uso a lo puramente terrenal. “¡Con ese esperanto, que sirve exclusivam­ente a los objetivos comerciale­s y a la utilidad práctica, no tenemos nada en común!”, declaró en cierta ocasión.

Sin embargo, Lejzer Ludwik Zamenhof, el místico que reclamó la solidarida­d universal, no pudo lograr que su voz se oyera más alto que el rugido de los cañones: entre 1914 y 1918, el mundo se despeñó en una sangría que suprimió todas las lenguas y volatilizó las fronteras mediante el poder de la pólvora. Su desconfian­za en los Estados que arbitraban esa calculada crueldad lo llevó a exigir la creación de un Tribunal Permanente Paneuropeo, en cuyo banquillo se sentarían los gobernante­s responsabl­es de tantas atrocidade­s.

Desde luego, él no conoció esa justicia universal, ni tampoco la implantaci­ón de una lingwe uniwersala a nivel planetario, ni, por supuesto, una religión por encima de credos y particular­ismos. Pero es cierto que el sueño de esa lengua artificial ha prendido en el corazón de más de un millón de personas en todo el mundo, que disfrutan de la sencillez de sus reglas, y hoy podemos consultar en biblioteca­s de aquí y allá decenas de miles de obras traducidas o escritas en esperanto.

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 ??  ?? No era fácil la vida de los judíos en Białystok, la cuna de nuestro protagonis­ta. Acosados por los rusos, su habilidad para el comercio les aseguraba la superviven­cia en unas condicione­s muy duras. La foto de arriba es de 1915. A su derecha, la bandera oficial del esperanto, verde y con una estrella del mismo color de cinco puntas. Junto a estas líneas, Ludwik Lejzer Zamenhof.
No era fácil la vida de los judíos en Białystok, la cuna de nuestro protagonis­ta. Acosados por los rusos, su habilidad para el comercio les aseguraba la superviven­cia en unas condicione­s muy duras. La foto de arriba es de 1915. A su derecha, la bandera oficial del esperanto, verde y con una estrella del mismo color de cinco puntas. Junto a estas líneas, Ludwik Lejzer Zamenhof.
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 ??  ?? A la izquierda, la Gran Sinagoga de Białystok, donde, en 1941, centenares de judíos fueron abrasados vivos por la Policía alemana al mando del coronel Ernest Weis, en lo que se conoció como el “viernes rojo”.
Y un documento excepciona­l: la portada de Internacia lingvo, monografía de 1887 en la que el Dr. Esperanto dio a conocer su nuevo sistema lingüístic­o.
A la izquierda, la Gran Sinagoga de Białystok, donde, en 1941, centenares de judíos fueron abrasados vivos por la Policía alemana al mando del coronel Ernest Weis, en lo que se conoció como el “viernes rojo”. Y un documento excepciona­l: la portada de Internacia lingvo, monografía de 1887 en la que el Dr. Esperanto dio a conocer su nuevo sistema lingüístic­o.
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 ??  ?? La Gran Guerra quebró la ilusión de una paz que no había dejado de alimentars­e de armas, amenazas y alianzas militarist­as desde el fin de la guerra FrancoPrus­iana en 1871. Abajo, portada del periódico La Esperantis­to, operativo entre 1889 y 1895; y, a su derecha, uno de los textos religiosos de Zamenhof a propósito del Homaranism­o, su ideario pacifista.
La Gran Guerra quebró la ilusión de una paz que no había dejado de alimentars­e de armas, amenazas y alianzas militarist­as desde el fin de la guerra FrancoPrus­iana en 1871. Abajo, portada del periódico La Esperantis­to, operativo entre 1889 y 1895; y, a su derecha, uno de los textos religiosos de Zamenhof a propósito del Homaranism­o, su ideario pacifista.
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